Cuando calienta el Sol aquí en la playa. La mañana era
fría, pero su ánimo estaba caliente pensando en la lejana playa calentada por el
astro rey. Recordaba, a su vez, las celebraciones de Sol Invictus romano y el Atón egipcio.
El Sol, siempre, el Sol, a través del tiempo, creando vida.
Y el Sol cumplía, cumple y cumplirá durante mucho tiempo su función
estelar como cuerpo celeste que brilla con luz propia. Una estrella compuesta
de hidrógeno y helio a temperaturas elevadas en estado de plasma.
El estado de plasma es el cuarto de los estados de la materia tras el sólido, el líquido y el gaseoso. En el Universo es mayoritario en un 99%. Es un estado
altamente ionizado, muy conductivo eléctricamente. Es parecido al gas, aunque contiene
átomos ionizados con electrones que circulan libremente[1].
El Sol ya tiene una edad. Cerca de 5.000 millones de años. Se halla a la
mitad de la carrera de su vida. Le espera cumplir otros 5.000 millones de años
para convertirse en una estrella “giganta/e roja”. ¿Qué?
Sí, contestó el señor del otro extremo de la barra. Gigante y roja es
una estrella grande, muy fría. 3.000/4.000º kelvin[2].
Poco para una estrella rutilante. Mucho para cualquier humano. Un grado Kelvin
es -273,15 grados Celsius. Si tenemos 300º Kelvin, la temperatura sería 26’85º
Celsius.
La luz y el calor se producen por fusión termonuclear que transforma el
hidrógeno en helio. Las fusiones termonucleares son fusiones nucleares
provocadas por agitación térmica, a elevada temperatura[3].
¿Y el paso del hidrógeno a helio? En la Tierra el elemento más abundante
es el hidrógeno, como en todo el Universo[4].
El hidrógeno es fuente de vida al componer con oxígeno el agua. En el Universo
es abundante el helio y escaso en la corteza terrestre[5].
El campo magnético del Sol es poderoso e inestable debido a la rotación
diferencial de los polos y el ecuador. La rotación diferencial consiste en que
una masa o materia no rote a la misma velocidad unas partes/zonas/regiones con respecto
a otras. Es el caso del Sol y los planetas grandes. La Tierra gira a la misma
velocidad en los polos y la zona ecuatorial. 23 horas, 56 minutos, 4 segundos.
A 28 kilómetros por minuto[6].
El viento solar y su emisión produce el fenómeno de las auroras. Una
aurora boreal es una aurora polar en el hemisferio norte. Una aurora austral es
una aurora polar en el hemisferio sur. ¿Y qué es una aurora polar?
La aurora polar es un fenómeno luminoso producido por el impacto en la
atmósfera terrestre, en sus capas más elevadas, de partículas atómicas y subatómicas
que proceden del Sol. Al impactar, las moléculas del aire atmosférico se
excitan y brillan en colores muy peculiares. Las particulas solares están muy
cargadas. El campo magnético de la Tierra las desvía hacia capas cercanas de
los polos magnéticos, lugares únicos de observación[7].
La estrella más cercana al Sol es Próxima Centauri. Un viaje a ella nos
dejaría exhaustos.Se habría viajado
cuatro años a la velocidad de la luz. En magnitudes astronómicas es un corto
viaje. Con las naves espaciales actuales, 40.000 km/h., se tardaría varios
miles de años[8].
El Sol es la fuente de nuestra vida. El Paseo del Sistema Solar[9]
diseñado por Julián Gómez Cambronero en el parque que lleva su nombre nos hace
soñar con las magnitudes colosales del Sistema y su inserción en el Universo
infinito, el conocido, el pensado y el que se descubrirá[10].
“Mes de
abril de 1926. Una improvisada y amistosa tertulia pone sobre la mesa de un café
el tema del Centenario de Góngora. Hay que hacer algo. Y tenemos que hacerlo nosotros.
Si esperamos que lo hagan las corporaciones oficiales pasaremos por el bochorno
de que España celebre el Centenario de su más grande poeta entre una absoluta indiferencia… Y
aquella misma tarde…quedaron trazadas las líneas esenciales del proyecto…estábamos
reunidos Pedro Salinas, Melchor F. Almagro, Rafael Alberti, alguno más que no
recuerdo y Gerardo Diego.” (Revista “Lola” n.º 1, diciembre de 1927).
