"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

La iconografía del pesebre

    

Pesebre Molino Grande de Manzanares


     

     Las personas interesadas en la historia de las religiones asumen, mayoritariamente, que la Navidad tiene su origen en la festividad de Sol Invictus, en las saturnalias o en el dios Mitra que los romanos adoptaron de los persas. Incluidos los cristianos.

     La celebración de la Navidad el 25 de diciembre vendría a sustituir a estas fiestas paganas en el 336 de nuestra era cristiana.

     Hay un teólogo indonesio que cree que estas festividades ya se celebraban con anterioridad a la institucionalidad llevada a cabo por el Imperio.

     Martinus Ariya Seta cuenta que Hipólito (170-235), antipapa que terminó reconciliado con la iglesia de Roma y santificado, ya mencionaba la fecha citada como la del nacimiento de Cristo en su Comentario de Daniel, hacia 204. En esa época se utilizaba el calendario juliano introducido por Julio César dos años antes de su magnicidio. 

    La tradición judía creía, además, que la muerte de Jesús coincidía con su concepción. Y la situaba hacia el 25 de marzo. Nueve meses antes del 25 de diciembre. Este teólogo afirma que las fiestas de Sol Invictus se celebraban en agosto, que las saturnalias se festejaban en la tercera semana de diciembre y que sobre el culto a Mitra no es concluyente su celebración el 25 de diciembre. 

    Sobre Mitra, hay que reseñar que estaba su culto extendido a lo largo del imperio romano. En el Museo Arqueológico de Córdoba se expone una estatua de Mitra encontrada en Cabra, datada en el siglo II, y que contextualiza la elaboración y comercio de estas imágenes en territorios alejados a su origen. La influencia entre los militares que habían participado en campañas en las fronteras es conocida.

    Volviendo a las celebraciones de la Navidad anteriores a su constitución como religión del Imperio, el teólogo indonesio cita tres fuentes anteriores a 336 d. C.

    En un manuscrito del 250, Didascalia apostolorum, se cita la festividad de la Epifanía, manifestación, que se relaciona con la adoración de los magos de Oriente. En el Museo del Prado, se recuerda, hay una adoración de Rubens maravillosa. La fecha se celebraba el 6 de enero, según el calendario juliano. Al adoptar el calendario gregoriano, el seis de enero se atrasó al 25 de diciembre. 

     Didascalia apostolorum es un texto del siglo III de autor desconocido y que originalmente se creyó obra de los apóstoles.

     Otro texto anterior fue el Liber Pontificalis que señalaba que el papa Telesforo ordenó celebrar el nacimiento de Jesús, sin citar fecha. Aunque hay opiniones que dicen que lo atribuido al papa Telesforo en el Liber Pontificalis no es genuino, original.

    Un tercer texto, la Epístola de Teófilo, comentaba que se celebraba el nacimiento de Jesús antes de 196 d.C.

    Un aspecto reseñable desde el punto de vista del arte es la representación del nacimiento. Su iconografía bebe de fuentes evangélicas, ya sean ortodoxas o apócrifas, que se impregnan con el tiempo de aportaciones humanas, leyendas o no, o de personajes famosos.

   Cuando se ve un pesebre o un comedero de ovejas como el de la Casa Malpica donde se expone el Museo del Queso Manchego o el pesebre de la cuadra del Molino Grande de Manzanares, se recuerda la utilización del austero pesebre en la iconografía cristiana, que representa al recién nacido en Belén hace más de dos mil años.

    El diccionario de la Real Academia nos da varias acepciones de pesebre. Unas son definitorias como cajón o lugar donde comen las bestias; otra, despectiva, es el beneficio o prebenda a la clientela de grupo político, empresarial o religioso; y otra, finalmente, se identifica con la representación iconográfica del nacimiento de Jesús. 

     La historia es conocida. María, hija de Ana y Joaquín, vivía en Nazaret. Estaba casada con un humilde carpintero que respondía por José. Ambos descendían de la familia de David, que pertenecía a la tribu de Judá. En tiempos del emperador Augusto hubo un empadronamiento de los súbditos del imperio romano en el lugar de su nacimiento. Fueron a Belén, donde se produjo el parto.

     Siglos después, el santo de Asís, en el siglo XIII, llevó a cabo la primera representación del pesebre más famoso de la historia.

     El suceso es relatado por Tomaso de Celano. Cuenta como san Francisco quiso celebrar la navidad de 1223 en una cueva de la montaña de Greccio. Colocó un pesebre lleno de heno, un asno y un buey. Se identificaba con los sentimientos más íntimos de la piedad popular, con la de aquellos que menos tienen.

Pesebre de Greccio. Basílica de Asis. Artehistoria

     Al fundador de la orden franciscana le pareció que Greccio se parecía a Belén. Greccio fue una colonia de la Grecia clásica. En la representación, como se ha podido apreciar, faltaba la Virgen, San José y Jesús. La descripción de Celano y la posterior de Bonaventura de Bagnoregio, Leggenda Maggiore, fue utilizada por Giotto para componer la pintura del Pesebre de Greccio ubicada en la basílica de Asís. La leyenda de Bonaventura de Bagnoregio decía que un caballero virtuoso, que había sido miembro de la milicia y seguidor del san Francisco, dijo que había visto como el santo recogía del comedero a un recién nacido, al cual abrazaba mientras despertaba de un sueño mortal, como milagro. La pintura al fresco tiene un tamaño considerable, 2,70 X 2,30 metros. En la escena, hay multitud de personajes que presencian la escena. Las reacciones ante el milagro alternan entre la incredulidad y la sorpresa. En otros casos, miran al santo y el lugar se corona con la cruz sobre la escena. Escena que deja boquiabiertos a los presentes.

     A partir del siglo XV la escena se representó como una adoración de Jesús, en la que la madre aparece arrodillada, orante ante el Niño que irradia luz. Una escena íntima con un san José secundario. 

   

 




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