"Tiempo en verdad dichoso. ¡Qué primavera del mundo! El mundo es un prado verde..." (Alonso)
"Ante el aluvión romántico, los dioses parecen huir de la poesía. Entre nosotros, que durante tres siglos les hicimos hueco en el rincón más recatado y noble de su mapa, son nuestras leyendas medievales, o un orientalismo convencional pasado por Víctor Hugo, quienes trataron de ocupar su lugar, pero este permanece vacante" (Cossío)
(Dámaso Alonso, prólogo, y epílogo del autor. Fábulas mitológicas en España, de José María de Cossío)
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¿Por qué necesitamos darle tanta importancia a los nombres? Ahora llamamos a las mujeres que escriben poesía, poetas. Antes, poetisas. A las poetas del 27 les llamábamos las sinsombrero por una anécdota que por repetida no ha dejado de ser debatida. Maruja Mallo lo contaba a Joaquín Soler Serrano en una de las entrevistas más increíbles que estos pabellones auditivos y vigilantes ojos entrevieron vetados por los aranceles de unas gafas progresivas.
Ángela Martín Pérez disertó sobre cómo fue la intrahistoria de las mujeres olvidadas de la generación del 27 el atardecer del 13 de junio de 2025.
En música, la adición brillante al movimiento final de una pieza musical se le llama coda. La coda de los encuentros en torno al 27 fue el de algunas mujeres que antes no tenían nombre con el que nombrarlas. Que por la moda del sombrero fueron llamadas sinsombrero, aunque la moda dispusiera en la década siguiente que fueran destocadas.
Aunque el próximo año, el 2026, será mujer o no será los encuentros en el archivo ISM, no podemos obviar su presencia ayer, en aquel mundo masculino de entonces.
Bajo el título Algunas sinsombrero, los puntos ciegos de la generación del 27, son nombradas y son visibles para la ponente las señaladas a continuación:
Josefina de la Torre, Pura Maortua, Ernestina de Champourcín, Margarita
Manso, Marga
Gil Roesset, Maruja
Mallo, Concha
Méndez, Ángeles
Santos, María
Zambrano, Rosa Chacel, Rosario de Velasco, María de la O Lejárraga y Carmen Eva Nelken (Magda Donato). Entre otras.
No, no se hace una lista de los reyes godos de las mujeres escritoras del 27. Se elige una opción plausible y se redirige hacia dos de ellas: María de la O Lejárraga y Magda Donato.
No se pretende aquí seguir con el debate terminológico sobre las sinsombrero o sobre si es grupo poético o generación. Tampoco nos planteamos las difíciles situaciones que unas mujeres tuvieron que tomar tras la guerra civil. La vida en el exilio tuvo las dificultades del extrañamiento del lugar donde uno nace o vive por convicciones personales y la adaptación y supervivencia en un sitio nuevo en muchas ocasiones sin posibilidad de elección. Y los que permanecen en el interior pueden aceptar la situación en diferentes grados de sumisión o rechazo, siempre con la supervivencia por norte.
Y Martín nos enseña los casos, con sus aristas, de Lejárraga y Donato. Pero yo indicaría también, por ejemplo, la forma en la que sobrevivió Josefina de la Torre en el Madrid de la posguerra con su hermano Claudio en el ambiente de la cultura franquista de los primeros momentos. O la actitud de Ernestina, tomando las riendas de su casa ante la depresión del exilio de su marido.
Sobre Lejárraga, Ángela Martín cuenta la acertada exposición vista que ha llevado a cabo la Biblioteca Nacional. Se cuestiona cómo una mujer feminista pudo aceptar ocultar su nombre en sus obras, cómo pudo mantener esa relación tan especial con Gregorio Martínez Sierra. Ella, que llega a ser diputada socialista por Granada en compañía de Fernando de los Ríos. Como dijo Gloria en la presentación, no debemos juzgar con ojos de 2025 lo que hacía girar el mundo hace 100 o 120 años. La propia Martín nos dice que hasta principios de siglo no pudieron entrar en las universidades, de equipararse a los hombres. De la necesidad de los precedentes de Pardo Bazán, de Colombine Carmen de Burgos y de la pedagoga María de Maeztu. De la Residencia de Señoritas, en la senda de la Institución Libre de Enseñanza, del Lyceum Club Femenino, de la lucha por el voto femenino en 1921, previo al factual de 1933.
Todo el mundo sabía que cuando Pastora Imperio conmueve en El amor brujo de Falla, el libreto era de María de la O Lejárraga. La pasión de Pastora era ella. El Teatro Eslava funcionaba con la dirección escénica de Martínez Sierra, pero el numen de lo escrito era de María de la O. Deidad de la literatura, musa del ingenio. El trío que llegó a ser María, Gregorio y Catalina Bárcena es reflejo de una combinación difícil que funcionó hasta la muerte de Gregorio y las disputas por la herencia de los derechos de autor. Catalina llegó a tener una buena amistad con García Lorca. Y las disputas en el reparto de herencia se repitieron con la muerte de Catalina y su colección de ropa de Lanvin.
María de la O vivió en el exilio y muere casi centenaria en Buenos Aires en 1974. El asumido talento en la sombra. Tenía su derecho. Hay personas que buscan la vida horaciana que cantó Fray Luis, que sufrió Quevedo, que tal vez buscó Lejárraga. Como dice Ángela Martín, ella quería escribir. Tal vez no le interesaba la foto o la fama. Y las contradicciones entre vida política y deseo íntimo son debates que tendremos siempre. La autora de La mujer moderna, El amor brujo, Canción de cuna o Gregorio y yo, está donde tuvo que estar, tarde, pero está.
Editorial Renacimiento, según A. Martín, está haciendo una gran labor de publicación de estas mujeres olvidadas o sepultadas por las convenciones del momento.