Fuera
como reacción a sus mayores, fuera por sus deseos de honrar a Góngora,
revisitando a los clásicos por considerarlos modernos contra lo establecido, la
idea del homenaje que se celebró en Sevilla en diciembre de 1927 se fue gestando desde
abril de 1926 entre unos poetas jóvenes que tenían como signo distintivo la
amistad.
Los cronistas
de aquellos tiempos fueron Gerardo Diego y Rafael Alberti. Gerardo Diego a través
de la revista “Lola”, que en sus dos primeros números cuenta la preparación de los
actos. En su tercer número remata con los actos festivos de la coronación de Dámaso
Alonso. Rafael Alberti, en “La arboleda perdida”, rememora los inicios de la
amistad y los actos preparatorios, con alguna diferencia en cuanto al momento del conocimiento, así como el papel promotor del viaje a Sevilla de Ignacio Sánchez
Mejías. La idea literaria de Góngora cambio como nos relata a continuación Rafael Alberti:
“He aquí
parte del saldo positivo que arrojó esa victoriosa lucha: Las Soledades.
Edición, prólogo y versión de Dámaso Alonso. Obra extraordinaria, que ahí sigue
todavía. Los Romances, al cuidado de Cossío, y la Antología Poética en
honor de Góngora, seleccionada y prologada por Gerardo Diego… Resulta casi
divertido comparar lo que se decía de Góngora en los manuales de literatura antes
de 1927 y lo que se dice ahora… Si mal estaba que Juan Ramón me considerase
perdido por andar con Sánchez Mejías, era mucho peor que afirmase lo mismo de
Federico García Lorca por escribir para la escena, siguiendo una clara vocación
teatral, nacida casi a la par de sus primeros versos… No le gustaba a él que
algunos de aquellos jóvenes poetas nacidos a su clara sombra hiciésemos teatro… Aquel
1927…K. Q. X[1]… comenzó
a dar señales evidentes de que estaba cansándose de algunos de nosotros… Entretanto,
Ignacio Sánchez Mejías, casi siempre por medio de Cossío, ya había intimado con
todos. Su afición literaria, más decidida cada vez por contagio nuestro, lo
llevó a ser un ardiente entusiasta de la nueva poesía… ¡Qué raro talento el de
Ignacio para entrar enseguida en lo más difícil, para saltar de lo más serio a
lo más absurdo y alocado! Comprendía con toda facilidad las escuelas modernas
de pintura, el último ismo parisiense arribado a Madrid… se acordaba poco
de su vida taurina… Ni siquiera las damas aristocráticas… seguían siendo de su agrado.
Su corazón ya no lo repartía… estaba fijo en uno solo, que le fue fiel hasta la
muerte. Con quien Ignacio se encontraba realmente bien era con nosotros. Tanto
que un día nos metió a todos en un tren y nos llevó a Sevilla” (Rafael Alberti,
“La arboleda perdida”).
El
atractivo de Sánchez Mejías, su capacidad para aprender y comprender todo lo
nuevo de las vanguardias, llevado por una inteligencia natural, señalada por
Jorge Guillén, fue una nota característica del señor de Pino Montano.
Aunque
Lorca y Sánchez Mejías congeniaron, se conocieron tardíamente con respecto a poetas
y literatos famosos como Gerardo Diego, Alberti, Bello o Cossío. José Javier
León señala:
“1927 fue
el año en que se vieron por primera vez las caras Federico e Ignacio, y su
encuentro se produjo en Madrid, a mediados de diciembre, poco antes del famoso
acto de reivindicación gongorina en Sevilla. Es sorprendente que Lorca que
conocía a Argentinita desde el principio de la década, fuera uno de los últimos
de su promoción en ser presentado al matador” (José Javier León[2], “La sangre derramada:
ecos de la tauromaquia de Sánchez Mejías en García Lorca” y “El pase de la
muerte”).
Más tarde
invitaría a dar una conferencia en la Universidad de Columbia, en Nueva York,
titulada “El pase de la muerte”, acompañado de Argentinita, quien tenía allí compromisos
de trabajo.
En cuanto a
la fecha en la que se conocieron Alberti y Gerardo Diego hay discrepancias
entre uno y otro. Alberti recuerda el momento en que los dos recogen el dinero
por el premio Nacional de Literatura y Diego lo retrasa a una velada nocturna
en marzo de 1926.
