“Oh dear! Oh
dear! I shall be late!”
(¡Oh
cariño!, ¡Oh cariño! ¡Llegaré tarde!)
Lewis CARROLL, Alicia en el país de las maravillas.
“All children, except one, grow up”
(Todos los niños crecen, excepto uno.)
J. M. BARRIE, Peter Pan.
Manzanares,
Castilla-La Mancha (España), tiene un Archivo Museo dedicado a Ignacio Sánchez
Mejías, un torero que trascendió hacia la intelectualidad, y que estuvo en el germen
de la generación del 27, que alumbró a poetas tan destacados como Federico
García Lorca, Gerardo Diego, Jorge Guillén o Damaso Alonso. Su muerte, trágica,
en 1934 fue dignificada con distintas composiciones literarias, destacando
entre ellas el Llanto por Ignacio Sánchez
Mejía de Federico García Lorca, considerada la elegía más importante en
castellano desde las Coplas por la muerte
de su padre de Jorge Manrique. En el primer canto, el tema principal es la
hora que confirma la muerte. El momento de exhalación de su último suspiro, “A
las cinco de la tarde”. Treinta veces cita la hora en que fallece, el momento
en que transita de lo humano. Treinta relojes, en la exposición, marcan el
tiempo que forja un mito.
El tiempo. Sí, el
tiempo. Nos mide, nos ata, nos atrapa. Nuestra vida, nuestra historia. Nos
sujeta, nos fija y encorseta los sucesos, los hechos, las vivencias. Crea la
historia. La ordinaria, la de todos. Creamos calendarios que encorsetan su
medida o división. Todos los acontecimientos, los acaecidos, los pensados. El
tiempo pasa y su medida nos ayuda a una mejor disposición de nuestra vida, a una
previsión a más largo plazo.
El calendario
solar vigente que nos mide el tiempo procede de la reforma del año 1582 tras la
consulta del papa Gregorio XIII a los sabios conocedores del tema. Se cree que
el día y la noche de doce horas tiene su origen en Babilonia y, de allí, pasa a
la cultura hebrea. El doce era la medida de todas las cosas para los caldeos.
El computo de siete días, la semana, en la cultura hebrea tiene origen en el
Génesis bíblico. Caldeos y hebreos seguían un calendario lunar que sirvió
también para establecer el mes, a través de la observación de los movimientos del
astro nocturno. Calendario que, desde el primer momento, observaba días
sagrados para sus dioses. Fue el origen de las festividades. Los caldeos llegaron
a computar años de 354 días con ajustes de un mes más cada ciclo de diecinueve
años.
Fueron griegos
los que establecieron un calendario solar en la ciudad egipcia de Alejandría, ciudad
fundada en época helenística con las conquistas de Alejandro Magno (356-323 a.
C.). El año de 365 días, con un día adicional cada cuatro años, fue dispuesto
por Julio Cesar en el 46 a. C.
Con la reforma
gregoriana el día siguiente al 4 de octubre de 1582 fue el 15 de octubre del
mismo año tras los ajustes acordados. En el mundo occidental seguimos con este
calendario, una vez secularizado. A los diferentes calendarios, sean lunares o
solares, les caracteriza el intento paulatino por controlar el tiempo[i].
Este calendario
gregoriano tuvo problemas de aceptación debido al nuevo tiempo de la Edad
Moderna, cuando el papado sufría criticas por las iglesias de la reforma
protestante y por el aumento del poder absoluto de los nuevos estados del
Renacimiento que se afianzaban progresivamente frente al poder religioso. La
llegada de la edad contemporánea en el continente europeo con la Revolución
Francesa (1789) y las guerras napoleónicas trajo un calendario revolucionario
francés que no cuajó y fue revertido en 1806.
