Cultura y sociedad

El agua de La Alhambra y el Generalife


     Siempre me gustaron las excursiones que organizaba el colegio cuando llegaba la primavera. Nos llevaban en autobús a ver sitios de belleza que luego serían catalogados como parques, como las lagunas de Ruidera[i], que se encuentra entre Ciudad Real y Albacete, porque pasabas un día al aire libre, en otras ocupaciones, distintas a las habituales. Pero recuerdo, aún más, los viajes para ver monumentos históricos porque idealizaba los hechos que habían presenciado esas piedras.
     Siempre había tres sitios que parecían obligatorios por definitivos y maravillosos: El monasterio del Escorial[ii], la mezquita catedral de Córdoba[iii] y el conjunto de la Alhambra[iv] y el Generalife. Mi retina y mi memoria guardan los mejores recuerdos de las visitas a Granada, el antiguo reino nazarí.
     La arquitectura nazarí se caracterizaba por la profusión de las artes decorativas para uso ornamental. Unía una evolución de influencias de arte omeya, los reinos de taifas, almorávides y almohades, elaborando una continuidad del arte hispano musulmán y una relación con el arte mudéjar.
     Los edificios se construían con materiales pobres que eran ocultados con una brillante ornamentación. Era habitual la decoración vegetal elegante llamada ataurique, motivos de lacería y motivos epigráficos. También era usual la decoración geométrica (sebka), cerámicas, estucos y yesos que cubrían paredes con diferentes motivos ornamentales. Se utilizaba la columna de mármol de fuste cilíndrico fino de base ática y capitel de dos cuerpos con motivos ornamentados superpuestos. Recurrían al arco de medio punto peraltado y angrelado (intradós con lóbulos en forma de picos o dientes menudos). Empleaban bellas bóvedas de mocárabes.
Puerta de la Justicia- La Alhambra de Granada.
     La ciudad palacio de La Alhambra se encuentra sobre una de las colinas más elevadas de Granada. El guía iba explicando los distintos palacios que componen el conjunto monumental y la frondosidad y belleza de los jardines del Generalife.
     La Alhambra (del árabe Qal’a al-hamrâ, castillo rojo) fue una ciudad, fortaleza y palacio. Un recinto fortificado por veintitrés torres, comunicado por cuatro grandes puertas defensivas (adjunto foto de Puerta de la Justicia). En el conjunto se distinguen tres zonas: la alcazaba, el recinto palatino y una pequeña ciudad o medina.
     En el recinto palatino se distinguen dos zonas: Casa Real Vieja con el palacio o cuarto de Comares y el de Los Leones (siglo XIV); y Casa Real Nueva con el palacio de Carlos V de Machuca (siglo XVI). Según Torres Balbás, cada gobernante construía su propio palacio sin la pretensión de transcendencia eterna. Esto explica la existencia de diferentes palacios en el recinto nazarí, organizados en torno a un patio, en armonía con vegetación y agua.
    El Generalife (Jardín del Arquitecto) está en la colina Cerro del Sol, fuera de La Alhambra, un lugar de descanso que se conserva en buenas condiciones con algunas transformaciones. Su patio principal es la Acequia. Los jardines fueron concebidos como un idílico paraíso con la conjunción de agua, luz, color y vegetación. Tanto La Alhambra como el Generalife reciben el agua de la acequia Real[v].
        Al final de la visita guiada nos dirigían al palacio renacentista de Carlos I[vi], obra de Pedro Machuca, donde se podía hacer preguntas:
     - ¿Y cómo llegaba el agua de la acequia Real a La Alhambra y el Generalife?
     - Por el sistema de los vasos comunicantes.
Patio de Los Leones durante la reforma de 2012
     La acequia Real[vii] era un complejo sistema de conducciones que utilizaba, hace casi un milenio, la fuerza de la gravedad, el efecto de los vasos comunicantes, para conducir el agua hasta los altos del Generalife, situados a una cota de altitud de solo 50 metros por debajo de la presa original.
     Construyeron un pequeño azud (barrera que facilita el desvío de parte de un caudal para abastecimiento), que llamaron la Presa del Rey, un entramado de canales que recogía el agua a través de piedras talladas que la llevaban a los primeros canales de la acequia que recorre las laderas hacia la ciudad[viii].
     La conformación del conjunto nazarí está ligado al desarrollo del sistema hidráulico. A unos seis kilómetros arriba del río Darro va descendiendo, a cielo abierto, túneles y galerías, hasta la parte alta del Generalife, que surte, para atravesar, al final, la muralla con un acueducto, estableciendo en su curso sifones, partidores, norias, cauchiles y albercas, actores ocasionales de vasos comunicantes[ix].
     Según A. Bastante movía también un molino de harina y que fue necesario hacer nuevas captaciones por encima del Generalife y el Aljibe de las Lluvias con el aumento de las edificaciones, guarnición y población. El agua se almacenaba en estanques y aljibes[x].
     Por la teoría de los vasos comunicantes, dos recipientes distantes, unidos en su base por un nexo común pueden compartir o recibir agua, necesaria para la vida. Última o recientemente oigo: A esta persona, ni agua. O, a este le falta un agua, ya sea de inteligencia. O, tal vez, porque no le ayudaste cuando lo necesitaba. Con el agua, en definitiva, se pueden hacer muchos juegos de palabras. ¡Agua va! (tirar inmundicias). Bailar el agua (adular). Como el agua de mayo (buena). Hacer aguas (orinar o fracasar según contexto). Etc.
     Y, en el ínterin, el ser humano buscando, desde las antiguas civilizaciones próximo-orientales, hace más de seis mil años, o creando, canales de riego y bebida para convivir. Para establecer proyectos o vida como cantaban en Aguas de Marzo Tom Jobim y Elis Regina[xi] en la eclosión de la bosa nova durante los años setenta.
     ¡Aguador!