“Allí, ante
la ventanilla, por la que iba a recibir, juntas, las primeras cinco mil pesetas
de mi vida, encontré a una persona que esperaba lo mismo. Era Gerardo Diego… Salimos,
ya amigos, a la mañana madrileña, clara y primaveral, subiendo, en animada
charla, por el Salón del Prado. Un poeta de Cádiz y otro de Santander… Las
pesetas que hacía un instante guardara… no eran para el Gerardo creacionista…,
sino para el poeta reposado, frecuentador de Góngora, Jáuregui, Bocángel, Medina
Medinilla… Azotea y bodega” (Rafael Alberti, La arboleda perdida).
Alberti
conocía los inicios creacionistas de Diego con Huidobro, Larrea y De Torre y como había
madurado personalmente y gracias a los clásicos. Diego relata otra versión del inicio de su
amistad y de las relaciones literarias con García Lorca:
“Anoche
conocí a Alberti: guapo chico, optimista y simpático. A Lorca le volví a la
otra carga para que entregue su original para amigos. Está en ello, pero tan
abúlico como siempre. Ya verías su triunfo en Valladolid” (Carta de Gerardo Diego
a José María de Cossío el 28 de marzo de 1926).
Cossío
no estuvo en Sevilla. Inicialmente, estaba entre los que iban a colaborar:
“Desde
luego contar conmigo para todo lo que queráis pro-Góngora. Espero instrucciones.”
(Carta de José María de Cossío a Gerardo Diego el 4 de mayo de 1926).
“Lo de
Góngora parece que empieza a marchar. Dime cómo van los Romances.” (Carta
de Gerardo Diego a José María de Cossío el 28 de octubre de 1926. Bajo la fecha anota Góngora 1927).
“Me reuní
con los gongorinos y procuré reanimar su catalepsia. Los únicos que han
trabajado con entusiasmo son Alberti, y sobre todo, Dámaso Alonso. Alberti está
escribiendo una tercera soledad, la de “las selvas” según el plan de D. Luis,
de la que me leyó un largo y laberíntico fragmento. Él se encarga de invitar y
recoger homenajes en verso y prosa. Te pediría tu contribución… Me gustaría
rematar las vacaciones con la Feria de Sevilla chez Pino Montano, porque
este año cae junto a Pascuas. ¿Me acompañarías?” (Carta de Gerardo Diego a José
María de Cossío el 23 de enero de 1927 desde Gijón y con Góngora como encabezamiento).
Pino
Montano ya era un hospitalario lugar antes de los actos de diciembre de 1927
para los amigos del torero, a los que vistió en los actos gongorinos con disfraces morunos.
La “Soledad
Tercera” de Alberti es un homenaje a Don Luis de Góngora y Argote, 1627-1927,
por su tercer centenario. Apareció publicado en su poemario “Cal y Canto”,
1926-1927:
“Arpas de rayos húmedos,
tendidas
Las flotantes y arbóreas
cabelleras,
De las aves guaridas,
De los sueños y fieras
Domador y pacífico
instrumento,
Al joven danzan las
entretejidas
Esclavas de los troncos,
prisioneras
En las móviles cárceles
del viento.”
La amistad
perdura en el tiempo hasta la muerte, en la que queda el recuerdo de la memoria
y en el registro de los historiadores, como recordaba al final de la década de
los setenta del siglo XX Gerardo Diego en un lúcido artículo llamado “El valor
de los recuerdos”:
“La vida
sigue, sigue siempre. Y cada vez que se me muere un amigo, un admirador, un lector,
un pariente, no sólo se muere para la historia y para la memoria, sino que además
se me muere a mí, personalmente, me disminuye, me deja en soledad de duelo y
oración” (Gerardo Diego[3], El valor de los recuerdos.
Arriba, 15-04-1979).
[1] Según
Gerardo Diego en Lola escribió Juan Ramón Jiménez firmada como KQK en la
que no quería participar en el homenaje, lo cual originó la broma de llamarle Kuan
Qamón Kiménez, siguiendo la corriente al poeta de Moguer al que se le
rebelaban sus jóvenes poetas.
[2] LEÓN,
JOSÉ JAVIER.: La sangre derramada: ecos de la tauromaquia de Sánchez Mejías
en García Lorca. El pase de la muerte. Athenaica. Sevilla. 2020. Prólogo de
Carlos Marzal. ISBN: 978-84-17325-96-1. Fichado en biblioteca Archivo MuseoIgnacio Sánchez Mejías el 21-10-2023.
[3] DIEGO, G.:
Obras Completas. Tomo IV. Alfaguara. Madrid. 1989. Edición de Francisco Javier
Díez de Revenga. Páginas 115-117. ISBN Obras completas: 84-204-8471-7. Anotado
el 5-07-2023 en biblioteca Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías.