Cultura y sociedad

El Museo Nacional de la Escultura de Valladolid



         
Sibilas. Alonso Berruguete. Museo Nacional de la Escultura. 2022. bmre

         Resumen: Uno de los museos más antiguos de España se fundó en Valladolid- 1842- con obras de arte procedentes de los conventos desamortizados. En 1933, durante la II República, se quiso reconocer la riqueza de sus esculturas y se elevó a la categoría de museo nacional. Las reformas se sucedieron. Se rehabilitó en Colegio de San Gregorio, se le incorporó el Museo Nacional de Reproducciones Artísticas, fundado a finales del XIX, y entre 2009 y 2011 tuvo una nueva remodelación.

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     A partir de la desamortización de Mendizábal (1836), el Estado liberal tutela los tesoros artísticos de los conventos y los destina al disfrute y educación del público, creando los Museos Provinciales de Bellas Artes. En Valladolid se crea su museo en 1842 en el Colegio de Santa Cruz. Aproximadamente, se cree que ya tenía entonces mil pinturas y doscientas esculturas. En 1879 hubo una escisión que originó del Museo Provincial de Antigüedades (Museo de Valladolid). Su supervivencia durante el siglo XIX  se mostró complicada[1].

     La fecha decisiva para dar un salto cualitativo en su categoría fue producto del nuevo interés de los intelectuales, a comienzos del siglo XX, por el estudio de las fuentes históricas y literarias por las raíces de lo español. Vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y a la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas se crea en 1910 el Centro de Estudios Históricos (CEH) bajo la dirección de Menéndez Pidal. Dentro del CEH hubo una sección dedicada al arte escultórico y pictórico de la Edad Media y el Renacimiento. Entre los estudiosos de esta materia se encontraba Ricardo de Orueta.

Detalle de Cristo yacente en su sepulcro. Juan de Juni. 2022. bmre


      Cuando llega la II República, Orueta es nombrado director general de Bellas Artes. En 1933, el Museo Provincial de Bellas Artes es elevado a categoría de Museo Nacional de la Escultura, que remarcaba su representación en la materia objeto- escultura- del museo, le daba una orientación investigadora, científica y distinguía el patrimonio español.

      El proyecto se acompañaba del traslado a otro edificio, el Colegio de San Gregorio, reformado por los arquitectos Emilio Moya y Constantino Candeira y la colaboración de Francisco Javier Sánchez Cantón. La colección se enriqueció con obras del Museo del Prado.

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     Francisco Javier Sánchez Cantón[2] escribió en el número 3, mayo 1933, en la revista Residencia, donde relataba que, por un decreto de Fernando de los Ríos, se había elevado a Museo Nacional el Provincial de Bellas Artes de Valladolid. Sánchez Cantón señalaba la disposición y las urgencias de los lujos por la cultura del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes.

     Añadía que desde junio de 1932 se trabajaba en la consolidación y adaptación del Colegio de san Gregorio en museo. El Colegio necesitaba esa reforma porque había sido ultrajado por las tropas napoleónicas, atacado por las torpezas burocráticas y los excesos de los restauradores.

     El autor no olvida a Ricardo de Orueta. Señala que sus obras sobre Pedro de Mena, Alonso de Berruguete, Gregorio Fernández, entre otras, sirvieron para que se alojase en el sitio indicado las obras de los escultores que había investigado.

     A las directrices de Bellas Artes ayudaba el Patronato de Tesoro Artístico que fue quien dotó de los servicios más básicos al museo: sistemas antiincendios, luz, calefacción y otros servicios. Los arquitectos eran Emilio Moya, arquitecto de zona, y Constantino Candeira, arquitecto provincial de Valladolid. Las galerías del primer patio recuperaron su aspecto inicial, abrieron puertas y ventanas, que acentuaron la altura de pilares y la esbeltez de la construcción.

     Realizada la obra, se procedió al traslado de las obras expuestas en Santa Cruz; la instalación fue dirigida por Ricardo de Orueta, asistido por Sánchez-Cantón, subdirector del Museo del Prado, y la ayuda de los arquitectos. Sin olvidar la intervención del director del museo, Francisco de Cossío.

     Sánchez Cantón remarcaba la importancia de las esculturas policromadas de los siglos XVI al XVIII, arraigadas hondamente en el alma del pueblo. Aunque olvidadas por el neoclasicismo, fue preciso la llegada de tiempos en que los estudios arqueológicos revelasen que la Edad Media coloreó también las imágenes, y que la misma Grecia del siglo VII al IV valoraba las estatuas y los conjuntos escultóricos con incrustaciones y tintas de vivos tonos, para que se concediese categoría estética a la imaginería española.

     El autor sabía que quedaban en las iglesias de toda España retablos e imágenes innumerables de extraordinario valor, y visibles en los lugares para donde se labraron. El Museo de San Gregorio, y sus fondos, sería, a la vez, estímulo para visitar los templos que guardasen esculturas valiosas. Sería un foco donde estudiar nuestra escultura y un lugar para conocer el sentido de la devoción de su creación.

Detalle de Belén Napolitano. Palacio de Villena. 2022. bmre

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     Con el paso de los años, la colección del museo ha ido aumentando, puesto que se han enriquecido sus depósitos artísticos y se han modernizado sus instalaciones y equipamientos.

     Las esculturas de la colección histórica, talladas en madera y policromadas, forman parte de la fase más importante de nuestra historia del arte de los siglos XV a XVIII: Alonso Berruguete, Juan de Juni, Gregorio Fernández o Pedro de Mena.

     En el año 2011, los fondos del museo se incrementaron con la incorporación de la colección del desaparecido Museo de Reproducciones Artísticas, con un catálogo de más de 3.000 piezas, que está considerado como uno de los mejores de Europa, por su antigüedad, calidad y abundancia. El museo tiene hoy tres sedes que se extienden por la peatonal Cadenas de San Gregorio: Colegio de San Gregorio con las riqueza de los siglos XV-XVIII; el Palacio de Villena, con las exposiciones temporales, el salón de actos, la biblioteca, aula didáctica y la llamativa sala del Belén Napolitano; y la Casa del Sol, que fue una propiedad del conde de Gondomar, diplomático y erudito de la época de Felipe III, donde se exhibe la colección de reproducciones artísticas añadidas en 2011.

