"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

Por agitar una tela

    

     016 es el teléfono de atención a las víctimas de violencia de género. No se rastrea. El 112 es el teléfono de emergencias. Ayude a las víctimas.
     El 4 de octubre escribir una entrada en mi blog criticando la violencia de género de baja intensidad. El empleo de engaños para arruinar la vida de las personas que se encuentran física y mentalmente en debilidad. Cómo mudaba la piel de serpiente[i].
     Perplejo. Sí, perplejo. Sorprendido. En España la ley 1/2004, de 28 de diciembre, de medidas de protección integral contra la violencia de género, aprobada por unanimidad[ii], decía en su exposición de motivos: “La violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión.”
     Ayer, 14-10-20129, una mujer agitaba una tela de color rojo y amarillo[iii]. Un hombre se acercó a ella. Le quitó el paño. Cuando ella quiso recupera el lienzo, él le golpeó en la cara de forma brutal y cayó en el suelo. Un golpe animal, feroz, inhumano.
    Dicen que son dos nacionalistas. Ella, del nacionalismo de extrema derecha de Vox. Él, del nacionalismo extremista o separatista catalán. No comparto, no entiendo la apelación a los sentimientos primarios de cada uno. Siempre he creído que las normas de un Estado deben racionalizar todas las formas de pensar en la armonización que produce la consecución de la convivencia. Que la convivencia, la igualdad y la tolerancia se ejercitan gracias a la aprobación de leyes por mayorías amplías, aunque sé que es complicado convencer a todos todo el tiempo.
    No comparto, no entiendo la apelación a los instintos y el destierro de la razón en la convivencia política. No comparto, no entiendo las proposiciones fáciles a problemas complicados. Pero soy incapaz de prohibir la forma de pensar de nadie mientras no atenten con hechos las normas que mayoritariamente hemos elegido.   
     Llevamos un año con muertes y violencia contra la mujer de forma latente, a veces con sordina. Ni la forma de vestir, ni la forma de pensar puede dar permiso a golpear y maltratar a una mujer.
     No entiendo los remilgos de ayer. No comparto, no entiendo, siento compasión por la falta de sensibilidad hacia los que no comparten, piensan y actúan de otra manera.

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