Cultura y sociedad

El esfuerzo por ser mejor: Ramón y Cajal

    

Cerebelo. Ramón y Cajal. Uv. de Valencia.

—Me ha gustado mucho el libro. Tiene golpes muy buenos. Y, otra cosa me ha llamado la atención, el uso de él, como protagonista, no el yo o . Pásame ese libro.

     El cuidador no salía de su asombro ante la mujer que se colocaba la mascarilla de oxígeno. Estaba sentada en una silla de ruedas, inválida por un proceso degenerativo de huesos, que se había acrecentado por los tratamientos posteriores a un cáncer de mama.

     Jamás podría superar el esfuerzo que mostraba por saber más, por ser mejor. Cuando a ojos simples no merecía la pena, a sus ochenta y un años tenía un ansia de conocimiento que únicamente paró cuando la enfermedad dejó sin fuerzas su cuerpo. Fue un ejemplo para quienes la rodeaban.

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     Por diversos testimonios, este deseo de aprender, leer o investigar hasta el último instante, fue, tal vez, el rasgo más característico de Santiago Ramón y Cajal.

    Ramón Carande, en su Galería de raros atribuidos a Regino Escaro de Nogal[1], decía que Ramón y Cajal leyó de joven el Robinson Crusoe. Sintió “el noble orgullo de quien, en virtud del propio esfuerzo, descubre una isla salvaje llena de asechanzas y peligros, susceptible de transformarse, gracias a los milagros de la voluntad y del esfuerzo inteligente, en delicioso paraíso.”

     Gozó de una fama merecida. Hace unos días, en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías, leí algunas cartas sobre este reconocimiento.

     En 1926, la Residencia de Estudiantes presidida por Alberto Jiménez Fraud editó la revista Residencia para dar a conocer en España y en el extranjero la labor que se desarrolla bajo el Patronato de la Junta de Ampliación de Estudios. El presidente de esta, entre 1907 y 1934, era Santiago Ramón y Cajal. Se envió el primer número al premio Nobel con el pretexto de comunicarle adicionalmente el deseo de incluir en el segundo número una referencia al sabio, aunque no fuese una participación del investigador. Pero se hacía hincapié en la necesidad de que les facilitara documentos fotográficos o similares inéditos, no deseando molestarle con una colaboración por pequeña que fuera, sabiendo sus ocupaciones y edad. Pretendían obtener una fotografía hecha por su yerno, el fotógrafo José Padró. Y esta documentación sería guardada en archivo tras la publicación en la revista.[2]

     El artículo de J. F. Tello se publicó en Residencia e incluyó diecisiete ilustraciones con algunos retratos de Ramón y Cajal de Ricardo Orueta, fotogramas de la película documental ¿Qué es España?, y galardones recibidos durante su carrera. Documentos, todos ellos, relacionados con la Residencia de Estudiantes y el Laboratorio de Investigaciones Biológicas. Santiago Ramón y Cajal saludaba con fecha de 14 de septiembre de 1926.


     J. F. Tello relataba la gran estima que se tenía del investigador fuera de nuestras fronteras con reconocimientos múltiples que iban desde 1891 al ser nombrado miembro de la Real Academia de medicina de Estocolmo a la Academia de Ciencias de Viena en fechas recientes a la publicación del artículo. Todo ello porque Cajal había encontrado los hechos que habrían de cambiar las ideas existentes sobre la constitución del sistema nervioso hacia 1888, año señalado como cumbre por el científico. Relataba su famoso viaje a Berlín tras la publicación en español, francés y alemán de sus investigaciones en artículos científicos. También los premios en Francia. Y su viaje a Estados Unidos en 1899, al año siguiente de la guerra con este país, donde fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad Americana de Worcester.

