Quevedo según Francisco Pacheco |
Años antes de su última prisión, Francisco de Quevedo envió un poema desde La Torre de Juan Abad, en su retiro y/o destierro de la corte, en el sur de La Mancha y al norte de Sierra Morena, a su editor y amigo Joseph (Josef) Antonio González de Salas:
“Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la imprenta.
En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta,
que en la lección y estudios nos mejora.”
Un elogio a los libros y un canto a la educación y modelo de vida que propugnaba desde sus inicios el Humanismo, que coadyuvaba a conformar nuestra libertad interna con la creencia de una mayor felicidad: el sueño de la vida plena.
Quevedo nos certificaba la escasez de población de la Mancha en el Campo de Montiel, donde libros escogidos le ayudaban a mantener o soportar, metafóricamente, el hablar o escuchar con los ojos a los muertos. Buscaba el retiro horaciano que nos contó Fray Luis de León, pero se quejaba de la soledad cuando la encontró. En las Relaciones Topográficas de Felipe II (1575), La Torre de Juan Abad declaraba en la respuesta 39 que vivían trescientos vecinos en la villa. En la actualidad cuenta con 970 habitantes.
Esa ambivalencia vital se reflejaba en los endecasílabos del segundo cuarteto: no siempre/ siempre; enmiendan/ fecundan; músicos callados; sueño/ vida/ despierto.
En el primer terceto se alababa la perpetuación del recuerdo de escritores o sabios gracias a la imprenta.
El tiempo es irrefrenable, irresistible en su fugacidad. Nos invitaba en el último terceto a celebrar el paso de nuestra vida utilizando la cuenta con el cálculo o piedra: la mejor piedrecita blanca para los días justos, y otra peor, oscura, para los infaustos. Días que mejorarían con aprendizaje y estudio. Es un ejemplo de poesía moralizante, con propósito de enmienda/ mejora.
El concejo de La Torre de Juan Abad sostuvo un litigio con el señor y su señorío por la cuantía de las rentas.
La tumba de Quevedo impresionó a García Lorca durante una de las giras de La Barraca al pasar por el campo de Montiel. En el poeta del Siglo de Oro predomina lo intelectual, como predominaba lo sensorial en Góngora y la vida y el mundo natural en Lope.
Calle de Quevedo, Madrid |
Bibliografía consultada:
— http://publicaciones.dipucr.es/puebloscrealrelacionestopograficas.pdf
— QUEVEDO, F.: Poesía varia. Edición de James O. Crosby. Cátedra. Madrid. 1981.
— SUÁREZ MIRAMÓN, A.: La construcción de la modernidad en la literatura española. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2015.
Hola, Blas, menudo elogio a los libros hizo Quevedo, genial, como siempre. Un gran poema.
ResponderEliminarBuen artículo.
Un abrazo. :)
Merche, hola: Quevedo puede ser el poeta más complejo intelectualmente del Siglo de Oro. Dámaso Alonso estudió su poesía amorosa y lo título "El desgarrón afectivo..." Un abrazo. :)
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