"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

El retablo de Maese Pedro, el pasado presente, 1923-2023

 

Don Quijote y el retablo. José Segrelles. Uso personal.

 

   “Cuenta Cide Hamete Benengeli, autor arábigo y manchego, en esta gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia… que Don Quijote alzó los ojos y vio que por el camino que llevaba venían hasta doce hombres a pie, ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro, por los cuellos, y todos con esposas a las manos.”

     Así comienza la aventura de la liberación de unos galeotes, donde Don Quijote conoce a Ginés de Pasamonte, quien había escrito sus aventuras en La vida de Ginés de Pasamonte. Tan buenas peripecias que, según el galeote, habían provocado que fuese un mal año para el Lazarillo de Tormes y el resto de las novelas picarescas. Liberado Ginés por Don Quijote, escapa a Sierra Morena. El hidalgo y su escudero, sin saberlo, se dirigen al mismo lugar, con la desgraciada situación de perder el asno de Sancho Panza por el robo del pícaro[1].

Maese Pedro y el mono. José Segrelles. Uso personal.

     Más adelante, en la segunda parte de las andanzas del hidalgo manchego, se relata la historia del titiritero y su mono adivino conocido como Maese Pedro. El marionetista contaba la historia de Melisendra, presa de los moros en lo que hoy es la Aljafería de Zaragoza por el rey Marsilio. La protagonista es liberada por su esposo, Don Gaiferos, del poder de los moros de Aragón, los cuales le persiguen, ante lo cual se lanza Don Quijote contra los moros del retablo, que cree reales, en su defensa, con el destrozo final del mismo y de los títeres sin distinción de perseguidos y perseguidores.

      Estos episodios suceden en los capítulos XXV y XXVI de la segunda parte del Quijote. En el siguiente capítulo se cuenta que este teatrero y tunante con su mono adivino es Ginés de Pasamonte, el galeote que robó el rucio a Sancho Panza y se pasó al reino de Aragón para burlar la persecución de la justicia por sus muchos delitos. Se puso un parche en el ojo y vagó de pueblo en pueblo con su teatro de títeres y un simio que compró a unos cristianos libres que volvían del norte de África. Al mico le enseñó la gestualidad y los movimientos del susurro al oído como si le hablara. Previamente, al llegar a los lugares o villas, se informaba de las noticias de sus gentes y sus cuitas. Tras la actuación, y a preguntas del público, los asombraba con los aciertos del macaco susurrante, que daba fe de su sapiencia al tuerto, con lo pasado y lo presente de los interrogadores, nunca el porvenir. Tras la destrucción de su retablo fue indemnizado por Don Quijote y se marchó al amanecer antes de descubrir su personalidad verdadera a sus antiguos conocidos.


          Son estos lances cuando don Quijote dice: “el que lee mucho y anda mucho, vee mucho y sabe mucho” (cap. XXV, 2ª parte); o donde vemos algo parecido al coro teatral cuando se narra en el retablo: “Jugando está a las tablas don Gaiferos, / Que ya de Melisendra está olvidado” (cap. XXVI, 2ª parte).

     Esta historia del retablo de Maese Pedro fue la que siglos después utilizó como argumento de su ópera para títeres Manuel de Falla. Desde joven se interesó por la obra de Cervantes. En la exposición que la Residencia de Estudiantes muestra hasta el 28 de enero en el Pabellón Transatlántico, calle Pinar 23, se aprecia su amor por la obra de don Miguel, de su novela y entremeses, con las copias de estas obras que atesoró para legar a sus descendientes. Fervor cervantino que le llevó a documentarse de toda novedad sobre el herido de la batalla de Lepanto.

      Una influencia positiva en la decisión en crear una obra sobre muñecos escénicos o títeres vino del recuerdo de los títeres de la Tía Norica de su Cádiz natal. Bajo el teatro de los títeres gaditanos se han encontrado restos arqueológicos de Gadir que rezuman su antigüedad hacía la representación de marionetas como un halo imperecedero. Las marionetas, que tenían un origen italiano, estaban muy arraigadas en la Tacita de Plata y el músico contó con un pequeño teatro de marionetas en su infancia.

     La obra ha sido difícil de representar. Es una obra dentro de otra. Un reto escénico. En la escena sale Don Quijote viendo otra obra, los afanes de Melisendra y don Gaiferos. Dificultad que aumenta con la voz de Maese Pedro, infantil, y la inclusión de instrumentos abandonados como el clavicémbalo. Se recurrió a los seises de la catedral de Sevilla.  

     El origen de esta obra para marionetas fue una carta enviada por la princesa de Polignac a Manuel de Falla el 25 de octubre de 1918. Se puede ver en una de las vitrinas como le hacía el encargo de la obra. La creación de la pieza musical se gestó en cuatro años. Un nuevo estilo estaba surgiendo. Se han considerado como ensayos previos el acto celebrado el 6 de enero de 1923 con la representación de Títeres de cachiporra con García Lorca, Hermenegildo Sanz y Falla. Como pieza de concierto fue estrenada los días 23-24 de marzo de ese año.

     La gira española fue supervisada por el propio autor de la ópera con la Orquesta Bética de Cámara. Se recuerda en este punto como los hermanos Halffter, Rodolfo y Ernesto, participaron en esta orquesta, discípulos, entre otros, de la labor musical de Falla y del crítico literario Adolfo Salazar. Y se recuerda la intervención de la Orquesta Bética de Cámara en la representación de Las Calles de Cádiz, diez años después, con la aportación musical de Falla y Halffter junto a García Lorca, La Argentinita e Ignacio Sánchez Mejías.

     La obra, con la dirección escénica de Hermenegildo Sanz, pudo verse por distintas ciudades del mundo. La primera representación escénica tuvo lugar el 25 de junio de 1923 en el salón de música de la princesa de Polignac, heredera del imperio de las máquinas de coser Singer.


     Hubo muchas representaciones. Hubo muchas voces que interpretaron, cantaron esta obra. Por su importancia posterior, hay que reseñar la de Josep Carreras. En la exposición recuerdan que en 1958 un prometedor tenor, entonces con voz soprano, intervino en esta obra como Trujamán.

     La obra ha subyugado a distintas personalidades tras la muerte de Falla. Miquel Barceló y su Quijote con coprolitos, Antonio Saura, Javier Mariscal dibuja como tebeo el retablo, etcétera.

     La visita[2] se articula por siete secciones que se abren a través de una galería donde se puede observar una de las características de las vanguardias de los años veinte del siglo XX. Se indaga en la tradición para proyectarse en el presente.




    

  



[1] CERVANTES, M.: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Capítulos XXII y XXIII.

[2] Visita realizada en la segunda quincena de octubre de 2023.

 

2 comentarios:

  1. Hola Blas, curioso artículo, no sabía que Falla se había basado en la obra de Cervantes para componer alguna de sus canciones. Muy bonita la música del segundo vídeo.
    Un abrazo. :)

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    1. Gracias, Merche. Manuel de Falla era admirador de Miguel de Cervantes. Coleccionaba ediciones de sus obras. Y estaba atento a conferencias, ediciones y otras novedades del Quijote o de entremeses, por ejemplo. La música recuerda a las antiguas fiestas de los pueblos con sus casetas y a los días de feria. Un abrazo. :)

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