      El considerado como el itinerario histórico del museo ocupa 20 salas del Colegio de San Gregorio. Se desarrolla en tres secciones:

-        El siglo XV. Inicios de un arte nuevo. Jorge Inglés, Rodrigo Alemán o Pedro Berruguete.

-        Las Artes del Renacimiento. Siglo XVI. Felipe Bigarny, Alonso Berruguete, Juan de Juni o Pompeo Leoni.

-        Imágenes del Barroco. Siglo XVII. El naturalismo español. Gregorio Fernández, Alonso Cano o Pedro de Mena, llegando a Salzillo o Salvador Carmona en el siglo XVIII, hacia el rococo y el purismo academicista. 

     Hay un itinerario considerado temático que se divide en cuatro grupos de salas independientes y que contienen conjuntos escultóricos singulares o visiones que complementan la colección y el edificio que alberga:

-        Memoria del museo, que explica la historia del Colegio de San Gregorio y la fundación y vida del museo.

-        Los pasos procesionales de la Semana Santa: Francisco de Rincón y Gregorio Fernández.

-        Arte y vida privada. Desde el gabinete del aristócrata a la vida de clausura.

-        El Belén Napolitano, colección permanente en el Palacio de Villena. Siglo XVIII.

     La colección de reproducciones artísticas de obras clásicas de la Antigüedad, en la Casa del Sol, hace referencia las copias realizadas en los talleres de los grandes museos durante el siglo XIX y primeras décadas del XX, cuando se permitía sacar vaciados de las piezas originales de Laocoonte o Discóbolo, pasando por los retratos del Fayum o las colecciones de camafeos y piezas de orfebrería. Estas copias nacieron con la intención de acercar el arte a la sociedad y como admiración de los europeos por el arte de las civilizaciones griega y romana.[3]

    

Inmaculada Concepción. Pedro de Mena. MNE. bmre


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     Ricardo de Orueta fue uno de esos ciudadanos que comprometieron las libertades democráticas a la defensa de la cultura. Entre 1910, año de su llegada a Madrid y 1931, cuando ingresa en política, se le aprecia en aquellos ambientes más interesantes, en las investigaciones más renovadoras y en los círculos más decididos por la defensa de la cultura española, por su respeto y por su custodia.

    En los inicios, como siempre un amigo, Jiménez Fraud, clamaba por su valía:

     “¡Hombre, no pudieron ustedes hacer más por lo de Ricardo O! ¡Luego se quejarán ustedes de falta de gente, y cuando tiene a uno dispuesto a dar el alma en una cosa le desperanzan (sic) y desesperan de este modo! ¡Si la Junta no es la que sabe escoger hombres y se contenta con medias cucharas…!”[4]

     Ricardo de Orueta dedicó una especial atención a la modernización de los museos. Comprendió que era una manera de frenar las salidas de obras de arte españolas al extranjero. Era, a su vez, la manera de estudiarlas más allá de los textos, muy relacionado con el ideario institucionista, con el fin de que fueran accesibles a los ciudadanos.

    Como mencionamos en una entrada anterior, por las cartas de Moreno Villa a Jiménez Fraud, Orueta volvió a Madrid. Quería terminar su libro sobre la escultura cristiana medieval. Esta obra quedó inconclusa porque la guerra civil también afectó a la escasez de papel que hizo inviable su publicación. Poco antes de su muerte en febrero de 1939 fue nombrado director del Museo Nacional de Reproducciones. Tuvo una caída fatal por sus escaleras[5]. Hoy el Museo de Reproducciones Artísticas es una sección del Museo de la Escultura de Valladolid, en la sede de la Casa del Sol.

     A principios del siglo XX se redescubrió a El Greco por Manuel Bartolomé Cossío (1908) y Alonso Berruguete por Orueta. El Museo de la Escultura cita unas palabras suyas sobre el escultor:

     “Muchas figuras de Berruguete no tienen alma, son un simple embrollo de líneas, un garabato, un revoltijo que no puede convencer, ni razonar, ni hablar: son un quejido, un grito, un suspiro… Sus espíritus nunca sueñan, ni meditan; sólo reaccionan como fieras, escalan, chillan y gesticulan en una lucha de titanes, pero con más vigor de nervios que muscular.” (1917)[6].   



[1] Museo Nacional de la Escultura, Museos de titularidad estatal, Curso de Museología, Fundación Uned. 2017. Coordinado por Fernando Adam Fresno.

[2] SÁNCHEZ CANTÓN, F.J.: El Museo Nacional de la Escultura de Valladolid en revista Residencia, mayo 1933, número 3.

[3] Carta de Servicios del Museo nacional de Escultura de Valladolid. 2015-2018. Catálogo de publicaciones del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas. Subdirección General de Museos Estatales. Edición 2015.

[4] Carta de Alberto Jiménez Fraud a José Castillejo, secretario de la Junta de Ampliación de Estudios el 1 de agosto de 1912, desde Londres, en la que le exhorta a utilizar más a Ricardo de Orueta por su dedicación. JIMÉNEZ FRAUD, A.: Epistolario, tomo I. Edición dirigida por James Valender y José García-Velasco. Fundación Unicaja. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid. 2017. Reseña 31-07 y 13-08, 2025. Archivo Museo Sánchez Mejías.

[5] BOLAÑOS, M.: Ricardo de Orueta, crónica de un olvido. María Bolaños Atienza es doctora en Historia del Arte y profesora titular de la Universidad de Valladolid. Es autora de Historia de los Museos en España (2.ª ed., 2007) y La memoria del mundo (2002). Fue directora del Museo Nacional de la Escultura. Publicaciones del MECD. 2014.

[6] Museo Nacional de la Escultura de Valladolid. Cita de su estudio sobre Alonso Berruguete realizado en 1917.

      Otras referencias:

     -Referencias a la vuelta a Madrid de Ricardo de Orueta.


Vaciado grupo Laocoonte según modelo Museos Vaticanos. Casa del Sol. Museo Nacional de Reproducciones Artísticas. MNE. Valladolid.





     9-09-2025 19:35 Actualizado 19:53 


Un paseo hacia la mezquita-catedral de Córdoba

   

Mezquita de Córdoba, junio 2021. bmre.

