Cultura y sociedad

El conocimiento a través de la alegoría platónica de la caverna

 


     Imaginemos un grupo de hombres. Por ejemplo, una cuadrilla taurina, encerrados en una plaza de toros ‘especial’ al estar cubierta y sin luz. La única luz que reciben viene por la salida de toriles, cuyo portón de salida a la plaza está cerrado.

     La cuadrilla está situada en el burladero contrario a esta salida. La altura del portón de toriles es similar a la estatura media de los hombres, lo cual hace que sólo les permite vislumbrar la lejanía de la salida de la plaza a través de un túnel. Ven algo parecido a pasos procesionales que son llevados por hombres, tal vez fieles, que no divisan. Conjuntos que no han visto nunca por su novedad y variedad. Figuras que están iluminadas por la luz de un faro cercano similar a un Sol más brillante o la Luna más llena. Además, en un palco permanece atrapada la banda municipal por su terrible armonía interpretativa. Su música se confunde con las rogativas de los orantes invisibles que portan las esculturas o procesiones.

     Los miembros de la cuadrilla ven sombras o reflejos de conjuntos procesionales y devotos. Reciben el eco de sus plegarias. Hace tiempo que no han visto nada parecido, porque nunca habían visto otra cosa, y creen que esta es la única realidad. La verdadera. Y que el eco de las plegarias es el sonido original de las mismas.

    El hombre que dirige la cuadrilla, el más valiente de su escalafón, fabuloso en el par de banderillas, que podría responder al nombre de Sócrates o de Ignacio, salta el burladero tras varios intentos, recorre el ruedo y se dirige hacia la salida de toriles que sobrepasa saltando con una garrocha que había preparado.

     La luz le ciega, le aturde. Sus ojos tardan en acostumbrarse a la nueva realidad. Vería, de esta manera, que las procesiones son llevadas por penitentes, que la luz viene de un faro cercano, que es noche cerrada. Ya ha salido de la plaza. Observa que el mundo no se circunscribe a la plaza de toros, que hay otra realidad y que quiere vivirla. Finalmente, se haría de día y el Sol saldría como la verdadera luz y causa de todo lo visible.

     Una vez convertido en conocedor de la realidad, pretende revelar todo el saber aprendido a sus compañeros de cuadrilla para convencerles de la posibilidad de abandonar el burladero. Perdería así la posibilidad de ver el Sol todos los días, de ver la realidad. De disfrutar de su existencia.

     Cuando vuelve a la plaza, que permanece en la oscuridad, sin tiempo, y con ese único espacio, su vista tardará en percibir por los efectos de la luz del lugar de donde procedía. Había perdido la forma anterior, no estaría habituado a ella. Los miembros de su cuadrilla, los componentes de la banda de música desconfiaran de su vuelta. Puede que no le entiendan, que piensen que está loco. Que lo consideren un enemigo.

         La alegoría de la caverna nos dice que más allá del portón, las cosas que vemos simbolizan el verdadero ser. Que las ideas y el Sol son o nos acercan a la idea de bien.

     El proceso por el que pasa la persona que abandona el recinto cerrado y sólo iluminado en la lejanía son los diversos grados de conocimiento hasta llegar a la realidad. Y que llegar a la realidad y a la luz del Sol permitirá o permitiría descubrir la vida en su dimensión espiritual.

     Según Alberto González Troyano, entre la segunda y tercera década del siglo XX, se dio una plenitud en dos ámbitos diferentes que confluyeron por su calidad en sinergias y atracciones mutuas: Literatura y Toreo.

     Se llegó a aceptar que el torero era también un creador, como lo era el creador literario, añadiendo el matador un componente trágico por definición. Las dos figuras que profundizaron esta senda fueron Juan Belmonte e Ignacio Sánchez Mejías. Rompieron con la ruda figura del taurómaco y compartieron salones con la vanguardia. En el caso de Belmonte, y su maleta de libros, buscaba ideas o respuestas a la razón del mundo en el que estaba metido. Además, quería hablar sobre él. Belmonte murió cuando iba a cumplir setenta años por suicidio.

     Más radical fue el caso de Ignacio Sánchez Mejías que fue recibido por la generación del 27 como igual y sin los resabios del 98 hacia los toreros. Radical porque rompía con las barreras del hombre unidimensional y porque quería conocer otras realidades para ser más completo espiritualmente.

