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Cráteras griegas. Necrópolis de Piquía. Instituto de Arqueología Ibérica. Universidad de Jaén |
A principios de febrero de 2025 recibimos un
correo electrónico desde Jaén con la siguiente noticia remitida por don Luis Larramendi
Lostau:
Me encuentro en estos días iniciales de un
frío febrero en la ciudad que huele a aceite y pone tapas abundantes con vinos
de muchas denominaciones de origen. Como había recorrido media piel de toro, me
senté allí donde el calor era propicio y pedí un vino de mi tierra, Rioja
alavesa, mientras degustaba un plato típico de nombre llamativo, "carne a la suegra". Una amable camarera me
contó que a doscientos metros le había llamado la atención una exposición
distinta que no debía dejar de ver en Jaén
La camarera hacía referencia a la
exposición del ajuar funerario del príncipe de Arjona en el Museo Íbero de Jaén. Animado y dispuesto, cuando tomé el café, me dirigí a presenciar la forma en que se contaba la antigua
historia del enterramiento de un príncipe ibero en el siglo I a.C., cuando la
dominación romana estaba casi concluida y la romanización avanzada.
La necrópolis ibérica de Piquía se
encuentra en el término municipal de Arjona (Jaén), en el denominado “Camino Antiguo
de Arjonilla”, visible desde Arjona y sobre el "oppidum" ibérico.
El hallazgo era sorpresivo y sorprendente.
El origen del ajuar encontrado se debía a una avalancha de agua producida en 2010 que hizo aflorar algunas
tumbas de la necrópolis. De urgencia actuó el Centro Andaluz de Arqueología
Ibérica de la Universidad de Jaén.
Se excavó una superficie aproximada de 150 metros cuadrados y se dató
aproximadamente en el siglo I a.C. la existencia de este área funeraria en torno a una cámara funeraria.
La tipología de las tumbas era diversa, pero
tenían el rasgo común del mantenimiento de la tradición ibera de la
incineración, aun cuando debo resaltar que la conquista romana llevaba presente
un siglo en esta zona, y los ritos romanos eran distintos.
Pude informarme y me contaron que habían encontrado la siguiente variedad de enterramientos: Pequeñas fosas y cistas con
escaso ajuar junto a tumbas de mayor dimensión; Columbarios alterados por los
efectos del agua indicada anteriormente; Cámaras funerarias de diferentes
dimensiones elaboradas con lajas de arenisca y mampostería trabajada; y dos cámaras funerarias con área de respeto, una, con estructura para rituales de
libación y múltiples enterramientos, y, otra, una cámara principesca, en
piedra, con materiales iberos, romanos, diez recipientes abiertos, un carro, y,
lo más llamativo, siete cráteras griegas fechadas entre finales del siglo V y IV
a.C. Este hallazgo reflejaba una situación particular, cuando los iberos ya no eran dueños de su tierra por la dominación romana y
cuando lo más bello encontrado fue creado maravillosamente siglos atrás.
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Tumba principesca. Necrópolis de Piquía. Instituto de Arqueología Ibérica. Universidad de Jaén |
Las cerámicas de figuras rojas brillaban
de manera especial. Eran excepcionales porque representaban un programa iconográfico
articulado, con sentido narrativo, de una escenografía épica que no es solamente
masculina, pues se complementaba con un ideal femenino que puede aludir a una
pareja que celebraba un enlace, fundador o no, que transmitía el linaje
aristocrático del lugar.
Los temas aluden a la divinización del
héroe Heracles, la boda, el banquete, el baño nupcial de Helena, el matrimonio
entre Paris y Helena, y la ofrenda de Dioniso. Escenas míticas que recuerdan la
construcción del ideal aristocrático, con la imagen griega, de perduración al
rememorar el pasado y la conciencia larga del tiempo.
Me dijeron que estos vasos podrían estar vinculados
a un panteón familiar previo, trasladado a una nueva necrópolis, en un intento
de legitimar las siguientes generaciones de un linaje, sobre las cenizas de los
antepasados. Era el rescate de la memoria familiar.
Lo más curioso es que esta cámara principesca
fue saqueada en época antigua, que fueron enterrados de nuevo y se llevó a cabo
rituales de compensación y reparación de origen romano, donde se observan restos
de animales- ovino, cerdo y vaca-, acompañado de restos de un ánfora Dressel 1B de
vino. Se llevaron la joyería, pero no las cerámicas griegas, por falta de aprecio
y valor o por destrucción y robo apresurado.
Espero que ustedes aprecien esta
información en su justa medida. No tanto por mi dedicación, no tanto por el Museo
Ibero, no tanto por las cuestas de Jaén, sino por el recuerdo de un linaje
ibero en decadencia que guardó entre sus tesoros más preciados unos objetos de máxima
belleza que legitimaban su origen, aunque fuese de otra cultura.
Hemos reproducido, meses después y a petición
suya, con cierta distancia temporal, la carta electrónica que nos envió,
cumpliendo sus deseos, con la esperanza de la continuidad de los viajes y noticias
de don Luis Larramendi Lostau.