Cultura y sociedad

Libros antiguos. El libro del maestro Galiana (1)

    

 


      -¡Ya viene, ya viene!

      -¡El nuevo! ¡Él nos va a cuidar!

      -¡Chist! ¡Nos va a oír!


      Se sentó ante el ordenador y cogió tres de los libros antiguos que había obtenido en casa de la anterior cuidadora,  observando de manera detenida cada uno de ellos envueltos unos en papel sepia, otros en papel de periódico, con ese olor a añejo, a recuerdo olvidado, a lectura perseguida, a recuerdo anclado.

      Abrió sus páginas y vio una fecha, 1893. El año que Dvórak estrenaba la Sinfonía del Nuevo Mundo. En España se elaboraba el primer mapa metereológico. En Manzanares, Pablo Galiana publicaba la segunda edición de La Escritura al Dictado.

      El libro, el más pequeño, estaba envuelto en hojas de periódico, ABC de 10 de abril de 1970, páginas 59-61, edición de la mañana. Con noticias de economía, que contaban la evolución de los ingresos presupuestarios en España, de cómo Hitler eludió el pago de impuestos durante sus años de canciller. Se publicitaba, entre otros anuncios, un desfile de modelos para novias por la marca VISTEBIEN, en la calle Fuencarral 49. Viena, informaba, era el único mercado de divisas procedente del bloque comunista, se requería por anuncio a una señorita contable para el señor Villalvilla. Una nota señalaba cuáles eran los riesgos para nuestras naranjas en el Mercado Común y comentaban el momento ganadero ante la evolución de los herbáceos de tierras centrales de la península Ibérica por la persistencia de las heladas. Se anunciaba un montacargas de Boetticher y Navarro con carga máxima de 1.500 kg. Las hojas tenían ese color sepia, añoso y sentimental de periódico tras cincuenta años de esencias.

      Dejado el envoltorio aparte, se encontró con La Escritura al Dictado, método teórico práctico para la enseñanza de la ortografía y prosodia, que seguía las reglas de la Real Academia de la Lengua, obra de Pablo Galiana y Abad, maestro de las escuelas de Manzanares, que ya alcanzaba su segunda edición, corregida y aumentada, en 1893. Impreso por 'La Enseñanza' de Ciudad Real.

      Con una dedicatoria a un hijo malogrado, daba un aviso a los profesores de primera enseñanza entre las hojas que se escapaban del lomo como si ascendieran al firmamento:

      -"Nadie absolutamente niega la importancia de la Ortografía, y sin embargo, todos la desatendemos lastimosamente..."

      Se sentía responsable de esas hojas descompuestas, libres de orden, que pretendían organizar, en los finales del XIX las normas ortográficas de una España rural, utópica en sus deseos y distópica en sus realidades. Ciento sesenta y dos páginas en tamaño verdaderamente de bolsillo que llevó a una niña pequeña a escribir tras leer los preliminares de sus ejercicios y, luego, realizar las prácticas de abecedario y sílabas, con unas notas al pie donde se indicaba que sería conveniente ejercitar a los niños en la escritura de número enteros y decimales. A cada ejercicio, rutinariamente, seguía una práctica, como por ejemplo la 32, con el bello nombre De la admiración (¡!), que se leía con alguna pausa, elevando la voz al principio y bajándola al fin. Recordó, recordaba, a Fernando Fernán Gómez en la película El viaje a ninguna parte impostando la voz en una prueba de teatro a la que se presentaba.

      A partir del la lección 36 encontró una parte especial que comenzaba con la escritura de esquelas y cartas familiares:

      -"Amigo Bartolomé: Siento en el alma no poder acompañaros en la reunión de mañana, porque tengo la necesidad de evacuar una diligencia urgentísima. Hazlo así presente a los amigos, y complacerás al tuyo. Salvador."