[v] GONZALEZ VICARIO, M. T. y OTROS.: Historia del arte de la Baja Edad Media. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2010. Páginas 231-242.
[x] BASTANTE, A.: Arqueología hidráulica: Arte e ingeniería en el desarrollo de la humanidad. http://www.telefonica.net/web2/agustinbastante/inicio.htm

El humanismo de Eneas y la idea de Europa


Eneas porta a Anquises-Rafael Sanzio

     Eneas fue un héroe mitológico troyano, hijo de Afrodita y Anquises, que, según Virgilio, fue antepasado de Rómulo y Remo, conectando de esta manera los orígenes de Roma con la divinidad[i]
     Abandonó la ciudad de Troya y en su periplo, tras pasar por Cartago, llegó al Lacio. Rafael Sanzio lo inmortalizó en los Museos Vaticanos y Bernini en la Galería Borghese, acompañado por su padre e hijo.
     En el siglo XV hubo un humanista italiano, Eneas Silvio Piccolomini (1405-1464), que alcanzó la dignidad papal como Pío II, 1458-1464. Vivió la conmoción que supuso en el mundo europeo la toma de Constantinopla en 1453 por Mehmet o Muhammad II, sultán del imperio turco, originarios de Anatolia donde tradicionalmente se ha situado la ciudad de Troya. Un nuevo poder había destruido el imperio bizantino, heredero del imperio romano de Oriente, y la ciudad de Constantino era dominada por un nuevo “troyano”. Pio II escribió su propia biografía y escogió su nombre por el epíteto pío que acompaña a Eneas en la obra de Virgilio[ii].
     Unos años después de su muerte salió a la luz una carta de Pío II a Mehmet II en la que le instaba a abandonar el islam y abrazar el cristianismo. Por la erudición del autor y el destinatario, la epístola ha sido objeto de múltiples estudios. Su posible datación se sitúa en 1461 y, por su profundidad, supera los límites de una carta para llegar a la consideración de estudio o tratado.
El rapto de Europa-Rubens
     Un asunto en el que parece haber consenso doctrinal es que no fue finalmente enviada a Mehmet II. Pero, del mismo modo, gozó de gran difusión a posteriori, y fue traducida a los principales idiomas europeos, entre ellos al español. La copia en español que tiene más reputación por el tipo de escritura y la calidad del traductor es la que está depositada en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid. Este copista si creyó el envío definitivo a su destinatario, y que, además, la leyó con atención y respeto. Eneas Silvio Piccolomini, Pio II, demostraba un profundo conocimiento de los fundamentos de la religión de Mahoma pues los detalla, negro sobre blanco, para luego refutarlos en comparación con la religión que el papa profesa. Para ello se cree que utilizó escritos sobre polémicas cristiano-musulmanas de humanistas como Nicolas de Cusa, Juan de Torquemada (no confundir con su sobrino Tomás), y, tal vez, Juan de Segovia.
      Pío II halagaba a Mehmet II con las virtudes que conseguiría al convertirse al cristianismo, pues sería una especie de primus inter pares entre los reinos conocidos. Sobre esta carta hay otra copia de peor calidad en la Biblioteca de Madrid. Y hay versiones menos conciliadoras como la existente en el British Museum: “A ti el sobervioso, comparado con Lucifer…”. Está datada en 1464, pocos meses antes de la muerte de Pío II[iii].
     Cuando fue elegido papa trató de aglutinar a los gobernantes occidentales ante la amenaza turca, pero, en la práctica, se confirmó la desunión y el desinterés de la Europa política, que vivía más pendiente del auge de las naciones estado de la modernidad que en la defensa común del continente. Lo que si se aprecia es una defensa de un modelo de civilización con la aparición del Humanismo y el Renacimiento junto a la defensa de la dimensión religiosa. La cruzada medieval se transforma en la lucha entre un modo de civilización europeo y lo que se considera, desde el punto de vista europeo, barbarie. Pío II pasa por ser uno de los humanistas precursores del europeísmo[iv].
      A Vasari (1511-1574) se atribuye la acuñación de la palabra Rinascita (renacimiento) y a Voltaire (1694-1778) denominar Renaissance al período de transición entre la Edad Media y la Modernidad como reproducción de lo antiguo junto con la renovación de algo creativo y novedoso. Un renacer ligado a intereses humanistas que proponían como ideal al hombre clásico, donde surge el espíritu de la filosofía moderna. Del teocentrismo medieval se pasaba al antropocentrismo moderno.
     Los factores que contribuyen al cambio de época fueron variados. Hubo acontecimientos culturales como el Concilio de Florencia-Ferrara de 1438 al que acudieron sabios bizantinos conocedores de la lengua y filosofía griegas que ellos compartían, o la inmigración de estos sabios a Italia tras la caída de Constantinopla en 1453, que produce un impulso del estudio de los textos griegos, puntal básico del desarrollo del Humanismo.
     Otro factor decisivo fue la aplicación de los descubrimientos científicos. La época de los descubrimientos geográficos y la búsqueda de nuevas rutas tras la caída de Constantinopla y el reparto del mundo por el tratado de Tordesillas se produjo gracias a los avances en la cartografía, las técnicas de navegación y el empleo de la brújula.
     El control del uso de la pólvora fortaleció al poder real frente al feudalismo nobiliario. La revolución científica que se produce con el siglo XVI configuró una imagen heliocéntrica del universo y unas nuevas formas de investigación física con las aportaciones de Galileo, Kleper y Newton, que influiría también en disciplinas filosóficas. La aparición de la imprenta favoreció la expansión cultural con el acceso a los clásicos por los humanistas, y a la difusión de los textos bíblicos por todos los reformadores religiosos[v].
     Estos reformadores se harán más visibles a partir de Lutero en 1517, con la reforma inglesa (1531) que proclama a Enrique VIII jefe de la iglesia anglicana, y a la creación de la compañía de Jesús (1539) como preludio del Concilio de Trento[vi].
     Política y socialmente, se consolidan los estados nacionales y las monarquías absolutas, surgen las burguesías urbanas y se desarrolla el capitalismo comercial.
           Decía Miguel Batllori que la existencia del Renacimiento en España tuvo unas características intrínsecas y cronológicas, comunes a otros renacimientos europeos como el retorno al clasicismo como forma de cultura, un sentido de resurgimiento político y un aliento juvenil del ser humano. Consideraba que no fue una fractura total con el Medievo, sino una superación sobre nuevos postulados. La fractura fue menos violenta como se aprecia en el gusto por lo popular en el romancero popular y medieval, en humanistas como Santillana, Nebrija, Fernando de Rojas, Juan Valdés, y el Brocense. Paralelo al renacimiento literario surge un renacimiento filosófico, científico, teológico y místico, que no abandona definitivamente la concepción cristiana medieval, pero presenta caracteres nuevos como la independencia de pensamiento, una reacción al formalismo de la última escolástica, una sed de alcanzar las fuentes más genuinas, un interés por la pedagogía, las ciencias naturales y la perfección de la forma, tanto en latín como en castellano[vii].
     Es esta perfección de la lengua castellana, evolucionando del latín, la que se impone en la península, sustituyendo en el Mediterráneo al catalán, y será la nueva lengua de las tierras que se descubran en el Occidente. Esta primera unidad de pensamiento se busca fuera de España, en concreto en Roma, y por obra de dos personalidades: el embajador de Juan II de Castilla en Nápoles ante Alfonso de Aragón, Fernando de Córdoba (1423-1486), escolástico en doctrina y erudición, que escribe obras platónicas de cuño renacentista y obras de búsqueda de unidad de pensamiento. Y hay otra gran personalidad: Antonio de Nebrija (1442-1522). Por su gramática latina (1492), sus comentarios de autores clásicos, su tratado pedagógico, y su pensamiento sobre la lengua castellana como compañera del imperio (1492) en los albores de su difusión mundial[viii] con la paulatina conversión en español.


