“Mes de abril de 1926. Una improvisada y amistosa tertulia pone sobre la mesa de un café el tema del Centenario de Góngora. Hay que hacer algo. Y tenemos que hacerlo nosotros. Si esperamos que lo hagan las corporaciones oficiales pasaremos por el bochorno de que España celebre el Centenario de su más grande poeta entre una absoluta indiferencia… Y aquella misma tarde…quedaron trazadas las líneas esenciales del proyecto…estábamos reunidos Pedro Salinas, Melchor F. Almagro, Rafael Alberti, alguno más que no recuerdo y Gerardo Diego.” (Revista “Lola” n.º 1, diciembre de 1927).
Fuera como reacción a sus mayores, fuera por sus deseos de honrar a Góngora, revisitando a los clásicos por considerarlos modernos contra lo establecido, la idea del homenaje que se celebró en Sevilla en diciembre de 1927 se fue gestando desde abril de 1926 entre unos poetas jóvenes que tenían como signo distintivo la amistad.
Los cronistas de aquellos tiempos fueron Gerardo Diego y Rafael Alberti. Gerardo Diego a través de la revista “Lola”, que en sus dos primeros números cuenta la preparación de los actos. En su tercer número remata con los actos festivos de la coronación de Dámaso Alonso. Rafael Alberti, en “La arboleda perdida”, rememora los inicios de la amistad y los actos preparatorios, con alguna diferencia en cuanto al momento del conocimiento, así como el papel promotor del viaje a Sevilla de Ignacio Sánchez Mejías. La idea literaria de Góngora cambio como nos relata a continuación Rafael Alberti:
“He aquí parte del saldo positivo que arrojó esa victoriosa lucha: Las Soledades. Edición, prólogo y versión de Dámaso Alonso. Obra extraordinaria, que ahí sigue todavía. Los Romances, al cuidado de Cossío, y la Antología Poética en honor de Góngora, seleccionada y prologada por Gerardo Diego… Resulta casi divertido comparar lo que se decía de Góngora en los manuales de literatura antes de 1927 y lo que se dice ahora… Si mal estaba que Juan Ramón me considerase perdido por andar con Sánchez Mejías, era mucho peor que afirmase lo mismo de Federico García Lorca por escribir para la escena, siguiendo una clara vocación teatral, nacida casi a la par de sus primeros versos… No le gustaba a él que algunos de aquellos jóvenes poetas nacidos a su clara sombra hiciésemos teatro… Aquel 1927…K. Q. X[1]… comenzó a dar señales evidentes de que estaba cansándose de algunos de nosotros… Entretanto, Ignacio Sánchez Mejías, casi siempre por medio de Cossío, ya había intimado con todos. Su afición literaria, más decidida cada vez por contagio nuestro, lo llevó a ser un ardiente entusiasta de la nueva poesía… ¡Qué raro talento el de Ignacio para entrar enseguida en lo más difícil, para saltar de lo más serio a lo más absurdo y alocado! Comprendía con toda facilidad las escuelas modernas de pintura, el último ismo parisiense arribado a Madrid… se acordaba poco de su vida taurina… Ni siquiera las damas aristocráticas… seguían siendo de su agrado. Su corazón ya no lo repartía… estaba fijo en uno solo, que le fue fiel hasta la muerte. Con quien Ignacio se encontraba realmente bien era con nosotros. Tanto que un día nos metió a todos en un tren y nos llevó a Sevilla” (Rafael Alberti, “La arboleda perdida”).
El atractivo de Sánchez Mejías, su capacidad para aprender y comprender todo lo nuevo de las vanguardias, llevado por una inteligencia natural, señalada por Jorge Guillén, fue una nota característica del señor de Pino Montano.
Aunque Lorca y Sánchez Mejías congeniaron, se conocieron tardíamente con respecto a poetas y literatos famosos como Gerardo Diego, Alberti, Bello o Cossío. José Javier León señala:
“1927 fue el año en que se vieron por primera vez las caras Federico e Ignacio, y su encuentro se produjo en Madrid, a mediados de diciembre, poco antes del famoso acto de reivindicación gongorina en Sevilla. Es sorprendente que Lorca que conocía a Argentinita desde el principio de la década, fuera uno de los últimos de su promoción en ser presentado al matador” (José Javier León[2], “La sangre derramada: ecos de la tauromaquia de Sánchez Mejías en García Lorca” y “El pase de la muerte”).
Más tarde invitaría a dar una conferencia en la Universidad de Columbia, en Nueva York, titulada “El pase de la muerte”, acompañado de Argentinita, quien tenía allí compromisos de trabajo.
En cuanto a la fecha en la que se conocieron Alberti y Gerardo Diego hay discrepancias entre uno y otro. Alberti recuerda el momento en que los dos recogen el dinero por el premio Nacional de Literatura y Diego lo retrasa a una velada nocturna en marzo de 1926.
“Allí, ante la ventanilla, por la que iba a recibir, juntas, las primeras cinco mil pesetas de mi vida, encontré a una persona que esperaba lo mismo. Era Gerardo Diego… Salimos, ya amigos, a la mañana madrileña, clara y primaveral, subiendo, en animada charla, por el Salón del Prado. Un poeta de Cádiz y otro de Santander… Las pesetas que hacía un instante guardara… no eran para el Gerardo creacionista…, sino para el poeta reposado, frecuentador de Góngora, Jáuregui, Bocángel, Medina Medinilla… Azotea y bodega” (Rafael Alberti, La arboleda perdida).