En los pueblos de
la meseta española hay un resurgir de celebraciones sobre los orígenes de la
mayoría de sus pueblos y ciudades como medio de promoción turística, comercial
y cultural ante la escasez de propuestas de desarrollo y de vertebración
económica por el abandono de las zonas rurales. Las celebraciones relacionadas
con el origen romano o medieval hacen necesario que los límites cronológicos
queden reflejados con la exactitud necesaria en los hechos promocionados.
Debido al
predominio de celebraciones medievales, se hará una breve reseña cronológica de
esta edad. El concepto de Edad Media fue creado en el siglo XV como fase
intermedia entre la considerada época dorada de la Antigüedad y el renacer de
la tradición clásica con el Renacimiento.
La cronología
del principio y fin de este período varía según la tradición historiográfica de
cada país. En general, el inicio se iría gestando en el siglo V, con los
grandes desplazamientos de tribus germánicas hacia el occidente de Europa con
la fecha destacada del destronamiento del último emperador romano de Occidente,
Rómulo Augústulo, por Odoacro (476). El final de la Edad Media se produciría
con la conquista turca (1453) de Constantinopla, la capital de los bizantinos
herederos de imperio romano de Oriente[ii].
1453 es significativo por datar el final de la guerra de los Cien Años y la
posible edición de imprenta de la Biblia por Gutenberg (1453-1455).
En España se
considera 1492 como la fecha clave de cambio de Edad Media a Edad Moderna por el
final de la guerra de Granada, el descubrimiento de un nuevo mundo como inicio
del imperio español en América y los cambios sociales que se producen con la
expulsión de los judíos[iii].
1492 fue, además, un año destacado para la lengua en castellano con la
publicación de la Gramática de la lengua
castellana de Antonio de Nebrija.
Tiempos de transición,
tiempos de mudanza, como el período visigótico que aparece en dos edades
distintas como materia de estudio. Al final de la historia antigua de la
Península Ibérica, dando inicio a la Edad Media con la entrada de musulmanes en
711, y por esa misma razón, en muchos manuales de historia medieval como el
inicio y, también, como fase de transición hacia la Alta Edad Media. El período
entre la fase final del imperio romano de occidente y el inicio de la invasión
musulmana se denomina Antigüedad Tardía. Un período de transición donde
disminuyen el tráfico comercial, pero que no desaparece, entre los territorios
del imperio romano. Un período de menor actividad, que no ruptura, que camina hacia
la Alta Edad Media según los registros arqueológicos[iv].
Buscamos tiempo y
carecemos de la consciencia de su pérdida, mientras tanto. El tiempo termina
siendo un vago recuerdo, un dato que queda en la memoria, corrompido, y que se
salva gracias a una de sus ciencias humanas, la historia, que administra y
ordena los datos y hechos sucedidos gracias a ciencias auxiliares como la
cronología.
Dickens, en fin,
empezaba algunas de sus obras con el tiempo como motivo literario o como apoyo
a la estructura narrativa. En Oliver
Twist con el “Erase una vez” (Once upon a time) y en Historia de dos ciudades con “Era el mejor de los tiempos, era el
peor de los tiempos” (It was the best of times, it was the worst of times).
¿Qué somos?
Briznas del tiempo.
¿De qué hablamos?
Del tiempo, el tiempo que haga falta. Tic, tac, tic, tac. El tiempo pasa.
1453 Constantinopla |
[i] CASADO
QUINTANILLA, B. (coord.): Tendencias
historiográficas actuales. Uned. Madrid. 2004. Páginas 24-27.
[ii] DONADO
VARA, J y ECHEVARRIA ARSUAGA, A.: La Edad
Media: siglos V-XII. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2009.
Páginas 27-28.
[iii] DONADO
VARA, J y ECHEVARRIA ARSUAGA, A.: Obra
citada. Página 28.
[iv] QUIROS
CASTILLO, J. A. y BENGOETXEA REMENTERÍA, B.:
Arqueología III. Arqueología Medieval y Posmedieval. Uned. Madrid. 2010.
Páginas 71-212.
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