[i] MARTÍNEZ DE LA TORRE, C., GONZÁLEZ VICARIO, M.T., y ALZAGA RUIZ, A.: Mitología Clásica e Iconografía Cristiana. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2010. Páginas 126-127.
[ii] DONADO VARA, J., ECHEVARRÍA ARSUAGA, A. y BARQUERO GOÑI, C.: La Edad Media: Siglos XIII-XV. Editorial universitaria Ramón Areces. Madrid. 2009. Páginas 214 y 259. 
[iii] GONZÁLEZ CASTRILLO, R.: La epístola de Pio II a Mehmet II en versión castellana. Anaquel de estudios árabes II. 2000. Páginas 333-338.
[iv] GINZO FERNÁNDEZ, A.: Eneas Silvio Piccolomini (Pío II) y su concepción de Europa. Anales del seminario de historia de la filosofía. Vol. 28. (2011). Aceptado 28-01-2010. Páginas 71-100.  
[v] Entiendo por reformador tanto iglesias protestantes como los concilios de la iglesia católica.
[vi] SÁNCHEZ MECA, D.: Historia de la filosofía moderna y contemporánea. Dykinson. Madrid. 2010. Páginas 14-16.
[vii] BATLLORI, M.: Humanismo y Renacimiento. Ariel. Barcelona. 1987. Páginas 43-44.
[viii] BATLLORI, M.: Obra citada. Páginas 46-48.

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