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Manila. 1934. Wikimedia |
Adiós
Adiós, islas malayas, bizarría
y capricho del mar, lujo del moro,
playas de Mindanao y de Mindoro,
bajo las palmas que el aire mecía.
Bronces humanos, siempre en melodía
de escorzo, aladas danzas, meteoro
de flamigero ritmo y krises de oro
y núbiles doncellas de Oceanía.
Adiós, volcanes de abrasadas minas,
alzando erectos, vírgenes, sus pechos
y sus lagos que sueñan con las nieves.
Adiós, puestas de sol en los estrechos,
laberinto de fuego, islas divinas,
Sabang, penang, Panay, Bali, Celebes. (Gerardo Diego).
En 1934, el gobierno de la II República envía en misión diplomática a dos intelectuales españoles a Filipinas. El científico Julio Palacios y el escritor Gerardo Diego se encargaron de transmitir la simpatía y el afecto de España a Filipinas en su proceso de independencia de los Estados Unidos. España había mantenido una estrecha relación con Filipinas durante tres siglos. Ahora que profundizamos en la literatura de viajes de filipinos y cubanos en la lengua común, analizaremos algunas ideas sobre este especial viaje.
La guerra para independizarse de España había comenzado en Filipinas en 1896. Pretendían los filipinos conseguir una mayor igualdad, libertades y derechos políticos, sociales y económicos. Los ilustrados y la burguesía de negocios del archipiélago consiguieron recabar el apoyo de las clases populares ante el descontento por abusos de los representantes de la administración española. En el descontento influía también el trato desigual y la diferencia de oportunidades entre el clero español y el filipino, y la preponderancia de las órdenes religiosas españolas. Estas, además, detentaban una parte muy importante de la propiedad de la tierra que limitaba el desarrollo y despegue económico de la nueva clase media filipina.
Su primer líder nacionalista fue José Rizal. Sus pretensiones iniciales: reforma y modernización del gobierno, representación en Cortes españolas, libertades democráticas, ocupación de filipinos en su propio gobierno y que las órdenes religiosas no actuasen políticamente. Sus primigenias ideas moderadas se radicalizaron cuando las propiedades familiares fueron confiscadas en 1890. Recurrió al Tribunal Supremo. Al perder el juicio comprendió que los derechos de los filipinos nunca serían los de los españoles.
Rizal fundó la Liga Filipina. Ante el temor a su influencia, fue arrestado y se le envió al exilio en Dapitán. Algunos de sus seguidores intentaron seguir por la vía pacífica, pero otros, a través del Katipunam, con Andrés Bonifacio, propugnaron ideas más radicales. A la propaganda se unió la organización de la lucha de guerrillas. El 26 de agosto de 1896, el Grito de Balintawak dio paso al levantamiento en armas contra el gobierno español que comenzó en Manila.
Entre los hechos de ese año que agudizaron más la crisis, destaca la detención, juicio sumarísimo y fusilamiento de José Rizal, que había sido un líder pacífico. También fue asesinado Bonifacio por las luchas internas entre los independentistas.
La nueva figura emergente fue Emilio Aguinaldo, mestizo terrateniente y militar destacado. Aunque se llegó a un acuerdo el 14 de diciembre de 1897, pacto de Biac-Na-Bató, las reformas llegaban muy tarde, por la entrada de un factor adicional en juego: la intervención de los Estados Unidos, presidido por William McKinley, que había decidido actuar en los asuntos internos de Filipinas. Además, no todos los filipinos aceptaban el acuerdo alcanzado y pensaron que luchando con los norteamericanos contra España alcanzarían la libertad. Esta lucha continuó después cuando se dieron cuenta de que la injerencia de los Estados Unidos no iba a darles la libertad, por lo que en febrero de 1899 comienza una nueva lucha entre los filipinos y los estadounidenses.
En abril de 1901, Aguinaldo rindió las tropas filipinas a los americanos. Algunos focos de resistencia permanecieron hasta 1907.