     Sus retiradas y vueltas a los toros pueden ser aparentemente analizados como propio de un temperamento irreflexivo, pero responde tanto a la necesidad emocional o insatisfacción de cada momento como a la superación de los encasillamientos sociales establecidos.

     Cuando volvió a los ruedos en 1934, Juan Ferragut contó que había vuelto al toreo porque no estaba conforme con el torero que había sido antes. Reapareció un 16 de junio y falleció en la mañana del 13 de agosto de 1934 tras la cogida sufrida dos días antes en Manzanares. Federico García Lorca lo inmortalizó en Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Cuando se enteró que volvía a los ruedos, según cuenta Marcelle Auclair, dijo: “Ignacio me acaba de anunciar su propia muerte: vuelve a los toros”.[i]

     Sócrates fascinó con su palabra, pero se granjeó grandes enemistades. Murió en el 399 a. C. condenado por impiedad por no creer en los dioses y corromper a los más jóvenes. Sin embargo, a partir de Sócrates, la literatura y, especialmente, la filosofía griega marcó un rumbo irreversible de la mano de Platón y Aristóteles.

 

     Para saber más:

       REALE, G. y ANTISERI, D.: Historia del pensamiento filosófico y científico. Antigüedad y Edad Media. Herder. Barcelona. 1988-2010. Sobre Sócrates, páginas 85-99; sobre Platón, páginas 119-154.

       AMORÓS, A. y FERNÁNDEZ, A.: Ignacio Sánchez Mejías, el hombre de la edad de Plata. Almuzara. Sant Andreu de la Barca. 2011.

       ArchivoMuseo Ignacio Sánchez Mejías. Calle Monjas 12, 13200 Manzanares. 926614056.

       GONZALEZ TROYANO, A: Teatro, vida y deseos en Ignacio Sánchez Mejías. Revista de Estudios Taurinos. Nº 11. Sevilla. 2000. Páginas 145-156. 


 

    



[i] Las referencias a Juan Ferragut y Marcelle Auclair han sido obtenidas en el libro de A. Amorós y A. Fernández Torres Ignacio Sánchez Mejías, el hombre de la Edad de Plata. Edición de bolsillo de Almuzara. Sant Andreu de la Barca. 2011.

Un paseo por el sistema solar

       

Paseo del Sistema Solar. Wikipedia
      Un día, Copérnico, leyendo obras de los antiguos griegos, se topó con la teoría de Aristarco de Samos, según la cual la Tierra se movía alrededor del Sol, contradiciendo la tesis geocéntrica ptolemaica. Y decidió estudiar su verosimilitud y los efectos que traería esta posibilidad, colocando en Sol en el centro, con los planetas girando en círculos donde el centro es la estrella amarilla. Ordenaba los planetas de Mercurio a Saturno, pasando por Venus, Tierra, Marte y Júpiter. La Luna orbitaría, a su vez, sobre el planeta azul como su satélite.

    Dedujo que la Tierra rotaba sobre su eje para explicar el paso de los días al dar una vuelta completa cada uno de ellos. Un eje que tenía un leve cambio de dirección llamado precesión que adelanta los equinoccios y que recuerda al baile de los trompos infantiles.

     Este avance de Copérnico fue completado por Kepler al promover que los planetas giraban alrededor del Sol en elipses, no en círculos, y que lo que une el centro de cada planeta con el Sol ocupa distancias iguales en tiempos iguales.

     La causa por la que todo esto se movía era producto de la atracción magnética que no fue descrita matemáticamente hasta Newton.

     Todos estos descubrimientos completaban los avances geográficos y científicos que se habían producido por la expansión de los reinos de Portugal y España. Los instrumentos científicos que fueron empleados para medir mares y tierras fueron utilizados para construir las plantas de las ciudades con sus fortificaciones y cartografiar nuevos territorios. El geógrafo, el ingeniero o el astrónomo es representado por Vermer en actitud pensativa mientras observa los astros. A Newton lo dibujo William Blake haciendo mediciones con un compás sobre un pergamino, que ambos dos, parecían extensiones de su cuerpo e intelecto.

     La imagen del cielo ha estado presente desde la revolución científica de la modernidad. En la bóveda de la biblioteca de la universidad española por excelencia, Salamanca, pintó Fernando Gallego el cielo astrológico conocido en el último cuarto del siglo XV, llamado el cielo de Salamanca.