     Las lecciones seguían. ¿Cómo comunicar los matrimonios? Con las participaciones de enlaces matrimoniales, donde deseaban la aprobación de los invitados y, al mismo tiempo, le ofrecían su casa. Otra clase de documentos se mostraban como los oficios administrativos, los pagarés bancarios, sin fuste y valor por el paso del tiempo. Y los memoriales y solicitudes de algo cierto, probable o imposible, junto con los tratamientos de cortesía.

      Las abreviaturas, al final, más usuales como C. A. R., católica, apostólica y romana; y F. de T., Fulano de Tal. O las formas de dictado en forma interrogativa, "¿Qué es el metro?-..."; con las medidas del sistema métrico decimal, el dictado de poesías, y el catálogo de palabras más usuales que pueden ofrecer duda al escribirse por tener b, v, h, g, j, x.

      Volvió a guardar el libro entre las páginas del periódico porque habían cobrado sentido en esa apariencia, por la persona que así la había preservado, cincuenta años atrás, de un deterioro más acusado y que había permitido que se legara una forma de conocimiento, ya olvidada o desactualizada, símbolo de ese momento.


Historias de Filadelfia 1940

    


      Tracy Lord (Katharine Hepburm) se casa como quien se va de vacaciones al sitio de moda. Tras un fallido matrimonio con su amado/odiado C. K. Dexter Haven (Cary Grant) con el que se juró amor eterno, y que fue eterno mientras duró y, aun así, a ratos,  decide comprometerse con un anodino y aburrido George Kittredge (John Howard) buscador de ascenso social como los buscadores de la eterna juventud, que es divino tesoro, pero que se va para no volver.

      Aunque en el inicio de la película hay unas instantáneas de lo que hoy no sería aceptable por parte de Dexter, es presentado como el canalla simpático que resuelve las situaciones utilizando la más corta de las líneas entre dos puntos. La línea sinuosa.

     De siempre, es sabido que una mancha de mora con otra mancha se quita, pero sigue quedando una mancha. Me explico, sigue enamorado hasta el tuétano de Tracy. Y para ello utiliza tácticas tan antiguas como meter un caballo de Troya en la celebración y consigue el efecto de unos fuegos artificiales que desarman el inicial statu quo, homeostasis o estabilidad que son tres palabras distintas para decir casi, o sin casi, lo mismo.

      El antiguo enamorado introduce dos periodistas en la casa de la novia. Mike Connor (maravilloso y atolondrado James Stewart) y Liz Imbrie (Ruth Hussey, ideal liberal que espera el despertar de su atolondrado compañero) son los cronistas, pareja en ciernes permanente y secundarios perfectos en la engrasada comedia romántica que Georges Cukor dirigió en 1940.

      Como en toda comedia romántica parece que no pasa nada, pero todo ocurre, los diálogos reseñan la moral de la clase burguesa americana que trata de ocultar sus deslices ante la opinión pública pero no puede prescindir de ella.

      La protagonista no parece querer mucho, más bien nada, a este segundo novio, nada en comparación al recuerdo del primero, parece y no parece aguantar, porque es real, a su familia y a la forma de enfrentarse a los problemas, pero ella no consigue tampoco madurar y enfrentarse a la vida, ni a su anterior marido que le saca de sus casillas pero por el que sigue mostrando una atracción innegable que trata de superar probando en otra puerta o en otro sitio, pues ante todo es una mujer que se siente libre en ese proceso de maduración.   El amor, la guerra de sexos, la superación de las conveniencias, de los intereses creados, de las artimañas para presionar a la familia para permanecer como invitados con el argumento de publicar los deslices del padre con una joven en la revista sensacionalista en la que trabajan los periodistas forma el armazón de la intriga. Todo con finura, con delicadeza, como el bisturí de un cirujano que salva la vida practicando una incisión en el cuerpo, una lesión sanadora. Magistral.

     No es muy apropiado contar el final, aunque sea lo de menos, porque, además, la vuelven a emitir este martes 7 de julio en un canal de RTVE de España. Disfruten del verano en tiempos de pandemia. Y piensen en las pruebas de madurez que la vida nos presenta. Vean que nada es lo que parece, ni siempre es posible ganar, y que la muestra de madurez más grande en esta vida es asumir nuestra humanidad y, por tanto, nuestras limitaciones.