     Gran Bretaña, Italia, Bélgica, Venezuela, muchos países reconocieron su prestigio científico que alcanza su cima con el premio Nobel en 1906. Cajal, como autodidacta, era un caso insólito en España que terminó por reconocer sus métodos y sabiduría con la creación del Laboratorio de Investigaciones Biológicas en 1905. Entre 1895 y 1905 fue elegido miembro de la Real Academia de Ciencias, la Real Academia de Medicina y la Real Academia Española de la Lengua.[3]

     En 1935, un año después de su fallecimiento la revista Cruz y Raya quiso homenajear a Ramón y Cajal. La revista Cruz y Raya estaba dirigida por José Bergamín, miembro de la generación del 27. En su primera etapa, que es la que nos interesa, apareció en 1933 y se dejó de editar con el comienzo de la guerra civil.

     En el número de octubre de 1935, esta revista, que se definía como de afirmación o negación y se editaba en Madrid, tenía una sección llamada Cristal del Tiempo. Había intentado sin éxito un artículo de alguno de sus colaboradores que hiciera una semblanza de recuerdo sobre el famoso padre de la neurociencia moderna, pero  consiguió el artículo de un científico húngaro, M. von Lenhossék, reproducción de uno publicado en la revista alemana Die Naturwissenschaften el 19 de julio de 1935.

     Lenhossék rememora la historia científica de Ramón y Cajal, su peripecia vital, la importancia científica de su obra a ojos del resto de la humanidad y nos presenta al final al ser humano, trabajador y esforzado que en uno de sus trabajos publicados tras su muerte, Les preuves objetives de l’unité anatomique des cellules nerveuses, manifiesta en su introducción que no trata de ofrecer un trabajo polémico, sino hacer una breve descripción de aquello que él ha visto en el transcurso de sus cincuenta años de investigación. Este científico húngaro considera que es casi imposible reflexionar sobre la teoría de la enfermedad y degeneración del sistema nervioso sin el concepto de neurona, que se debe a Cajal. Y que este hecho perduraría a través de los tiempos.[4]

     Y ha perdurado en la cultura popular, o en los medios audiovisuales a través de los tiempos. Citar dos ejemplos. En España, se ha repuesto varias veces, y permanece en el archivo de RTVE, la serie Ramón y Cajal: Historia de una voluntad, enero de 1982, dirigida por José María Forqué y protagonizada por grandes actores de la época como Adolfo Marsillach, Verónica Forqué y Fernando Fernán Gómez, entre otros. Serie de nueve capítulos más un documental introductorio.


     Años más tarde, en 2016, en el capítulo 16 de la sexta temporada de la serie The big bang theory, el científico Sheldon Cooper encarga a su ayudante Alex que compre los regalos que podría ofrecer a su novia. De estas compras sale un cuadro con una forma arbórea muy bella que gusta tanto al científico que se la queda para él. Es un grabado firmado de una neurona realizado por Ramón y Cajal al que denominan padre de la neurociencia moderna. 

     Nada más.




[1] CARANDE, R.: Galería de raros atribuidos a Regino Escaro de Nogal. Alianza Editorial y Sociedad de Estudios y Publicaciones. Madrid. 1983. Página 328.

[2] Carta de Alberto Jiménez Fraud a Santiago Ramón y Cajal de 8 de septiembre de 1926 y de Santiago Ramón y Cajal a Alberto Jiménez Fraud de 9 de septiembre de 1926 y 19 de febrero de 1927. Epistolario de Jiménez Fraud. Editado por James Valender y José García Velasco. Fundación Unicaja y Residencia de Estudiantes. Madrid. 2018. Consultado en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías 15-12-2022.

[3] Revista Residencia. Número 2. Mayo-agosto 1926. Publicada por la Residencia de Estudiantes. Páginas 114-122.

[4] VON LENHOSSÉK, M.: Santiago Ramón y Cajal (1852-1934). Sección Cristal del Tiempo de la Revista Cruz y Raya. Octubre. 1935. Impresa en Madrid por S. Aguirre. Páginas 105-115.

 

Hojas de Poesía

    

Portada de Hojas de Poesía, enero 1935.