      Fue caminando por las antiguas calles de los arrabales omeyas que se habían cristianizado con el paso del tiempo. De su origen medieval ya casi nada quedaba, salvo la estrechez de algunos tramos. Conforme descendía hacia la ribera del Guadalquivir, se cruzaba con paisanos que se iban transformando en turistas de pantalón corto, botella de agua y sombrero. Era la metamorfosis por aproximación al objeto deseado. 

     Había dejado a la derecha la plaza de san Agustín y la placeta de las Beatillas. Para otra ocasión, pensaba, el desvío hacia el palacio renacentista de Viana. Los adoquines y los cantos se sucedían y alternaban armoniosamente al ritmo de la pisada cuando holló Rejas de don Gome y siguió por Juan Rufo. El paseo despejaba las brumas de la concentración acumulada en los últimos veinte días. Se había disipado ya el retraso del Alvia, que era un vago y frívolo recuerdo en la distancia. 

     Caminó por Alfaros y Alfonso XII, tomó Ambrosio de Morales y se paró unos instantes para ver las columnas del templo romano, majestuosas, eternas, y hermosas. Antes de llegar a la Calle Villar pasó por la estatua de Antonio Gala que avistaba su fundación. Cuando sus ojos entraron por la calle marqués de Villar fue haciendo eslalon, dejando a Séneca en su estatua con la boca abierta. Jadeaba, debía tomar otro café con media de jamón. Recuperar fuerzas. Ya lo intentaría después, al final, cuando probara el guiso de carne y las naranjas a la antigua.

     Llegó al final de marqués de Villar, donde se encontró con la plaza de Jerónimo Páez. Había parado dos o tres veces por allí. Por distintos motivos y en distintas ocasiones. La primera vez fue para visitar el Museo Arqueológico de Córdoba. Allí vio los restos de la Córdoba romana-cristiana, la Córdoba visigoda y la omeya califal. Recordaba el mosaico de Pegasus y las ruinas del subsuelo donde se encuentra los restos del teatro romano y pensaba la emoción de aquellos habitantes cuando aplaudían las obras de Plauto.


Ánfora oleica, junio 2021. bmre.



     En otra ocasión se había dedicado a tomar algo en una terraza cuando escrutaba al resto de los mortales que por allí pasaban mientras miraba la fachada del palacio de los Páez de Castillejos. Paseantes, turistas, ensimismados, mirando la ruta en su móvil, alzando los ojos al cielo y obviando el derredor que les envolvía.

     Caminaba tranquilo. Pensaba que no habría mucha gente entre semana. No le preocupaba. Esperaría. Sus pies le llevaron por el Horno del Cristo, Rey Heredia y Encarnación. Ya estaba cerca. La calle acababa entre el Bar Santos, la tienda de regalos El Myrab y la taberna Casa El Pimpo. Los turistas más jóvenes y extranjeros hacían cola para la tapa de tortilla de Santos. El Pimpo tenía buenas tapas pero menos público. En la tienda de regalos la gente daba vueltas y miraba. 


Mihrab, junio 2021. bmre.

     Y allí estaba la mezquita y la catedral. Y su patio de naranjos. La entrada costaba en su billete sencillo 13 €. El Taj Mahal cuesta 1.100 rupias (13-14,50 €, según el cambio) y al Ara Pacis en  Roma, 5 €. Menos que la entrada a los Museos Vaticanos, 20 o 25 €. Sobre estos precios pensaba que pueden ser caros o baratos. El patrimonio había que preservarlo. ¿En manos públicas o privadas? Tenía dudas. La eficiencia y la calidad eran innegociables en cualquier caso. Era defensor, por principios, de lo público. Pero los impuestos se recaudaban en su mayoría de la gente privada. En estas meditaciones se encontraba cuando vio una máquina expendedora de entradas. Dejó de hacer cola al ver que nadie las usaba y escupió la entrada. Había mucha gente. De todos los colores, de todos los países, creyentes o no. Cristianos y musulmanes de todo el orbe terráqueo. 


Anunciación de Pedro de Córdoba, junio 2021. bmre.

     La mezquita había sido incluida en 1984 en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Los criterios en los que se basó fueron todos por la preservación del arte omeya y andalusí. Iniciada en el siglo VIII por Abderramán I, desde el siglo XIII se dedica al culto católico y desde el XVI incorpora una catedral en su interior.

     Vagó durante un tiempo que no se puede medir en horas, minutos o segundos. Estaba emborrachado de gusto entre el bosque de columnas, entre el mestizaje de culturas, entre la cara de los turistas absortos, frente al mihrab de Alhakem II. Y las capillas cristianas. Este mes de agosto ardió una capilla que da a la calle magistral González Francés, en la zona de la última ampliación de Almanzor, en el 991. Ahora toda la calle de columnas pegadas a esa calle está cerrada al público por reforma. El resto de esta maravilla se puede visitar y vagar sin sentido. Parecía una romería, donde los turistas se extasiaban entre alguna cámara grabando. Fue cuando tomó realidad del día y el espacio. Se dirigió a la salida por el patio de los naranjos. Miró de nuevo las maderas de alerce que, durante siglos, habían cubierto la techumbre de la mezquita y recordó su milenaria historia: Maderas consideradas ignífugas que se exhibían en la plaza como un bien preciado.  


Maderas de alerce de antigua techumbre, junio 2021. bmre

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    - https://blasmaesoruizescribano.blogspot.com/2021/08/la-madera-de-alerce-africano.html
     



5-9-2025 17:54

Ricardo de Orueta, residente.

 

Ricardo de Orueta. Wikipedia


     ¿Qué recuerdo tenían los miembros de la Residencia de Estudiantes del historiador y político Ricardo de Orueta

    Vamos a utilizar como documentación o bibliografía el epistolario de Alberto Jiménez Fraud, las conversaciones de Pepín Bello a Castillo y Sardá y el epistolario de Gabriel Celaya y Luis Sánchez Cuesta. Va a ser una cita parcial porque trataremos de ceñirnos más a los residentes, incluido los internos coetáneos, y, entre ellos, el director de la Residencia. Para otra ocasión dejaremos la labor de Orueta en la creación en el Museo Nacional de la Escultura de Valladolid.

