Cultura y sociedad

Adiós, Mindanao, adiós, Mindoro_1

Manila. 1934. Wikimedia

 

 Adiós

Adiós, islas malayas, bizarría

y capricho del mar, lujo del moro,

playas de Mindanao y de Mindoro,

bajo las palmas que el aire mecía.


Bronces humanos, siempre en melodía

de escorzo, aladas danzas, meteoro

de flamigero ritmo y krises de oro

y núbiles doncellas de Oceanía.


Adiós, volcanes de abrasadas minas,

alzando erectos, vírgenes, sus pechos

y sus lagos que sueñan con las nieves.


Adiós, puestas de sol en los estrechos,

laberinto de fuego, islas divinas,

Sabang, penang, Panay, Bali, Celebes. (Gerardo Diego).

 

     En 1934, el gobierno de la II República envía en misión diplomática a dos intelectuales españoles a Filipinas. El científico Julio Palacios y el escritor Gerardo Diego se encargaron de transmitir la simpatía y el afecto de España a Filipinas en su proceso de independencia de los Estados Unidos. España había mantenido una estrecha relación con Filipinas durante tres siglos. Ahora que profundizamos en la literatura de viajes de filipinos y cubanos en la lengua común, analizaremos algunas ideas sobre este especial viaje.

     La guerra para independizarse de España había comenzado en Filipinas en 1896. Pretendían los filipinos conseguir una mayor igualdad, libertades y derechos políticos, sociales y económicos. Los ilustrados y la burguesía de negocios del archipiélago consiguieron recabar el apoyo de las clases populares ante el descontento por abusos de los representantes de la administración española. En el descontento influía también el trato desigual y la diferencia de oportunidades entre el clero español y el filipino, y la preponderancia de las órdenes religiosas españolas. Estas, además, detentaban una parte muy importante de la propiedad de la tierra que limitaba el desarrollo y despegue económico de la nueva clase media filipina. 

     Su primer líder nacionalista fue José Rizal. Sus pretensiones iniciales: reforma y modernización del gobierno, representación en Cortes españolas, libertades democráticas, ocupación de filipinos en su propio gobierno y que las órdenes religiosas no actuasen políticamente. Sus primigenias ideas moderadas se radicalizaron cuando las propiedades familiares fueron confiscadas en 1890. Recurrió al Tribunal Supremo. Al perder el juicio comprendió que los derechos de los filipinos nunca serían los de los españoles. 

     Rizal fundó la Liga Filipina. Ante el temor a su influencia, fue arrestado y se le envió al exilio en Dapitán. Algunos de sus seguidores intentaron seguir por la vía pacífica, pero otros, a través del Katipunam, con Andrés Bonifacio, propugnaron ideas más radicales. A la propaganda se unió la organización de la lucha de guerrillas. El 26 de agosto de 1896, el Grito de Balintawak dio paso al levantamiento en armas contra el gobierno español que comenzó en Manila.

     Entre los hechos de ese año que agudizaron más la crisis, destaca la detención, juicio sumarísimo y fusilamiento de José Rizal, que había sido un líder pacífico. También fue asesinado Bonifacio por las luchas internas entre los independentistas. 

     La nueva figura emergente fue Emilio Aguinaldo, mestizo terrateniente y militar destacado. Aunque se llegó a un acuerdo el 14 de diciembre de 1897, pacto de Biac-Na-Bató, las reformas llegaban muy tarde, por la entrada de un factor adicional en juego: la intervención de los Estados Unidos, presidido por William McKinley, que había decidido actuar en los asuntos internos de Filipinas. Además, no todos los filipinos aceptaban el acuerdo alcanzado y pensaron que luchando con los norteamericanos contra España alcanzarían la libertad. Esta lucha continuó después cuando se dieron cuenta de que la injerencia de los Estados Unidos no iba a darles la libertad, por lo que en febrero de 1899 comienza una nueva lucha entre los filipinos y los estadounidenses. 

     En abril de 1901, Aguinaldo rindió las tropas filipinas a los americanos. Algunos focos de resistencia permanecieron hasta 1907. 

     No hay que olvidar el contexto internacional en el que se encuentra este proceso histórico: el imperialismo basado en el potencial económico y la capacidad militar; los momentos de máxima expansión colonial con el reparto de las potencias de cualquier territorio libre o de fácil control ante las antiguas potencias. Los nuevos imperios mostraban su prestigio y vitalidad de esta manera. Y un hecho importante adicional, el cambio del eje geopolítico mundial de Europa a Estados Unidos y Japón.


     Damos un salto temporal y nos encontramos con la misión cultural citada con anterioridad. En enero de 1935 llega Gerardo Diego a Filipinas. En ese año se aprobaba una constitución filipina que provisionalmente consignaba el español y el inglés como lenguas oficiales, con la consideración del archipiélago similar al estado libre asociado, previo a la independencia. Estuvo cuarenta y siete días el poeta, visita señalada por las autoridades y medios locales. El evento pasó casi desapercibido entre las autoridades españolas y Diego apenas lo reseña. Es algo similar a lo ocurrido en 2024 con la celebración en las instituciones académicas mexicanas de los quinientos años de la llegada de los doce apóstoles de Nueva España, efemérides que en España apenas ha tenido eco.