El cielo de Salamanca_F. Gallego. Wikipedia.

     Hay quien piensa que en los frescos egipcios de la tumba de Ramses VI, cuando se representa el Libro de los Cielos con la diosa Nut, que dicha diosa adopta una figura similar a la Vía Láctea. Una imagen más real de la Vila Láctea no se representó hasta 1609 con el cuadro de Elsheimer Huida a Egipto.

     La Luna, tras el descubrimiento de Galileo con su pequeño telescopio de los accidentes geográficos que le caracterizaban, ha sido objeto de ensoñaciones y representaciones variadas. Verne ideó un viaje cuando aún no era posible.

     En el cine, Meliès plasmó la idea del francés mezclada con las de H. G. Wells. Las ensoñaciones nocturnas de Pepín Bello, Luis Buñuel y otros amigos de la Residencia de Estudiantes mientras observaban el cielo dieron lugar a una de las escenas más memorables de Un perro andaluz porque una nube rasgaba la Luna. El cegamiento de la actriz fue impactante en su época. La mutilación del ojo ha sido uno de los castigos más terribles y siniestros. Pregunten al bizantino Belisario, aunque sea leyenda literaria o artística. En el caso de Buñuel tiene su origen en una visión idílica.


     En Manzanares, Castilla-La Mancha, el parque Julián Gómez Cambronero, entre vegetación mediterránea, patos, pavos reales y caminos, muestra una reproducción a escala y al aire libre del Sistema Solar a modo de paseo. Ideado por el investigador contra el cáncer que da nombre al parque, incluye el cinturón de Kuiper y la Nube de Oort, con las esferas dentro de estructuras de acero. Con efectos divulgativos y para solaz de sus visitantes.

El juicio a "Veronés" por el decoro

     

Cena en casa de Leví. (Galería de la Academia de Venecia). Wikipedia

Según Antonio Urquizar, el decoro hacía referencia en origen a la correspondencia entre forma y contenido en la literatura, pero su sentido se extendió a otras disciplinas artísticas. Y, del mismo modo, a los sitios donde se ubicaran.

     Tras el Concilio de Trento (1545-1563), el decoro adquirió una nota o definición moral que influía, especialmente, en la utilización de los desnudos dentro de cualquier tema y espacio. Lo que debía ser visto, las artes visuales, padeció este control. 

     Es conocido el caso de la presión judicial que ejerció la Inquisición veneciana sobre Paolo Caliari, más conocido como Veronese o Veronés (1528-1588). En 1573, según Matteo Mancini, hace entrega a la iglesia veneciana de Santi Giovanni e Paolo una Última Cena que para el inquisidor Schellino no era fiel al relato evangélico al que hacía referencia. Se quejaba de la presencia de soldados con vestimenta alemana por afección, tal vez, a los reformistas, de un bufón acompañado de un loro, que entonces se entendía como lujurioso, pero, sobre todo, era el hecho del reparto o corte del cordero por Pedro, cuando debía ser Jesús quien lo hiciera, lo que producía mayor rechazo. Se consideró comprensivo con las ideas de los reformistas.

     Veronés argumentó utilizando la libertad del creador. Del artista. De la licencia que permitía su ejercicio. Como la de los poetas. O los locos. Que tenía espacio libre, que se le pedía incluir figuras y que las incluía según las inventaba. En el último cuarto del siglo XVI, un pintor reclamó su autonomía creativa. Fue condenado a rehacer la pintura y a sufragar los costes que ello acarreara.

     Veronés fue astuto y convirtió el tema de la Última Cena en otro tema evangélico, en este caso el Evangelio de Lucas (Lucas, 14, 7-24). Cambió el nombre, Cena en casa de Leví. Era un asunto menos importante, podía mantener las figuras empleadas en la pintura, y formalmente cumplía, en apariencia, con lo obligado por la Inquisición. Es, también, considerado el momento de la conversión de Mateo.

     Además, le permitía usar el relato evangélico, es posible, contra los jueces que le habían condenado. Hacía referencia a una invitación a la modestia, a la buena elección de los invitados, y a la parábola de la descortesía de alguno de ellos que haría que no disfrutaran de la cena cristiana.