     Los dos protagonistas habían trabajado juntos en otra fabulosa comedia dirigida por Howard Hawks, La fiera de mi niña (Briging up baby) en 1938. Cukor supo sacar provecho de la química actoral de los intérpretes.


El furor, el distanciamiento y la rendición de Breda

      En la exposición "Reencuentro", el Museo del Prado ha situado en torno a la galería central una sala, la XII, donde ha reunido varias obras de Velázquez ocasionando un festín para los ojos tanto por su belleza como por la excepcionalidad de la muestra.
     “Las Meninas” están acompañadas por “Las Hilanderas, o la fábula de Aracne”, “Los borrachos, o el triunfo de Baco”, “La rendición de Breda a Don Ambrosio de Spínola, o las Lanzas”, junto a cinco retratos de bufones y personajes de la corte dispuestos a semejanza de un retablo. Las Meninas y Las Hilanderas no coincidían desde 1929.
      Las personas que hayan visitado en otras ocasiones el Museo del Prado recordaran en la entrada la escultura con armadura de Carlos V venciendo al furor protestante, obra de León y Pompeo Leoni. En esta ocasión y para deleite de sus seguidores, el Cesar Carlos se muestra sin armadura, algo que ya conocía Ramón Gómez de la Serna en 1921 porque le dedicó un artículo titulado “Yo desnudé a Carlos V”
       Se observa una separación relativa de “Adán” y “Eva” de Durero. Pienso con cierta ironía, si es debido a las medidas de distanciamiento por el Covid19 que nuestros primeros padres bíblicos estén situados a cada lado del paso de la sala XXIV a la XXV de la galería central. No hay ninguna noticia de prensa ni programa de corazón que haya avisado de problemas en el Paraíso tras más de 6.000 años de relación conocida desde el Génesis.
      También se han situado visualmente juntos, en parangón, los cuadros de Saturno devorando a sus hijos de Rubens y Goya para placer de historiadores, caníbales y filicidas.
      La exposición ha comenzado en los días en los que se conmemoraba la famosa batalla de Breda en 1625, obra copiada y reproducida en varias ocasiones. En el mismo Breda su museo municipal exponía una copia, y en el museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Museo de Bellas Artes de Córdoba1, por ejemplo, se pueden admirar otras.
      Volviendo al recuerdo de Breda y a lo que implica una buena administración, en 1625 los enormes costes que acarreaba el pago de las campañas militares de Don Ambrosio en Flandes y del duque de Feria en Milán colocaban a la Monarquía Hispánica en una difícil situación en la que la posible victoria no disminuía, más bien acrecentaba, los graves problemas económicos que había contraído España por los múltiples enemigos a los que se enfrentaba. La victoria de Spínola era esperada por los más beligerantes de la corte como la inercia necesaria para un ataque preventivo contra Francia.
      El rey de España no necesitaba mejorar su reputación porque era el soberano más poderoso del planeta. Olivares hizo ver a Felipe IV que era más famoso un príncipe por su buen gobierno que por las nuevas conquistas. Para convencer a los miembros del Consejo de Estado, Olivares argumentó la cuantía de los gastos que acarrearía un ataque a Francia, que ese sería el momento aprovechado por el resto de las potencias europeas para crear una liga contraria a los intereses españoles donde estarían aliados a los franceses las potencias protestantes del norte de Europa. Guerra que habría que sufragar y que solo para 1626 obligaría a un mínimo presupuesto de dieciséis millones de ducados. Teniendo en cuenta que la plata americana que llegaba en esa época ascendía a dos millones de ducados anuales, dejaría la corona con arcas hipotecadas desde el inicio del año. Manejaba Olivares las cifras que el Consejo de Hacienda le suministraba y las utilizaba para aplacar las ansias guerreras de algunos miembros del Consejo de Estado. El rey se dilató en la decisión con la solicitud de segundos pareceres en un intento de ganar tiempo, bajar la espuma de la victoria de Breda y seguir las advertencias de Olivares sobre el estado de las finanzas. Se llegó a comentar que tras la derrota holandesa en el sitio de Breda, los sitiados de Justino de Nassau tenían mejor aspecto que sus sitiadores españoles. Este estado hacía replantear las campañas en Flandes y reorientar la política exterior y militar hacia el mantenimiento de tácticas defensivas en el terreno y ofensivas en el mar para reducir los costes2.
      Sin aguar el vino de la victoria del Annus Mirabilis de 1625 y contando la situación real de las arcas de Felipe IV, el hecho de Breda pasó a la gloria del arte inmortalizado por Velázquez en el cuadro de La rendición de Breda a Ambrosio Spínola o Las Lanzas, obra que se instaló para causar asombro a sus visitantes en la decoración del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro3 4
La rendición de Breda, Velázquez. Fuente: Museo del Prado.
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2 ELLIOT, J. H.: El conde-duque de Olivares. Crítica. Barcelona. 2004. Página 271-274.