    Según Pepín Bello, en la Residencia de Estudiantes había cinco o seis personas mayores que vivían allí y no eran estudiantes. Recuerda a José Moreno Villa, poeta y pintor, que, según Pepín, era mayor que Lorca o Dalí. Que también estaba alojado don Ricardo Orueta, un hombre que tenía unos cincuenta años. Y recuerda también a don Ángel Llorca, profesor, y un algún otro de quien no se acuerda.

      En una carta de Luis Buñuel a Pepín Bello, el cineasta dice que su puesta en escena se parece mucho, oral y materialmente, a D. Ricardo de Orueta. El historiador era conocido por la forma en la que enseñaba Toledo a los residentes[1]. Era el tutor encargado de las visitas culturales. Mostraba la ciudad a los jóvenes residentes que luego se divertían en la misma fundando la orden de Toledo. También hay fotografías de Buñuel en actitud deportiva y/o desafiante.

Luis Buñuel. Wikipedia.

     Gabriel Celaya recuerda a Ricardo Orueta en el cincuentenario dedicado a la Residencia de Estudiantes en la revista Residencia, “con su amor: la belleza visible en el atleta de la última olimpíada”[2]. El poema Mi residencia de Estudiantes, con dedicatoria a Alberto Jiménez Fraud fue escrito para la conmemoración de los cincuenta años por los antiguos residentes que vivían en España y los exiliados.

Gabriel Celaya. Feria del Libro, 1962. ABC

      El compositor Jesús Bal y Gay recibió el 14 de marzo de 1939 una carta de Alberto Jiménez Fraud, ya establecido en Oxford. Jesús Bal había sido Residente entre 1925-1930. Durante su estancia en México recibió noticias de Jiménez Fraud. Se habían enterado en Oxford, con alegría, del matrimonio de José Moreno Villa, pero le contaban la noticia de la muerte de Ricardo Orueta el 10 de febrero de 1939. Le pedían a Bal que no dijera nada de la triste noticia a José Moreno Villa, quien estaba en México también. Orueta y Moreno Villa, junto a Jiménez Fraud eran parte de la peña malagueña, amigos desde la juventud, y no quería empañar la alegría de su enlace[3].

     Cuando se crea la primera asociación de antiguos residentes, Ricardo de Orueta se encarga de presidirla.

Cervantes virtual

     En 1960 se preparaba un especial de la revista Residencia, recordando, como hemos mencionado antes por el poema de Gabriel Celaya, los cincuenta años de la apertura de la Residencia de Estudiantes. Jiménez Fraud volvía a escribir a Jesús Bal dándole consejos sobre qué introducir en ese especial. Y se acordaba de Orueta y su decisiva actuación en la creación del Museo de la Escultura de Valladolid. Orueta se había convertido en vida en un gran fotógrafo de obras escultóricas. Jiménez Fraud indicaba a Bal y Gay que buscaran las fotografías de Ricardo Orueta sobre las esculturas del museo, porque tenían más calidad. Y porque las que se publicaron en 1933 en un artículo de Francisco Javier Sánchez Cantón en Residencia eran peores[4].

     En estos homenajes por el cincuentenario, Jiménez Fraud escribió a otro Residente en los años 20, José Solís Suárez, que se había convertido en un eminente psiquiatra, a pesar de haber sido depurado tras la guerra civil. Terminó siendo director del Hospital Psiquiátrico de León. Como se preparaba la antología de la revista, Alberto Jiménez indicó qué personas no debían ser olvidadas y añadió en el anexo lo siguiente sobre Ricardo Orueta:

      “Don Ricardo Orueta. Fundó el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. En el número de mayo 1933 de Residencia se publicó un artículo de Sánchez Cantón, muy bien ilustrado. Podrían ustedes dedicar cuatro o seis páginas a esta fundación de un Residente, publicando un artículo de Lafuente Ferrari, por ejemplo, sobre don Ricardo, una foto de la lápida que el director Francisco de Cossío hizo colocar mencionando a Orueta, una espléndida foto de la Virgen de Berruguete en La Anunciación del retablo de Olmedo, y una reproducción (que se daría muy bien) del dibujo de la fachada del Colegio de San Gregorio, por Pérez Villaamil, las dos a toda plana….”

     Uno de los protegidos, en los inicios de su carrera para conseguir beca en la Junta de Ampliación de Estudios, por Jiménez Fraud, José Castillejo y Ramón y Cajal, fue el médico Luis Calandre, que escribía el 12 de noviembre de 1960 a Alberto Jiménez una carta en la que contaba que había recogido unas cuarenta fotos de Residentes de un archivo de clichés de Orueta, donde aparecía el autor junto a Moreno Villa, Paulino Suárez y Francisco Beceña[5].

     Jiménez Fraud contestaba rápidamente a Luis Calandre desde Oxford diciendo:

     “Me interesa mucho lo que dice usted de las fotos de Ricardo Orueta. Me vendría muy bien tener copias de las de la Residencia porque precisamente llevo meses reuniendo, con grandes gastos y dificultades, material gráfico para ese número de la revista Residencia que están preparando los Residentes de Méjico y constantemente le envío a Jesús Bal (que tiene más directamente la responsabilidad de la publicación) lo que voy obteniendo… Si usted pudiera enviarme un par de copias de esas fotos de Residentes y de la Residencia se lo agradecería infinito…”.[6] 

     Luis Calandre había sido médico en el bando republicano durante la guerra civil. Entre 1912 y 1938 había publicado ochenta trabajos, alguno de ellos en prestigiosas revistas internacionales, pero, entre 1939 y 1961, año de su fallecimiento, únicamente pudo publicar tres. Durante la guerra fue médico civil en el hospital de enfermos y heridos de guerra de la calle Joaquín Costa, 38. Con el transcurrir de la guerra transformó los pabellones de la Residencia de Estudiantes en Hospital de Guerra del Cuerpo de Carabineros. Con la victoria de Franco, fue sometido a dos consejos de guerra, condenado a prisión y desposeído de sus cargos oficiales. Se le prohibió ejercer la medicina en Madrid y provincia durante cinco años[7].



Luis Calandre. Ficha encausado. Centro Documental Memoria Histórica


     Lo que no impidió la participación de los Residentes que estaban en España, como Calandre, que muere el 29-09-1961, o Solís, quien le había escrito a la residencia mexicana de Jesús Bal informándole de las reuniones que tenían en España. Entre ellas estaba una excursión a Toledo en la que seguirían la ruta de Ricardo Orueta.