 

     

La basna de Tudanca

Basna de haya, Casa Museo Tudanca. bmre

     

     En la Casa Museo de Tudanca, tras pasar por un porche que eleva el inmueble sobre un camino con derecho de paso vecinal, se puede ver adherida a la pared una basna.

    La basna era una especie de medio de transporte de forma triangular, semejante a un trineo porque carecía o carece de ruedas, que los ganaderos del Valle del Nansa utilizaban para bajar la hierba de los prados de las altas cumbres cantábricas. Los caminos irregulares, las dificultades montañosas, las acusadas pendientes impedían el traslado de la verde hierba tras la siega en verano. Un carro no podía ser manejado en esas condiciones. 

     La basna era de capacidad inferior a un carro, pero más manejable, como si fuera un deslizador. Construida de maderos de haya, podía tener un largo de 2,25 metros de largo y 1,90 metros de ancho en su armazón externo. Se entrelazaba con maderas más delgadas, tarmas, hasta diez, y se anudaban con varas de avellano. Unos equinos tiraban del ingenio. Práctico, sencillo, buscando el trabajo bien hecho para guardar la hierba para los animales. 

Casa Museo de Tudanca. bmre

     En Tudanca había un acuerdo en el concejo para ayudarse entre todos, el “prau concejo”, por el cual se sorteaba entre los vecinos la siega del prado comunal, repartiendo porciones de terreno, suertes, labor que se iniciaba con una fiesta a la que se asistía para celebrar el acontecimiento. Sobre el uso de la basna escribieron Miguel de Unamuno durante una estancia en la casona de Tudanca, José María de Pereda, quien ambientó Peñas Arriba en dicho edificio, y José María de Cossío, propietario y alma de la casa biblioteca.

     El camino al valle que envuelve Tudanca se hace a través de carreteras autonómicas intrincadas que serpentean las montañas cántabras donde se entremezclan las amplias zonas boscosas con pequeños lugares, escasamente habitados, diseminados por los concejos. El tiempo se para en el espacio, dimensionando las nevadas cumbres y los rítmicos andares de los vaqueros que llevan sus rumiantes a buscar el pasto.

Valle del Nansa desde Cabezón de la Sal. Fuente: G. Michelín

     José María de Cossío heredó de antepasados indianos esta casona. Durante años recibió a todo tipo de personas en su vivienda a pesar de las dificultades de acceso, y convirtió esta antigua casa señorial en un depósito bibliográfico de valor incalculable, donde las primeras ediciones de publicaciones se guardan en la caja fuerte por su valor y se exhibe la plata, que palidece ante la cultura.

     Allí recibía todas las revistas culturales de las vanguardias del siglo XX, como “Cruz y Raya” o “Revista de Occidente”, guardaba una correspondencia epistolar numerosa con la intelectualidad de su época, trabajaba para Espasa Calpe, … 

    En este sitio acabó Rafael Alberti Sobre los ángeles, autor que al final de su vida regresó para un homenaje por esa estancia. Aquí, finalmente y con otras joyas literarias, se guarda el primer Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Federico García Lorca, escrito a mano. Acompaña un dibujo de un arlequín llorando de pena. Se cree que su autor fue también el poeta granadino. Está escrito en tinta negra, salvo unos versos a lápiz. La dedicatoria: A mi queridísimo José María. Esta es la verdadera y única dedicatoria que le hago con el recuerdo y el amor de nuestro Ignacio. Federico.

     La Barraca, con Lorca a la cabeza, representó una obra de teatro en el patio alfombrado por un verde césped de la casona hacia 1933.

Valle del Nansa. bmre.

     Para saber más:

     — No se puede aparcar dentro de Tudanca al ser un conjunto histórico artístico. 

    — Es necesario llevar calzado adecuado para caminar en zonas con barro y paso de ganado vacuno. 

     — Es necesario llevar bebida o comida, no hay restauración.

    — Desde Santander, el camino es muy bueno hasta Cabezón de la Sal, pero a partir de aquí hay muchas curvas, carreteras de montaña y posibilidad de cruce de animales domésticos, asilvestrados y salvajes.

    — Además de la casa museo de Tudanca, gestionada por las instituciones cántabras, sobre el Llanto sobre Ignacio Sánchez Mejías hay mucha bibliografía en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías de Manzanares.