     Su compañero de viaje, Julio Palacios, relató esta peripecia en Filipinas, orgullo de España, en 1935. Hubo que esperar a 2007 a que estas peripecias viajeras fueran rescatadas por la familia Diego en Diario de a bordo, con notas del viaje en barco, las cartas a Germaine, y los 11 sonetos que se incluyen en el poemario Alondra de verdad, del que hemos reproducido al principio Adiós

     Según parece, Dámaso Alonso era quien debía haber viajado a Asia, pero una enfermedad se lo impidió, y el viaje de Diego y Palacios se improvisó con pocos días de anticipación. No eran los primeros, pero su embajada gozaba de un carácter especial. Los convulsos años 30 estaba definiendo las influencias que conformaban el ser de Filipinas, con la lengua como uno de los exponentes destacados donde el inglés, el tagalo, el cebuano convivían con el español.

     En la prensa filipina se publicó las actividades del santanderino y su compañero en la misión de la Junta de Relaciones Internacionales. Por estos datos sabemos que tuvieron varias cenas con el presidente de la cámara y futuro presidente de la Mancomunidad filipina, Manuel L. Quezón, y otras autoridades como el líder de la oposición o el presidente del Senado.

     No encontramos en la fase previa a la deshispanización de Filipinas, 1935-1946, donde influyó la amenaza fascista, la guerra civil española, la reeducación durante la Mancomunidad con el tagalo como lengua oficial cuando se preparaba la independencia en la década de los cuarenta, y la aniquilación del remanente de población española durante la II Guerra Mundial.

     El ambiente anterior al inicio de este proceso parecía propicio para la recuperación de las relaciones con las antiguas posesiones españolas con el idioma español como llave de entrada. A Diego le pidieron que no se preocupara por no saber inglés. Querían que hablase en español y con los que allí seguían utilizando como medio de comunicación este idioma. De hecho, en la prensa filipina está presente el debate sobre cuál ha de ser el idioma oficial y cuál el idioma de las relaciones internacionales.

     La lengua española era considerada la lengua de las tradiciones, de las virtudes cristianas y del pasado imperial español. El inglés era la lengua del futuro, a pesar de que el español formaba parte de la identidad filipina.

     Concluimos esta primera parte con el comentario de la nota de despedida que le pide a Gerardo Diego el diario filipino La Vanguardia el 22 de febrero de 1935. El artículo se titula Nada más hermoso que la mujer filipina

     Diego resalta la belleza natural de Filipinas. Ha conocido Manila, la más airosa y culta ciudad de Oriente, con sus recuerdos españoles. Iloilo, Cebu, Negros, Zamboanga... Baguio y la Provincia Montañosa, que le recuerda a su tierra cántabra. Maravillado. Las puestas de sol en la Bahía de Manila, los bosques de cocoteros. Y el recuerdo de la belleza de la mujer filipina.

     Cambia de tema y se redirige hacia la vida intelectual y universitaria de la capital. Pero no solo Manila, en provincias, ha encontrado público interesado en la cultura. Curiosos y agudos. Un público maduro e intelectual. Y destaca a la colonia española. Su laboriosidad, emprendimiento y el arraigo. 

     Diego no imaginaba ni podía profetizar su triste destino. Y la embajada cultural era importante para las autoridades políticas filipinas porque querían replantearse las relaciones con España, como estado liberal, moderno y laico. Un último intento de algunas autoridades de inclinar hacia lo hispano la identidad nacional filipina. Influido toda esta situación por las élites hablantes de español. El empeño no fue continuado. En España se acercaba la guerra. Al final de nuestra contienda civil, Filipinas es actor principal en la Segunda Guerra Mundial. Fue invadida por Japón. Manila fue destruida, con especial virulencia en los barrios hispanos de Intramuros y Ermita.

     No debemos olvidar que los primeros líderes nacionalistas filipinos escriben en español y que ayudan a conformar la identidad cultural de la nación, a pesar de la aculturación posterior. 

     Como curiosidad, hasta que no desaparece en 1987 de la constitución el español como lengua oficial, el periodo cultural del español durante la tercera y cuarta república es designado como edad de plata. Definición que, trasladado a nuestro ámbito cultural peninsular, resulta conceptualmente distinto.

José Rizal. PICRYL.

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     Bibliografía consultada:

      DIEGO, G.: Obras Completas. Tomo I. Alfaguara. Madrid. 1989. Reseña 14-11-2023 Archivo Museo Sánchez Mejías. Páginas 423-512.

     ELIZALDE PÉREZ-GRUESO, Mª D.: La restauración, 1875-1902, en Historia contemporánea de España, 1808-1923, coordinada por BULDAIN, B. Akal. Madrid. 2011. Páginas 467-504.

    ORTUÑO, R.: Embajadores culturales: recepción y trascendencia del viaje de Gerardo Diego a Filipinas en el archipiélago asiático. En Revista de Literatura, 2018, enero-junio. Páginas 112-243. 

     DONOSO, I.: La Edad de Plata de la literatura hispanofilipina (1946-1987). En Dicenda. Estudios de lengua y literatura española. Ed. Complutense. 25-07-2019.