     Hojas de Poesía
fue una revista literaria efímera que se editó en Sevilla en 1935. Su importancia radica en constituir una de las escasas labores literarias— editar una revista— de José Bello Lasierra, último testigo de la generación del 27, interno en la Residencia de Estudiantes
y amigo de las tres personas más famosas de la edad de plata: Luis Buñuel, Federico García Lorca y Salvador Dalí.

     Hojas de Poesía publicó dos números en su primera y única época, más un suplemento adicional que ya no guardaba relación con la literatura sino con la ordenación urbanística de Sevilla, La ciudad funcional

     En su primer número había colaboraciones de Benjamín Jarnés, Francisco Pachón, Porlán y Merlo, Jorge Guillén, Adriano del Valle, Rojas Marcos y un soneto de Fernando Villalón, de 1927, dedicado a del Valle: Epígono cantor hijo del viento… Jorge Guillén publicaba tres poesías: Amplitud, Frío y Fragmento de un poema. En la última página, en la sección Corte y Cortijo, una declaración de intenciones: ámbitos amplios, con paisajes de todos los lugares y de todos los tiempos.

     El primer número se publicó en enero y el segundo en abril. En el segundo, con mayores pretensiones, publicó Ramón Gómez de la Serna Escalas de piano, salvadoras. Comenzaba con Muerte es número de descomposición que exceda al número de cohesión. Y acababa con Viven las notas, con descubrimiento de veredas adolescentes, confiesan los primeros pecados de una vida que comienza, dan fuerzas a la misma casa de vecindad en que suenan.

     Se incluía en la página 3 una colaboración de Marinetti, autor del manifiesto futurista e ideólogo del fascismo, con el título Los negocios del primer puerto mediterráneo: Génova, que contrastaba con un texto de Ignacio Sánchez Mejías,  facilitado por Pepín Bello, titulado El torero y el toro, con un diálogo sobre la muerte, en este caso del toro, y los dilemas de torero y toro, con un coro, el público, opinando.

Hojas de Poesía, extracto página 3

 

     La bonhomía de Pepín Bello y su carácter afable casó bien con otro personaje con don de gentes, Sánchez Mejías. Se cuenta que Alberti hizo de intermediario haciendo pasar a Bello de catedrático de matemáticas, pidiendo el diestro una recomendación para el hijo del crítico taurino Corrochano, y resolviendo el entuerto con un fingido enfado de Ignacio, que acabó abrazando a un asustado Pepín. Todo esto según uno de los biógrafos del aragonés, Martín Otín.

     Sobre los biógrafos más conocidos de Pepín Bello y la construcción del personaje, el que fuera director de la Residencia de Estudiantes entre 1988 y 2004, José García Velasco, hizo matizaciones sobre las dos biografías. La bien escrita de Martín Otín cometía, comete, el disparate de relacionar a Bello con el fundador del fascismo hispano, Primo de Rivera, teniendo, por otra parte, en cuenta la información valiosa que aporta el conjunto de la obra. Simplemente por el propio carácter de Pepín. Y en cuanto a la biografía de Sardá y Castillo, se observan anacronismos expresivos o de valoración sobre, por ejemplo, Besteiro y Negrín, positiva y negativa respectivamente. Casaban mal con su persona y educación, que recibió favorablemente el intento democrático de los años treinta, pero que sufrió la pérdida de su hermano Manuel y de García Lorca, en bandos distintos. Y fue consciente de la radicalidad en que se cayó. Por lo que solía ser menos comprometido políticamente, más en la línea de Moreno Villa o Jiménez Fraud.

     Volviendo a Hojas de Poesía n.º 2, había una pequeña colaboración de Pedro Garfias: Tu voz al silencio unida, /río de una sola orilla, / azul veta de las sombras azules, /sonda sonora/ …

   En la contraportada, con sordina, se hacía eco de las críticas recibidas y de los cambios en el comité editor. Se quejaban de la poca gente que se ofrecía a la revista; de lo poco que les había gustado Litle Woman (Mujercitas), película de Cukor sobre la obra de Alcott. Y aclaraban todo sobre el donante del diálogo torero-toro de Sánchez Mejías. 

