"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

El tránsito de un sabio: Santos Juliá.


     
     Santos Juliá fue un divulgador de historia contemporánea. La última vez que lo vi fue en una conferencia, sobre su libro Transición[i], en la “Escuela de Ciudadanos”[ii] que dirige el periodista Román Orozco. Con un estilo ameno, directo y cordial disertó sobre transición, consenso y el asunto que entonces, y ahora, nos concita, el problema del intento de secesión en Cataluña.
    
Ponentes constitucionales en el Parador de Gredos (1978)
   Para Juliá, el concepto de transición se manejaba desde la misma Guerra Civil (1936-1939), se elaboró terminológicamente durante la dictadura de Franco y se llevó a la práctica tras su muerte. Es una historia larga no una invención, decía muy al estilo “Braudel”. Utilizaba la ironía inteligente para hablar de alguno de los personajes de los últimos cuarenta y cuatro años. Incluso fue irónico con su cicerone, puesto que el venía muy preparado con su documentación, muchos papeles, para la conferencia, faltaría más, y le habían colocado una mesa que parecía minúscula. Su adaptabilidad fue encomiable.
Fernando Abril y Alfonso Guerra en el proceso constituyente.
    Señalaba que el consenso que muchos asignan a la Transición no fue tal, que solo fue real durante el momento de firmar leyes o pactos. Un minuto después, el consenso ya no existía, porque se remarcaban las diferencias políticas entre partidos y, a partir de ese momento, se hacía necesario pactar de nuevo, acordar, para llegar al consenso en otra materia. Por tanto, que no se debe confundir o hacer creer que el período de la Transición fue el del consenso continuo.
     El postulaba como solución para el problema de Cataluña la estructura federal de España. Aunque, desde mi punto de vista, la igualación de las autonomías en estados federales no creo que sea una solución aceptable para los secesionistas, que, creo, están en la vía de la separación total del estado español, a no ser que estén en una negociación de máximos, la independencia, para, ulteriormente, conseguir una posición muy ventajosa dentro de España, en un largo tira y afloja, sin importar a sus dirigentes los jirones o rotos emocionales, que esperemos que no sean humanos, por el camino. Porque no es la formación de un estado racional, constitucional y legal lo que se propugna. Es el forzamiento de las estructuras del estado de 1978. Su destrucción. Al calor de las críticas al estado surgido de la Constitución de 1978 desde principios de siglo, por algunos historiadores y politólogos, se ha intentado minar algo que es difícil de obviar: Que la constitución de 1978 fue aprobada por la mayoría de las fuerzas políticas de las Cámaras representativas elegidas democráticamente, es decir, no se hizo a favor o en contra de la mitad de la población, y el texto legislativo fue aprobado por referéndum el 6 de diciembre de 1978 por cerca de un 90% de los votantes, con una participación del 67%. Solo un 7% votó en contra[iii]. Por este refrendo, cualquier reforma de la estructura del Estado debe ser votada por todo el cuerpo electoral español, y debería, aunque no es exigible, concitar el grado de aprobación que tuvo en 1978, para que fuera política aceptable para todos.
Placa del Restaurante "José Luis"
     Las transiciones a la democracia que caracterizaron el período de finales de los setenta y principios de los ochenta del siglo pasado fueron procesos que se extendieron por el planeta, comenzando en el sur de Europa, pasaron de forma inmediata a América Latina, con desigual fortuna pero con democratización creciente, y terminaron en los países del Este de Europa tras la caída del muro el 9-10 de noviembre de 1989, treinta años no es nada, con obvios resultados variados y con brechas en la democratización como vemos, hoy en día, en países tan distintos como Hungría, Polonia, Bielorrusia o la Federación de Rusia.
     Existe un desencanto, además de las críticas de apaño, por gente poco informada, porque las simples estructuras legales democráticas no producen, per se, el bienestar de la gente.   
     Ocurre igual en América Latina, véase los informes Latinobarómetro de Marta Lagos en Chile, informes que me recomendaron Rosa María Martínez Segarra y Carlos Malamud, de la cátedra de Historia de América de la Uned durante la carrera de Geografía e Historia. O los informes que hizo Juan José Linz en España antes y durante la transición española a la democracia. O los actuales Eurobarómetros. Las expectativas creadas no suelen ser satisfechas. La democracia puede traer el bienestar económico, pero no siempre, y los derechos reflejados en un texto legal no son las tablas de la ley de una religión. Es como la creencia en que los niños viene en cigüeña de París. El fenómeno de las falsas expectativas. El creer que los dirigentes, nuestros, elegidos por votantes tiene una sabiduría o carisma especial para solucionar los problemas complicados. Los elegimos, los refrendamos, con el deseo de un mejor gobierno. Nuestra capacidad intelectual, sea la que sea, debe comprender que no son ni la liga de la justicia ni los vengadores y que están sometidos a las leyes que les dotan de unos poderes especiales, que pueden o no saber utilizar. Sus méritos no obedecen tampoco a su ideología.
     En estos días que vemos los problemas de Chile, que tuvo una difícil transición a la democracia, con una crisis social en un país aparentemente estable, que observamos como México, tras la evolución a la democracia desde el partido único, muestra una debilidad estatal ante la presión de los narcos, y que vemos que España tiene de nuevo problemas con el conflicto catalán, otra vez en ebullición y con difícil solución, se recuerda, se echa de menos, a pensadores, sabios, o simples personas, que, como Santos Juliá, buscaban  luz, ecuanimidad en sus escritos. Que tenían una afabilidad en el trato y un respeto a las ideas de los demás.
10-11-2017, Santos Juliá y Román Orozco (Fuente: Escuela de Ciudadanos).


[i] JULIÁ, S.: Transición. Historia de una política española (1937-2017). Galaxia Gutenberg. Madrid. 2017. 656 páginas.
[iii] MARIN, J.M., MOLINERO, C e YSÁS, P.: Historia Política 1939-2000. Itsmo. Madrid. 2001.

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