Es verdad. Magda Donato es difícil encontrarle en búsqueda de Archivos Españoles. A. Martín nos cuenta los problemas de encontrar documentos en la Biblioteca Nacional, de llegar a archivos en su época en el exilio. Está preparando un estudio sobre Carmen Eva Nelken. Le interesa mucho su obra periodística: La Tribuna, El Liberal, El Heraldo de Madrid..., semanarios como Estampa, y el diario Ahora, propiedad de Montiel y con Chaves Nogales en la dirección. Y su etapa mexicana.
En una sencilla búsqueda, se encuentra enseguida el expediente de su pareja, Salvador Bartolozzi, en relación con ella, y una carta a Donato en la que se le solicita unos libros. Poco resultado en PARES.
Ángela Martín contagia esa emoción especial de quien disfruta buscando realidades o dificultades sobre una Magda Donato entre las nieblas grises de los tiempos pasados.
Es reseña de la conferencia sobre "Algunas sinsombrero: Los puntos ciegos de la generación del 27" por Ángela Martín, investigadora de la UCLM. Encuentros en torno al 27: Luz de Candilejas: El 27 a escena. Casa Malpica. Archivo Museo Sánchez Mejías.
-Pues tienes que encontrar alguna relación entre Calderón y García Lorca.
-Ana, mire, no me costó nada encontrar relación entre Lope y Lorca, no me costó mucho encontrar una relación con el teatro griego gracias a Rodríguez Adrados.
-Claro, por los coros. ¿Tienes las Fábulas Mitológicas?
-Estoy pujando en todocolección para bajar el precio. Está en 60.
-Es caro.
-Eso pienso yo. Pero lo terminaré comprando cuando baje.
-¡Ah! No te olvides de los elementos punzantes. Importantes en uno y en otro.
-Ana, gracias, por esto y por el teatro barroco.
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Es reseña de la conferencia sobre Teatro mítico y Teatro Sacramental de Sergio Santiago. Encuentros en torno al 27: Luz de Candilejas: El 27 a escena. Casa Malpica. Archivo Museo Sánchez Mejías.
Edward Gordon Craig fue un escenógrafo inglés muy influyente a finales de XIX y principios del siglo XX. Pretendió romper con el teatro realista/naturalista decimonónico y recuperar lo ritual y lo simbólico. Arte total influido por Wagner, músico, con la intención de alejarse de lo cotidiano y ser más poético, más abstracto. Tal vez una vuelta al origen. Santiago nos recordaba las marionetas, como un símbolo puro. Recordamos aquí las marionetas en Falla y Lorca: El retablo de Maeso Pedro y el Retablillo de Don Cristóbal, por ejemplo. Nos habló de la sustitución de escenario pictórico tradicional por las escenografías variables, distintas, de arquitecturas atemporales. Místicas.
¿Y qué buscaban? La inspiración en el teatro griego, la luz intelectual del auto sacramental y las ideas que se estaban descubriendo del arte teatral japonés. ¿Con qué se quería romper? Con el teatro burgués realista.
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-¿Tenía cita para hoy? ¿Sobre...?
-Trasplante de ...
-Vaya a la puerta número 10 y verá una realidad distinta.
-Toc, toc... Tenía cita hoy.
-Estamos en huelga...
-¿Y es a favor o en contra de...? Estoy trasplantado de...
-Le doy cita para dentro de tres semanas y le hago un favor. No sabe usted lo bien que funciona esta gerencia de esta consejería de esta administración.
-Pues la gerencia de esta consejería de esta administración me podía haber enviado un mensaje de voz diciendo que hoy se suspendía el servicio. Ha conseguido que vea la luz y apoye a los huelguistas en lo que sea necesario para la próxima manifestación. La ministra de Sanidad ha puesto de acuerdo a todos los sanitarios españoles por una criticada reforma legislativa.
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Craig veía en el teatro antiguo y en los autos sacramentales la forma más elevada del arte. Santiago seguía con su charla. Lo habían presentado como un discípulo de Javier Huerta. Incluso le daba un aire físicamente. Pero parecía influenciado por él, no rebelado contra él, como todo hijo que se precie, hasta que revele cómo es y cuál es el camino de cada cual.
Resumo rápidamente. En España, Valle-Inclán y Lorca exploraron las teorías de Craig. Ese teatro más antiguo o elevado. La procesión final de Divinas palabras de Valle. Recordamos aquí la versión cinematográfica de los ochenta con Ana Belén, Imanol Arias y Paco Rabal. Valle nos habla de la corrupción humana, el castigo divino y la hipocresía humana.
¿Y Federico?
A los filólogos jóvenes les puede el hablar del azul homosexual de Lorca, que contaba Gibson, quien pasea con la bolsa de pan por Lavapies, habitualmente. En El Público o en Así que pasen cinco años aparecen los personajes alegóricos del Ángel, la Muerte y el Deseo. Hay un rechazo del teatro realista. Ya nos lo dijo Huerta. Y se busca lo secreto, lo mítico y lo poético.
¿Pero no se habló esta vez de La Barraca?
Claro que se habló. Del auto sacramental de 1677 La vida es sueño, distinto de la comedia/drama de 1635, La vida es sueño, el que empieza con la caída del caballo de Rosaura, antes de encontrar a Segismundo.
Lorca representó a la Sombra. Benjamín Palencia se encargó de los decorados. Se pueden ver en el museo Reina Sofía los bocetos. Tal vez la Sombra oscurecía la conciencia, nos llevaba a lo soñado, al tránsito vital...
Entre Palencia y Lorca actualizaron esta representación con un aspecto colectivo, no individualista burgués, con un ritual sagrado. Y le permite a Federico transcender a temas queridos por él: el destino, la libertad, la muerte, el alma...
"Yo soy la Sombra, y mi ser
es impedir que se vea
la claridad verdadera
que el alma puede mover"La vida es sueño, auto sacramental, 1677. Pedro Calderón de la Barca.
Muy interesante Sergio Santiago. También habló de Carmen Conde, la primera mujer en entrar en la RAE, 1978. Joaquín Soler Serrano la entrevistó poco después en su programa A Fondo. Pero esa es otra historia.