¿Envenenar por compasión o dar la puntilla?

Arsénico an old lace, 1944, Fuente: Wikipedia
      Cuando Cary Grant y Priscila Lane estrenaron la película “Arsénico por compasión”1, septiembre de 1944, los aliados habían desembarcado en Normandía, los alemanes retrocedían por varios frentes en Europa y los rusos, por el este, engullían a Polonia con los que tenían una mala relación. ¡Pobre Polonia! Durante esta guerra estuvo lejos de Dios y cerca de nazis y soviéticos.
      Las encantadoras tías de Mortimer Brewster, el protagonista de Arsenic an old lace, eran como esas mujeres mayores, con sus viejos encajes, con sus viejos modales, con sus eternos venenos, que daban la última oportunidad en la vida, que asesinaban con cariño, dulcemente, en una copa de vino, en un mundo brutal, a solitarios visitantes, a desheredados de la compañía, buscando un último amigo o un mínimo amor, un último suspiro, y un asegurado último viaje.
      En este momento, que, ingenuamente o no, se ha conseguido reducir las cuentas de las pensiones de nuestros mayores por el método del abandono en sus residencias o en sus casas, sin el cariño de sus familias, vuelvo la vista y el recuerdo hacia esas dulces y viejas envenenadoras de personas, que, utilizando un método agradable, eliminaban a los postulados huéspedes de su morada de forma definitiva en todos los sentidos y en todos los aspectos.
      En otra película, “Justino, un asesino de la tercera edad”2 un puntillero jubilado descubre un entretenimiento agradable, y terrible, afín a sus actitudes, para que no le aparten de la vida social que no quiere olvidar, y, en definitiva, dejar su profesión habitual. Dar el último golpe de gracia de forma fulminante a unos animales que se encuentran en la escala de la evolución animal en su cima, utópica o distópica. Ese animal es el Homo sapiens anatómicamente moderno.
      Sus ideales, sus proyectos de vida son argumentos literarios y artificios cinematográficos que nos entretienen y divierten, pero también hacen meditar sobre el rincón apartado donde se reduce la vida de muchos mayores olvidados, que como los trastos viejos de la buhardilla, se acumulan unos sobre otros.
      Justino y las tías Brewster crean un mundo distinto pero no distante de la realidad social que suele ser cruel con los que estorban, por innecesarios o por haber perdido la apariencia de los cánones ideales humanos. La puntilla y el arsénico se ejecutan con la compasión y el poder de la locura por la falta de respeto y amor de la sociedad. Es irracional, exagerado. Todo por una compasión hacia los solitarios, todo por ir a Benidorm.
      Las ilusiones vanas y las compasiones ilimitadas parecen envoltorios de gran belleza pero de escasa profundidad. Fuego fatuo, artificio instantáneo. Es lo que hay. Algo por lo que vivir, algo por lo que amar, más algo por lo que se puede llegar a matar.
      En la película de Capra las adorables tías son trasladadas al mismo asilo donde llevarán a otro miembro de la familia que cree ser Theodore Rooselvelt, 20º presidente de Estados Unidos. Otra ilusión, otro deseo de emulación. Personajes que han creado su identidad para tener un lugar en la sociedad.
      No podemos confiarnos porque todo recuerda a algo cotidiano y profesional como la búsqueda de nuestra marca personal y un punto donde posicionar nuestra imagen en las redes sociales. Ser alguien o no ser nadie. Y conviviendo, sin darnos cuenta, en sociedad con múltiples y variados puntilleros y damas compasivas dispuestas o dispuestos a una ayuda mortal.
      Los útiles, los instrumentos, son frutos aportados por el desarrollo de la sociedad. Nada es nuevo porque proviene del desarrollo tecnológico y social de nuestra cultura. La puntilla, el vino, los venenos, la compasión mal entendida, la búsqueda de un retiro mejor...
      "Memento mori."
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1Arsenic an Old Lace, Director Frank Capra. Popular comedia con grandes secundarios como Raymond Massey, Peter Lorre, Josephine Hull, Jean Adair y Edward Everett Horton.
21994, dirigida por La Cuadrilla, protagonizada por Saturnino García.

