Publicado 27-12-2024 23:24
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Fraga y Carrillo. Viquipedia. |
En su "Epílogo (enero de 1978)" a Historia
de España, Pierre Vilar relataba como, cuando habían pasado dos años de la muerte
de Franco, se había producido una transformación política en el sentido
liberal, sin revolución, y con otro equipo. Un cambio de algo más que únicamente personas.
El 3 de julio de 1976 el rey Juan Carlos había designado a un joven político poco conocido, que había sido secretario general del Movimiento. Sin embargo, rápidamente anunció una reforma política real, una amnistía y unas elecciones.
Votada por las Cortes franquistas, la reforma
previó la elección de unas Cortes Constituyentes, con una fracción de senadores
por designación real (40). La reforma se sometió a referéndum el 15 de
diciembre de 1976. La oposición al régimen se opuso. Pero, como cuenta Vilar,
¿cómo oponerse a unas elecciones libres?
Con 23% de abstención, un 94% dijo que sí.
Vilar acababa su epílogo diciendo: “Se inicia una nueva batalla, parecida-
demasiado parecida- a las de 1931, 1934 y 1936. Afortunadamente, la historia
nunca se repite.”[1]
Las cosas no fueron igual. Una nueva
constitución fue aprobada por el Congreso de los Diputados en julio de 1978 por
una gran mayoría en la que se incluía a personas tan distintas como Manuel
Fraga y Santiago Carrillo.
Fraga había presentado a Carrillo en uno
de los cenáculos más elitistas de la capital, el Club Siglo XXI. La expectación
y el lleno fueron al unísono abarrotando la conferencia: “Aquí estamos Santiago
Carrillo y yo. Él, como conferenciante; yo, como directivo del Club, que ha
recibido el honroso, aunque difícil, encargo de hacer su presentación”
Dos mil personas se frotaban los ojos.
Aplaudieron a Fraga que dijo “una cosa es ser antimarxista y otra negar la
palabra a personas que nos interesa saber lo que piensan”. Ambos protagonistas
llegaron casi al mismo tiempo. Sonreían ante el público mientras se
fotografiaban con el director del Club.
No necesito poner a Dios por testigo, dijo
Fraga, de que la distancia entre Alianza Popular y el Partido Comunista es muy
grande, ni necesito recordar en qué consiste. Carrillo y él eran hijos de las
tierras que rompen entre el Cantábrico y el Atlántico: un pobre campesino
gallego que llegó a alcalde de Villalba y un obrero asturiano que fue
viceministro durante la República. Se habían dicho de todo en la campaña de
junio de 1977. Pero ahí estaba Fraga presentando a un comunista de pura cepa.
Y así empezó Carrillo. Y continuó con el latiguillo de mucho cuidado que
había pronunciado el gallego. Le llamó exagerado, pero se sentía halagado. Estuvo
moderado y burlón: El 15 de junio no se había votado una transformación socialista
de la sociedad, sí un cambio democrático: “respetamos fielmente el fallo
popular”.
Manifestó que los comunistas habían
superado la tesis de la dictadura del proletariado, que buscaban un estado
democrático laico, sin filosofía oficial, descentralizado, con respeto al
pluralismo en todos sus sentidos.
En el turno de preguntas respondió sobre
que a quién apoyaría en caso de guerra entre soviéticos y americanos: que no
tendríamos tiempo porque decidirían las explosiones nucleares.
Honró el civismo de los asistentes a la
conferencia al escuchar a un señor que está en las antípodas de la mayoría de
los asistentes. Y honró la actitud de Fraga, que seguramente afrontaría críticas
por presentarlo en el Club Siglo XXI.
Carrillo quería demostrar que el
eurocomunismo no era un recurso táctico. El título de su conferencia era “Eurocomunismo
y Estado”. Fraga había propuesto allanar el camino manifestando que era inútil
mirar hacia atrás en la biografía de las dos personas protagonistas. Elogiaba
el presente con la presentación del conferenciante y sus libros.
Carrillo se sentía producto de una España
atormentada que necesitaba serenidad y responsabilidad, mucha responsabilidad.
El diálogo debía sustituir a los fusiles. Su propuesta eurocomunista iba en la
dirección de la transformación social mediante una vía democrática, conservando
esa democracia, sus libertades, los derechos humanos, como valores inalienables
y permanentes. Por eso habían firmado Los Pactos de la Moncloa.
Algunos miembros, los más derechistas, dimitieron
del Club al saber que Carrillo intervendría: Gonzalo Fernández de la Mora, Juan
García Carrés, Torcuato Luca de Tena, Pablo Garnica o Lucas María de Oriol.
Asistieron al acto el entonces embajador
soviético, señor Bogomolov, y antiguos ministros como Ruiz Giménez y Robles
Piquer.
La crónica fue recogida por la prensa. No
así la televisión, para disgusto de Guerrero Burgos, director del Club, quien se
molestó por la actitud de Rafael Anson, director de Televisión Española, sobre la información ofrecida.
Se dio otra circunstancia llamativa, el trabajo de grandes periodistas del futuro, ya como un presente: La crónica de ABC de 28 de octubre de 1977 fue firmada Pedro J. Ramírez, unos años antes de ser director de Diario 16 y fundar a finales de los años ochenta El Mundo, y, en este siglo, El Español. La crónica de EL PAÍS fue firmada por Francisco Gor, uno de los fundadores del diario de Miguel Yuste y editorialista durante muchos años del mismo[2].
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Desconocía la presentación que hizo Fraga de Carrillo y la aparente sintonía entre ambos. Desde luego que si no hubiera habido ese acercamiento no habría resultado posible llevar adelante la Reforma política. Muchas gracias por describir al detalle una parte de de los acontecimientos que rodearon la transición democrática, una época tan decisiva en la Historia de España.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Buenos días, Marcos: Esa sintonía era el llamado consenso de las fuerzas políticas, labrado a fuego lento años antes, que hizo posible la primera constitución política que fue aprobada por unas cámaras y el posterior referéndum ciudadano. Ninguna constitución anterior lo había sido. Saludos cordiales.
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