Jesús Bal (dcha), Rosita García Ascot, Vera e Igor Stravinsky. México, 1947. ABC y archivo Residencia Estudiantes


      Aunque no fue Residente, Modesto Laza Palacios[8] estuvo muy ligado por su tío Enrique Laza y el Laboratorio de Bacteriología de Málaga, del que heredó su farmacia, a los institucionistas de Málaga. Fue autor, además, de El laboratorio de Celestina, obra que indaga los ungüentos y pócimas presuntamente mágicas de la protagonista de la obra de Fernando de Rojas. Modesto Laza escribió a Alberto Jiménez Fraud buscando anécdotas, frases o gestos de Giner de los Ríos, Ricardo Orueta o José Moreno Villa en el mes de abril de 1961[9].

Biblioteca Virtual de la Real Academia de Farmacia

     No podemos olvidarnos de los recuerdos que nos da el epistolario de Jiménez Fraud de la relación que José Moreno Villa tuvo con Ricardo de Orueta, más cercano en edad y más amistoso e íntimo en la relación. En una carta a Bal y Gay, hemos visto con anterioridad que Moreno Villa se había casado cuando fallece Orueta. Pero, antes, utilizaremos dos cartas de Moreno Villa y Alberto Jiménez que han abandonado Madrid, pero siguen pendientes del desarrollo de las vicisitudes de la guerra y de su amigo Ricardo.

     El siete de marzo de 1937, Ricardo de Orueta estaba en Valencia bebiendo cerveza y coñac hasta hincharse el rostro, mientras escribía un libro eterno, según contaba Moreno Villa a Natalia Cossío y Alberto Jiménez Fraud, que dedicaría al  Estudio sobre la escultura española. Así lo dejó Moreno Villa. Cual no sería su sorpresa cuando se entera que Ricardo de Orueta vuelve a Madrid. Y Moreno Villa envía una carta en el verano de 1937 a Jiménez Fraud.

    El 29 de agosto de 1937, un Moreno Villa impresionado cuenta lo que ha pasado con el cuarto de Orueta y lo de Casimira a Jiménez Fraud. Moreno Villa y Jiménez Fraud exiliados. Dice que Ricardo Orueta ha vuelto a Madrid, que no se explica el motivo, porque eran conocedores del peligro de la precaria situación de Madrid: Sitiada por los nacionales y con la actuación incontrolada de milicias de la retaguardia republicana. El cuarto de Ricardo Orueta había sido asaltado, así como habían menospreciado a Casimira Mayor, la encargada del comedor que tocaba el gong para llamar a comer a los Residentes. Casimira se refugió en Piedrabuena (Ciudad Real) durante cinco meses. Por Moreno Villa sabemos la acumulación de recuerdos, libros, útiles de revelado fotográfico, colecciones varias… que Ricardo de Orueta tenía en su habitación; revuelta para su amigo malagueño. Hoy su legado está depositado en la Biblioteca de Humanidades del CSIC. En la última época de Madrid, Orueta vivió en casa de uno de sus hermanos.[10] 

Casimira Mayor, Fotograma Qué es España. Luis Araquistáin y Cayetano Coll

     Hizo unas fotografías a Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel y presidente de la Junta de Ampliación de Estudios, que fueron utilizadas en el segundo número de la revista Residencia, mayo-agosto 1926, donde se homenajeaba al científico. Aunque ya comentamos sobre este hecho, recordemos que del reportaje fueron cuatro las que llevaron autoría de Ricardo de Orueta. 
    No se han citado referencias de Américo Castro que se han econtrado en las cartas de Jiménez Fraud porque, aunque estaba relacionado con la Institución Libre de Enseñanza, no fue Residente. Tampoco hemos reseñado su aptitud para dar conferencias fuera de la Residencia, como hizo en la Universidad Popular de Segovia. 
     Terminamos haciendo referencia a una carta que enviaron a Alberto Jiménez Fraud en los primeros compases de la guerra, en la que le contaban como estaban los que allí se habían quedado.
      - Carta de Emilio Lizcano, administrador de la Residencia de Estudiantes, a Alberto Jiménez Fraud (extracto):

                                                                 24 de octubre de 1936
     Mi respetable y querido jefe D.Alberto: ...
     Por la Resi todo marcha bien. Ahora tenemos en ella un cuartel lo mismo que en el Auditorium y en el Instituto. De residentes sólo hay Catorce, los demás se marcharon. Don Paulino, Don José, don Ángel y don Ricardo siguen todos buenos en casa. Don Francisco [hermano de Ricardo Orueta, con quien se aloja en sus últimos días] se marchó a su casa hace dos días...
     Todos estamos deseando que esto [la guerra] acabe por momentos.
     Don Paulino y los señores Moreno, Llorca, Orueta me dan muchos recuerdos para don Alberto, doña Natalia y Natalita, y míos muy espacialmente para usted, doña Natalia y Natalita...
     [Añadido final: JIMÉNEZ FRAUD, A.: Obra citada. Reseña Archivo Museo Sánchez Mejías (12-08-2025)].
     

   


[1] CASTILLO, D. y SARDA, M.: Conversaciones con don José “Pepín” Bello. Anagrama. Barcelona. 2007. Páginas 32 y 204. Reseña Archivo Museo Sánchez Mejías (14-07-2023 y 12-08-2025).

[2] CELAYA, G. y SÁNCHEZ CUESTA, L.:  Epistolario (1932-1952). Edición de Juan Manuel Díaz de Guereñu. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid. 2009. Reseña Archivo Museo Sánchez Mejías [AMSM](12-08-2025).

[3] JIMÉNEZ FRAUD, A.: Epistolario. Tres tomos. Carta de Alberto Jiménez Fraud a Jesús Bal y Gay, 14 de marzo de 1939. Edición dirigida por James Valender y José García-Velasco. Fundación Unicaja. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid. 2017. Reseña Archivo Museo Sánchez Mejías (12-08-2025).

[4] JIMÉNEZ FRAUD, A.: Obra citada. Carta de Alberto Jiménez Fraud a Jesús Bal y Gay, 28 de febrero de 1960. AMSM, 13-08-25.

[5] JIMÉNEZ FRAUD, A.: Obra citada. Carta de Luis Calandré a Alberto Jiménez Fraud, 12 de noviembre de 1960. AMSM, 13-08-25.