El destino de Guido de Anastagi

      Cerró el libro como quien cierra un antiguo mamotreto. La lectura era una actividad tediosa, sin utilidad. Él era un hombre de acción. Había leído el relato de Nastagio y la joven Traversari por ella, porque no podía resistir las peticiones que le hacía. Temía el día en que le pidiera que saltara porque saltaría. ¡Carajo!- decía- es que me gusta.
Fuente: Wikipedia

      Antes, por ella, había ido de visita al Museo del Prado cuando él quería ir de fin de semana de acampada, comer unas chuletas con vino tinto y dormir bajo las estrellas. Pero ella, y no había sabido oponerse, le había dicho, guapo, ven conmigo al Prado que quiero que veas un Botticelli. ¡Lo mismo que la acampada!
      Menos mal que ella estaba en todo. Entradas por la web. Y gente haciendo cola. ¿Para ver cuadros? Estaba perplejo.
      Ella no paraba de hablar. Le divertía y le subyugaba. Le dijo que el origen de la pinacoteca del Prado eran las colecciones reales vinculadas a la historia de España, que abarcaba pinturas desde el siglo XIII al XIX, que a ella le gustaba aprovechar un ratito de vez en cuando y ver durante ese instante uno o dos cuadros, mirarlos como una serendipia, como si fuera un hallazgo inesperado, como una cita a ciegas.
      Él se turbaba cuando le hablaba de la cita a ciegas. Sentía celos. Quedará con otro. Pensaba. Sintió celos de Botticelli, de Nastagio...y del Boccaccio que le había dicho que debía leer.
      Ella seguía hablando y comentaba que tras la colección de pintura española, la de pintura italiana era la más extensa del Prado. Que había algunas lagunas en los períodos anteriores al siglo XVI por la predilección por la pintura flamenca de reyes hispanos como Isabel la Católica, que todo cambió a partir de la llegada de Tiziano en época del primer Austria, Carlos de Gante, y que, aunque el Trecento y el Quattrocento estaban poco representados, había joyas de esa época como tres de las cuatro tablas de la historia de Nastagio degli Onesti de Botticelli. Que, más tarde, quería que leyese la novela octava de la quinta jornada del “Il Decameron”, que quería saber su impresión, que...
      Cuando llegaron al Botticelli, ella le explicaba que originalmente había pintado una cuarta tabla que pertenecía a una colección particular. Que las tablas de esta pintura decoraban las paredes de una estancia florentina. En el primer panel se apreciaba como un joven se despedía de sus amigos, se internaba en una zona boscosa para reflexionar por el desdén de su amada y remataba con la escena de mayor tamaño en la que una joven desnuda imploraba ayuda mientras era perseguida por los perros de su amante que iba a caballo. Nastagio no reaccionaba, anonadado ante la escena. A él, embelesado tanto en ella como en la pintura, le contaba como eran tan bellos los colores, pero él solo veía, únicamente, la belleza de ella.
      La segunda tabla o cuadro mostraba el terror de Nastagio al observar como el amante destripaba el corazón del cuerpo rajado por la espalda, con su caballo expectante, y los perros, a continuación, devoraban el corazón eviscerado, finalizando, y en relación con el primer pasaje, con la perpetua persecución de la mujer resucitada.
     La tercera tabla plasmaba un banquete interrumpido por el amante perseguidor y la amada perseguida, momento que era aprovechado por el enamorado Nastagio para explicar el sentido de la terrible escena. Finalizaba la tabla con la escena del avenimiento de la amante de Nastagio a sus pretensiones. En la tabla que faltaba y pertenecía a una colección privada se representaba, según creía o sabía ella, una escena nupcial.
      Esta obra de Botticelli había sido pintada para la estancia florentina de Lucrecia Bini tras su enlace con un miembro de los Pucci de Firenze, hacia 1483, actuando como mediador del enlace Lorenzo de Médicis, de la familia de banqueros que en la práctica controlaban la política de la república florentina en su máximo momento de esplendor. Las tablas habían llegado al Museo del Prado dentro del legado Cambó en 194112.