Ignacio Sánchez Mejías, el ser mítico

Ignacio Sánchez Mejías buscando artistas en la jerezana calle Lancería.

 " -¿Piensa usted dedicarse de lleno a la dramaturgia?

  - ¿Quién, yo? De ninguna manera. Yo no hago profesiones de fe vitalicias. ¿Quién sabe lo que será uno dentro de unos años?"

     Ignacio Sánchez Mejías, entrevistado por Trivelín para el diario ABC días antes de estrenar Sinrazón.

     Cuenta el profesor de Derecho Penal Manuel Grosso que fue invitado a dar una conferencia sobre Ignacio Sánchez Mejías en El Cairo en unas jornadas que celebraban sobre Federico García Lorca. Los egipcios son, en teoría, un público ajeno al mundo de los toros. Es más, relata Grosso, consideraban a Sánchez Mejías algo parecido a un personaje mitológico o mítico.

    Esta situación le permitía, eso sí, hablar del personaje más allá del traje de luces y bajarlo del pedestal en el que el Llanto había colocado al sevillano.

     Otro dato que permitía valorarlo era la amplitud de dedicaciones/ ocupaciones que había observado en su vida, en especial entre 1927 y 1934; la inconstancia en alguno de sus propósitos o el deseo de vivir la vida con desmesura, como si todos los empeños se le quedaran pequeños. 

     Escribió el libreto de “Las calles de Cádiz” con el seudónimo de Jiménez Chavarri en 1933. Había estrenado en 1928 Sinrazón y Zaya, y no llegó a estrenar Ni más ni menos y Soledad

     Se dejó la piel en el estreno del musical. Según un biógrafo de Pilar López Júlvez, Ángel Álvarez Caballero, participó activamente en el montaje del espectáculo. Activamente, sobre todo, en la búsqueda y contratación de artistas en Cádiz y Jerez de la Frontera: Juana La Macarrona, La Malena, Fernanda Antúnez, Rafael Ortega, Antonio Triana, Adela La Chaqueta, Manolo de Huelva a la guitarra, el Niño Gloria, Espeleta…

     Argentinita le habría acompañado en alguno de esos viajes para buscar a Pablito de Cádiz… 

     Las calles de Cádiz comenzaban con El Amor Brujo de Falla, seguían con varios números como la Danza V de Granados y una versión de El sombrero de tres picos de Falla. Una jovencísima Pilar López continuaba con un baile gallego. 

Argentinita según Romero de Torres.

     La segunda parte era propiamente Las calles de Cádiz. Una coreografía sobre un mundo en decadencia o en extinción. La novedad: Un cuerpo de baile de seis personas con trajes de distinto colorido, todas a un tiempo. El guitarrista citado se ocultó tras un biombo. Tangos, el romancillo Los Reyes de la Baraja de Lorca, por bulerías y en corrillo. Otros números por bulerías y un zapateado nos llevaban a Nochebuena en Jerez, como colofón, donde el Niño Gloria cantaba sus famosos villancicos.


     Una apoteosis final en semicírculo consagró la noche por todas las noches e hizo costumbre ese medio corrillo final.

     Argentinita se consagró más y presentó a su hermana Pilar, que fue maestra de generaciones de bailarines como Mario Maya y Antonio Gades. 

     Ignacio Sánchez Mejías se encargó de convencer a otro Ignacio, Espeleta, para que hiciese de pescadero. Según parece cuando estrenaron en París, salió al escenario y le aplaudieron sin haber empezado. El escritor Fernando Quiñones rememorando a García Lorca contó que el granadino decía que Espeleta no quería actuar porque cómo iba a trabajar si era de Cádiz.

     Para saber más:

     —Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías. Documentación expuesta y biblioteca de una personalidad genial y el mundo cultural del primer tercio del siglo XX que vieron sus ojos.

     —AMOROS, A Y FERNÁNEZ TORRES, A.: Ignacio Sánchez Mejías, el hombre de la edad de Plata. Books4pocket para Almuzara. Barcelona. 2011. 

     -Revista EN PRESENTE, julio septiembre 2007. 

     -GROSSO, M.: Ignacio Sánchez Mejías: la pasión por vivir. Una mirada sobre el hombre. Revista de Estudios Taurinos. Nº 11, Sevilla, 2000, páginas 201-214.