[6] JIMENEZ FRAUD, A.: Obra citada. Carta de Alberto Jiménez Fraud a Luis Calandre, 15 de noviembre de 1960. AMSM, 13-08-25.

[9] JIMENEZ FRAUD, A.: Obra citada. Carta de Modesto Laza Palacios a Alberto Jiménez Fraud, 22 de abril de 1961.

[10] JIMÉNEZ FRAUD, A.: Epistolario. Tres tomos. Cartas de José Moreno Villa a Alberto Jiménez Fraud, 7 de marzo de 1937 y 29 de agosto de 1937. Edición dirigida por James Valender y José García-Velasco. Fundación Unicaja. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid. 2017. Archivo Museo Sánchez Mejías  (Reseña 13-08-2025).

     Para saber más:

     - MARTÍNEZ DEL CAMPO, L.: La formación del gentleman español. Las residencias de estudiantes en España (1910-1936) Institución "Fernando el Católico" CSIC. Zaragoza. 2012


28-08-25 12:30 Actualizado 12:57        Programación 15-22-28                                                                                                                       

La Ley de Patrimonio Histórico-Artístico de 1933

 

     

Cristo de la agonía, de Juan Sánchez Barba, por Ricardo Orueta para Residencia. Enero-abril 1926. Residencia de Estudiantes.

     Uno de los problemas más apremiantes que padecía el patrimonio cultural español era la pérdida de bienes culturales que se venía produciendo durante tiempo atrás, y, especialmente, con las desamortizaciones y la falta de una conciencia nacional sobre dicho patrimonio. Cuando Ricardo de Orueta ocupa la Dirección de Bellas Artes en 1931, su actividad se dirigió a paliar este proceso, que además se había agravado con los conflictos que tenía el gobierno con las autoridades eclesiásticas.

     En un corto espacio de tiempo se publicaron varios decretos con medidas urgentes: En un Decreto de 22 de mayo de 1931 se limitaba la enajenación de inmuebles y objetos artísticos, históricos o arqueológicos de una antigüedad superior a cien años; en otro, de 27 de mayo de 1931, se autorizaba a las autoridades a incautar cualquier obra artística en peligro o indebidamente custodiada; el 4 de julio de 1931, otro prohibía temporalmente la exportación de objetos artísticos, arqueológicos e históricos; y, otro, de 20 de agosto de 1931, inhabilitaba a la Iglesia a vender o enajenar bienes.

     Era también importante la Ley de 10 de diciembre de 1931 que pretendía ordenar la exportación y enajenación de bienes histórico-artísticos, de acuerdo con el artículo 45 de la Constitución de 1931, que ya hablaba de tesoro cultural de la nación y que impide la enajenación de bienes que, entre los peritos en la materia, se considere de una antigüedad mayor a cien años, sin previo permiso del Ministerio correspondiente y mediante escritura pública. Se entiende objetos artísticos, arqueológicos e históricos.

     Fue un Decreto muy importante, asimismo, el de 3 de junio de 1931, que declaraba seiscientos noventa y ocho nuevos Monumentos que entraban a formar parte del Tesoro Artístico Nacional. Era la necesaria protección de bienes, muy limitada en derecho y cultura comparada con países de nuestro entorno europeo. Durante la dictadura franquista se trabajó en muchas provincias con los datos recabados en época republicana.

     Si contextualizamos sobre los orígenes de Ricardo de Orueta, esta actividad del nuevo director general de Bellas Artes refrendaba una labor intelectual de más de veinte años que tuvo unos inicios algo difíciles para los deseos del historiador. Veamos una carta que recibió en mayo de 1914 para contrastar su llegada como especialista en escultura del Siglo de Oro al Centro de Estudios Históricos y la Residencia de Estudiantes y que nos ayuda a comprender su dedicación y las trabas que encontró en un primer momento.

       El 24 de mayo de 1914 escribía Alberto Jiménez una carta a Ricardo Orueta intentando mediar con Elías Tormo, con la ayuda de José Castillejo, secretario de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE). Orueta tenía dificultades con Tormo en el Centro de Estudios Históricos (CEH). Quería hacer un trabajo sobre Alonso de Berruguete y se le achacaba ligerezas en el trabajo sobre Pedro de Mena, que había dedicado a Jiménez Fraud y acababa de editar la JAE. Jiménez Fraud le defendió, aunque le pidió que fuese más diplomático:

     “Querido Ricardo: acabo de tener una conversación con Castillejo sobre tus asuntos del Centro. Ya te repetirá él lo que me dijo sobre las dificultades que se presentan a tu estudio de Berruguete: si hallas medio hábil para hacerlo, recabando de Tormo la independencia necesaria para viajes, etc., y al mismo tiempo no abandonas por completo los sepulcros, sometiéndote en ellos en absoluto a lo que Tormo te mande, facilitarás enormemente la solución. De no ser así, no te queda más remedio que hacer modestamente los encargos que te confíen y renunciar por mucho tiempo al Berruguete. Porque lo que veo absolutamente claro es que no debes prostituir el nuevo libro haciendo lo que haces; eso de ninguna manera: o dentro o fuera, pero nunca una solución falsa. Este es mi consejo, y por si puede traerte perjuicio y para tranquilidad mía de conciencia, conviene que digas a todos y muy particularmente a Castillejo, cómo fue mío también el otro consejo y por consiguiente toda la responsabilidad de las ligerezas que te imputan en la publicación del Mena. Yo tuve la duda (todos la tuvimos, incluso tú) de si estabas en justicia en el Centro u ocupando indebidamente un puesto: no se sabía si tu Mena era un buñuelo o un trabajo honrado, y yo tenía verdadera fiebre de que saliese al público tal como lo habías escrito y bajo tu entera responsabilidad y en condiciones ventajosas de presentación para atraer la atención de la crítica. No te dejé tranquilo para que, con la autorización escrita de Tormo y la verbal de Menéndez Pidal, te apresurases a dar el trabajo a la imprenta sin hacer más consultas dando estas por muy suficientes; para que en la imprenta hicieses volar la edición, temiendo que Acebal inventase inconvenientes al intervenir en la tirada, y veinte veces te recriminé por la lentitud con que llevabas todo. Si ha habido ahí pues falta de tacto o algún salto sobre los convencionalismos del Centro, a mí únicamente se deben y no tiene nada que ver con la dificultad de tu carácter, que le tendrás o no le tendrás, pero en este caso no intervino para nada.