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27-04-225 11:34  Actualizado 28-04-25 9:45


 

Sobre la calidad literaria de Santa Teresa de Jesús y la poesía carmelita_ y 2

 

Gerardo Diego. Wikimedia

    En esta segunda entrega sobre la influencia de los poetas místicos en la edad de Plata de la cultura española, sobre su posible influencia, ponemos el visor en un intelectual de las vanguardias, de la generación del 27 y creyente católico: Gerardo Diego.

     - ¡Niego la mayor! No se puede concebir tal cual que Teresa de Jesús fuera escritora y santa- El poeta Gerardo Diego desmenuzaba la calidad y la claridad de la escritura de la santa abulense en La estafeta literaria el 15 de octubre de 1970.

     No escribió nada para un público- decía el poeta-. Escribió siempre para un privado, un público reducido. Un ámbito reducido que era ella misma, el espejo de su alma, espejo en el que se reflejaba el amante de Teresa de Jesús: Jesús de Teresa. Con casi setenta y cinco años, Gerardo Diego reflexionaba sobre la literatura de la santa de Ávila. Él era uno de los miembros de la generación del 27 de más profunda religiosidad. Su amigo Rafael Alberti- se hicieron amigos cuando ambos ganaron el premio Nacional de Literatura- lo había descrito con un aire de fraile o cura. Entre un congregante mariano y un frailuco, según La arboleda perdida.

     Según Gerardo Diego, santa Teresa escribía para ponerse en claro, para su conocimiento, para ser mejor, para analizar sus faltas, sus pecados. Se carteaba. Cartas, únicamente escribía cartas, para sus más allegados, sus familiares, para los miembros de la congregación. Para ella misma. Para Dios.

     Sí, había escrito libros... Diego reconocía que había escrito libros. Eran manuscritos. Murió sin verlos en la imprenta. No por un deseo frustrado, sí por petición propia. No quería su estampación. Bastaban unas copias para los conventos con la intención de ser un instrumento útil, provechoso, camino de perfección de las almas necesitadas del amor a Dios y del amor de Dios. Sus libros eran cartas eternas en esa dirección.

      Y el último destinatario de sus obras, de su epistolario, era su Señor. A solas Teresa con Él. Todo lo que había alrededor desaparecía. Sin saber cómo. Ella ante el último gran destinatario. Diego queda sobrecogido con esos paréntesis de diálogo intimísimo, con esos requiebros y penas, con esos gozos y ansias de su alma hacia su Dios.

      Decíamos ayer, que Fray Luis de León había publicado sus obras tras su muerte. Entre ellas una especie de diario, poscomuniones, que Fray tituló Exclamaciones o meditaciones del alma a su Dios escritas por la madre Teresa de Jesús, en diferentes días, conforme al espíritu que le comunicaba nuestro Señor después de haber comulgado, año de mil y quinientos y setenta y nueve, donde la prosa es brasa viva según el poeta santanderino:

         “¡Oh, verdadero Amador!, ¡con cuánta piedad, con cuánta suavidad, con cuánto deleite, con cuánto regalo y con cuán grandísimas muestras de amor curáis estas llagas que con las saetas del mesmo amor habéis hecho! ¡Oh, Dios mío, y descanso de todas las penas, qué desatinada estoy! ¿Cómo podía haber medios humanos que curasen los que han enfermado el fuego divino? ¿Quién ha de saber hasta dónde llega esta herida, ni de qué procedió, no cómo se puede aplacar tan penoso y deleitoso tormento? Sin razón  sería tan precioso mal poder aplacarse por cosa tan baja, como es los medios que pueden tomar los mortales. Con cuanta razón dice la Esposa en los Cantares: ‘Mi amado a mí, y yo a mi Amado, y mi Amado a mí’, porque semejante amor no es posible comenzarse de cosa tan baja como el mío [...] Oh, ánima mía, qué batalla tan admirable has tenido en esta pena, y cuán al pie de la letra pasa ansí! Pues mi amado a mí, y yo a mi Amado: ¿quién sera´el que se meta a despartir y matar dos fuegos tan encendidos? Será trabajar en balde, porque ya se ha tornado en uno”.

     En ese uno se encontraban la santa y su Amado. En ese uno se encontraban todas las Teresas que había en Teresa. En Teresa vivían, inseparables, con sus facetas. Y cada una era todas. Diego cree que si no entendemos esto, no entendemos nada. De nuestra falta de entendimiento, de nuestra falta de fe, de nuestra falta de imaginación para plantearlo. Esta incapacidad producía que muchos de los estudios sobre Teresa de Jesús fueran irresolubles. Santa Teresa era inconmensurable. No había unidad de medida aplicable para ella. No nos cuestionamos, si la apreciamos. Nos cuestionamos su visión ante la enormidad de su persona.

       La mística se entregaba al agua o al fuego de su prosa con deseo de martirio, con ansiedad de martirio; de naufragio o de combustión. Por el contrario, esa entrega quería ir a por más vida. Sus palabras rellenaban el papel para ser vistas y para mirar a través de ellas, como un espejo y como un cristal trasparente. Funde las palabras para que sus lectores tengan la misma sensación que ella adquiere. Y por medio de estas palabras, habla. Como hablar solo podía hablar con las personas que tenía delante, se siente en la necesidad, en la apelación de hablar por escrito.