      Él salió del museo con una idea dando vueltas en su cabeza. La escena le resultaba familiar por varios motivos, ya que ella, hacía años, cuando eran adolescentes, se la había relatado en el último curso de bachillerato al estudiar historia del arte, pero, además, enlazaba con otras historias y otros protagonistas, productos de sus lecturas, charlas y vidas.
      Más tarde, cuando leyeron la novela, en medio de un humeante café negro, de “Il Decameron” de Giovanni Boccaccio contada, relatada, por Filomena, una de las jóvenes florentinas que se había retirado al campo huyendo de la peste bubónica de 1348 que asolaba Europa proveniente de la provincia china de Hubei, se dieron cuenta de que las noticias que llegaban en este 2020 tenían una resonancia antigua en la reciente denominada pandemia de coronavirus.
      Para él, los protagonistas, realmente, eran los condenados eternamente, los que se veían obligados a repetir la escena. Guido de los Anastagi y su amante. Guido como suicida y ella como mujer reacia a su amante. Desde un punto de vista actual sería imposible concebir un castigo a una mujer que decidiera por su cuenta. Obviamente el final de la novela es moralizante y acorde con la costumbre en un momento de zozobra singular como fue la epidemia de peste bubónica de mediados del siglo XIV.
      Ella había tirado del hilo conductor que le proponía para considerar como los protagonistas de Boccaccio eran obligados a repetir continuamente el castigo cruel de su amor frustrado que recordaba los castigos divinos de los dioses antiguos, de Prometeo y Sísifo, llevados al amor cortés bajomedieval.
      Por una parte la amante de Guido era desgarrada en su espalda para eviscerar su corazón que entregaban a los perros, aunque, a continuación, volvía a resucitar provocando la macabra persecución de nuevo, similar al águila que devoraba las entrañas de Prometeo, titán inmortal, por lo que se regeneraba continuamente en un proceso sin fin.
      Por otra parte, Guido se veía obligado a repetir la persecución de forma continua como cuando Sísifo subía la roca a la cima de la montaña con el pleno conocimiento de que una vez en la cima la roca volvería a caer a la base de la montaña. Un absurdo castigo, una cruel condena. 
      Recogía también, la estela de la historia de Ifis y Anaxárate en “Metamorfosis” de Ovidio3, donde ante la fría respuesta de la mujer, Ifis se quita la vida, y Anaxárate se convierte en piedra como un castigo divino por la dureza de su respuesta al amado, que no es satisfecha en vida. La conversión de Anaxárate recuerda a la mujer de Lot cuando abandona Sodoma, y, también, a la vuelta al Hades de Eurídice. Los dos casos por mirar donde no corresponde.
      La diferencia, comentaba ella y asentía él, estribaba en el origen de la lucha. Tanto Prometeo como Sísifo se habían enfrentado a los dioses o querían aminorar su poder. Su deseo era ser como Dios, algo que en los tiempos contemporáneos reflejaron las novelas románticas como Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley. La cruel historia de Guido y su amada, pintada magistralmente por Botticelli, aceptaba los castigos divinos con un afán moralizante en un período posterior a la crisis provocada por la peste bubónica, como algo contra lo que no se podía luchar porque los condenados ya habían muerto para impedirlo. Eran mortales, humanos. Y recogía la influencia de la obra de Dante en la ejemplaridad del castigo.
      Ella o él, los dos, con la diferencia de años o de siglos, llegaron a la conclusión que habrían de luchar por cambiar su destino, ahora en igualdad, admirando lo conseguido por todos los Guidos, Prometeo o Anaxárete, que en soledad o pareja luchaban contra la enormidad del futuro o contra los muros del presente.
      Finalmente, todo se transformaba, por nosotros o por los demás, o por todo lo que nos rodeaba. Nada sería igual. Ya lo decía García Lorca en la Casida VIII:
La muchacha dorada
se bañaba en el agua
y el agua se doraba”
(Casida de la muchacha dorada, Diván del Tamarit, Federico García Lorca).
      Y él se dio cuenta de que ella le quería. A su manera.
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1ONIEVA, A. J. Nueva Guía Completa del Museo del Prado. Artes Gráficas Grijelmo. Bilbao. 1979. Páginas 22-24.
3OVIDIO, Metamorfosis. Libro XIV. Versión de Antonio Ruiz de Elvira. Bruguera Clásico. Barcelona. 1984. Páginas 444-446.

