Cultura y sociedad

El conocimiento a través de la alegoría platónica de la caverna

 


     Imaginemos un grupo de hombres. Por ejemplo, una cuadrilla taurina, encerrados en una plaza de toros ‘especial’ al estar cubierta y sin luz. La única luz que reciben viene por la salida de toriles, cuyo portón de salida a la plaza está cerrado.

     La cuadrilla está situada en el burladero contrario a esta salida. La altura del portón de toriles es similar a la estatura media de los hombres, lo cual hace que sólo les permite vislumbrar la lejanía de la salida de la plaza a través de un túnel. Ven algo parecido a pasos procesionales que son llevados por hombres, tal vez fieles, que no divisan. Conjuntos que no han visto nunca por su novedad y variedad. Figuras que están iluminadas por la luz de un faro cercano similar a un Sol más brillante o la Luna más llena. Además, en un palco permanece atrapada la banda municipal por su terrible armonía interpretativa. Su música se confunde con las rogativas de los orantes invisibles que portan las esculturas o procesiones.

     Los miembros de la cuadrilla ven sombras o reflejos de conjuntos procesionales y devotos. Reciben el eco de sus plegarias. Hace tiempo que no han visto nada parecido, porque nunca habían visto otra cosa, y creen que esta es la única realidad. La verdadera. Y que el eco de las plegarias es el sonido original de las mismas.

    El hombre que dirige la cuadrilla, el más valiente de su escalafón, fabuloso en el par de banderillas, que podría responder al nombre de Sócrates o de Ignacio, salta el burladero tras varios intentos, recorre el ruedo y se dirige hacia la salida de toriles que sobrepasa saltando con una garrocha que había preparado.

     La luz le ciega, le aturde. Sus ojos tardan en acostumbrarse a la nueva realidad. Vería, de esta manera, que las procesiones son llevadas por penitentes, que la luz viene de un faro cercano, que es noche cerrada. Ya ha salido de la plaza. Observa que el mundo no se circunscribe a la plaza de toros, que hay otra realidad y que quiere vivirla. Finalmente, se haría de día y el Sol saldría como la verdadera luz y causa de todo lo visible.

     Una vez convertido en conocedor de la realidad, pretende revelar todo el saber aprendido a sus compañeros de cuadrilla para convencerles de la posibilidad de abandonar el burladero. Perdería así la posibilidad de ver el Sol todos los días, de ver la realidad. De disfrutar de su existencia.

     Cuando vuelve a la plaza, que permanece en la oscuridad, sin tiempo, y con ese único espacio, su vista tardará en percibir por los efectos de la luz del lugar de donde procedía. Había perdido la forma anterior, no estaría habituado a ella. Los miembros de su cuadrilla, los componentes de la banda de música desconfiaran de su vuelta. Puede que no le entiendan, que piensen que está loco. Que lo consideren un enemigo.

         La alegoría de la caverna nos dice que más allá del portón, las cosas que vemos simbolizan el verdadero ser. Que las ideas y el Sol son o nos acercan a la idea de bien.

     El proceso por el que pasa la persona que abandona el recinto cerrado y sólo iluminado en la lejanía son los diversos grados de conocimiento hasta llegar a la realidad. Y que llegar a la realidad y a la luz del Sol permitirá o permitiría descubrir la vida en su dimensión espiritual.

     Según Alberto González Troyano, entre la segunda y tercera década del siglo XX, se dio una plenitud en dos ámbitos diferentes que confluyeron por su calidad en sinergias y atracciones mutuas: Literatura y Toreo.

     Se llegó a aceptar que el torero era también un creador, como lo era el creador literario, añadiendo el matador un componente trágico por definición. Las dos figuras que profundizaron esta senda fueron Juan Belmonte e Ignacio Sánchez Mejías. Rompieron con la ruda figura del taurómaco y compartieron salones con la vanguardia. En el caso de Belmonte, y su maleta de libros, buscaba ideas o respuestas a la razón del mundo en el que estaba metido. Además, quería hablar sobre él. Belmonte murió cuando iba a cumplir setenta años por suicidio.

     Más radical fue el caso de Ignacio Sánchez Mejías que fue recibido por la generación del 27 como igual y sin los resabios del 98 hacia los toreros. Radical porque rompía con las barreras del hombre unidimensional y porque quería conocer otras realidades para ser más completo espiritualmente.