   

La ganadería como vertebración de la corona de Castilla

     
Gualda

     La gualda es una hierba que produce unas flores amarillas en forma de espigas que suele aparecer en forma silvestre y que se cultiva para obtener un tipo de color amarillo, el/la gualda, tras su cocimiento. 
    También, Gualda, es una localidad española perteneciente al municipio guadalajareño de Cifuentes ubicada en la cuenca del Tajo alto, con pocos habitantes, pero que debe su importancia al hecho histórico que se produjo el 2 de agosto de 1273. Alfonso X el Sabio concedió un privilegio al Honrado Concejo de la Mesta. En 1273 las cuatro Mestas castellanas fueron unificadas y los ganaderos se sometieron a las decisiones de una única Mesta General. De los privilegios que obtuvo destacan la libertad de paso y el aprovechamiento de pastos comunes en el reino. Privilegios que dieron apogeo a una institución ganadera, pero que fueron contestados por los concejos, nobles y órdenes militares, entre otros, porque ponían en peligro sus privilegios locales.
Alfonso X El Sabio

     Tres grandes cañadas cruzaban la península: la leonesa, de León hasta Plasencia buscando pastos veraniegos en Extremadura; la segoviana, con varios ramales, desde Logroño hasta Segovia, con ramales hacia Bejar a Andalucía por Talavera. La cañada manchega recogía los ganados que venían por Cuenca y los distribuía por Andalucía y Murcia. El surgimiento de la Hermandad Vieja, de Toledo, Talavera y Ciudad Real puede tener conexión con la trashumancia.
     Según decía Ramón Carande, en Carlos V y sus banqueros, “ninguna manifestación de la vida económica española tiene en su historia el arraigo que la ganadería”. 
  Siguiendo al mayor estudioso de la Mesta, Julius Klein, los privilegios de 1273 comenzaban así: “Sepan quantos este priuilegio vieren como ante Don Alfonso, por la gracia de Dios, Rey de Castiella, de Toledo, de Leon, de Galizia, de Seuilla, de Cordoua, de Murcia, de Jahen, del Algarue, en uno con la Reyna Donna Violante, mi mujer, et con nuestros fijos, el Infante Don Sancho, fijo mayor, et con Don Peidro, et Don Johan, et Don Jaymes, vinieron omnes bonos de los pastores et mostraronnos de como las cartas que de nos tienen, selladas con nuestros sellos de cera, que se le quebrantaban los sellos, et se les dannaban; et que nos pidien merced, que de todas estas cartas, que les diésemos un priuillegio. Et nos, por les facer bien et meercet, tobiemoslo por bien. »

      Esta era la tesis de Klein. Que la Mesta era originada por una decisión real. Otros, Bishko y Argente del Castillo, abogaban por una sanción real de unas decisiones propias de los ganaderos. Agruparon todas las cabañas de ganado de oveja merina por la calidad inigualable de su lana, sin comparación en el resto del mundo, a diferencia de la raza churra, de potencial lechero. La Mesta ayudó en la consolidación del reino de Castilla que emergía con el avance de la Reconquista ocupando los pastos más meridionales. Y la jurisdicción de la Corona sobre vías pecuarias coadyuvó y se impuso sobre las locales de villas y ciudades. Tal fue el poder de la Mesta que dominó la vida rural de Castilla.
     Este poder, como se decía, colisionó con otros poderes locales. Los reyes de la Reconquista habían otorgado privilegios a las ciudades que se sentían agraviadas por los privilegios mesteños como el paso libre y seguro por los reinos, la exención del pago de impuestos, el aprovechamiento forestal de los montes, el uso de los pastos y el mantenimiento de las cañadas. El aprovechamiento de los pastos entraba en colisión con otro poder rural, la agricultura. El repoblamiento o la colonización con el aprovechamiento agrícola de los terrenos ocupados afectaba de forma directa a la ganadería que había atravesado zonas escasamente pobladas.
     Al principio los enfrentamientos y colisiones entre los privilegios reales de la ganadería y otros privilegios reales en zonas rurales eran escasos y se solucionaban con la siguiente decisión: en caso de contradicción entre dos privilegios firmados por el poder real, estos quedaban sin efecto. Con la creación del Honrado Concejo de la Mesta se favorece a la asociación de ganaderos porque se constituye en cabaña real y porque se limita los impuestos que se podía cobrar a estos rebaños, dos cabezas por millar, en la concesión de privilegios de Gualda.
     Las órdenes militares también entraron en conflicto con la Mesta. La orden de Calatrava, que tuvo una cabaña ganadera, en especial de ganado vacuno, gozó de una serie de privilegios. Su etapa de mayor desarrollo se produce tras la batalla de las Navas de Tolosa, 1212, cuando recupera el campo calatravo, y se inicia una etapa de expansión sin límites que llega hasta mediados del siglo XIV. Como se decía, inicialmente era ganado vacuno, pero entre mediados del siglo XIV y mediados del siglo XV se produce un incremento del ganado ovino y un descenso de la cabaña global. A partir de mediados del siglo XV se abandona la ganadería y se intensifica la explotación de los pastos que ya poseía desde sus inicios.
Caballero calatravo