     Con humor remataban con una retractación. Eugenio D'Ors no había muerto, pero moriría, como todos. Parece que lo deseaban; en contraste, consideraban a Antonio Machado más simpático y de vida más ejemplar. 

     Hojas de poesía tenía un precio por ejemplar de 50 céntimos en su primer número y 75 en el segundo; su administración se ubicaba en la sevillana calle de Placentines, 28 y 30, y fue impresa en la GENS. 

     1935 fue un año convulso, tras el levantamiento de octubre del 34: Remodelación ministerial en enero del 35, fusilamiento de uno de los militares (Sargento Vázquez) implicados en los sucesos, la conmutación de penas de otros implicados (marzo 1935), que ocasionó disensiones en el gobierno de derechas con la dimisión de los ministros de la CEDA; el caso del estraperlo que afectó a los radicales de Lerroux, etcétera…


     Para saber más:

     —Revista Residencia, segunda época. 2008

     —Revista Hojas de Poesía, 1935.

     —CASTILLO, D. y SARDA, M: Conversaciones con José 'Pepín' Bello. Anagrama. Barcelona. 2007. 229 páginas. Consultado en Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías el 3-11-2022.

     —MARTÍN OTÍN, J. A.: La desesperación del té (27 veces Pepín Bello). Pre-textos. Valencia. 2008. 315 páginas.

  

Lo que la historia enseña: Ramón Carande

  

Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 1985. FPA

     En latín rarus significa algo extraño o poco frecuente. En castellano, raro, tiene más significados. Uno nos dice que raro es algo poco frecuente o extraordinario. Otro, define raro como insigne, sobresaliente o excelente en su línea. Ramón Carande escribió un libro sobre personas sobresalientes que tituló Galería de raros atribuidos a Regino Escaro de Nogal.

     Ramón Carande Thovar recibió el premio príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1985, un año antes de fallecer, cuando su sabiduría extraordinaria era reconocida como algo poco frecuente y alejado de lo vanidoso de la fama. Era un recurso habitual de cualquier profesor universitario de Historia de la economía, del derecho o de la Administración comenzar su enseñanza con “como decía Ramón Carande en Carlos V y sus banqueros…”, como argumento de autoridad real sobre la materia. Gustavo Villapalos, quien fue rector de la Universidad Complutense y consejero de educación madrileño con Ruiz Gallardón lo citaba asiduamente. En ese mismo año, 1985, el vicepresidente del gobierno Alfonso Guerra, le había hecho entrega del título de cartero honorario. Los dos premios honraron una trayectoria universitaria ejemplar que se caracterizaba por un singular espíritu humanista y una plena entrega a la investigación rigurosa, en palabras del jurado del premio Príncipe de Asturias.


Cartero honorario 1985. Archivo Efe

     En su prolongada vida, fue discípulo de Giner de los Ríos y convivió en la Residencia de Estudiantes en la época de la calle Fortuny. Entre la variada correspondencia que mantuvo a través de los años, el contacto con Alberto Jiménez Fraud, director de la Residencia hasta acabada la guerra civil, se reinició en los años sesenta con motivo de la despedida de Carande de la universidad y con el añadido del cincuentenario de la Residencia de Estudiantes. El historiador envió a Natalia Cossío[1] y Alberto Jiménez Fraud, exiliados en Londres, una carta el 5 de mayo de 1960 con estas palabras de admiración por un estudio que el segundo había hecho sobre Maquiavelo. Lo consideraba un trozo de historia por lo que dice del pasado y por lo que permite adivinar del presente. Y a continuación, escribía la siguiente reflexión sobre lo que la historia enseña:

“Es reconfortante para la doliente humanidad, tan reacia a aprender lo que la historia enseña, encontrar en buenas plumas réplicas discretas de lo que fue tan festejado, aunque por desgracia sea tan difícil desarraigarlo, porque si malo fue aquello en manos de intérpretes inteligentes, lo que ha venido después es insoportable, tendremos que soportarlo con resignación…”[2]´

     Según el epistolario editado por su hijo, Bernardo Víctor Carande, respondió igualmente, con tanta dedicación como sabiduría, a la carta de una hispanista norteamericana, Jean Cross Newman, que le preguntaba sobre Pedro Salinas, fallecido en 1951.