     Claro está que ni por un momento me arrepiento de lo hecho: ha quedado probado que ganas con creces tus 25 duros ya has aumentado la producción de la Junta con un trabajo interesante que es lo que en definitiva más importa. Y la experiencia posterior me ha demostrado (demasiado, por desgracia) que mis temores de que tu publicación hubiese sufrido enormemente de no hacerse como yo te aconsejaba, eran demasiado fundados.

     Da a leer esta carta a Castillejo cuando te llame para hablarte de este asunto. La precipitación con que hemos conversado hoy me ha impedido hacer lo que hace tiempo deseaba: reclamar la propiedad de mis errores y aciertos, pero que no enturbien la opinión que se tenga sobre otras personas.

     Tuyo”.[1]

      Tormo creía que Orueta no tenía talla suficiente para hacer un estudio sobre Berruguete. Ante José Castillejo medió Jiménez Fraud y Domingo de Orueta, hermano de Ricardo. La monografía de Berruguete, al final, se publicó en 1917 fuera del CEH, en la editorial Calleja[2]. Fue premiada por el Ateneo de Madrid. Orueta vivió en la Residencia de Estudiantes hasta 1936 donde fue tutor cultural de los jóvenes residentes.

     Con el tiempo se labró un sólido prestigio y entró en la Real Academia de San Fernando. Su discurso de aceptación fue contestado por Elías Tormo. Al llegar la 2.ª República fue nombrado, como hemos mencionado, director general de Bellas Artes, dirección en la que destacó su labor en la gestación de la Ley que, a continuación, reseñamos porque estuvo en vigor hasta 1985, con distintos regímenes políticos.

     Con la Ley de Patrimonio Histórico-Artístico de 1933, la conservación y tutela del del patrimonio se canalizó a través de la Junta Superior de Tesoro Artístico, constituida por representantes de las Academias de la Historia y de las Bellas Artes de San Fernando, la Dirección General de Aduanas, el Fichero de Arte Antiguo, el Museo del Prado, el Museo Arqueológico y de Artes Decorativas, el Patronato de Turismo, las Juntas de Museos, y catedráticos universitarios de la materia. Esta Junta se dividía en secciones: Monumentos histórico-artisticos, Excavaciones, Reglamento de Exportaciones, Museos, Catálogo e Inventario y Difusión de la Cultura Artística. Las Juntas Locales sustituían a las Comisiones Provinciales de Monumentos.

     El 1 de abril de 1932 se registró en las Cortes el proyecto de ley firmado por el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Fernando de los Ríos, que había contado con la colaboración de especialistas como Camón Aznar, Gómez Moreno, o Torres Balbás. El texto se votó el 12 de mayo de 1933 con una aceptación de amplio consenso- 228 votos a favor y 3 en contra-. En la Gaceta de Madrid se publicó el 25 de mayo de 1933. 72 artículos en cinco títulos, y un título preliminar.

Gaceta de Madrid, 25 de mayo de 1933

    

     El artículo 1.º es amplio, pero algo ambiguo. Si una obra tenía un valor indiscutible, no había que esperar cien años para no obstaculizar el tráfico de obras contemporáneas, aunque había restricciones a la exportación y comercio exterior. La ley, y de ahí su duración hasta 1985, era una buena construcción normativa. Se regulaba la organización administrativa, el régimen jurídico de los bienes muebles e inmuebles, la función de los Arquitectos conservadores de monumentos, el Inventario del Patrimonio Histórico Artístico, el fomento de los museos públicos y la persecución de infracciones. Es más, completaba la legislación de excavaciones de 1911. La tutela y conservación del patrimonio era competencia de la Dirección General de Bellas Artes con la colaboración de las habituales instituciones culturales consultivas citadas con anterioridad que asesoraban a la Junta Superior de Tesoro Artístico que también colaboraba en esta gestión.

     El principal instrumento para la protección de los Monumentos Histórico-Artísticos era su declaración como tal que ahora se hacía mediante decreto.

     La regulación de los distintos tipos de bienes constituye lo mollar de la ley. La pretensión era conseguir y garantizar que se produjera la conservación íntegra de los valores que habían justificado su inclusión en el patrimonio monumental histórico-artístico. Se extendía a calles, plazas, rincones, barrios, murallas, fortalezas y ruinas, que por su belleza, importancia monumental o recuerdos históricos puedan ser incluidos en la categoría de rincón, plaza, calle, barrio o conjunto histórico-artístico (art. 33). 

     El artículo 34 dictaba los casos de expropiación por causa de utilidad pública cuando un edificio o propiedad que impidiera la contemplación de un monumento histórico-artístico. Se hacía extensivo a todo lo que aminore su belleza o seguridad. Se creaba un Censo de edificios en peligro.

     El artículo 19 seguía los principios metodológicos que la Carta de Atenas de 1931 precisaba sobre la restauración que proscribía todo intento de reconstitución de los monumentos, procuraba, por todos los medios de la técnica, su conservación y consolidación, restauraba lo absolutamente indispensable y dejaba reconocibles las adiciones.

     En las excavaciones se siguió la Ley de 1911, como se ha citado, con el control de la Junta sobre las excavaciones subvencionadas; con la prohibición de cualquier excavación no autorizada; y la obligación de comunicar todo hallazgo, fuese no buscado o autorizado por la Junta, que podía conceder condiciones de estudio al descubridor o indemnizar para la adquisición.

     La reglamentación de los objetos muebles se centró fundamentalmente en el comercio y la exportación, con el control de la administración, que tendría derecho de tanteo. La exportación tendría muchas dificultades, por tanto. La Junta Superior del Tesoro era muy restrictiva en los permisos porque se pretendía la importación.


Gaceta de Madrid, 25 de mayo de 1933

   

     El legislador promovía, asimismo, la creación de museos mediante esta ley. Y relacionado con su gestión y la del patrimonio, la formación de catálogos e inventarios como algo primario y principal.

     El relator de la Ley fue Ricardo Orueta, quien se asesoró con los mejores especialistas del momento. Además, aunque hubo cambio ministerial de Marcelino Domingo a Fernando de los Ríos, y, de este, a los hermanos Francisco y Domingo Barnes, la continuidad de Ricardo de Orueta en la Dirección General de Bellas Artes (DGBA) mantuvo la orientación y actuación iniciada. 