     Así Gerardo Diego la siente, la escucha de manera evidente, con la más cálida acústica del mejor equipo de sonido. Es más como escribe como habla, no puede escribir mal. Escribe como es.

     En vida de la doctora abulense tuvo problemas de entendimiento. La miraban y no la veían. Fue Fray Luis quien ayudó a mejorar su comprensión. Fray Luis de León, al que dedicaron un especial de Carmen los literatos del 27. Fray Luis, a quien Gerardo Diego catalogó como el mejor poeta de su siglo, el XVI. Sí, Fray Luis dijo que la lengua de la madre Teresa era la mesma elegancia.

       Y Diego no olvida la fe. Lo primero de todo. La Fe. Aunque baste una sensibilidad humilde y un deseo de alcanzarla para entregarse a esas aguas de vida, con el sumo deleite y ganancia espiritual de dejarse llevar por su corriente, por su caudal.

      Aquellos que no comprenden a Teresa de Jesús tampoco entienden las declaraciones de pocas letras, por su humildad. Quiere ser lo que es. Una mujer de pueblo que siente respeto por las personas cultas. No sabía latín, pero podía leer el salterio y los evangelios. Se sabe que leyó a los escritores espirituales en castellano. Y en sus palabras se perciben préstamos del Antiguo Testamento.

       No. Gerardo pensaba que ella creía de verdad, que no sabía lo que en rigor sabía. Que no sabía escribir cuando, ya adulta, se nos muestra soberanamente dueña de innumerables recursos expresivos. La humildad era la clave de todo y la humildad era la virtud que más difícilmente pueden comprender los artistas, los poetas, los escritores. Pero cuando la humildad no era la razonable y moderada del que vivía en el mundo, sino el aroma más intenso que exhala el alma de un santo, entonces el orgulloso, el vanidoso, y nada digamos el envidioso, no entendían ni jota.  

Santa Teresa de Jesús. Bernini. Wikimedia

     Lo sobrenatural no estaba reñido con lo natural, sino que lo asumía y lo potenciaba por elevación, dejando intactas y proporcionadas sus diversas facultades. Esto es lo que sentimos, lo que tocamos a cada línea que escribe la santa, y el que no lo percibiera era un desventurado.

      Ejemplifiquemos con su Libro de la vida. Elegimos el capítulo XV. Cuando habla de la oración de la quietud:

         “Lo que ha de hacer el alma en los tiempos de esta quietud, no es mas de con suavidad y sin ruido: llamo ruido andar con el entendimiento buscando muchas palabras y consideraciones, para dar gracias de este beneficio, y amontonar pecados suyos y faltas, para ver que no lo merece. Todo esto se mueve aquí, y representa el entendimiento, y bulle la memoria, que cierto estas potencias á mí me cansan á ratos, que con tener poca memoria, no la puedo sojuzgar. La voluntad con sosiego y cordura entienda que no se negocia bien con Dios á fuerza de brazos; y que estos son unos leños grandes puestos sin discreción para ahogar esta centella, y conózcalo y con humildad diga: Señor, ¿qué puedo yo aquí? ¿Qué tiene que ver la sierva con el Señor, y la tierra con el cielo?”

     Si a Santa Teresa de Jesús aplicásemos un término literario, habría que hablar de sobre naturalismo y sobrenaturalidad. Siempre guardando el equilibrio necesario para mantenerse a cualquier nivel- nivel es sinónimo de equilibrio-, siempre siendo sobrenatural a fuerza e intensidad de ser natural, natura, criatura entregada y ofrecida sin más.

     Santa Teresa escribe, no tanto como habla, sino como es. Es escribiendo, lo es en su totalidad y unidad. Y por eso, siendo su obra escrita maravilla incomparable con ninguna otra, no podemos, sin ofenderla, llamarla escritora. Aunque- eso sí, eso es otra cosa- sea Doctora de la Iglesia.[1] 

     Esta era la tesis de Gerardo Diego cuando Teresa de Jesús fue designada doctora de la iglesia católica el 27 de septiembre de 1970.   

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     ARCHIVO COMPLEMENTARIO

     Remate carmelitano:

     Tres años antes del artículo sobre santa Teresa como escritora, Gerardo Diego había introducido la pluma en las entrañas líricas de la orden carmelita. Con el nombre de Poesía carmelitana escribió en el periódico El Alcázar (16-02-1967) sobre la irradiación de la poesía que, de distintas formas, había nacido de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, santos de la iglesia católica.

      Volvía en este artículo a recordar a Fray Luis de León. Era de la orden de los agustinos, faro poético de los inicios del siglo de Oro junto a Garcilaso de la Vega. El agustino que permitía a su orden competir con los carmelitas en las justas poéticas.

     Las llamas de amor vivas de santa Teresa de Jesús y, sobre todo, las poesías de san Juan de la Cruz elevaron la poesía española a uno de sus momentos culminantes.

     Tras ellos, floreció una escuela en la que destacaron algunas monjas, las conocidas como hijas de santa Teresa. Y estas poetisas fueron precursoras de las mujeres, que rompieron barreras que estaban destinadas a los hombres.