Probablemente, haya pocas ocasiones en que se puede escuchar a alguien con el conocimiento y la
sobresaliente capacidad de transmisión de ideas que posee Javier Huerta para
condensar en algo más de una hora que, para que García Lorca escribiera Yerma o
Alberti El adefesio, antes tuvo que rebelarse Benavente contra el teatro
realista, antes tuvo Marquina que haber traducido a Baudelaire, conocido a Rusiñol,
y antes debía abandonar Ramón María de Valle-Inclán su primer teatro para
dirigirse por la senda del esperpento.
No todos,
pero algunos de los poetas del 27 escribieron teatro. Con mayor o menor
fortuna, con mayor o menor pericia. Lorca no podría haber estrenado El maleficio
de la mariposa sin la ayuda de Gregorio Martínez Sierra y su teatro Eslava. Sin olvidar a su mujer María de la O Lejárraga. Dejamos para otra vez las mujeres
que escribieron en ese primer tercio del siglo XX. En Madrid hemos visto una
exposición maravillosa de Lejárraga cuando escribía con el nombre de su marido
y su vida posterior como María Martínez Sierra o su actividad política con su
propio nombre.
En Madrid, en la RAE se exhibe una exposición sobre los Machado
y su colaboración teatral. Hoy olvidada. En la conferencia de Huerta nos habla
de la escasa verosimilitud de la diferencia entre los hijos del folklorista
Demófilo. Su mayor éxito fue La Lola se va a los puertos.
¿En qué
hace más hincapié durante su conferencia sobre el teatro de Federico García Lorca?
En su labor
como director de escena, en el éxito que tuvo a partir de 1934 con las giras de
México y Argentina que le permitieron la definitiva independencia económica.
Pero antes estuvo en los orígenes del teatro de La Barraca, idea original de
otro miembro de la generación del 27: Pedro Salinas. En una conferencia de 1930
propuso que se llevase el teatro al pueblo a imagen de lo que se hacía en
nuestros países vecinos. No hay texto de la conferencia. Hay referencias en la
prensa del momento de las palabras que dirigió a los universitarios madrileños.
La Unión Federal de Estudiantes Hispanos cogió el guante y buscando un guía que
llevara la lampara a un formato escenográfico encontraron a Federico García
Lorca, que se apoyó en Eduardo Ugarte, cuñado de Bergamín.
Los universitarios
querían teatro de vanguardia, aquello que se representaba en Europa. Pero García
Lorca les dijo que había un tesoro mucho más importante que se podía
representar. Ellos aportarían la modernidad a nuestra mejor tradición: El
teatro Barroco del siglo de Oro. Esas tres mil obras que apabullan a cualquier
teatro coetáneo. El teatro inglés de aquellos momentos, Shakespeare o Johnson,
por ejemplo, publicó/estrenó seiscientas obras.
Y así fue:
Salvo La tierra de Alvargonzález de Machado, al que don Antonio no asistió, y El retablillo de don Cristóbal de Lorca con el que homenajean a Federico a su
vuelta de la gira americana, las obras son elegidas del repertorio barroco
español, con predominio de Lope de Vega, pero con Tirso de Molina, Calderón y
los entremeses de Cervantes. Con decoradores de lujo como Benjamín Palencia,
Santiago Ontañón y José Caballero, que en este punto nos recuerda Huerta como
colaboró en la ilustración de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías y en el último
montaje teatral en el que participa Lorca, El caballero de Olmedo de Lope de
Vega.
No olvida a
alguno de sus actores como María Carmen García Lasgoity o Modesto Higueras. Establece
relaciones entre la muerte de Ignacio Sánchez Mejías y la elección del
caballero herido de muerte camino de Olmedo. Lorca había leído a sus compañeros
de la Residencia de Estudiantes, embutido en mantas, como dictando testamento
en la cama, decía Pepín Bello, las obras de Lope, cuyo centenario se celebraba
en 1935, allá por los felices, o no, años veinte.
A Lorca le
gustaba el teatro del siglo de Oro. Y de Valle-Inclán le interesaban únicamente sus esperpentos. Al igual, al teatro social de los cincuenta, Lorca les parecía
demasiado poético.
(Es reseña de la conferencia dada por Javier Huerta Calvo, catedrático
de la Universidad Complutense, autor teatral, y comisario en 2010 de una
exposición sobre el teatro de La Barraca. Casa Malpica. III Encuentro en torno al 27. Luz de Candilejas: El 27 a escena. Archivo Museo Sánchez Mejías.)
Ernestina de Champourcín regresa de vez en cuando a España desde que enviudó. A finales de
los sesenta, en uno de estos viajes, le entregó a Gerardo Diego el libro
póstumo de Domenchina junto con Cartas cerradas, un libro que el santanderino ensalzó. Lo calificó de bello, desnudo y entregado. Eran cartas escritas a
Dios, con el que ella habla o establece la relación. Cuando se acuerda de
Domenchina, su marido, lo afirma en relación con la armonía de cielos y tierra,
en una unidad divina en todo. Para Ernestina y para Diego la poesía era tal cuando tenía misterio. Debía tener gracia- en el sentido religioso-. Tal vez, las dos cosas. Aunar lo humano y lo divino. En la luz y en las sombras.
Veía, intuía, a Ernestina en su periodo religioso más profundo. Percibía a Champourcín llena
de misterio y de Gracia, ahora con mayúsculas. La época final de la vitoriana
estaba marcada, según su antólogo, por la confesión humilde, el abandono del
lucimiento personal, el ascetismo, que no olvidaba el uso de formas y
palabras sensuales. Cosas que no necesitaba ante la verdad de un corazón, ante las
tentaciones que asaltan a los creyentes, a esa relación que establecen con Dios
mediante una carta que se abre para pocos y se entrevé para todos.