Alberti conocía los inicios creacionistas de Diego con Huidobro, Larrea y De Torre y como había madurado personalmente y gracias a los clásicos. Diego relata otra versión del inicio de su amistad y de las relaciones literarias con García Lorca:
“Anoche conocí a Alberti: guapo chico, optimista y simpático. A Lorca le volví a la otra carga para que entregue su original para amigos. Está en ello, pero tan abúlico como siempre. Ya verías su triunfo en Valladolid” (Carta de Gerardo Diego a José María de Cossío el 28 de marzo de 1926).
Cossío no estuvo en Sevilla. Inicialmente, estaba entre los que iban a colaborar:
“Desde luego contar conmigo para todo lo que queráis pro-Góngora. Espero instrucciones.” (Carta de José María de Cossío a Gerardo Diego el 4 de mayo de 1926).
“Lo de Góngora parece que empieza a marchar. Dime cómo van los Romances.” (Carta de Gerardo Diego a José María de Cossío el 28 de octubre de 1926. Bajo la fecha anota Góngora 1927).
“Me reuní con los gongorinos y procuré reanimar su catalepsia. Los únicos que han trabajado con entusiasmo son Alberti, y sobre todo, Dámaso Alonso. Alberti está escribiendo una tercera soledad, la de “las selvas” según el plan de D. Luis, de la que me leyó un largo y laberíntico fragmento. Él se encarga de invitar y recoger homenajes en verso y prosa. Te pediría tu contribución… Me gustaría rematar las vacaciones con la Feria de Sevilla chez Pino Montano, porque este año cae junto a Pascuas. ¿Me acompañarías?” (Carta de Gerardo Diego a José María de Cossío el 23 de enero de 1927 desde Gijón y con Góngora como encabezamiento).
Pino Montano ya era un hospitalario lugar antes de los actos de diciembre de 1927 para los amigos del torero, a los que vistió en los actos gongorinos con disfraces morunos.
La “Soledad Tercera” de Alberti es un homenaje a Don Luis de Góngora y Argote, 1627-1927, por su tercer centenario. Apareció publicado en su poemario “Cal y Canto”, 1926-1927:
“Arpas de rayos húmedos, tendidas
Las flotantes y arbóreas cabelleras,
De las aves guaridas,
De los sueños y fieras
Domador y pacífico instrumento,
Al joven danzan las entretejidas
Esclavas de los troncos, prisioneras
En las móviles cárceles del viento.”
La amistad perdura en el tiempo hasta la muerte, en la que queda el recuerdo de la memoria y en el registro de los historiadores, como recordaba al final de la década de los setenta del siglo XX Gerardo Diego en un lúcido artículo llamado “El valor de los recuerdos”:
“La vida sigue, sigue siempre. Y cada vez que se me muere un amigo, un admirador, un lector, un pariente, no sólo se muere para la historia y para la memoria, sino que además se me muere a mí, personalmente, me disminuye, me deja en soledad de duelo y oración” (Gerardo Diego[3], El valor de los recuerdos. Arriba, 15-04-1979).
[1] Según Gerardo Diego en Lola escribió Juan Ramón Jiménez firmada como KQK en la que no quería participar en el homenaje, lo cual originó la broma de llamarle Kuan Qamón Kiménez, siguiendo la corriente al poeta de Moguer al que se le rebelaban sus jóvenes poetas.
[2] LEÓN, JOSÉ JAVIER.: La sangre derramada: ecos de la tauromaquia de Sánchez Mejías en García Lorca. El pase de la muerte. Athenaica. Sevilla. 2020. Prólogo de Carlos Marzal. ISBN: 978-84-17325-96-1. Fichado en biblioteca Archivo MuseoIgnacio Sánchez Mejías el 21-10-2023.
[3] DIEGO, G.: Obras Completas. Tomo IV. Alfaguara. Madrid. 1989. Edición de Francisco Javier Díez de Revenga. Páginas 115-117. ISBN Obras completas: 84-204-8471-7. Anotado el 5-07-2023 en biblioteca Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías.
Hola Blas, y luego esas reuniones sirvieron para algo más que celebrar y recordar a Góngora, fueron el fruto de una generación y así es como han sido conocidos a lo largo de la historia, muy curioso y, efectivamente, la generación de la amistad. Me ha gustado recordar todos estos detalles de su encuentro, creo que, junto a los clásicos: Garcilaso, Quevedo, Góngora, Lope..., la generación del 27 es de mis favoritos.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Tienes razón, Merche. Es un placer leer a todos ellos y ver como mantuvieron esa amistad hasta en el recuerdo. Un abrazo. :)
EliminarUna generación de literatos que nos deslumbraron con sus obras. Sobre sus reuniones escribí en relato como homenaje. Tuvieron la virtud de la amistad en el tiempo cuyas reuniones siempre serán un ejemplo para muchas generaciones. Me ha sido muy grato recordarle Blas... Y como dijo Gerardo Diego: "La vida sigue, sigue siempre" y qué verdad que es. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias, Nuria. Mantuvieron la amistad más allá de los avatares de la historia y de la vida. Un fuerte abrazo.
EliminarUna generación para quitarse el sombrero. Bueno, mejor: ponerse las gafas, buscar uno de sus libros y ponerse a leer. Gracias por el aporte.
ResponderEliminarGracias, Ramón. Unas gafas y lectura, propósito ideal. Un saludo
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