      Destacaron dos hijas de la humanista Cecilia de Morillas que entraron en la orden carmelita con el nombre de madre María de san Alberto y madre Cecilia del Nacimiento.

      Madre María de san Alberto compuso líricamente en la mejor tradición de los inicios del teatro bajo medieval y renacentista con muestras como esta:

Con el aire de la sierra

Tórnome morena.

Cuando pace mi ganado

Hace un aire tan helado

Que el color acostumbrado

De perderle tengo pena:

Tórnome morena.

-No tengas pena, pastora,

Que enamora la morena

Si gracia con ella mora,

De que tú no estás ajena.

-Como estoy acostumbrada

A subir por la majada,

Con la fresca de la helada

Mi color se me cubriera:

Tórnome morena.

     Madre Cecilia del Nacimiento, su hermana, bordó letrillas de temas profanos, y al mismo tiempo sonetos de amor y poesía antigua, que poetas como Diego ahora consideraban moderna:

A los ojos de Jesús

Linces de lo profundo y escondido,

Balcones de amor, centros gloriosos,

Alegres palmas, triunfos victoriosos,

Piedras-toques del oro más subido.

Espesas selvas donde me he perdido,

Floridos paraísos deleitosos,

Pozos de ciencia, senos misteriosos

Y dulce suspensión de mi sentido.[1]

     Para otro día dejamos a los ángeles literarios. Los de Rafael Alberti, Sobre los ángeles, y los de Gerardo Diego, Ángeles de Compostela, por ejemplo. Más despacio, pues nuestras botas se llenaron caminando por Tudanca entre barro y excremento de vaca para ver el escritorio donde acogió Jose María de Cossío a Rafael Alberti, tras una de sus crisis, cuando había roto su relación con Maruja Mallo y experimentaba otras líneas poéticas que frutificaron en las poesías de los ángeles. Y Diego se fija en las torres angélicas de Compostela.



[1] El Alcázar, 16-02-1967. Reseña 22 de abril de 2025 en Archivo Museo SánchezMejías de DIEGO, G.: Obras Completas. Prosa. Tomo V. Alfaguara. Edición e introducción de Francisco Javier Díez de Revenga. Alfaguara. Madrid. 1997.  



      [1] La Estafeta literaria, 15 de octubre de 1970. Reseña 22 de abril de 2025 en Archivo Museo Sánchez Mejías de DIEGO, G.: Obras Completas. Prosa. Tomo V. Alfaguara. Edición e introducción de Francisco Javier Díez de Revenga. Alfaguara. Madrid. 1997.





22-04-25 22:44 Actualizado 23-03-25 19:25


Sobre la claridad y calidad literaria de Santa Teresa de Jesús_1

       

Santa Teresa de Jesús. Wikimedia.

      Fray Luis de León contó a la priora Ana de Jesús que no vio ni conoció a santa Teresa de Jesús mientras estuvo en la tierra. Ahora que era santa y celestial, decía, la veía siempre en sus hijas, las monjas, y en sus libros, que son muestra de su gran virtud. Eran los frutos que había dejado cuando se fue. Preparaba una edición de los libros de Santa Teresa de Jesús a mediados de septiembre de 1587.

     Fray Luis argumentaba que la virtud y la santidad de la madre Teresa podría hacerle dudar cuando la hubiera visto. Pero no estando y viendo sus frutos en forma de obras, monjas y libros, no tenía la más mínima duda de su certeza. Porque eran un ayuntamiento de milagros acumulados.

     Milagro era la perfección de su orden de mujeres y hombres, milagro la perfección de su enseñanza. Que ante los peligros que sufría la Iglesia, con su provecta edad, no envejecían su gracia. Por lo que ella representa la santidad de las primeras iglesias, idea que se transmitía a las monjas de su congregación, testimonio vivo de la perfección conseguida, testimonio vivo de su labor sacrificada.

     Para el maestro de la universidad salmantina, esos milagros llegaron a sus libros. Con la ayuda del Espíritu Santo, la santa fue con sus libros un ejemplo rarísimo, por excepcional.

     Excepcional y rarísimo por la altura de los temas que trató, por la delicadeza y claridad con que lo hace, por la pureza y facilidad de estilo. En su elegancia. Es el Espíritu Santo quien guía su mano, quien ilumina el cálamo de sus ideas. Es la llama que luce en la oscuridad y enciende el fuego con las palabras que calientan los corazones.

      Sus lectores allanan el camino de la virtud. Sus seguidores quedarían prendados del amor a Dios por medio de los escritos de Teresa de Jesús. Sus lectores mediante los libros que han sobrevivido quedaban encendidos en el amor a la fundadora desaparecida.

     Puso a Dios ante la mirada del alma, para su fácil hallazgo, dulce y amistoso. Sobrepasaba, así, las dificultades que se presentaban.


     Y en la publicación de estos libros andaba Fray Luis después de la muerte de santa Teresa. El Consejo Real le dio el cometido de verlos. Los libros que salían fueron cotejados con los originales para que fuesen fieles a la mano de la santa madre. Que no hubiese el más mínimo marchamo de duda de los escribientes por descuido o error.