No hay que olvidar el contexto internacional en el que se encuentra este proceso histórico: el imperialismo basado en el potencial económico y la capacidad militar; los momentos de máxima expansión colonial con el reparto de las potencias de cualquier territorio libre o de fácil control ante las antiguas potencias. Los nuevos imperios mostraban su prestigio y vitalidad de esta manera. Y un hecho importante adicional, el cambio del eje geopolítico mundial de Europa a Estados Unidos y Japón.
Damos un salto temporal y nos encontramos con la misión cultural citada con anterioridad. En enero de 1935 llega Gerardo Diego a Filipinas. En ese año se aprobaba una constitución filipina que provisionalmente consignaba el español y el inglés como lenguas oficiales, con la consideración del archipiélago similar al estado libre asociado, previo a la independencia. Estuvo cuarenta y siete días el poeta, visita señalada por las autoridades y medios locales. El evento pasó casi desapercibido entre las autoridades españolas y Diego apenas lo reseña. Es algo similar a lo ocurrido en 2024 con la celebración en las instituciones académicas mexicanas de los quinientos años de la llegada de los doce apóstoles de Nueva España, efemérides que en España apenas ha tenido eco.
Su compañero de viaje, Julio Palacios, relató esta peripecia en Filipinas, orgullo de España, en 1935. Hubo que esperar a 2007 a que estas peripecias viajeras fueran rescatadas por la familia Diego en Diario de a bordo, con notas del viaje en barco, las cartas a Germaine, y los 12 sonetos que se incluyen en el poemario Alondra de verdad, del que hemos reproducido al principio Adiós.
Según parece, Dámaso Alonso era quien debía haber viajado a Asia, pero una enfermedad se lo impidió, y el viaje de Diego y Palacios se improvisó con pocos días de anticipación. No eran los primeros, pero su embajada gozaba de un carácter especial. Los convulsos años 30 estaba definiendo las influencias que conformaban el ser de Filipinas, con la lengua como uno de los exponentes destacados donde el inglés, el tagalo, el cebuano convivían con el español.
En la prensa filipina se publicó las actividades del santanderino y su compañero en la misión de la Junta de Relaciones Internacionales. Por estos datos sabemos que tuvieron varias cenas con el presidente de la cámara y futuro presidente de la Mancomunidad filipina, Manuel L. Quezón, y otras autoridades como el líder de la oposición o el presidente del Senado.
No encontramos en la fase previa a la deshispanización de Filipinas, 1935-1946, donde influyó la amenaza fascista, la guerra civil española, la reeducación durante la Mancomunidad con el tagalo como lengua oficial cuando se preparaba la independencia en la década de los cuarenta, y la aniquilación del remanente de población española durante la II Guerra Mundial.
El ambiente anterior al inicio de este proceso parecía propicio para la recuperación de las relaciones con las antiguas posesiones españolas con el idioma español como llave de entrada. A Diego le pidieron que no se preocupara por no saber inglés. Querían que hablase en español y con los que allí seguían utilizando como medio de comunicación este idioma. De hecho, en la prensa filipina está presente el debate sobre cuál ha de ser el idioma oficial y cuál el idioma de las relaciones internacionales.
La lengua española era considerada la lengua de las tradiciones, de las virtudes cristianas y del pasado imperial español. El inglés era la lengua del futuro, a pesar de que el español formaba parte de la identidad filipina.
Concluimos esta primera parte con el comentario de la nota de despedida que le pide a Gerardo Diego el diario filipino La Vanguardia el 22 de febrero de 1935. El artículo se titula Nada más hermoso que la mujer filipina.
Diego resalta la belleza natural de Filipinas. Ha conocido Manila, la más airosa y culta ciudad de Oriente, con sus recuerdos españoles. Iloilo, Cebu, Negros, Zamboanga... Baguio y la Provincia Montañosa, que le recuerda a su tierra cántabra. Maravillado. Las puestas de sol en la Bahía de Manila, los bosques de cocoteros. Y el recuerdo de la belleza de la mujer filipina.