Citamos aquí una
poesía que Ernestina escribió a Juan José Domenchina por su muerte,
recordando también aquel ciprés de Silos de Diego:
Y te quise traer un ciprés de Castilla
Que hundiera sus raíces hasta
tocar tus huesos:
Castilla que cantaste y amaste
con locura
Cuando faltó a tus pies su
barbecho fecundo.
Raíces en lo hondo; copa esbelta en el
cielo.
No ese ciprés de Silos que
Gerardo cantara,
Sino un ciprés aún tierno que
creciese a tu vera
Señalando al que pase la ruta
que seguiste.
Así todos verían al levantar los ojos,
Que ya no estás ahí donde tu
nombre queda,
Porque el ciprés, cual índice
de verdor y esperanza,
Tanía Balló, cuando empezó a investigar sobre Ernestina de Champourcín, tuvo cierta
prevención porque todo le llevaba a que la poeta en sus últimos años había
acabado en el Opus Dei. Le costó superar sus prejuicios, reconocer su negatividad, porque debía conocer a la mujer, a la intelectual, la poeta, ante la que
debía quitarse el sombrero. Ante una mujer que había vivido una tercera España.
Aquellas personas que sufre en el momento de madurez personal, profesional y poéticamente, que se encuentra sin pensar con una guerra en julio de 1936. Con
la más odiosa de las guerras, la guerra civil. Desapareció su vida madrileña.
Es también cuando en noviembre de 1936 se casa con Domenchina, colaborador
de Azaña. Con su marido se marcha de un Madrid inseguro para ella, señalada en
un momento dado por sus orígenes aristocráticos, y termina en el exilio
mexicano en 1939. Gracias a su trabajo como traductora pudo viajar. Domenchina acabó con
depresión en México, no se adaptó a la dureza del exilio. Ella fue la que organizó allí sus vidas. Viajó a Estados
Unidos a reencontrarse con Juan Ramón y Zenobia en varias ocasiones. Y en uno de
esos viajes, su vida espiritual se iluminó religiosamente por medio del fraile trapense Thomas Merton, quien tenía un fondo místico elevado y un lenguaje actual, lo que
permitió a Ernestina solucionar una crisis mística que le embargaba.
Thomas Mertón. Fuente: Flickr
Esa fe le
ayudó a volver a escribir: Presencia a oscuras. Y en 1952 esa llamada a
la fe cristiana le lleva al Opus Dei. Y esa búsqueda de Dios se incrementa con
la viudedad y el aumento de la soledad. La literatura y las actividades
sociales llenan su vida. Colabora en la promoción de revistas literarias y asociaciones
de mujeres, que recuerdan a su época del Lyceum Club Femenino[2].
Ernestina de
Champourcín mantuvo correspondencia con José María Escrivá de Balaguer. No le
contestó a Ernestina hasta la octava carta, cuatro dedicatorias y una postal. Recibe cartas a través de personas interpuestas de la orden, en este caso,
mujeres. En una visita a México de Escrivá de Balaguer en mayo junio de 1970 ya
se tiene conocimiento de la obra poética de Ernestina por Escrivá de Balaguer porque confiesa que le
ayuda a rezar. Hacía 1972 se produce otro encuentro cuando ya empieza a volver
a España Ernestina. Fue en el colegio del Opus Dei, Tajamar, durante una tertulia
de su fundador.
Vamos a citar
una de ellas, la última antes del fallecimiento de Escrivá de Balaguer, reflejo
de la religiosidad de la poeta:
Madrid, Navidad de 1974
La Virgen lava pañales;
San José cuida del Niño.
¡Qué corriente de Amor fluye
Desde la casa hasta el río!
Hay un zagal rezagado
En la mitad del camino,
Porque contempla entre sueños
Lo que el ángel ha dicho…
Y la corriente de Amor
Envuelve al mundo dormido…
Al dorso escribe:
Con mis mejores oraciones por su intención y todo mi afecto
Ernestina
de Champourcín les desea UNA FELIZ NAVIDAD Y UN AÑO NUEVO LLENO DE PAZ Y DE
AMOR
Como ha señalado Helena Establier, la corporalidad es un motivo estructurador de la poesía de Champourcín en distintas etapas de su carrera literaria. En su juventud, el cuerpo fue un elemento de transgresión poética, consecuencia de las vanguardias y de la afirmación de su yo femenino. En su madurez de los años treinta se manifiesta de forma explícita en un anhelo de plenitud que busca la transcendencia hacia el mundo externo e interno, con la pasión de la conexión con otro. Tras la guerra y la tristeza del exilio, se matiza por la prevalencia del sentimiento religioso. Un anhelo de espiritualidad. Ya no es tanto el cuerpo, sino su alma. Su cuerpo inmaterial.
8-6-2025 20:21 Actualizado 9-6-2025 9:18
[1] DIEGO,
G.: Obras Completas. Tomo VIII. Edición de José Luis Bernal. Alfaguara.
Madrid. 2000. 27/5/2025 Archivo
Museo Sánchez Mejías. La poesía religiosa de Ernestina, publicada en
Panorama Poético Español, 2 de enero de 1969.
[2] BALLÓ,
T.: Las sinsombrero. Sin ellas la historia no está completa. Espasa.
Barcelona. 2016-2017. Páginas 229-250. 27/05/25 a 4/06/25 Archivo Museo Sánchez
Mejías.
[3]
RODRÍGUEZ TOVAR, A.: La correspondencia postal entre Jossemaría Escrivá de
Balaguer y Ernestina de Champourcín, en STUDIA ET DOCUMENTA, RIVISTA
DELL’INSTITUTO STORICO SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, 19-2025. Roma.
En la Casa Malpica, en tiempo de siega, se exhibe la mies que germinó en el voto femenino.
La universidad de Alcalá de Henares, las Cortes de Castilla-La Mancha y la Federación de Municipios y Provincias de esta comunidad ofrecen en una exposición itinerante cómo eran las sufragistas en los años 20 del siglo pasado. Hasta el 15 de junio, la muestra se exhibe en la Casa Malpica, calle Monjas, 12, Manzanares. Haremos una breve reseña.