     El editor salmantino contaba a la priora que en los libros de Teresa de Jesús aparecían revelaciones, y se trataban temas interiores, de gran profundidad, que ocurrían en la oración, que estaban apartados de lo ordinario. Habría quien diría que es dudoso. Habría quien diría que no debería salir a la luz. Que podría aparecer el diablo con disfraz figurado. Pero también, sin duda y con fe, podría ser el Espíritu Santo hablando a los suyos quien apareciese de distintas maneras.

     Fray Luis dijo a Ana de Jesús que el ángel que se acercó a Tobías le manifestó que el secreto del Rey bueno es esconderlo. Ahora bien, las obras de Dios era necesario manifestarlas por su santidad.

     Hubo un tiempo en que se dudó de la santa abulense. Con su muerte y la certeza de sus grandes obras, su fe y la incorruptibilidad de su cuerpo dieron razón al maestro Fray Luis para dar a conocer sus obras.

    Los textos no dan la referencia simple de lo que Dios comunicó a la madre Teresa. Añaden además las medidas que ella tomó para examinar estas revelaciones. Su juicio. Su apetencia o su rechazo, según las normas de la iglesia.

     Santa Teresa dijo que, Y lo que no se puede sufrir, Señor, es, no poder saber cierto si os amo, y si son acceptos mis deseos delante de vos. Fray Luis veía que las almas, en estos ejercicios, sentían a Dios presente para los efectos que en ellas entonces hace, que son deleitarlas y alumbrarlas. Y les daba avisos y gustos.

     Teresa de Cépeda y Ahumada escribió también poesía mística. Superada en esta faceta por san Juan de la Cruz, en el terreno historiográfico y literario es más importante su obra en prosa. Sus obras místicas de carácter didáctico como Camino de perfección o el Libro de las fundaciones le sitúan en ese lugar principal de las memorias o autobiografía mística. Hay otro libro, el Libro de su vida, que es más interesante para estudiosos de su obra. Importante porque muestra otro estilo. Con una capacidad adicional: Tanto al expresar anécdotas de la vida cotidiana de su infancia como el momento en que se producían los accesos místicos, la naturalidad y la sencillez eran la norma utilizada. Haciendo comprensible para todos cuanto contaba. El ejemplo nos lleva primero a su juventud:

     Era aficionada á libros de caballerías, y no tan mal tomaba este pasatiempo, como yo le tomé para mí; porque no perdia su labor, sino desenvolvíemonos para leer en ellos; y por ventura lo hacia para no pensar en grandes trabajos que tenia, y ocupar sus hijos, que no anduviesen en otras cosas perdidos. Desto le pesaba tanto á mi padre, que se había de tener aviso á que no lo viese. Yo comencé á quedarme en costumbre de leerlos, y aquella pequeña falta, que en ella vi , me comenzó á enfriar los deseos, y comenzar á faltar en lo demás; y parecíame no era malo, con gastar muchas horas del día y de la noche en tan vano ejercicio, aunque ascondida de mi padre.” (Afición juvenil a los libros de caballerías, de moda hasta la llegada de Don Quijote).

    Elegimos ahora un texto sobre las sensaciones y sentimientos de santa Teresa en un éxtasis místico:

    "Quiso el Señor, que viese aquí algunas veces esta visión: vía un ángel cabe mí hácia el lado izquierdo en forma corporal; lo que no suelo ver sino por maravilla. Aunque muchas veces, se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada, que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese ansí: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido, que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todosse abrasan. Deben ser los que llaman cherubines, que los nombres no me los dicen: mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles á otros, y de otros á otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al f in del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba á las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios, Era tan grande el dolor, que me hacia dar aquellos quejidos, y tan ecesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave, que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo á su bondad lo dé á gustar á quien pensare que miento.”  Cuenta santa Teresa que los días que ocurrían estos hechos andaba como embobada, sin desear ver o hablar, abrazada con su pena.

     No se va a entrar en el análisis de anécdotas y chascarrillos que han pasado a lo largo de los últimos siglos al acervo coloquial. Se hará la fotografía de dos o tres momentos en los que los intelectuales han tomado el recuerdo directo, o indirecto, de la santa de Ávila.

     Esta reseña concluirá con la cita qué hicieron Ignacio Sánchez Mejías y Federico García Lorca de la fundadora abulense.

       Ignacio Sánchez Mejías, cuando dio la conferencia “El pase de la muerte” en la Universidad de Columbia de Nueva York, cita a Santa Teresa por medio del marqués de San Juan de las Piedras Albas. Se le ocurrió hacer una huerta y pidió bueyes a un hacendado rico ante la pobreza de las monjas. El incrédulo terrateniente le puso la condición de dárselos si iba a recogerlos la santa. El engaño fue incluir toros bravos entre los bueyes. Fuese por inspiración divina o no, Teresa de Jesús reconoció al toro, lo unció y lo manejó como un cordero. La fundadora dio un pase de pecho al hacendado, en quien ve Sánchez Mejías la representación del demonio.