La invisibilidad de lo enorme

     
     “Escribió que su cara era trescientas setenta veces más ancha que diez mil mundos; entendió que lo gigantesco puede ser una forma de lo invisible y aun de lo abstracto.”
     Jorge Luis Borges, El otro Whitman, (1929). Discusión. 

      Era extenso, difuso e inabarcable. Nunca se definió ni se pudo saber dónde encontrarle. Era tan enorme que su visión era imposible a la dilatación y la irisación del ojo humano. Sus reflejos de luz eran distorsionados hasta el infinito y, en ese infinito, capaz de incapacitar todo proceso de aprehensión y distinción.
      Podía pensarse cuando se reducía a su mínima parte y, todavía así, tenía tal dificultad de abstracción que solo tras largos años de estudio se conseguía absorber el primer principio de su conocimiento. Por mucho que pretendiera obtener rasgos o cualidades de algo de su ser, era necesario un largo aprendizaje semejante al de los antiguos augures que, tras largos años auscultando las vísceras calientes de un animal sacrificado, veían aquello que otros no verían en varios miles de años.
      Era tan enorme, tan gigantesco que nunca cambió de lugar, ni de tiempo. Era tan inabarcable que solo pensar en él era un esfuerzo sobrehumano. 
     No era siquiera advertido por su olor porque se confundía con el de la propia atmósfera, en todo aire respirado.
       El lugar que ocupaba era denominado universo porque no se podía ocupar más, con sus luces y sus estrellas.
      Tal asombró provocó múltiples definiciones que solo podían reputarse como falsas, que solo podían ser meramente declarativas, que solo, en definitiva, podían ser comunicativas y, por tanto, universales.
      No es que sus vigilantes, sus observadores, sus investigadores fueran liliputienses que anudaran con finos hilos y disparasen pequeñas flechas, minúsculas, síntoma inequívoco de su localización, visión y magnitud. No es que sus buscadores fueran marineros anclados, naufragados y perdidos en la cueva de Polifemo que tuvieran, necesitaran vitalmente, travestirse para huir tras impresionarse de la furia del cíclope de un único ojo.