El camino al voto comienza con el recuerdo de 1921 como hito reivindicativo de la primera manifestación sufragista realizada por la Cruzada de Mujeres Españolas, presidida por Carmen de Burgos, figura destacada del feminismo español. La declaración de 1921 era consecuencia de las reivindicaciones expresadas en la Alianza Internacional para el Sufragio de las Mujeres (Ginebra, 1920). Propugnaba la capacidad femenina para expresar sus derechos en el espacio público como ciudadanas iguales al hombre.
El sufragio femenino hunde sus raíces en la Convención de Seneca Falls de 1948, año reseñable porque coincide con el manifiesto de Marx y Engels y la revolución de 1848 conocida como la primavera de las naciones o de los pueblos.
El sufragismo femenino se caracterizaba en sus inicios por su internacionalismo e interclasismo. A partir de estas premisas básicas, se pretendían mejoras en el acceso al trabajo de la mujer, una mejor educación, la posibilidad de administración del patrimonio personal, la eliminación de la prostitución y la superación de ese techo de cristal que impedía acceder a todo tipo de profesiones. En este punto hemos de recordar como el avance del sufragio femenino estuvo relacionado en el medio oeste americano con la capacidad de gestión y administración de bienes de las pioneras de los Estados Unidos.
Carmen de Burgos. Get Archive
Aunque hubo propuestas parlamentarias en 1877,1907 y 1908, durante la Restauración, no será hasta los inicios de la II República, 1931, cuando la actuación decidida de Clara Campoamor logre el voto femenino en España.
La exposición recoge la lucha de esa generación de mujeres mediante el trabajo de las investigadoras complutenses Araceli Martínez Esteban y Nieves Hernández Romero.
La ruta a seguir nos lleva primero a la Convención de Seneca Falls de 1848, donde se destaca la labor de las abolicionistas por la esclavitud Lucrecia Mott y Elizabeth Cady Stanton para solicitar el voto femenino en Estados Unidos. Tras reseñar el Congreso Pedagógico de 1892, conocemos las pioneras españolas, entre las que destacan Emilia Pardo Bazán, Concepción Arenal e Isabel Muñoz Caravaca.
Carmen de Burgos. Colombine fue la primera corresponsal de guerra. Colombine tuvo un matrimonio difícil. Colombine era Carmen de Burgos, que escribió La malcasada- no confundir con la película de 1926 de Francisco Gómez Hidalgo-, donde cuenta la experiencia de esos años. Pero aquí nos interesa su labor como presidenta de la Cruzada de Mujeres Españolas que convocó la manifestación de 1921. Mediante encuestas, con anterioridad, había propugnado el derecho al divorcio (1903). Su convencimiento sobre la necesidad del sufragio femenino fue gradual y en 1906 propuso en El heraldo de Madrid otra encuesta para conocer la opinión de sus lectores sobre el derecho al voto de las mujeres.
Carmen de Burgos se basó los postulados de la Alianza para el Sufragio de las Mujeres y preparó la primera manifestación, jalón reseñable en el largo camino hacia la consecución del sufragio. El 31 de mayo de 1921, una representación de la Cruzada de Mujeres Españolas se concentró en la entrada del Congreso de los Diputados y entregaron un manifiesto con sus solicitudes. Al día siguiente, hicieron lo mismo en el Senado. Una mezcla de simpatía, pero, también de condescendencia, fue la reacción de los poderes públicos que recibieron sus propuestas.
Antes de llegar al debate de las cortes unicamerales republicanas hubo debates sobre la abolición de la prostitución, y surgieron clubes como el Lyceum Club Femenino presidido por la pedagoga María de Maeztu, directora de la Residencia de Señoritas, bajo la influencia de la Institución Libre de Enseñanza. A ellas, y a otras, se unieron mujeres como María Lejárraga (o María Martínez Sierra) o Isabel Oyarzábal (Isabel de Palencia).
Y llegamos a la consecución del voto femenino tras los debates en las Cortes y el comprometido empuje de Clara Campoamor durante las jornadas de treinta de septiembre y uno de octubre de 1931. El artículo 36 reflejaba la igualdad de voto entre los sexos. El derecho a votar y el derecho a ser elegida, que incluía el acceso a cargo público. Era, fue, un debate intelectual entre las élites dirigentes e instruidas. No había una extensión de las asociaciones feministas de forma amplia. La mayoría de las mujeres españolas estaban ajenas a estos logros, por lo que fue gradual el clima favorable a la incorporación de la mujer a la esfera de actuación pública.
La labor, muchas veces solitaria, de Clara Campoamor se orientó al bienestar de las mujeres y de la infancia. Murió exiliada en Suiza en 1972. Todos los días debería ser reivindicada.
Es conocido el olvido y la soledad de muchas personas cuando el tiempo y el polvo cubren sus vidas. Durante la transición, Rosa Chacel tuvo que escribir guiones para la televisión. Gloria Fuertes, tras la fama televisiva de los años 70-80, ha sido olvidada para las generaciones del siglo XXI. Saqué de una biblioteca "Versos Incompletos" de Gloria Fuertes. Nadie, ni yo mismo, se había interesado en los últimos 25 años por leer este libro de poesía. Lo mismo ocurrió con Domenchina y Ernestina de Champourcín. Domenchina llegó a ser secretario de presidente Azaña durante la II República y los comienzos del exilio hasta la muerte de Manuel Azaña. Champourcín, en su viudedad y tras la vuelta definitiva, se quejaba en los últimos años de vida madrileña, en la transición y consolidación democrática, del olvido de la gente.
