Para contextualizar las relaciones entre José
Bergamín y Manuel de Falla reproducimos unas declaraciones de André Gide
sobre Bergamín a finales de 1938:
«El comunismo está flaqueando, lo que
restituye al cristianismo su alcance revolucionario. El catolicismo traiciona o
bien se vuelve conservador. Conservador, ¿de qué, Cristo y Señor? De títulos,
de fortunas, de privilegios. La tradición no tiene nada que ver allí. Importa
legar el espíritu, no “la letra que mata”. Nunca dudé de que algunos católicos
lo sintieran. Pero, hoy, parece que la Iglesia misma lo comprende, que ha
empezado a comprenderlo. Algunos (entre ellos Péguy, primero, luego Maritain, Marcel,
Mauriac, Berdiaeff, Bergamín) ayudaron mucho para que así fuera.»
Este texto es recogido por Luis Campodónico el 25 de julio de 1968,
quien relata que la mención de Bergamín se hace en el momento que ocupa la
agregaduría cultural de la Embajada de España en Francia. Era considerado como
uno de los católicos que intentaba que la Iglesia rompiera con su pasado. Tres
años antes había roto con otro católico, Manuel de Falla, por los mismos
motivos por los que era elogiado por Gide, según Campodónico, quien escribe con
el conocimiento del Concilio Vaticano II y la encíclica Populorum Progressio.
Vamos a utilizar a Campodónico, a Nigel
Dennis y a Fernando García deCortázar.
Hay una expresión coloquial que manifiesta el firme
propósito de no volver a entender en un asunto o de no tratar más con alguien: Cruz
y raya.
Pero Cruz y raya fue una revista
que representó los valores de un catolicismo crítico durante la II República,
con personalidades tan relevantes como Manuel de Falla y José Bergamín. La revista
de afirmación y negación surgía en momentos de crisis general de la civilización
europea. Hitler llegaba al poder con la amenaza de la destrucción de valores
occidentales. Los editores de la revista buscaron respuesta a esa crisis espiritual
debido a que los periodos históricos de crisis están llenos de inseguridades y
fanatismos, según García de Cortázar. Surgen las utopías políticas que aportan
esperanzas desmedidas y desesperanzas inconsolables.
Cruz y Raya tuvo esa sustancia rebelde
y angustiada, buscando una respuesta a la crisis espiritual de aquellos años
con un severo afán de totalidad. La revista estimulaba la publicación de cualquier
registro literario: Cántico de Guillén, comentarios de la filosofía de Ortega
por María Zambrano o de Falla sobre Wagner.
Falla y Bergamín reivindicaban, según
García de Cortázar, que la respuesta a la crisis del humanismo europeo debía
proceder de la reivindicación de la espiritualidad católica, que, a su vez,
ponía en tensión el sentido mismo de lo español o España. El catolicismo debía
ser inspiración para una lectura total de la crisis, sin mediación
institucional alguna; una revista abierta, libre e independiente. Su límite, la
definición esencial del espíritu: su nombre, Cristo.
Una visión integradora que producía casos
de contradicción. Por las diversas trayectorias políticas de sus redactores. La
lectura de sus treinta y nueve números rezuma una incoherencia editora. Sin
embargo, Cruz y Raya unió en algo a quienes en ella escribieron: la
voluntad en la resolución espiritual de la crisis de Occidente con la
participación española. Para una refundación moral de Europa.
Campodónico nos muestra un
Manuel de Falla extremadamente delgado, sombra de si mismo, en 1935. En 1913
contrajo sífilis en París y desde entonces es un asceta pétreo, benévolo para
los demás y severo consigo mismo. Parece también apocado, temeroso de Dios y
resentido ante el sexo.
La versión que nos ofrece de la relación
entre Falla y Bergamín en Cruz y Raya es que fue breve y equívoca. En 1933 Falla
pasa largas temporadas enfermo. Aunque reside en Granada, viaja a Palma de Mallorca
para encontrar una paz que no encuentra. Para Falla, Bergamín parece una
persona inquietante, de un catolicismo distinto al suyo, más tentado e incierto.
Tienen, según Campodónico, una visión
distinta de la República. A Falla le preocupa el ateísmo oficial del
nuevo gobierno. A Bergamín le atrae el ímpetu cultural, la oportunidad de
obrar, el que sea posible un renacimiento.
Las cartas de Falla a Bergamín muestran un
lento y perceptible rechazo al desempeño de la revista. Empieza a no desear la
responsabilidad de su publicación, primero, como editor, y, al final, como uno
de sus fundadores.
En mayo de 1933, Falla, solicita que deje
de aparecer como editor y únicamente como colaborador, coincidiendo con la
publicación suya. En ese primer número empieza sus críticas, pero celebra como
magistral el artículo de Bergamín, aunque difícil de comprender para personas
de lectura superficial.