     Debemos tener en cuenta que, en 1933, cuando Orueta deja de ser director general de Bellas Artes al llegar el gobierno radical cedista, no se dejó de contar con Orueta. La Ley de mayo de 1933 creaba la Junta Superior del Tesoro Artístico Nacional, la cual se encargaba del cumplimiento de las disposiciones de la norma, articulada en diferentes secciones y delegaciones locales, y dependiente de la DGBA. Un mes más tarde de cesar como director general, por acuerdo unánime, Ricardo Orueta fue nombrado presidente de la Junta Superior del Tesoro Artístico, el 23 de enero de 1934[3].

    La ley inauguró el interés público de los bienes culturales, con decidido intervencionismo estatal. Sobre la modernidad y audacia de la norma, podemos citar que influyó en la legislación italiana de 1939. Lo más evidente fue su vigencia, casi cincuenta años. 

     Luego están las rémoras. La ley carecía de algo muy importante: La teoría legislativa no se plasmó en una aplicación práctica diaria. Las obras restauradas y las excavaciones emprendidas fueron muy pocas para las competencias que se atribuían al Estado. El problema, como siempre, era presupuestario. Y el momento histórico no era fácil: España era un país de estructuras atrasadas, con los efectos de la crisis financiera de 1929, una guerra entre 1936-1939, una dictadura con los efectos de una posguerra, el desarrollismo urbanístico de los sesenta y la crisis del petróleo de los años setenta.

     La ley carecía de una disposición derogatoria de leyes anteriores, quedando vigentes en todo aquello que no se opusiese a la nueva redacción. La diversidad y dispersión legislativa decimonónica continuó.

     La fatiga de esta ley se hizo más visible con el desarrollismo de los sesenta del siglo XX con el crecimiento industrial y urbanístico de las ciudades[4].

     Para Salvador Guerrero, la llegada del institucionista Ricardo de Orueta a la DGBA supuso un indiscutible espaldarazo a la moderna administración de los bienes culturales de nuestro país. Su trabajo en el Centro de Estudios Históricos le avalaba y la influencia de la Institución Libre de Enseñanza también se reflejó en las tareas realizadas. Su trabajo recogía el testigo, asumiendo nuevos retos propiciados por los cambios sociales de cada tiempo, y daba continuidad a una tradición intelectual y una forma de trabajar que buscaba una sociedad más igualitaria y emancipada heredera de sus maestros de la Institución Libre de Enseñanza[5].  

     Como remate, volvamos al amigo malagueño que le llevó a la Residencia de Estudiantes, su director,  Alberto Jiménez Fraud. 

     Uno de los últimos recuerdos de Ricardo de Orueta en la memoria de un octogenario Jiménez Fraud- fallecería en 1964 con 81- se produce en una carta que envía en la primera quincena de marzo de 1963 al músico Jesús Bal y Gay, residente en México. Manuel Jiménez Cossío, hijo de Alberto Jiménez y Natalia Cossío, escribió a su padre preguntándole por la virgen que tenía en su despacho de la Residencia de Estudiantes porque quería que le informara sobre la razón de la misma y de quién o cómo había llegado a su mesa: Jesús Bal estaba interesado en la historia.

     Alberto Jiménez Fraud contestó de la siguiente manera a Bal:

     “Manolo me escribió (supongo que ya no estará ahí) que quería usted saber sobre la foto colgada al lado de mi mesa de despacho. Me la regaló, por supuesto, don Ricardo, y era de la Virgen de Belén, de Pedro de Mena, que estaba en la Iglesia de Santo Domingo en Málaga ¡y que fue destruida durante la guerra! Está al frente del libro de don Ricardo sobre Mena.”[6]



[1] JIMÉNEZ FRAUD, A.: Epistolario, 3 tomos. Edición dirigida por James Valender y José García-Velasco. Fundación Unicaja. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid. 2017. Carta de Alberto Jiménez a Ricardo de Orueta, 24 de mayo de 1914. Reseña Archivo Museo Sánchez Mejías 31-07-2025.

[2] CABAÑAS, M.: Ricardo de Orueta, guardián del arte español. Perfil de un trascendente investigador y gestor político del patrimonio artístico. En el frente del Arte. Ricardo de Orueta 1868-1939. Acción Cultural Española, Ministerio de Educación Cultura y Deportes Museo Nacional de la Escultura. Ayuntamiento de Málaga. Residencia de Estudiantes. 2014.

[3] CABAÑAS, M.: La Dirección General de Bellas Artes republicana y su reiterada gestión por Ricardo Orueta (1931-1936), en Archivo Español del Arte 82. Abril, 2009. Páginas 169-193.

[4]  GARCÍA, M.ª V, SOTO, V. y MARTÍNEZ, J:  El estudio del patrimonio cultural. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2017-2024.

[5] GUERRERO, S.: Ricardo de Orueta, la Ley del Tesoro Artístico Nacional de 1933 y los trabajos de conservación del patrimonio arquitectónico de la Dirección General de Bellas Artes durante la Segunda República, en En el frente del arte. Ricardo de Orueta 1868-1939. Acción Cultural Española, Museo Nacional de la Escultura, Ayuntamiento de Málaga, Residencia de Estudiantes, CSIC Y Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. 2014. Páginas 182-195.

[6] JIMÉNEZ FRAUD, A.: Epistolario, 3 tomos. Edición dirigida por James Valender y José García-Velasco. Fundación Unicaja. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid. 2017. Carta de Alberto Jiménez Fraud a Jesús Bal y Gay, 1.ª quincena de marzo de 1963. Tenemos dudas de si la destrucción fue durante la guerra, 1936-1939, o,  más posible, en mayo de 1931, por una exposición que vimos a final del 2024, principio de 2025, en el Museo del Prado, en la que se mostró otra Virgen de Belén de Mena- era habitual series sobre el mismo tema- que pertenece a una colección particular, de la serie de la desaparecida de la I. de santo Domingo. Por la amistad de Jiménez Fraud, reproducimos su evocación de Orueta en la carta. Reseña Archivo Museo Sánchez Mejías, 13-08-2025.



22-08-25 0:00                Programación 15-22-28


Reflexiones sobre la fotografía y el espejo

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