Lorente y Neira en "Doce escritores contemporáneos", al estudiar a Federico García Lorca y la generación del 27, señalan que no podemos seguir ignorando a las mujeres del 27: Concha Méndez, Ernestina de Champourcín, María Teresa León, Carmen Conde con las pintoras Maruja Mallo- su evolución se puede entrever en el Museo Reina Sofía-, Ángeles Santos o Remedios Varo, por ejemplo. Estaban situadas en el panorama poético y en la prensa escrita. Ocultas tras la guerra en que se defendió una mujer tradicional. Ellas, con su creación y sus acciones, habían defendido su dignidad y búsqueda de emancipación. Tal vez el precedente de la rehabilitación sea la elección de Carmen Conde como académica de la Lengua Española en 1978.
Ernestina de Champourcín aparece en la
segunda edición de la Antología de poetas españoles contemporáneos de
Gerardo Diego. En 1934, únicamente dos mujeres se citan en la nómina de poetas seleccionados:
Josefina de la Torre y Ernestina de Champourcín. Según Tania Balló, la
aparición de Champourcín se debe a Juan Ramón Jiménez, con quien la poeta tenía
amistad, y la aparición de Josefina de la Torre fue influida por Pedro Salinas.
No aporta pruebas. Y no sabemos si Gerardo Diego aceptó las sugerencias sin
criterio propio. Tampoco aparece en la lista de poetas Carmen Conde, pero sí la
tenía en aprecio en los años cincuenta porque utiliza de consulta para
documentarse sobre Gloria Fuertes la antología de poesía femenina española
de la que fue primera mujer que ocupó una silla en la RAE. La inclusión en las
listas muchas veces es producto de las circunstancias del momento, un mundo de
hombres, donde pocas mujeres podían destacar, y donde no podemos juzgar desde
hoy, en el primer cuarto de siglo XXI, las posibilidades de desarrollo de
derechos de la mujer en el primer tercio del siglo XX, sin voto femenino hasta
1933 o con una realidad social que consideraba que las obras literarias de
algunas mujeres solamente podían ser escritas por hombres.
Ernestina trató de reivindicar los
derechos femeninos, a no ser relegadas a las páginas de sociedad o femeninas en
los periódicos. Participó en el Lyceum Club Femenino, que dirigió María
de Maeztu. A Ernestina se le culpó de una polémica conferencia que dio Rafael
Alberti en dicho club- Palomita y Galápago ¡No más artríticos!-, que relata el portuense en La arboleda perdida, y
que Tania Balló recuerda también por medio de Carmen Baroja, miembro del Lyceum de una
generación mayor que Champourcín y que da una idea negativa de Ernestina
y Juan José Domenchina, quien fue su esposo. Alberti, al contrario, está agradecido a Ernestina por las declaraciones que aparecieron junto a las suyas en La Gaceta Literaria.
Dentro de la lucha por los derechos
femeninos estaba el ocupar puestos en el periodismo que salieran de las páginas
femeninas o de sociedad. Es conocida la importancia que tuvieron como
corresponsales de guerra Carmen de Burgos y Sofía Casanova. Aquí citaremos en
este caso una reseña de Ernestina de Champourcín en las páginas de literatura de la revista Cosmópolis que fundó Enrique Meneses Puertas, padre del
conocido fotoperiodista Enrique Meneses, y descendiente de los plateros
Meneses.
Escribía Champorucín sobre la literata
francesa Marcelina Desbordes-Valmore. Esta poeta fue llamada por Lucien
Descabes “Nuestra Señora del Llanto”, Verlaine le reservó un lugar entre sus “Poetas
malditos”. Ernestina establece una conversación neorromántica con la poeta
decimonónica porque Mujeres de ayer, de hoy, a través del tiempo y las costumbres,
¿no existirá un punto único, trascendental, cuya desnuda fuerza acerque
nuestras manos?...
La poeta francesa mostraba su extrañeza en
la conversación atemporal con su colega española sobre el conocimiento de su
obra en España. Asombro que se extendía a la buena biblioteca que nuestra poeta
poseía. En el XIX no era posible. Se hizo literata gracias a las lágrimas
que provocan- o provocaban- su sonrisa.
La vida de una mujer francesa en la
primera mitad del XIX no fue fácil. Su infancia no ayudó a su formación
artística. Debutó en la adolescencia en los teatrillos de un puerto para
recaudar dinero para viajar a Guadalupe con su madre, buscando la acogida de un
pariente, quien había fallecido, como su madre también lo hizo allí. Volvió con lo
justo a Francia, donde siguió trabajando como actriz y cantante. Relata sus amoríos
con La Touche, variables y complicados. Él removió su alma cuando fue perdiendo
su voz para dedicarse a la poesía. Ella solamente pudo amar una vez.
Ernestina no comprende su segundo
matrimonio. Nada le aportaba, no lo necesitaba: La mujer que no encuentra al
compañero debe andar sola, confiando orgullosamente en sus propios recursos.
La poeta francesa le dice que ella vivía un siglo antes, que su marido era
bueno y lo quería. Pero que hoy se llama tontos a los buenos. Que su poesía
revela los medios de la época, escasos, sin usar palabras lejanas a las
conversaciones diarias. Las mujeres del siglo XX tienen mejores armas y la
obligación de superarse, realizarse plenamente. Champourcín pone estas palabras
suyas en la boca de la poeta francesa como un mandato inexcusable.
En el epistolario de Manuel Altolaguirre
hay una carta coral con la que cerramos este primer capítulo de Ernestina. Una
serie de intelectuales se encontraba en la costa malagueña, entre Málaga y
Gibraltar, cuando escribieron a Ernestina de Champourcín y Juan José
Domenchina. Los remitentes: Dámaso Alonso, Manuel Altolaguirre, Carlos Bousoño,
Gerardo Diego, Antonio Oliver y Carlos Rodríguez-Spiteri. Junio de 1950. Unos están México, otros en España, tiempo de exilio. La
distancia no impide el cariño y el recuerdo. Incluso la querencia casi paternal de Dámaso.
Placa en calle Barquillo donde vivió Ernestina. Ayuntamiento de Madrid.