Hay una carta de Falla a Bergamín,
4-11-1933, critica a Bergamín por su ensayo publicado en Cruz y Raya
porque señala en el Cristo de Velázquez cierta luminosidad diabólica,
y él ve que su contemplación ha elevado las almas a Dios, prueba que no admite
engaño.
El 20 de enero de 1934, como había recibido
una circular enviada a los editores de Cruz y Raya, se queja de ello, de nuevo,
y vuelve a su solicitud de baja como editor y quedar como fundador.
La publicación que colma la paciencia de Falla
fue El Aviso, a principios de 1935. Lleva de subtítulo de
escarmentados del año que se acaba. Está ilustrada por Benjamín Palencia,
con inspiración surrealista y ordenados caprichosamente, según Bergamín.
Falla sufrió una conmoción, según Campodónico. Las cartas que enviaba a
Bergamín estaban encabezadas por la palabra PAX, la carta de 16 de
febrero de 1935 ya no la lleva. Las sucesivas cartas muestran reproches hasta
la ruptura. El espíritu sutil y lúcido, a ratos jesuítico y a ratos satánico de
Bergamín, no conmovió nunca profundamente la concepción nuclear de Falla. Sus
relaciones estaban condenadas a romperse. Un Falla torturado, con sus provisionales
soluciones beatas, veía el ímpetu o la alegre tristeza de Bergamín en su
quehacer como algo irritante. No se volvieron a escribir ni siquiera en sus
exilios de Argentina, Falla, y de México, Bergamín. Nadie tuvo la culpa, pero
nadie dialogó.
La visión que nos ofrece Nigel Dennis es más completa. En las cartas
anteriores a 1926, Bergamín muestra una gran admiración por Manuel de Falla, artística
y espiritualmente. Dennis cree que la admiración era comparable a la que sentía
por Unamuno. Le remitía obras recién escritas, incluso desconocidas por no
publicarse en ese momento, como Don Lindo de Almería. El grupo de cartas de la época de Cruz
y Raya, creada en 1933 y desparecida al comenzar la guerra en 1936, ponen
de manifiesto los postulados de la revista. Debido a la admiración que siente
por Falla, Bergamín habla con una gran sinceridad. Las cartas de Falla con
otros fundadores de la revista, Alfonso García Valdecasas, sirven para aclarar
las discrepancias con el director. Y entre los papeles de Falla se encuentra el
borrador de la declaración de principios que inspira la publicación, el interés
del escritor por conseguir su consejo o bendición, que nos ayuda a percibir la
aportación de Falla a la revista.
Los miembros de la generación del 27
manifestaron su devoción por Manuel de Falla. Tanto individual, como Bergamín,
como colectivo. Las cartas enviadas por Bergamín se han podido rescatar, el
archivo epistolar de Bergamín se ha perdido en su mayoría. Y las cartas de
Bergamín son transparentes, como repite Dennis.
Las cartas enviadas por Bergamín han
constituido un interés histórico extraordinario por la atención dedicada a Cruz
y Raya. A sus orígenes, su administración y su organización. Con la revista
alcanzó Bergamín su punto culminante como intelectual y escritor antes de 1936.
La última carta de Bergamín a Falla, el 4
de septiembre de 1935, alude a la orientación fundamental que Bergamín ha
procurado dar a Cruz y Raya, como a las publicaciones de Ediciones
del Árbol, y pone de relieve las diferencias de temperamento y sensibilidad
de entre Falla y Bergamín, según Dennis, al igual que señalaba antes Campodónico.
La diferencia es la manifiesta admiración de Bergamín por Falla, la búsqueda de
su consejo.