      Había sido rector de la Universidad de Sevilla cuando Salinas era profesor. La hispanista quería obtener varias respuestas sobre la correspondencia de Salinas con Luis Cernuda o Romero Murube, sobre la estancia del poeta en Inglaterra, o de la siguiente en Sevilla. Además, la forma por la que ganó la oposición en la universidad; la asistencia a las típicas tertulias literarias del primer tercio del siglo XX; su vida familiar con su mujer e hijos; su visión de la enseñanza, su participación en cursos de verano o estancias en Burgos, su mudanza a Madrid; y otros temas, como su ausencia en las celebraciones del tercer centenario de Góngora en Sevilla en diciembre de 1927 o sí había tenido amistad con Ignacio Sánchez Mejías. Por cierto, hasta el ocho de enero de 2023 hay una interesante exposición sobre distintas ediciones de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Lorca en su Archivo Museo.

Ediciones de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Foto: BMRE


    Quería, en definitiva, saber cómo era como persona, en las distancias cortas, en sus fotos, en su amistad, en su relación. Sus méritos y sus premios.

     La relación de Salinas y Carande había sido continua entre 1918 y la caída de la República. No guardaba correspondencia con él por los avatares de la guerra civil donde había sido perseguido por leales y rebeldes, en palabras de Carande. Le informó de las personas que podrían tener correspondencia con Salinas como la familia del pedagogo manchego José Castillejo, que había fallecido en Londres y colaboraba en la BBC durante su exilio.

    En 1974, y no habiendo sido poeta ni participante en los actos del Ateneo de Sevilla, Carande le dijo a Jean Cross que él no podía aclarar las relaciones entre Pedro Salinas e Ignacio SánchezMejías.  Ni podía aclarar sobre el centenario de Góngora, ni sí Juan Ramón Jiménez interpuso alguna influencia, que dudaba, y tampoco creía que Salinas jugase lo que denominaba emboscada, ni ocultara las causas deliberadas o fortuitas, de su ausencia. Le recomendaba establecer contacto con José Bergamín, que pasaba temporadas en Madrid, aunque desconocía su dirección. Sabía, eso si, que Salinas no se vanagloriaba de los premios que le otorgaban ni de los trabajos excepcionales que había realizado como traductor de Proust, entre otros autores.

     Finalmente, Carande expuso a la investigadora que el carácter de Salinas, su humor se había moldeado entre Sevilla y Madrid con lo que sería difícil la vida, su vida, durante el exilio al no poder hablar con españoles y practicar la ironía y las creaciones o juegos de palabras al que era aficionado. Por el contrario, en la intimidad lo apreciaba indefenso e indeciso. Y tenía una especie de manía, comprar medicamentos con envoltorios aparentes.

    Salinas, sobre todo, era uno de los grandes poetas de la generación del 27, que escribía poemas como el comienzo de Hallazgo de “Fábula y signo”, 1931:

     “No te busco

     porque sé que es imposible

     encontrarte así, buscándote

     Dejarte. Te dejaré

     como olvidada

     y pensando en otras cosas

     para no pensar en ti

     en ellas, disimulada.”

 

Salinas con sus hijos. Foto: Carmen Conde.

 



[1] https://elpais.com/diario/1980/12/02/cultura/344559605_850215.html Natalia Cossío realizó una gran labor pedagógica e hizo la edición definitiva de El Greco de ManuelBartolomé Cossío, su padre.

[2] JIMÉNEZ FRAUD, A.: Epistolario I, II, III. Fundación Unicaja y Residencia de Estudiantes. Madrid. 2018. Consultado en sala biblioteca ArchivoMuseo Ignacio Sánchez Mejías, 15-11-2022.

Bodas de sangre

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