DIEGO, G.: Obras Completas, tomo VIII.
Se ha referenciado dos artículos de Panorama Poético Español, ambos leídos en
mayo-9 y 27- de 2025 en Archivo Museo Sánchez Mejías. El primer artículo sobre Gloria Fuertes y el
segundo sobre Ernestina de Campourcín. Alfaguara. Madrid. 2000. Edición de José Luis Bernal.
ALTOLAGUIRRE, M.: Epistolario. Residencia de Estudiantes. Madrid.
2005. Edición de James Valender. Reseña 3-11-2022 ISM.
LORENTE, A. y NEIRA, J.: Doce escritores contemporáneos. UNED. Madrid. 2017-2021.
ALBERTI, R.: La arboleda perdida. Círculo de Lectores. Barcelona. 1976. Páginas 259-262.
Captura de pantalla de la edición de Amazon kindle
-Seguirás
el camino de la vega en dirección oeste hasta llegar a la ciudad de los
veteranos, tomarás la vía argentífera que lleva hasta El Betis. Continuarás por el camino
de Onuba que lleva a la confluencia del Urium y el Urius, donde buscarás el
lugar que la prístina liquidez ocultó durante milenios espadas
pistiliformes. Ahora déjame que pronto vendrá Melquiades para la interpretación
de los pergaminos. Él comprende los secretos del sánscrito, tanto como tú conoces las
veredas del fin del mundo.
- ¿Qué debo buscar? Sé andar por mil
caminos, encontrar cientos de artefactos escondidos, decenas de documentos
olvidados, alguna idea peregrina, pero nunca me han enviado a rastrear una
serendipia ignorada donde hubo espadas pistiliformes, atunes venideros y
gorrinos futuros.
-He auscultado las entrañas del Festival de Eurovisión. He descubierto que los humanos habían enloquecido con la música,
con graves heridos lesionados por movimientos espasmódicos. Sabes que te ordené
atarme a la puerta del pasillo como al mástil de un navío. Recuerda cómo te tapaste
los oídos con cera para no chocar con las paredes al escuchar las canciones porque
habías aprendido de los desgraciados argonautas que destrozaban las naves contra
las rocas tras los terribles sonidos de las sirenas.
- ¿Te han curado en Urgencias?
- El dedo índice terminó descarnado.
Estuve votando toda la noche con la mano libre tras atarme a la
puerta. Voté por Saltés, pero no ganó.
- ¿Cómo va a ganar Saltés? No cantó. Y no
lo hizo porque no participó ningún país con ese nombre. ¿Cuántos votos pulsaste?
- Lo sé, es una isla. Pero todo era una
sinrazón y me uní al disparate. Debía haber votado a Malta, San Marino o
Islandia. Ahora busco la soledad de los Buendía en Macondo. Ahora rastreo en los mapas la
escondida senda de los pocos sabios supervivientes del concurso. Ahora que está
empobrecido el mundo, sé que se alimentan de las hierbas del campo rebuscadas. Miran
a su alrededor y no ven nada. No hay luz, no hay comunicación. Solamente son felices con
el maná caído del cielo. Ve y vuelve a encontrar la inspiración, la belleza, la
música callada, la alineación de los acordes melódicos, el derrocado orden del cosmos. Salvemos al mundo para
salvarnos nosotros. Recuerda, repite los versos de Gerardo Diego cuando las aguas te muestren su secreto: permíteme que te
hable/ entre tres naipes de fuego. Será la contraseña con la que despertarán los ciudadanos de su letargo.
Se ajustó las cuerdas de la mochila a la
espalda. Se untó repelente de insectos y se armó con el bastón de punta de
hierro que blandió como el bieldo de un antiguo segador manchego. Al alba, con el primer destello, partió camino de la gloria.
Encerrado en la torre del castillo con la
despensa llena de jamón y vino, el amanuense leyó y escribió por varias
generaciones mientras esperaba la vuelta del emisario. ¿Tardaría unos días, una
semana, un mes o un año? ¿No volvería?
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Solazamiento con un cuento
Cuenta Bocaccio en el Decamerón
que una noche las novicias y monjas de un convento fueron a buscar a su abadesa
para contarle que una de las monjas dormía acompañada por un mozo del pueblo
cercano. La abadesa se levantó de su lecho rápidamente y se vistió con la ropa
que había sobre la cama. Fueron con unas luces de lucerna alumbradora hacia la
celda de la monja acompañada. La abadesa le recriminó su actitud y, lejos de asustarse, empezó
a reír tímidamente, risa que se convirtió en carcajada cuando distinguió el
tocado de la abadesa. Todas las novicias, todas las monjas miraron a su
abadesa. Y la abadesa se quitó su tocado. No era el propio de su hábito. Eran los
calzones del párroco que estaba pasando la noche con ella.
Todas se retiraron
a sus celdas. Y la vida siguió su curso.
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Muchos años después, volvió a leer
Cien años de soledad. Se acordó que aquella primera lectura fue un disfrute dilatado
en el tiempo y el espacio. Cuando se tenía o cuando se buscaba el momento. Con el café,
con la almohada. Con el silencio y la soledad hallada. Una lectura de todos los
mundos encerrados en una pequeña ciudad.
Ahora, más medido, más organizado, más
analizado, la lectura fue veloz. Todo estaba en algún sitio. Que si tenía
veinte capítulos, que no tenía numeración ni título... Que si se podía leer de un
tirón entre 12 y 17 horas según la velocidad y las pausas. ¿Qué necesidad había
de medir algo que se tenía que disfrutar? Incluso si era un profesional o estudioso, necesitaba
alimento, sueño, la evacuación de los fluidos y el aseo. Sin embargo, era difícil escapar
al peso y la medida.