      Tal vez podía ser el temor o el miedo al desconocimiento, a sus efectos, a su incapacidad para predecir o conocer su ser, letal en muchos casos, que estaba y no estaba allí, aunque nunca fuera perceptible.
      Aparentemente inocuo, inoculaba, pervertía y contaminaba. Algo que solo era presumible, sin certeza, solo una hipótesis, producto de una quimera real que la imaginación consideraba imposible o falsa pero que sucedía y acontecía, en sí, como cierto.
      Era, tal vez, como el genuino universo, era algo infinito, era algo grandioso y era todo invisible, como la propia atmósfera como el aire que da vida. Una difuminada pretensión de lo excesivo que no podía ser valorado como sobresaliente, porque lo excedía y conformaba, puesto que era numen de todo y finalidad de toda musa o inspiración. Era fascinante sin faz, engaño sin asunción que alucinaba sin motivo o sin específico científico, ofuscando, conturbando y confundiendo a todo aquel que no era muy experimentado.

      Era un misterio melindroso que incapacitaba a afectados y delicados.
      Su atracción era irresistible. Su singularidad producía una euforia agradable, asumida por la mayoría, que armonizaba los miembros de la sociedad e impedía desacuerdos. En su distancia era inmensurable, su masa no era perceptible, ni había medios para pesar su fuerza y movimiento.
      Era el mundo feliz, era el ensueño querido. Un mundo perfecto. Nada.

Y si el sueño finge muros

en la llanura del tiempo,

el tiempo le hace creer

que nace en aquel momento.”

      García Lorca, Federico. La leyenda del tiempo, Así que pasen cinco años (1933).



Mercado Local en Tablón de Anuncios




Aquí canta la culebra,
le escupe verde el lagarto,
y el viento parte las piedras,
moviendo, hundido, los cardos”
La amante, Rafael Alberti, 1925.

      Como un recuerdo lejano queda todo lo sucedido en enero y febrero de 2020. Antes del 14 de marzo de 2020, momento en el que adquirimos conciencia de clase confinada, lo ocurrido es un vago recuerdo en nuestra memoria, que no olvido, donde cada uno ve destellos distintos de diferente duración.
      Uno de las noticias más relevantes en esos días eran las manifestaciones de agricultores y ganaderos que reivindicaban su labor, denunciaban la crisis del sector, temían los recortes de fondos de la Política Agraria Común (PAC) y pedían soluciones al Gobierno de España.
Una de las quejas más reiteradas era la diferencia de precios entre la producción agraria y la venta final al consumidor, incidiendo en los distintos beneficios obtenidos por unos y otros durante las fases de comercialización.
      No es pretensión de este escrito decantar la calidad del proceso comercial existente, pero si observar una de las variables que se han establecido en los últimos tiempos que intenta dar salida comercial a un almacenamiento con unos límites comerciales que permitan el mantenimiento de las explotaciones agrícolas y ganaderas, y más teniendo en cuenta la situación económica actual producida por la crisis del covid 19.
     Se hace referencia aquí a una de las iniciativas que promueve Tablón de Anuncios denominada Mercado Local(https://www.tablondeanuncios.com/mercado-local/), que establece la relación entre el usuario de los productos agrícolas y ganaderos con sus cultivadores para que la elaboración final, la venta, beneficie a productores y consumidores con la especial circunstancia de la venta de proximidad. Se establece normalmente un precio, aunque también existe la posibilidad de venta por precio convenido.
      Una venta online que se puede formalizar rellenando un formulario de contacto y que luego se remata con el acuerdo sobre la forma de envío al comprador y consumidor.
      Mercado Local de Tablón de Anuncios oficia de escaparate virtual de los productos que habitualmente observamos en fruterías, carnicerías y pescaderías, mercados, y/o secciones similares de grandes superficies, disminuyendo los intermediarios de la cadena alimentaria habitual por un contacto más directo entre el primer escalón productivo y las personas que preparan su alimento diario.
     Son Alimentos de Cercanía, frutas-verduras-conservas-huevos, con una mínima distancia entre su origen y final para promocionar economías locales con una finalidad o pretensión: el consumo responsable, la sostenibilidad del mundo rural y el respeto al medio ambiente.


Bodas de sangre

                       NOVIO ¿Quieres algo?                              MADRE Hijo, el almuerzo                               NOVIO Déjalo....