El color rojo (1)

 

 

Alaska en la serie Valle de los Caídos_Costus_ECCO_Cádiz. BMRE


     Según la RAE, el rojo es un color semejante al de la sangre o al del tomate maduro. Ocupa el primer lugar en el espectro luminoso. ¡Puff, aquellos tomates rojos que olían a campo maduro! La sangre tiene una gama de colores variada según esté viva, seca, enfermiza, putrefacta, negra y morcillera, noble, buena, mala, de horchata, fría, caliente, hervida o chupada…

      También se le denomina colorado, bermejo, escarlata, encarnado, rubro, granate, grana, roso…

      Nos gustan aquellos pelos rubios, muy vivos, ardientes, pelirrojos...

     En política se llama rojo al izquierdista, especialmente Comunista, pero en la guerra civil española se hizo extensivo a todos los republicanos.

     Cuando vamos caminando, o contaminado con un coche, nos paramos ante el rojo del semáforo. Indica que seguir puede ser peligroso.

      Nos ponemos de color rojo, colorados, por el calor exterior, o interior, y por una emoción súbita.

     Cuando queremos conseguir el color utilizamos colorante o pigmento para producirlo. Nos podía ayudar los óxidos férrico y ferroso. ¡Y la cochinilla!


     Una alerta roja es el estado de máxima atención y vigilancia decretado por una autoridad en momentos de gran peligro, especialmente ante catástrofes naturales.

     En Vértigo, Alfred Hitchcock utiliza el color rojo, primario, como el color de la emoción más intensa, y, de entre ellas, la del enamoramiento, el peligro o distintas enfermedades. Un color asociado a la calidez, el corazón y la visceralidad.


     El protagonista se marea, siente vértigo, pierde el equilibrio y trastorna su juicio de forma aparentemente pasajera. El vértigo es una situación más avanzada que el mareo porque acarrea inseguridad e inestabilidad con náuseas o desmayos.

     Con el rojo también se asocia el trastorno del sueño conocido como pesadilla. Las pesadillas del protagonista tienen en el rojo la nota de la ansiedad, el nerviosismo y la propia agonía.

     Cuenta Pamuk que el color es el tacto del ojo, la música de los sordos, una palabra en la oscuridad. Sabe que el rojo llama la atención y que es difícil resistirse a él. Que su refinamiento se muestra a través de la decisión y la voluntad. ¡Llenar con mi fuego interno la superficie que espera! ¡Reforzar las pasiones! ¡Elevar las cejas y acelerar los corazones! Y contemplar el sol en los amaneceres rojizos. Me llamo rojo, de Oram Pamuk.


     Cuenta cómo se elaboraba en tiempos bajomedievales, durante el imperio turco, el rojo. Machacando en el mortero las cochinillas rojas y secas que procedían de la India. Debían convertirlas en un polvo muy fino, menudo, poco táctil, pensado, paciente.

     Pamuk dice que los colores no pueden comprenderse, se sienten. Que el rojo se siente con la punta de un dedo, como entre el hierro y el cobre. Con valentía lo cogeríamos con la mano y nos quemaríamos. Su sabor sería similar al de la carne, con regusto a salada; en boca, nos llenaría. Su olor sería animal, a caballo. La flor más sencilla nos recordaría el olor de ese color, la margarita... 

    Zuloaga pintó su visión de una roja mujer conocida como La Oterito, símbolo de la sensualidad y el deseo, pero sobre todo de una firmeza desafiante, dueña de su poder terrenal y primario. Se cubre los brazos de rojo y negro, rojo borbotón, y pisa sobre rojo, roja pasión.

Ignacio Zuloaga_La Oterito

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