Cultura y sociedad

El retablo de Maese Pedro, el pasado presente, 1923-2023

 Publicado 12/12/2023 13:14

Don Quijote y el retablo. José Segrelles. Uso personal.

 

   “Cuenta Cide Hamete Benengeli, autor arábigo y manchego, en esta gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia… que Don Quijote alzó los ojos y vio que por el camino que llevaba venían hasta doce hombres a pie, ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro, por los cuellos, y todos con esposas a las manos.”

     Así comienza la aventura de la liberación de unos galeotes, donde Don Quijote conoce a Ginés de Pasamonte, quien había escrito sus aventuras en La vida de Ginés de Pasamonte. Tan buenas peripecias que, según el galeote, habían provocado que fuese un mal año para el Lazarillo de Tormes y el resto de las novelas picarescas. Liberado Ginés por Don Quijote, escapa a Sierra Morena. El hidalgo y su escudero, sin saberlo, se dirigen al mismo lugar, con la desgraciada situación de perder el asno de Sancho Panza por el robo del pícaro[1].

Maese Pedro y el mono. José Segrelles. Uso personal.

     Más adelante, en la segunda parte de las andanzas del hidalgo manchego, se relata la historia del titiritero y su mono adivino conocido como Maese Pedro. El marionetista contaba la historia de Melisendra, presa de los moros en lo que hoy es la Aljafería de Zaragoza por el rey Marsilio. La protagonista es liberada por su esposo, Don Gaiferos, del poder de los moros de Aragón, los cuales le persiguen, ante lo cual se lanza Don Quijote contra los moros del retablo, que cree reales, en su defensa, con el destrozo final del mismo y de los títeres sin distinción de perseguidos y perseguidores.

      Estos episodios suceden en los capítulos XXV y XXVI de la segunda parte del Quijote. En el siguiente capítulo se cuenta que este teatrero y tunante con su mono adivino es Ginés de Pasamonte, el galeote que robó el rucio a Sancho Panza y se pasó al reino de Aragón para burlar la persecución de la justicia por sus muchos delitos. Se puso un parche en el ojo y vagó de pueblo en pueblo con su teatro de títeres y un simio que compró a unos cristianos libres que volvían del norte de África. Al mico le enseñó la gestualidad y los movimientos del susurro al oído como si le hablara. Previamente, al llegar a los lugares o villas, se informaba de las noticias de sus gentes y sus cuitas. Tras la actuación, y a preguntas del público, los asombraba con los aciertos del macaco susurrante, que daba fe de su sapiencia al tuerto, con lo pasado y lo presente de los interrogadores, nunca el porvenir. Tras la destrucción de su retablo fue indemnizado por Don Quijote y se marchó al amanecer antes de descubrir su personalidad verdadera a sus antiguos conocidos.


          Son estos lances cuando don Quijote dice: “el que lee mucho y anda mucho, vee mucho y sabe mucho” (cap. XXV, 2ª parte); o donde vemos algo parecido al coro teatral cuando se narra en el retablo: “Jugando está a las tablas don Gaiferos, / Que ya de Melisendra está olvidado” (cap. XXVI, 2ª parte).

     Esta historia del retablo de Maese Pedro fue la que siglos después utilizó como argumento de su ópera para títeres Manuel de Falla. Desde joven se interesó por la obra de Cervantes. En la exposición que la Residencia de Estudiantes muestra hasta el 28 de enero en el Pabellón Transatlántico, calle Pinar 23, se aprecia su amor por la obra de don Miguel, de su novela y entremeses, con las copias de estas obras que atesoró para legar a sus descendientes. Fervor cervantino que le llevó a documentarse de toda novedad sobre el herido de la batalla de Lepanto.

      Una influencia positiva en la decisión en crear una obra sobre muñecos escénicos o títeres vino del recuerdo de los títeres de la Tía Norica de su Cádiz natal. Bajo el teatro de los títeres gaditanos se han encontrado restos arqueológicos de Gadir que rezuman su antigüedad hacía la representación de marionetas como un halo imperecedero. Las marionetas, que tenían un origen italiano, estaban muy arraigadas en la Tacita de Plata y el músico contó con un pequeño teatro de marionetas en su infancia.

     La obra ha sido difícil de representar. Es una obra dentro de otra. Un reto escénico. En la escena sale Don Quijote viendo otra obra, los afanes de Melisendra y don Gaiferos. Dificultad que aumenta con la voz de Maese Pedro, infantil, y la inclusión de instrumentos abandonados como el clavicémbalo. Se recurrió a los seises de la catedral de Sevilla. 