     Sus retiradas y vueltas a los toros pueden ser aparentemente analizados como propio de un temperamento irreflexivo, pero responde tanto a la necesidad emocional o insatisfacción de cada momento como a la superación de los encasillamientos sociales establecidos.

     Cuando volvió a los ruedos en 1934, Juan Ferragut contó que había vuelto al toreo porque no estaba conforme con el torero que había sido antes. Reapareció un 16 de junio y falleció en la mañana del 13 de agosto de 1934 tras la cogida sufrida dos días antes en Manzanares. Federico García Lorca lo inmortalizó en Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Cuando se enteró que volvía a los ruedos, según cuenta Marcelle Auclair, dijo: “Ignacio me acaba de anunciar su propia muerte: vuelve a los toros”.[i]

     Sócrates fascinó con su palabra, pero se granjeó grandes enemistades. Murió en el 399 a. C. condenado por impiedad por no creer en los dioses y corromper a los más jóvenes. Sin embargo, a partir de Sócrates, la literatura y, especialmente, la filosofía griega marcó un rumbo irreversible de la mano de Platón y Aristóteles.

 

     Para saber más:

       REALE, G. y ANTISERI, D.: Historia del pensamiento filosófico y científico. Antigüedad y Edad Media. Herder. Barcelona. 1988-2010. Sobre Sócrates, páginas 85-99; sobre Platón, páginas 119-154.

       AMORÓS, A. y FERNÁNDEZ, A.: Ignacio Sánchez Mejías, el hombre de la edad de Plata. Almuzara. Sant Andreu de la Barca. 2011.

       ArchivoMuseo Ignacio Sánchez Mejías. Calle Monjas 12, 13200 Manzanares. 926614056.

       GONZALEZ TROYANO, A: Teatro, vida y deseos en Ignacio Sánchez Mejías. Revista de Estudios Taurinos. Nº 11. Sevilla. 2000. Páginas 145-156. 


 

    



[i] Las referencias a Juan Ferragut y Marcelle Auclair han sido obtenidas en el libro de A. Amorós y A. Fernández Torres Ignacio Sánchez Mejías, el hombre de la Edad de Plata. Edición de bolsillo de Almuzara. Sant Andreu de la Barca. 2011.

Un paseo por el sistema solar

       

Paseo del Sistema Solar. Wikipedia
      Un día, Copérnico, leyendo obras de los antiguos griegos, se topó con la teoría de Aristarco de Samos, según la cual la Tierra se movía alrededor del Sol, contradiciendo la tesis geocéntrica ptolemaica. Y decidió estudiar su verosimilitud y los efectos que traería esta posibilidad, colocando en Sol en el centro, con los planetas girando en círculos donde el centro es la estrella amarilla. Ordenaba los planetas de Mercurio a Saturno, pasando por Venus, Tierra, Marte y Júpiter. La Luna orbitaría, a su vez, sobre el planeta azul como su satélite.

    Dedujo que la Tierra rotaba sobre su eje para explicar el paso de los días al dar una vuelta completa cada uno de ellos. Un eje que tenía un leve cambio de dirección llamado precesión que adelanta los equinoccios y que recuerda al baile de los trompos infantiles.

     Este avance de Copérnico fue completado por Kepler al promover que los planetas giraban alrededor del Sol en elipses, no en círculos, y que lo que une el centro de cada planeta con el Sol ocupa distancias iguales en tiempos iguales.

     La causa por la que todo esto se movía era producto de la atracción magnética que no fue descrita matemáticamente hasta Newton.

     Todos estos descubrimientos completaban los avances geográficos y científicos que se habían producido por la expansión de los reinos de Portugal y España. Los instrumentos científicos que fueron empleados para medir mares y tierras fueron utilizados para construir las plantas de las ciudades con sus fortificaciones y cartografiar nuevos territorios. El geógrafo, el ingeniero o el astrónomo es representado por Vermer en actitud pensativa mientras observa los astros. A Newton lo dibujo William Blake haciendo mediciones con un compás sobre un pergamino, que ambos dos, parecían extensiones de su cuerpo e intelecto.

     La imagen del cielo ha estado presente desde la revolución científica de la modernidad. En la bóveda de la biblioteca de la universidad española por excelencia, Salamanca, pintó Fernando Gallego el cielo astrológico conocido en el último cuarto del siglo XV, llamado el cielo de Salamanca.

