"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

El sueño hollywoodense de Bergamín

      

La Odisea

     Tras el ataque japonés en diciembre de 1941, la industria americana del cine no fue ajena al resto de la economía americana que se había puesto a disposición de su país para el esfuerzo bélico. El cine de acción se transformó, cambiando el cine negro de gánsteres por el del soldado heroico que lucha en distintos parajes geográficos en defensa del orgullo americano, con las barras y estrellas de la bandera como estandarte.

     Cineastas como Frank Capra alcanzaron el grado de coronel y colaboraron con el Departamento de Guerra en el documental Why We Flight (Por qué volamos). John Ford fue movilizado con el grado de comandante colaborando con la Marina de Guerra americana. El grueso de la producción cinematográfica giró hacia historias donde la combatividad propia junto a la de los aliados se resaltaba[1] y premiaba en los Óscar. Así ocurrió con La Señora Miniver(1942, W. Wyler, seis premios Óscar) o El Sargento York (1941, H. Hawks, Óscar a Gary Cooper en 1942).


     En este ambiente bélico hubo españoles que intentaron encontrar un hueco en la industria americana del cine. Entre ellos, José Bergamín, miembro de la generación del 27, que en 1942 se encontraba en México atravesando ciertas dificultades por el estancamiento del proyecto editorial Séneca durante su exilio de España tras la Guerra Civil.

     Bergamín estuvo manteniendo correspondencia con el poeta Humberto Rivas sobre la posibilidad de adaptar al cine americano un guion propio e introducirse en Hollywood. Había escrito una comedia titulada Penélope o ¿cuál de las tres?, la cual pensaba adaptar al cine con el futurible nombre de El último rincón del mundo o La vuelta del héroe. En palabras de Bergamín, era una Penélope moderna que había perdido a su marido en la Primera Guerra Mundial y ahora veía marchar a Telémaco a la Segunda. La historia se complicaba con tres hijas que se negaban a tejer y destejer a la espera de la vuelta del joven soldado para mantener el fuego sagrado del hogar y la esperanza de la supervivencia[2]. Cuando el héroe regresa, el fuego se había apagado, la madre muerta y, solo al final, una de las hijas conseguía empalmar el hilo roto. Es, como se aprecia, una mezcla de mito homérico de La odisea con recuerdos de El Rey Lear de Shakespeare.

Rey Lear

     Bergamín fue gran aficionado a Calderón. Especialmente a La vida es sueño y su protagonista Segismundo. Y las posibilidades de introducirse en el mundo del cine americano fue eso, un sueño, con vagas esperanzas de Humberto Rivas, quie era algo ingenuo y aficionado a la literatura de Bergamín, pero que, en ese momento bélico, no encajaba con los gustos americanos.

     Como ha señalado Dennis, Bergamín no tuvo ningún proyecto cinematográfico en la industria mexicana y su aportación al cine se remitió a dar alguna idea, y el nombre, de la película de Buñuel El ángel exterminador, y, además, un papel fugaz en El fantasma de la libertad, años después[3].

     La correspondencia con Rivas se inserta en el mantenimiento de la esperanza en un futuro mejor de dos exiliados que ven el sueño americano como una luz en la oscuridad; como ilusión, no como realidad.

     Bergamín transmitió a Pedro Salinas, en otra carta en esas fechas, el carácter de salvavidas del proyecto de guion cinematográfico[4]. 

     Bergamín había escrito sobre cine en La Gaceta Literaria acerca del cómico Harold Lloyd hacia 1930, y había participado activamente en las sesiones del Cineclub Español de la Residencia de Estudiantes.

     Formó parte, como anécdota final, del dibujo de Maruja Mallo Los ojos de Buñuel sobre la mesa, custodiados por Rafael Alberti, José Bergamín, Federico García Lorca, la Virgen del Pilar y Pablo Neruda. El ojo como asunto cinematográfico.

     El tema del ojo estuvo presente en la generación del 27. Se vio en El perro andaluz. Tenía origen en El viaje a la Luna de Méliès[5], El acorazado Potemkin de Eisenstein[6], y en las miradas al cielo nocturno de Buñuel y Pepín Bello al observar como una nube cortaba la Luna como una navaja[7].

 


    



[1] GUBERN, R.: Historia del cine. Anagrama. Barcelona. 2014. Páginas 297-302.

[2] DENNIS, N.: José Bergamín en sus cartas. Centro cultural de la generación del 27. Málaga. 2011. 174 páginas. Consultado en sala biblioteca Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías, 3-11-2022.

[3] DENNIS, N.: Obra citada. Página 139.

[4] DENNIS, N.: José Bergamín sueña con Hollywood desde su exilio en la ciudad de México (correspondencia inédita con Humberto Rivas). Exils et migrations ibériques au XXe siècle. Nº 6. 1999. Páginas 259-277.

[5] El cohete aterriza en un ojo lunar

[6] Un culatazo golpea un ojo.

[7] GUBERN, R.: Proyector de Luna. La generación del 27 y el cine. Anagrama. Barcelona. 1999. 505 páginas.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La marea humana

              Cuando intentó entrar a la catedral, desistió. No por falta de fe, ni por la hora tardía, ni por el frío interior, ni el calor...