     Los primeros privilegios de los calatravos son del siglo XII. Alfonso VIII concede privilegios y los toma bajo su protección, con la intención de crear una economía de base ganadera en los señoríos de las órdenes militares para que ayudasen en el desarrollo, vertebración, de los territorios del reino. En 1264 consiguió la libertad de tránsito por todos los reinos de la corona de Castilla, que no siempre era respetada. Otro privilegio que empezaron a compartir las órdenes militares fue el uso de los pastos en común. Y desde el siglo XIII, los rebaños meridionales podían hacer la trashumancia en verano hacia Segovia y Ávila.
Rebaño de ovejas en la meseta

     La razón del paulatino paso de la orden de Calatrava de poseedor de una importante cabaña ganadera a la explotación de pastos tenía origen en las características geográficas y climáticas de los territorios de frontera que se iban ocupando. Zonas escasamente pobladas, terrenos de pastos que crecen en primavera y otoño, inicial actividad militar que luego se abandona por otras actividades económicas que complementan con la caza, la pesca, el cultivo de la miel o la explotación de bosques. Con el tiempo, el control de los pastos, su aprovechamiento y la imposición de tributos por su empleo fue desplazando a la ganadería. Según Rodríguez-Picavea, la orden de Calatrava puso interés en el desarrollo de las dehesas desde sus inicios y fue un símbolo de su poder: Las dehesas del Campo de Calatrava. La riqueza que generaban para la Orden los espacios pecuarios se obtenía cobrando por el paso o por el arrendamiento de estos.
     Ganaderos mesteños presentaron reclamaciones contra la orden de Calatrava. En 1285 se presentaron contra los comendadores de Piedrabuena, Villagutierre, Fuente del Moral, Caracuel, Benavente, Moratalaz y Alcolea por cosas hechas sin razón ni derecho por la orden contra sus ganados y ganaderos. En 1287 se llega a una especie de primer acuerdo que se expresaría en la percepción de una renta por la protección de las cabañas ganaderas. Pero hubo ocasiones en que fue necesario recurrir a la intervención regia para resolver las diferencias sobre la posesión o propiedad de dehesas y ganado.
     La importancia de la ganadería en el reino castellano estaría en uno de los orígenes de la encomienda calatrava de Manzanares. Su posición privilegiada en las llanuras del valle del Guadiana como paso de las cabañas ganaderas que venían de Cuenca permitiría obtener beneficios de los rebaños y detraer recursos de las personas que por los caminos pudieran desplazarse.
Castillo de Pilas Bonas. Manzanares

     Para saber más:

       KLEIN, J.: Los privilegios de la Mesta de 1273 y 1276. Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo LXI, p. 139.

     ALMAGRO, C.: Población, encomienda y territorio: Manzanares a finales del S. XV. "En la España medieval", 2008, vol. 31. Páginas 123-150. 

     RODRÍGUEZ-PICAVEA, E.: La ganadería y la orden de Calatrava en la Castilla medieval (siglos XII-XV). En la España Medieval, 2010, vol. 33, páginas 325-346.

     BISHKO, CH. J.: Setenta años después. La Mesta de Julius Klein a la luz de la investigación subsiguiente

     SUÁREZ BILBAO, F.: La sociedad altomedieval y sus reciursos. En "Historia de España de la Edad Media". Coordinada por Álvarez Palenzuela, V. A. Ariel. Barcelona. 2011. Páginas 411-432.

