Foto: 'LAS VOCES DE LA DEMOCRACIA' |
De los siete padres fundadores de los Estados Unidos, cuatro llegaron a presidentes: George Washington, John Adams, Thomas Jefferson y James Madison. Y dos, al Monte Rushmore: Washington y Jefferson.
Padres Fundadores porque participaron en una de las revoluciones atlánticas, las de las Trece Colonias, y en la firma de la Declaración de Independencia o, bien, en la elaboración o escritura de la Constitución de los Estados Unidos.
En el Monte Rushmore se desarrolla la parte final de Con la muerte en los talones (North by Northwest, 1959). Los protagonistas huyen de sus perseguidores desde Abraham Lincoln y Theodore Roosevelt hacia Jefferson y Washington, buscando la defensa en los padres fundadores y, al mismo tiempo, poniendo en peligro el corazón de la nación simbolizada en las duras rocas esculpidas de Dakota del Sur. Y agarrados a una roca se salvan. Parece que el sueño americano de un hombre de clase media era/es jugarse la vida por su país y por la mujer que ama, saliendo sano y salvo.
Junto a los riesgos que corrieron los Padres Fundadores, ochenta y siete años después, Abraham Lincoln tuvo que afrontar los peligros de una secesión con una guerra civil, donde demostró una habilidad política especial y un don de palabra superlativo, cuyo exponente más conocido es El discurso de Gettysburg, el 19 de noviembre de 1863.
Admirador de los Padres Fundadores, sitúa el origen de la nación americana en la Declaración de Independencia, creando las bases de los modernos Estados Unidos, basados en la defensa de los derechos constitucionales que impidieron la escisión del país en dos. Y lo hace proclamando la libertad, la igualdad y el gobierno del pueblo.
Casi trescientas palabras para llegar hasta este párrafo.
Y Lincoln sintetizó en trescientas palabras que su nación había nacido en libertad, donde todos los ciudadanos eran iguales. Que por esa misma libertad, debían honrar a los que luchan por mantenerla. Que los muertos habían honrado el campo, la nación, dando su vida por su existencia. Y que los que sobreviviesen, debían continuar y acabar la labor de los que perecieron siendo dignos, y demostrando que no desaparecieron en vano para que la nación pudiera perdurar, conociendo siempre la libertad y el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, sin que desapareciese de la Tierra.
Hasta Lincoln, la defensa más conocida de los ideales democráticos había sido pronunciada por Pericles y su Discurso Fúnebre. Pericles alababa la ciudad y sistema político ateniense junto al carácter y forma de comportamiento de sus habitantes, lo que se mostraba en los guerreros fallecidos. Es un texto cinco veces más extenso. Se apela al ideal humano dentro de la vida en sociedad para honrar a los muertos. Lincoln apela a los derechos individuales porque la nación la forman los ciudadanos por encima de la ciudad donde vivan.
A continuación, el discurso de Gettysburg:
“Hace ochenta y siete años nuestros padres dieron vida en este continente una nueva nación concebida sobre la base de la libertad y obediente al principio de que todos los hombres nacen iguales.
Ahora nos hallamos empeñados en una dura guerra civil que decidirá si esta o cualquier otra nación así concebida puede o no subsistir mucho tiempo. Estamos reunidos en uno de los campos de guerra donde se ha librado esta contienda. Hemos venido aquí para dedicar una parte de este campo como lugar de reposo eterno de los que dieron sus vidas para que subsista nuestra nación. Es muy natural y muy justo que así lo hagamos.
Pero, en un sentido más amplio, hablando con toda exactitud, no somos nosotros quienes pueden consagrar, dedicar y bendecir este campo ya bendito. Son los mismos soldados heroicos que lucharon en él- así los caídos como los sobrevivientes- quienes ya lo han consagrado con su conducta mucho mejor que pudiéramos hacerlo nosotros.
Nuestra pobre aportación nada puede añadir o quitar. El mundo no hará gran caso de lo que aquí digamos, ni retendrá por mucho tiempo la memoria del homenaje nuestro. Pero, en cambio, jamás podrá olvidar lo que hicieron los bravos soldados que se batieron aquí, en Gettysburg.
Nosotros, los que vivimos, tenemos la obligación sagrada de continuar y terminar noblemente la obra que comenzaron los que aquí sucumbieron.
Ahora nos corresponde a nosotros dedicarnos por entero a la gran empresa que todavía está inconclusa, para que seamos dignos de los venerados muertos, para que tomemos de ellos la misma devoción a la causa por la que dieron la suprema prueba de afecto, para demostrar que no entregaron en vano sus vidas, que nuestra nación, colocada bajo el amparo de Dios, conocerá siempre la libertad tras este nuevo bautismo de sangre, y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, jamás desaparezca de la Tierra.”
Lo bueno, si breve, dos veces bueno.
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Para saber más:
- LARIO, A. (coord.): Historia Contemporánea Universal. Del surgimiento del estado contemporáneo a la Primera Guerra Mundial. Alianza Editorial. Madrid. 2011.
- MALAMUD, C.: Historia de América. Alianza Editorial. Madrid. 2010.
- MARTÍNEZ, J. (coord.): Historia Contemporánea. Tirant Lo Blanch. Valencia. 2006.
-MONTERO, I.: Abraham Lincoln. Editorial Labor y Editorial Folio. L'Hospitalet. 1991. Edición de 2004.
- RODRÍGUEZ ADRADOS, F.: La Democracia Ateniense. Alianza Universidad. Madrid. 1980.
- El diario El Mundo publicó en 2008 una serie de discursos de políticos a lo largo de la historia con el nombre de Las voces de la Democracia. Así hablan los grandes políticos. El número 4 estaba dedicado a Abraham Lincoln y el 24 a Pericles. Formato papel.
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