Cambia de tema y se redirige hacia la vida intelectual y universitaria de la capital. Pero no solo Manila, en provincias, ha encontrado público interesado en la cultura. Curiosos y agudos. Un público maduro e intelectual. Y destaca a la colonia española. Su laboriosidad, emprendimiento y el arraigo.
Diego no imaginaba ni podía profetizar su triste destino. Y la embajada cultural era importante para las autoridades políticas filipinas porque querían replantearse las relaciones con España, como estado liberal, moderno y laico. Un último intento de algunas autoridades de inclinar hacia lo hispano la identidad nacional filipina. Influido toda esta situación por las élites hablantes de español. El empeño no fue continuado. En España se acercaba la guerra. Al final de nuestra contienda civil, Filipinas es actor principal en la Segunda Guerra Mundial. Fue invadida por Japón. Manila fue destruida, con especial virulencia en los barrios hispanos de Intramuros y Ermita.
No debemos olvidar que los primeros líderes nacionalistas filipinos escriben en español y que ayudan a conformar la identidad cultural de la nación, a pesar de la aculturación posterior.
Como curiosidad, hasta que no desaparece en 1987 de la constitución el español como lengua oficial, el periodo cultural del español durante la tercera y cuarta república es designado como edad de plata. Definición que, trasladado a nuestro ámbito cultural peninsular, resulta conceptualmente distinto.
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José Rizal. PICRYL. |
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Bibliografía consultada:
DIEGO, G.: Obras Completas. Tomo I. Alfaguara. Madrid. 1989. Reseña 14-11-2023 Archivo Museo Sánchez Mejías. Páginas 423-512.
ELIZALDE PÉREZ-GRUESO, Mª D.: La restauración, 1875-1902, en Historia contemporánea de España, 1808-1923, coordinada por BULDAIN, B. Akal. Madrid. 2011. Páginas 467-504.
ORTUÑO, R.: Embajadores culturales: recepción y trascendencia del viaje de Gerardo Diego a Filipinas en el archipiélago asiático. En Revista de Literatura, 2018, enero-junio. Páginas 112-243.
DONOSO, I.: La Edad de Plata de la literatura hispanofilipina (1946-1987). En Dicenda. Estudios de lengua y literatura española. Ed. Complutense. 25-07-2019.
https://digiphilit.com/
27-04-225 11:34 Actualizado 28-04-25 9:45
Buenas Blas!!
ResponderEliminarMe parece curioso que en la Segunda Republica se hablara de Filipinas como si fuera posible algún tipo de vínculo. Yo creo que España nunca asumió esa pérdida. Suena todo muy romántico, pero yo creo que ellos querían ser libres.
Aunque al final, después de rifárselo los americanos y los Japoneses, consiguieron lo que Rizal soñaba: ser dueños de su propio destino no?. Igual a era tarde para el, pero su país lo disfrutaría supongo.
Que interesante entrada Blas
Un abrazo
Hola, Finil:
EliminarEl vínculo era la permanencia de una comunidad hispanofilipina, que por raíces familiares, mestizaje, arraigo común y económico, no habían vuelto a España. Habían estudiado, habían ido al sanitario o habían rezado en las universidades, hospitales e iglesias del legado de trescientos años del imperio español. Las propias élites filipinas tenían al español como idioma culto. El de la economía era inglés.
Los últimos de Filipinas no fueron los soldados de Baler en 1898. Fueron los españoles que murieron en los bombardeos de los barrios de Intramuros y Ermita en Manila durante la batalla del Pacífico entre Japón y Estados Unidos, durante la 2ª Guerra Mundial, 1945. El español ya era residual y utilizado por la burguesía ilustrada y, también, en ambiente religioso.
Las élites hispanofilipinas querían mantener en los años treinta ese contacto con la España republicana, una democracia en formación, con una mancomunidad filipina hacia la independencia, en el contexto mundial posterior a la depresión económica de 1929 y al auge de los totalitarismos de todo tipo que hacían que el planeta estuviera tan polarizado que daba frío y, así, nos calentamos con las guerras que hubo.
Y en España, la nostalgia del pasado hizo enviar esta misión sin fruto.
Un abrazo.