     García Lorca cita a Teresa de Cepeda y Ahumada en su “Teoría y juego del duende”. Recuerda que era flamenquísima y enduendada. Flamenca no por atar un toro furioso y darle tres pases, que los dio. No por presumir de guapa ante Fray Juan de la Miseria o por darle dos bofetadas al nuncio de Su Santidad, que lo hizo, sino por ser una de las pocas criaturas cuyo duende la traspasa con un dardo; le quiere matar por haberle quitado su último secreto: el puente sutil que une los cinco sentidos con ese centro en carne viva, en nube viva, en mar viva, del Amor libertado del Tiempo.

     Estos dos ejemplos tienen un profundo sentimiento literario junto a un arraigado componente espiritual. Para José Javier León, la Teresa de Lorca fue un amor total, en el que asoma lo carnal y lo vesánico. Como locura de amor. León da una pista adicional. Cuenta que María Luz Morales, la primera mujer directora de un periódico en España (La Vanguardia, 1936-37) informó que Lorca pensó escribir sobre Santa Teresa. Este deseo fue recogido por Gibson en su biografía sobre el granadino. Una obra de teatro sobre una Santa Teresa mística y humana. De todo esto esto no se ha encontrado nada, quedando como proyectos en la cabeza de Federico García Lorca. La noticia la recibió la periodista a finales de 1935 tras el estreno de Doña Rosita la soltera en Barcelona. 

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     Bibliografía consultada:

-              -Libro de la vida de Santa Teresa de Jesús, edición de Fray Luis de León. El texto de juventud está tomado del volumen I y el texto sobre el éxtasis místico del volumen II de la impresión de 1927 sobre la edición de Fray Luis de León de 1588.

-             -La construcción de la modernidad en la literatura española, de Ana Suárez Miramón. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2015. Páginas 190 y 214.

-               -La sangre derramada: Ecos de la tauromaquia de Sánchez Mejías en García Lorca. El pase de la muerte. Obra de José Javier León. Editada por Athenaica en Sevilla en 2020. En ella se ha repasado:  

            -Ignacio Sánchez Mejías: El pase de la muerte. Y...

            -Federico García Lorca: Teoría y juego del duende.

            (21-10-2023 en biblioteca Archivo Museo Sánchez Mejías).

            Teoría y juego del duende se ha repasado adicionalmente en Obras Completas de Federico García Lorca, versión Kindle.

          -De Federico a Silverio, con amor, de José Javier León. EUG. Granada. 2020. Páginas 105-124.

         - Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca, de Ian Gibson. Volumen II. Ediciones Folio. Barcelona. 2003. Página 536.


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20-04-25 21:55 Actualizado 21-04-25 16:49


 

Sánchez Mejías y Vargas Llosa

      

Javier Cercas, El País, 14 de abril, captura de pantalla de uso no comercial. 

     El paseante anda como loco. No encuentra a Pantaleón, ni a Lituma. Lo mismo están en el Colegio militar Leoncio Prado, que tampoco sabe dónde está ubicado.

     Una vez tranquilizado, buscó la página 13 del primer libro y fue seleccionando:

     "Estará igual, con su pequeño jardín, el viejo mango y el flamboyán de flores rojas recostado sobre la terraza donde solían almorzar al aire libre los fines de semana; su techo de dos aguas y el balconcito de su dormitorio, al que salía a esperar a sus primas Lucinda y Manolita, y, ese último año, 1961, a espiar a ese muchacho que pasaba en bicicleta, mirándola de reojo, sin atreverse a hablarle." (Mario Vargas Llosa, La fiesta del Chivo. Página 13.)


     "Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la Avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?" (Inicio de Conversación en la Catedral, Mario Vargas Llosa.)


     "Pequeño, amoratado, Ferrufino había aparecido al final del pasillo que desembocaba en el patio de recreo. Los pasitos breves y chuecos, como de pato, que lo acercaban, interrumpían abusivamente el silencio que había reinado de improviso, sorprendiéndome" (Mario Vargas Llosa, Los jefes. Página 13.)


     "Se vio en el espejo de la entrada: había compuesto su expresión, un ligero rubor coloreaba sus mejillas y la agitación subía y bajaba su pecho. En un movimiento maquinal, se cubrió el escote de la bata de entrecasa." (Mario Vargas Llosa, Los cuadernos de don Rigoberto. Página 13.)


     "Correr en las mañanas por el malecón de Barranco, cuando la humedad de la noche todavía impregna el aire y tiene a las veredas resbaladizas y brillosas, es una buena manera de comenzar el día." (Mario Vargas Llosa, Historia de Mayta, página 13.)


     "Cuando abrieron la puerta de la celda, con el chorro de luz y un golpe de viento entró también el ruido de la calle que los muros de piedra apagaban y Roger se despertó, asustado. Pestañeando, confuso todavía, luchando por serenarse, dicisó, recostada en el vano de la puerta, la silueta del sheriff." (Mario Vargas Llosa, El sueño del celta, inicio, página 13.)


     Hoy, Javier Cercas le ha escrito un obituario a Vargas Llosa que murió en el Perú un 13 de abril de 2025. Lo titula Vargas Llosa, un cruce entre Gustave Flaubert y Victor Hugo. El final tiene resonancias entre épicas y líricas, realmente míticas:

     "Al menos en el ámbito de nuestra lengua, tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un escritor tan grande como Vargas Llosa: tan grande y tan rico de aventura."