 

     El origen de esta obra para marionetas fue una carta enviada por la princesa de Polignac a Manuel de Falla el 25 de octubre de 1918. Se puede ver en una de las vitrinas como le hacía el encargo de la obra. La creación de la pieza musical se gestó en cuatro años. Un nuevo estilo estaba surgiendo. Se han considerado como ensayos previos el acto celebrado el 6 de enero de 1923 con la representación de Títeres de cachiporra con García Lorca, Hermenegildo Sanz y Falla. Como pieza de concierto fue estrenada los días 23-24 de marzo de ese año.

     La gira española fue supervisada por el propio autor de la ópera con la Orquesta Bética de Cámara. Se recuerda en este punto como los hermanos Halffter, Rodolfo y Ernesto, participaron en esta orquesta, discípulos, entre otros, de la labor musical de Falla y del crítico literario Adolfo Salazar. Y se recuerda la intervención de la Orquesta Bética de Cámara en la representación de Las Calles de Cádiz, diez años después, con la aportación musical de Falla y Halffter junto a García Lorca, La Argentinita e Ignacio Sánchez Mejías.

     La obra, con la dirección escénica de Hermenegildo Sanz, pudo verse por distintas ciudades del mundo. La primera representación escénica tuvo lugar el 25 de junio de 1923 en el salón de música de la princesa de Polignac, heredera del imperio de las máquinas de coser Singer.


     Hubo muchas representaciones. Hubo muchas voces que interpretaron, cantaron esta obra. Por su importancia posterior, hay que reseñar la de Josep Carreras. En la exposición recuerdan que en 1958 un prometedor tenor, entonces con voz soprano, intervino en esta obra como Trujamán.

     La obra ha subyugado a distintas personalidades tras la muerte de Falla. Miquel Barceló y su Quijote con coprolitos, Antonio Saura, Javier Mariscal dibuja como tebeo el retablo, etcétera.

     La visita[2] se articula por siete secciones que se abren a través de una galería donde se puede observar una de las características de las vanguardias de los años veinte del siglo XX. Se indaga en la tradición para proyectarse en el presente.




    

  



[1] CERVANTES, M.: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Capítulos XXII y XXIII.

[2] Visita realizada en la segunda quincena de octubre de 2023.

 https://www.rtve.es/play/videos/revista-imagenes/recuerdo-manuel-falla/2881177/ 

Maria del Carmen García Lasgoity, actriz universitaria

    

García Lasgoity y García Lorca.Picryl y MNCARS

     
Hacia 2010 se celebró una exposición que recordaba la experiencia del teatro ambulante de La Barraca. Su comisario, Javier Huerta Calvo, citaba como crónica para el estudio de la experiencia teatral el libro de Luis Sáenz de la Calzada. En La Barraca influyeron personalidades como Fernando de los Ríos y Pedro Salinas, pero su dirección recayó en un famoso poeta que sería, a su vez, un gran dramaturgo en los años siguientes, Federico García Lorca, con la práctica ayuda en la dirección de Eduardo Ugarte en su gestación y desarrollo. Ugarte tenía experiencia teatral y familiarmente estaba relacionado con la familia Arniches, como Bergamín. Completaba la genialidad de Lorca con el conocimiento del medio.

     De los actores universitarios, cómicos de la legua, que seleccionaron Federico García Lorca y Eduardo Ugarte se dejará un detalle sobre una sus actrices principales: María del Carmen García Lasgoity.

     García Lasgoity había estudiado en el Instituto Escuela, centro inspirado o influenciado por la Institución Libre de Enseñanza. Esta institución se había fundado a causa de las restricciones a la libertad de cátedra que se produjeron durante los seis primeros años de la Restauración borbónica de 1875. El decreto o circular de Orovio atacaba la libertad de enseñanza porque restringía a principios católicos los límites por donde que debía discurrir la educación en España. Nicolás Salmerón, Gumersindo de Azcarate o Francisco Giner de los Ríos fundaron esta institución cuando fueron despedidos, apartados o cesados de la universidad. Orovio fue pronto cesado, pero los efectos del decreto provocaron que los catedráticos no recuperaran su puesto hasta 1881.

     Las primeras obras que se representaron en La Barraca rescataron del olvido a las obras del teatro clásico del barroco, nuestro Siglo de Oro. Destaca la representación de La vida es sueño. Pero no el drama de Segismundo. Esta obra de Calderón de la Barca es de 1635. Aquí el tema es la libertad, el libre albedrío y su predestinación; el pecado y su expiación. A ello se une las formas de educación, el sueño o la realidad. El mundo de las ideas que nos remite al mundo platónico. Etcétera.