El cielo de Salamanca_F. Gallego. Wikipedia.

     Hay quien piensa que en los frescos egipcios de la tumba de Ramses VI, cuando se representa el Libro de los Cielos con la diosa Nut, que dicha diosa adopta una figura similar a la Vía Láctea. Una imagen más real de la Vila Láctea no se representó hasta 1609 con el cuadro de Elsheimer Huida a Egipto.

     La Luna, tras el descubrimiento de Galileo con su pequeño telescopio de los accidentes geográficos que le caracterizaban, ha sido objeto de ensoñaciones y representaciones variadas. Verne ideó un viaje cuando aún no era posible.

     En el cine, Meliès plasmó la idea del francés mezclada con las de H. G. Wells. Las ensoñaciones nocturnas de Pepín Bello, Luis Buñuel y otros amigos de la Residencia de Estudiantes mientras observaban el cielo dieron lugar a una de las escenas más memorables de Un perro andaluz porque una nube rasgaba la Luna. El cegamiento de la actriz fue impactante en su época. La mutilación del ojo ha sido uno de los castigos más terribles y siniestros. Pregunten al bizantino Belisario, aunque sea leyenda literaria o artística. En el caso de Buñuel tiene su origen en una visión idílica.


     En Manzanares, Castilla-La Mancha, el parque Julián Gómez Cambronero, entre vegetación mediterránea, patos, pavos reales y caminos, muestra una reproducción a escala y al aire libre del Sistema Solar a modo de paseo. Ideado por el investigador contra el cáncer que da nombre al parque, incluye el cinturón de Kuiper y la Nube de Oort, con las esferas dentro de estructuras de acero. Con efectos divulgativos y para solaz de sus visitantes.

El juicio a "Veronés" por el decoro

     

Cena en casa de Leví. (Galería de la Academia de Venecia). Wikipedia

Según Antonio Urquizar, el decoro hacía referencia en origen a la correspondencia entre forma y contenido en la literatura, pero su sentido se extendió a otras disciplinas artísticas. Y, del mismo modo, a los sitios donde se ubicaran.

     Tras el Concilio de Trento (1545-1563), el decoro adquirió una nota o definición moral que influía, especialmente, en la utilización de los desnudos dentro de cualquier tema y espacio. Lo que debía ser visto, las artes visuales, padeció este control. 

     Es conocido el caso de la presión judicial que ejerció la Inquisición veneciana sobre Paolo Caliari, más conocido como Veronese o Veronés (1528-1588). En 1573, según Matteo Mancini, hace entrega a la iglesia veneciana de Santi Giovanni e Paolo una Última Cena que para el inquisidor Schellino no era fiel al relato evangélico al que hacía referencia. Se quejaba de la presencia de soldados con vestimenta alemana por afección, tal vez, a los reformistas, de un bufón acompañado de un loro, que entonces se entendía como lujurioso, pero, sobre todo, era el hecho del reparto o corte del cordero por Pedro, cuando debía ser Jesús quien lo hiciera, lo que producía mayor rechazo. Se consideró comprensivo con las ideas de los reformistas.

     Veronés argumentó utilizando la libertad del creador. Del artista. De la licencia que permitía su ejercicio. Como la de los poetas. O los locos. Que tenía espacio libre, que se le pedía incluir figuras y que las incluía según las inventaba. En el último cuarto del siglo XVI, un pintor reclamó su autonomía creativa. Fue condenado a rehacer la pintura y a sufragar los costes que ello acarreara.

     Veronés fue astuto y convirtió el tema de la Última Cena en otro tema evangélico, en este caso el Evangelio de Lucas (Lucas, 14, 7-24). Cambió el nombre, Cena en casa de Leví. Era un asunto menos importante, podía mantener las figuras empleadas en la pintura, y formalmente cumplía, en apariencia, con lo obligado por la Inquisición. Es, también, considerado el momento de la conversión de Mateo.

     Además, le permitía usar el relato evangélico, es posible, contra los jueces que le habían condenado. Hacía referencia a una invitación a la modestia, a la buena elección de los invitados, y a la parábola de la descortesía de alguno de ellos que haría que no disfrutaran de la cena cristiana.