 

 

Sobre 'Carmen' y 'Lola': la coronación de Dámaso Alonso

     

'Lola', de Sigüenza. BNE

Carmen y Lola eran obra de Gerardo. Carmen tenía una presencia bella, esbelta, tal vez desdeñosa. Representaba una mujer española sencilla que portaba en su mano flores o poesías. Era, sería, una revista chica de poesía española.

     Lola, al contrario de la cantábrica Carmen, era seguntina, menor y más directa en sus argumentos. Decía lo que callaba Carmen. Era amiga y suplemento. Lola nos contaba, nos contó, la dichosa coronación de Dámaso en Sevilla a finales de 1927, recordando a don Luis en su tercer centenario. 

     La brillante pléyade de poetas que acudió a Sevilla invitados al y por el Ateneo coronó en la Real Venta de Antequera a un nuevo diestro de las letras que había triunfado en la capital como discípulo de Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos. 

     El Sol había definido a los viajeros y poetas como “literatos madrileños de vanguardia”, tres adjetivos complementarios y puede que contradictorios. 

     Bergamín, Chabás, Guillén, Diego, Alonso, García Lorca y Alberti sonaban inicialmente a jugadores del nuevo deporte de moda, el "football", que practicaban hombres en pantalones hasta la rodilla con olor a linimento mentolado. 

     Tras los problemas del traslado a la sevillana capital de la poesía, estos amigos dedicaron dos noches a un grupo de amigos de Hispalis donde triunfó Alonso y donde se quedó sin voz, o sin palabras, Bergamín. Tal fue el éxito de Dámaso que bellas ninfas del Bétis salieron del río para felicitarle mientras hablaba y cuando cogía respiro llenando o rellenando con un poco de agua el vaso que más cerca tenía. Alonso, ante el elogio, sonrió. 

     Chabás siguió, prosiguió, con su prosodia levantina; Diego hizo defensa de la poesía acordando pergeñar, crear, a Carmen. Lorca y Alberti representaron un trozo de las Soledades gongorinas. 

    Siguió la lectura de poemas propios, y ajenos, de Guillén, Diego, Lorca y Alberti, donde mayor entusiasmo mostró Lorca, tras leer sus romances. Entusiasmo que provocó el desvestido de Adriano del Valle, puede que en un arrebato.

     Hubo, después, una exposición íntima de mapas astronómicos de la poesía. Lorca, protagonista, se asignó la estrella más luminosa acompañada de una cantidad irreal de satélites. Se cantó las ruinas de Nínive, el recuerdo de Babilonia, la memoria de Cartago. Hubo una noche surrealista en manicomios e islas adyacentes. Y, como colofón, una travesía en barco por el Betis.

https://www.realventadeantequera.com/

     Todos recordaron la fiesta en la Real Venta de Antequera. En medio o durante la comida aparecieron miembros del Ateneo, de la revista Mediodía y de la Universidad de Apolo; todos en una comisión. Pronunciaron un emocionante y razonado discurso. 

     Al concluir se depositó sobre las sienes de Dámaso Alonso, ruborizado, una corona de laurel que Ignacio Sánchez Mejías había cortado de un árbol cercano con la experiencia de quien ha recortado muchas cosas en varias vidas. Era un triunfo imperial. Sobrio y solemne.

     Finalizada la ceremonia, el rector de la Universidad de Apolo, Max Jacob Antúnez, disertó sobre el cante jondo de forma tan sencilla y brillante que se podía resumir en pocas palabras: dos y dos son cuatro. 

     ‘Lola’, de Sigüenza, contó un nuevo universo. 

     

'Carmen', de Gijón. BNE.


     
Para saber más:

        Gerardo Diego establece el canon de los poetas. En cierto modo es un notario de la pléyade de poetas. La lectura de sus Obras Completas es una labor clarificadora. He consultado las de Alfaguara en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías. Las revistas ‘Carmen’ y ‘Lola’ he podido consultarlas en la Biblioteca. Nacional.

     Amoros cuenta los hechos de Sevilla en Ignacio Sánchez Mejías, el hombre de la edad de Plata, ahora en una edición de bolsillo de Almuzara.

     La Real Academia de la lengua española tiene depositado el legado de Dámaso Alonso. Fue director durante catorce años. Y su labor como filólogo, además de su obra literaria, fue inmensa.

     

 

Bodas de sangre

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