    Recuerda la sublimación del arte mediante el elogio por el amigo, recuerda la elegía más famosa del siglo XX español, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca. La amistad, la inmortalidad a través de su recuerdo, la identidad de lo que somos o queremos ser:

     "Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,

un andaluz tan claro, tan rico de aventura" 

     (Federico García Lorca, Alma ausente, en Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.)

     Cuenta Manuel Grosso que fue a dar una conferencia en El Cairo sobre García Lorca y el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Sus amigos poetas lo habían mitificado de tal manera que los egipcios pensaron que el mecenas de la generación del 27 no había existido. Lo consideraban un mito literario. 

    Vargas Llosa lo es y lo será.


     

El pastor y su rebaño


          Luis Buñuel, en la escena final de El ángel exterminador (1962), hace desfilar unas ovejas como colofón a la crítica social de las elites reunidas en un salón del que, por variados motivos, no pueden escapar.
     Las ovejas han sido un motivo recurrente en el arte. Esta breve reseña fue motivada por la reforma de la sala de pastoreo y trashumancia del Museo Comarcal del Queso Manchego de Manzanares. Por cierto, acertada reforma.
      Empezamos por el tiempo variable de abril, con el cielo aborregado, seguimos con un poco de poesía pastoril hacia la rueca de las hilanderas, para acabar con el Buen Pastor y la música de Nyman.


     "Las lluvias de abril

flores le trajeron:

púsose guirnaldas

en rojos cabellos." (Lope de Vega, El robo de Dina)

 

Evolución del Moscóforo y el Buen Pastor cristiano.

 

     "El dulce lamentar de dos pastores, 
Salicio juntamente y Nemoroso, 
he de cantar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso
estaban muy atentas, los amores, 
de pacer olvidadas, escuchando." (Garcilaso de la Vega).
 

Cielo aborregado




 

"Pastor que estás en el campo
de amores tan descuidado,
escucha a una gentil dama
que por ti se ha desvelado." (Flor de Romances viejos.)



     "Saliendo de las ondas encendido,
rayaba de los montes el altura
el sol, cuando Salicio, recostado
al pie de una alta haya, en la verdura
por donde una agua clara con sonido
atravesaba el fresco y verde prado,..." (Garcilaso de la Vega).
  


 "Mi ganadico y el tuyo

pastarán en prado llano;

juntos han de retozar

largas siestas de verano" (Flor de Romances viejos).

Rueca 

 

"Buscaréis ovejas mías, 
pastor más aventurado, 
que os lleve a la fuente fría
y os caree con su cayado." (Flor de romances viejos).
 


La competición entre la diosa Palas y la humana Aracne.
     
     "Y dirige (Atenea) su atención al destino de la meonia Aracne, de la que había oído que no se consideraba inferior a ella en los primores del arte de la lana. No era Aracne ilustre por la posición y prosapia de su familia, pero sí por su arte. Su padre, el colofonio Idmón, teñía la esponjosa lana con púrpura de la Focea; su madre había muerto, pero también ella había sido una mujer del pueblo y semejante a su marido." (Ovidio, Metamorfosis).

    Como conocemos por la famosa obra de Velázquez, Aracne bordó a Europa engañada por la apariencia de un toro. La furia de Palas casi acaba con ella, pero le perdonó la vida y le castigo a que ella y su estirpe fueran arañas. Otro dato curioso fue que Don Diego captó la imagen en movimiento de la rueca de la hilandera, en la primera de las tres escenas que percibimos en el cuadro.
    No se sabe si los pastores manchegos del Renacimiento conocían que los nuevos clásicos recuperaron el gusto por la Naturaleza de los antiguos romanos. Los paisajes placenteros y fértiles que se visualizaban en prados suaves, bosques de chopos, agua, emparrados cubiertos de uvas. Un lugar donde vivir los hombres y los antiguos dioses. Un lugar donde escribir a la sombra de un árbol y leer sosegadamente... Acompañado por la dulce música de una flauta o instrumento semejante.
     Hay una identificación iconográfica cristiana entre el Buen Pastor, con una oveja sobre sus hombros, como Jesucristo, que cuida de su rebaño de fieles, recepción del Moscóforo griego, y pastor de pastores, sus apóstoles. También aparece Jesús de Nazaret en la forma de un cordero o carnero con nimbo crucífero, Cordero de Dios, por el sacrificio final.



Dura Europos, imagen más antigua de Buen Pastor.

     Como nos recuerda Nyman, es mejor dejar a los pastores que persigan las ovejas.
 
______________________

     - Garcilaso de la Vega: Égloga I
     - Anónimo: Romance de La dama y el pastor.
     - Anónimo: Romance de La serrana de la Vera.
     - Anónimo: Romance de El pastor desesperado.
     - Ovidio: Metamorfosis, Libro VI.
     - Lope de Vega: El robo de Dina.
     - Fotografías (bmre) de la sala de Pastoreo y Trashumancia del Museo del Queso Manchego, Casa Malpica, Calle Monjas, 12, 13200 Manzanares, 926614056.
      - Reproducción para uso no comercial de Las Hilanderas de Velázquez, expuesta en el Museo del Prado.
      - El ángel exterminador, escena final, 1962. Luis Buñuel. 
      

12/04/2025 17:25 

La vuelta de María Teresa y Rafael

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