 

     

La basna de Tudanca

Basna de haya, Casa Museo Tudanca. bmre

     

     En la Casa Museo de Tudanca, tras pasar por un porche que eleva el inmueble sobre un camino con derecho de paso vecinal, se puede ver adherida a la pared una basna.

    La basna era una especie de medio de transporte de forma triangular, semejante a un trineo porque carecía o carece de ruedas, que los ganaderos del Valle del Nansa utilizaban para bajar la hierba de los prados de las altas cumbres cantábricas. Los caminos irregulares, las dificultades montañosas, las acusadas pendientes impedían el traslado de la verde hierba tras la siega en verano. Un carro no podía ser manejado en esas condiciones. 

     La basna era de capacidad inferior a un carro, pero más manejable, como si fuera un deslizador. Construida de maderos de haya, podía tener un largo de 2,25 metros de largo y 1,90 metros de ancho en su armazón externo. Se entrelazaba con maderas más delgadas, tarmas, hasta diez, y se anudaban con varas de avellano. Unos equinos tiraban del ingenio. Práctico, sencillo, buscando el trabajo bien hecho para guardar la hierba para los animales. 

Casa Museo de Tudanca. bmre

     En Tudanca había un acuerdo en el concejo para ayudarse entre todos, el “prau concejo”, por el cual se sorteaba entre los vecinos la siega del prado comunal, repartiendo porciones de terreno, suertes, labor que se iniciaba con una fiesta a la que se asistía para celebrar el acontecimiento. Sobre el uso de la basna escribieron Miguel de Unamuno durante una estancia en la casona de Tudanca, José María de Pereda, quien ambientó Peñas Arriba en dicho edificio, y José María de Cossío, propietario y alma de la casa biblioteca.

     El camino al valle que envuelve Tudanca se hace a través de carreteras autonómicas intrincadas que serpentean las montañas cántabras donde se entremezclan las amplias zonas boscosas con pequeños lugares, escasamente habitados, diseminados por los concejos. El tiempo se para en el espacio, dimensionando las nevadas cumbres y los rítmicos andares de los vaqueros que llevan sus rumiantes a buscar el pasto.

Valle del Nansa desde Cabezón de la Sal. Fuente: G. Michelín

     José María de Cossío heredó de antepasados indianos esta casona. Durante años recibió a todo tipo de personas en su vivienda a pesar de las dificultades de acceso, y convirtió esta antigua casa señorial en un depósito bibliográfico de valor incalculable, donde las primeras ediciones de publicaciones se guardan en la caja fuerte por su valor y se exhibe la plata, que palidece ante la cultura.

     Allí recibía todas las revistas culturales de las vanguardias del siglo XX, como “Cruz y Raya” o “Revista de Occidente”, guardaba una correspondencia epistolar numerosa con la intelectualidad de su época, trabajaba para Espasa Calpe, … 

    En este sitio acabó Rafael Alberti Sobre los ángeles, autor que al final de su vida regresó para un homenaje por esa estancia. Aquí, finalmente y con otras joyas literarias, se guarda el primer Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Federico García Lorca, escrito a mano. Acompaña un dibujo de un arlequín llorando de pena. Se cree que su autor fue también el poeta granadino. Está escrito en tinta negra, salvo unos versos a lápiz. La dedicatoria: A mi queridísimo José María. Esta es la verdadera y única dedicatoria que le hago con el recuerdo y el amor de nuestro Ignacio. Federico.

     La Barraca, con Lorca a la cabeza, representó una obra de teatro en el patio alfombrado por un verde césped de la casona hacia 1933.

Valle del Nansa. bmre.

     Para saber más:

     — No se puede aparcar dentro de Tudanca al ser un conjunto histórico artístico. 

    — Es necesario llevar calzado adecuado para caminar en zonas con barro y paso de ganado vacuno. 

     — Es necesario llevar bebida o comida, no hay restauración.

    — Desde Santander, el camino es muy bueno hasta Cabezón de la Sal, pero a partir de aquí hay muchas curvas, carreteras de montaña y posibilidad de cruce de animales domésticos, asilvestrados y salvajes.

    — Además de la casa museo de Tudanca, gestionada por las instituciones cántabras, sobre el Llanto sobre Ignacio Sánchez Mejías hay mucha bibliografía en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías de Manzanares.


Bodas de sangre

                       NOVIO ¿Quieres algo?                              MADRE Hijo, el almuerzo                               NOVIO Déjalo....