¿De 12 a 17 horas sin parar? Audible lo
aseguraba. Un lector por muy voraz que sea necesita comer y dormir para ser
plenamente consciente de lo que lee. Puedes leer rápido y no enterarte, lento y
no enterarte, y despacio y dejarlo. Hay que disfrutar su lectura. En las obras previas de
García Márquez había unos temas que tomaron cuerpo en
el Macondo de Cien años de soledad, como:
- Ese intento por ensanchar los límites de
la realidad. Había elegido temas irracionales con motivos y técnicas
apropiadas.
- La intencionada interrelación entre distintas
generaciones en monólogos, diálogos o recuerdos.
- La alteración del tiempo, por ejemplo,
con la experiencia de la muerte. Ojo, había que distinguir la ayuda de los distintos espacios:
Dentro, fuera, visible o invisible. O el mismo lugar a través del tiempo. Recuerda a Barrio Sésamo. No es igual.
- La distinción entre la naturaleza y el
mundo en sociedad. Más claro, la distinción entre barbarie y civilización.
- Pretendía ser precursor, profeta,
visionario y analista de la soledad. Todo en uno.
- La vuelta y revuelta a la infancia, la
vejez y la muerte como puntos extremos de la vida. Nuestro pasado, nuestro
futuro.
- Una cierta prefiguración de que todo
está escrito de alguna forma, como mitificado. Los pergaminos de Melquiades. Por cierto,¿Dónde estás, Melquiades?
- El cómo saber distinguir exageración de
realidad. Su dialéctica y saber qué es exageración y qué realidad.
- El relato hiperbólico que ayuda a
magnificar lo particular. Y con la magnificación se llega a lo mítico,
diferente a lo cotidiano.
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Esa idea de círculo en movimiento, ciclo,
tiene en Cien años la forma de rueda giratoria con eje desgastado al
utilizar la repetición de nombres en los personajes. Le sirve para destruir la
separación entre lo real y lo mágico. Esa cierta hipérbole caribeña.
Los hechos son narrados con naturalidad.
Los reales y los irreales. Vargas Llosa habla de una obra
entendible por cultos e imbéciles. Lo cuenta García Márquez sin juzgar, sin explicación ni
justificación. Con un lenguaje comprensible.
Nos presenta un mundo inmutable en el que
puede subyacer una tentativa de denuncia, de exorcismo o de enmascaramiento.
Puede que sea la primera por utilizar cierta inflexión valorativa al adjetivar.
La estructura de la novela es cíclica, o
circular, y dinámica. Novela dentro de novela, pergaminos de Melquiades, -ya
estaba escrito-. No hay numeración de capítulos ni su nombre. Reiteraciones
constantes. Mito cosmogónico y mito apocalíptico:
a) mito cosmogónico: visiones edénicas
(Adán y Eva), utópicas y arcádicas iniciales.Ideas fuerza: Idealización y naturalismo.
b) mito histórico: El progreso científico
y José Arcadio Buendía. De la armonía original al estado de discordia- recuerda el autor en su memoria las crónicas de Colón, de Pigafetta, de Díaz del Castillo...-. La
historia de los héroes de Macondo. Aureliano Buendía. Ciclo del incesto y la
soledad. El personaje de Úrsula Iguarán, importante. La estrecha relación con la casa. El
incesto y destierro. El remordimiento.
c) El mito apocalíptico: La utilización de
los pergaminos de Melquiades. Escritos en sánscrito, cifrados, concentrados en
un siglo de episodios cotidianos para que coexistieran en un instante. Nos
lleva a la eterna coexistencia del tiempo y el espacio. Eternidad. Lo
apocalíptico solo lo pueden revelar o interpretar pocas personas, los “justos”
o “rectos”. La numerología de los cien años. La predeterminación de la
historia. El camino hacia la destrucción. Las plagas. Babilonia
Hispanoamericana. Aureliano Babilonia y su tía-pareja Amaranta Úrsula.
Es la novela total, tal vez la mejor novela después del Quijote manchego. Historia de una fundación:
Saga familiar con temor profético como historia de América Latina y la historia
universal de la humanidad.
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Mario Vargas Llosa escribió Historia de un deicidio. Analizaba la obra de García Márquez hasta llegar a Cien años de soledad. Rosa Chacel decía que no le gustaban mucho los escritores del boom latinoamericano. A continuación se le escapaba: bueno, Cortazar no está mal, Cien años de soledad es una buena novela, y me gustan los ensayos de Vargas Llosa. Y Vargas, después del puñetazo a su amigo, estuvo varios años prohibiendo la reedición de su estudio doctoral sobre el autor de Cien años de soledad, hasta que también recibió el Nobel y se publicaron sus obras completas. Cuando le entrevistó Joaquín Soler Serrano en A Fondo, durante la Transición Española, el hispano peruano era todavía esquivo en las preguntas sobre el tema, casi diez años después.
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Un hombre no elige sus "demonios": le ocurren ciertas cosas, algunas lo hieren tanto que lo llevan, locamente, a negar la realidad y querer reemplazarla. Esas "cosas", que están en el origen de su vocación, serán también su estímulo, sus fuentes, la materia a partir de la cual esa vocación trabajará.
Mario Vargas Llosa, Historia de un deicidio.
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Bibliografía empleada:
-Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.
-Historia de un deicidio, Mario Vargas Llosa.
-Poemas adrede, Gerardo Diego. Leído como empieza Cien años de soledad: "Muchos años antes", en la biblioteca del Archivo Museo Sánchez Mejías, algunas páginas previas a la Fábula de Equis y Zeda, tomo I de las Obras Completas.
-Decamerón, jornada IX, novela II. Bocaccio.
-Doce escritores contemporáneos, Antonio Lorente y Julio Neira.
-La Odisea, Homero. El canto terrible de las sirenas.
- Génesis y Éxodo, La Biblia. Mundo edénico y maná de los seguidores de Moises.
-La vida es sueño, drama de Pedro Calderón de la Barca. Décima del sabio.
- https://www.youtube.com/watch?v=uFgctURyGp4 Estranha forma de vida, Amalia Rodrigues.