     Existe otra obra llamada La vida es sueño de Calderón de la Barca. Es un auto sacramental escrito hacia 1674. Una obra de madurez que trata sobre la creación bíblica del Universo, el tema de Lucifer, el ángel caído, y la creación del hombre, la mujer, su expulsión del paraíso y su redención. La primera escena de la obra cuenta la disputa entre Agua, Aire, Fuego y Tierra sobre quién ha de detentar la corona a la que están asidos. A ellos se unen para moderarles Poder, Sabiduría y Amor. Y un coro acompaña. Coro que recuerda al teatro clásico grecorromano.

      Para la redención debe someterse a las pruebas que le ofrece la Sombra. Este personaje sería el único que representaría García Lorca. Aparecía con la cara tapada:

¿Cuándo el acento fue rayo veloz,

trueno el eco, relámpago la voz,

flecha el aire, dogal

el suspiro, el anhélito puñal,

sino hoy, que contra mí

las cláusulas del cántico que oí

el relámpago, rayo, el trueno son

dogal, flecha y puñal del corazón?

¡Oh, qué mal ejemplar

al áspid mi quebranto ha de dejar,

pues, siendo el áspid yo,

que de la luz huyendo se escondió,

resulta ser en él

la música el conjuro más cruel!

     María del Carmen García Lasgoity interpretaba a la Tierra:

El de la Tierra,

que en las espigas y vides

dará remota materia

al más alto sacramento,

diciendo cuando la ofrezca:

Canta. Creced, vides y espigas,

pues os espera

la ventura de veros

viandas eternas

    Ambos iban con el diseño escenográfico y de vestuario de Benjamín Palencia, pintor y uno de los creadores de la escuela de Vallecas, que había sido elegido para esta función y que había diseñado el logo de La Barraca y su insignia. La que se adherían en el mono distintivo de la compañía universitaria.

     Lorca recibió cuestionamientos por elegir una obra de marcado carácter religioso y que era demasiado profunda, pero al mismo tiempo observaban que el texto tenía una fuerza y un dramatismo que se sobreponía a toda reticencia. Es el caso de José María Salaverría que manifestaba lo siguiente:

     “¿No resulta acaso un poco chocante? Darle al público de una República laica un espectáculo lleno de problemas teológicos puede parecer, cuando menos, algo extemporáneo… Se trata, además, de Calderón de la Barca, el genio que a cuanto toca le infunde una emoción y un vuelo excepcionales. El final del segundo acto, por ejemplo, es de una fuerza, de un sentimiento, de un efecto dramático verdaderamente conmovedores”[1]

    Implícitamente, Salaverría, reconocía la buena representación que realizaban los “barraquitos”. Elogiaba finalmente al coro que le recordaba tanto a la tragedia griega como a los seises de la catedral de Sevilla que hundían sus raíces en las representaciones barrocas.

Luis Sáenz de la Calzada hablaba también del telón de fondo que ideó Palencia por la impresión que causó[2]. Los figurines recordaban a las pinturas mozárabes del medievo.

     Anteriormente se relató como los integrantes de La Barraca conocían la amistad entre García Lorca e Ignacio Sánchez Mejías. Relata la anécdota de la influencia de Tartessos en Galicia y Asturias[3]. Hay un dato adicional que nos relata María del Carmen García Lasgoity en el libro de Luis Sáenz de la Calzada sobre La Barraca. Luis Sáenz recurre a ella porque estuvo desde el principio. Ella recuerda hasta las personas que fueron a los ensayos. Había vuelto a España tras la amnistía de 1954 de la dictadura franquista. Javier Huerta ha manifestado que llegó a conocerla en su época de estudiante.    

     En las declaraciones recogidas por Sáenz de la Calzada dice García Lasgoity que entre los intelectuales y personalidades de la época que asistieron a los ensayos de los universitarios de La Barrraca se encontraba Ignacio Sánchez Mejías. No indica fecha ni montaje.

La Tierra. Benjamín Palencia. Copia de uso personal.


La sombra. Diseño de Benjamín Palencia. Copia de empleo personal.






[1] GARCÍA LORCA, F.: Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas. Edición de Rafael Inglada. Prólogo de C. Maurer. Malpaso. Barcelona, México, Buenos Aires, Nueva York. 2017. Página 86. Notas tomadas el 27-6-2023 en Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías, Casa Malpica de Manzanares.

[2] SÁENZ DE LA CALZADA, L.: La Barraca, teatro universitario. Residencia de Estudiantes. Madrid. 1976. Pág. 131.

 

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