Es claro que la ruptura definitiva se
empieza a producir con la publicación de El Aviso en el Almanaque,
a principios de 1935, con estas palabras de Falla:
Con afecto que mucho me honra, usted me ha
pedido repetidas veces que le hable con toda claridad, y así voy a hacerlo. En
conjunto, el Almanaque me parece monstruoso… Usted no se habrá dado cuenta…
además, no me sorprende excesivamente dada la “marcha” seguida por la revista
en los últimos tiempos… dado el punto a que las cosas han llegado y dada
también la falta de exacto juicio… yo no puedo seguir compartiendo la
responsabilidad de la revista aunque…sólo ostentamos… el título de
fundadores…Siendo sincerísima la amistad que le profeso, le escribo con pena
por el disgusto que pueda ocasionarle, pero la conciencia así me lo exige…
Bergamín le contesta prontamente:
En este aviso mío… puse, con más empeño
que nunca, mi propósito de siempre, de ir penetrando en el ánimo… del lector
español, con las palabras más hondas y verdaderas de nuestra fe, sin que… en
este espectáculo de la vida humana se le ofrece, se aperciba casi de la
intención piadosa, compasiva, caritativa, cristiana, que le penetra. Y para
ello, tomé por el camino más corto: el de la belleza, el de la poesía. No sé si
habré sabido lograrlo. V. cree que no. Y es un gran dolor para mi esta opinión
suya… Monstruo, sí lo hay en él; pero “monstruo en su laberinto”. Es un sueño
de la vida y del mundo en que V. puede encontrar el espejo y el enigma con que
los cristianos, desde la palabra de San Pablo, nos lo explicamos todo…
En 1935, como se ha comentado, la
enfermedad vuelve a Falla y no vuelve a escribir a Bergamín hasta el mes de
agosto de 1935, sobresaltado por la publicación de Ars Amandi de Ovidio,
en las Ediciones del Árbol:
Claro está que yo no soy, ni quiero ser
un “censor” … ¿Vd. puede realmente pensar que al Papa Pío IX le había de
“complacer” el hecho de que un periódico que obedeciese a esa limpia
inspiración publicase el “Arte de amar” de Ovidio…
La contestación de Bergamín aborda el tema
de El Aviso e ilumina el sentido profundo de Cruz y Raya. Su sensibilidad
religiosa, su capacidad creativa y su visión de la realidad espiritual española
es vista por Falla como demasiado radical e independiente, como poco dócil y
ortodoxo:
Dos afirmaciones recojo de su carta
para aclararle…” Arte de amar” de Ovidio…Otra, las “mezclas detonantes” del
“Aviso”. Son cosas muy distintas a primera vista…
…Una obra de poesía clásica…tiene,
efectivamente, un choque violento en su realismo o naturalismo aparente con el
espiritualismo cristiano… gracias al cristianismo, a la actuación histórica
civilizadora, cultural, de la Iglesia católica de Cristo, como se nos vino a
las manos desprovista de tan exclusiva interpretación; como, ahora, para
nuestra sensibilidad, tiene un valor moral, educativo, de pura, prístina
emoción estética o creadora, de poesía, de transcendencia espiritual en
definitiva…este valor moral del paganismo en sus obras de creación, de poesía,
de belleza, ha sido siempre reconocido, con personal valor moral en la Iglesia…
Precisamente la falta de educación humanística nos viene acarreando no poco
daño en la hoy terrible insensibilidad estética y moral y religiosa de esa
enorme masa de católicos ignorantes, en España…Por eso, desde un primer momento
evoqué en la revista y en sus ediciones los grandes nombres significativos, por
españoles, para nosotros, de esa auténtica tradición moral de independencia de
los valore morales dentro de la Iglesia…Un editor o un escritor católico puede,
y hasta, en mi sentir, debe, utilizar para su difusión o comentario los textos
clásicos del paganismo…continuar la buena tradición católica. Y más en España…
… Yo no creo que hay que perseguir al
pecador por el pecado sino al pecado por el pecador. Al hombre tristemente
carnal que somos…hay que lograr no tanto la evitación…del pecado como la
conciencia de cometerlo, el arrepentimiento del pecador. Por eso creo que no
debe disimularse, entorpecerse…la verdad de la carne, con toda su belleza viva,
con toda su tristeza mortal.
Y la poesía clásica amorosa…es una
magnifica educadora moral en ese sentido.
… Ya sé, querido y
admirado, venerado amigo, que esta lucha de que dejé acaso demasiado rastro
impersonal en mi AVISO, es lucha personal de cada uno consigo. Y la única
disculpa que tengo…es contagiar a los indiferentes de esta inquietud espiritual
que creo indispensable para todos… Y para todos lo hice todo para de todos los
modos salvar alguno. Y en este sentido, por esta razón, también se hace así la
Revista misma.
Pero yo, yo, ese yo- mi único enemigo
verdadero- corro, a veces, como sin saber adónde y lucho como quien azota el
aire…
Y V. amigo mío, con sus cariñosos
reproches me ayuda a ello, tomando como a V. corresponde, la parte de Dios.
Gracias, le repito. Y mientras con la ayuda de Dios, me defenderé de mí mismo,
que es lo que hago con todo lo que hago con todo lo que hago, también con esta
carta.
Otras cosas quisiera decirle; pero ya lo
que va es demasiado y no quiero abusar de su paciencia. Con el tiempo le
explicaré más; y sin traicionar mi veracidad con falsa modestia, alguno y
algunos de los resultados favorables que he conseguido con tanto empeño.
La carta ha sido extractada por quienes
escribimos estas palabras sobre los distintos cristianos católicos de la II
República que publicaron una de las revistas culturales más importantes de este
tiempo. Que publicó el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de García Lorca, con
ilustraciones de José Caballero; que homenajeó a Ramón y Cajal en el primer
aniversario de su fallecimiento con traducciones de Von Lenhossék, porque no
consiguió unas palabras de alguno de sus colaboradores españoles. O donde
alternaban artículos de Santa Catalina de Siena con otro del arabista García
Gómez, donde escribe de Aben Guzmán y/o el zéjel.
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