"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

Little Kiss y el vestido de punto acanalado MMP

 

Museo Manuel Piña- Manzanares

Ayer recordé aquellos años en los que la llegada del catálogo de “Little Kiss” sobre su temporada de baño era celebrado como el fin del verano. Como las tormentas, como la gota fría que colma el vaso del calor.

Les había gustado mucho un vestido de punto acanalado de perlé con aplicaciones de tafetán de plástico metalizado que se exhibió en la Pasarela Cibeles primavera-verano 1991. Ella me enseñó la foto sentada en la butaca roja que hace descansar las caderas. Extasiada, volvió a coger el abanico, sonriendo ante la verborrea de su interlocutor.

Little Kiss hacía unos catálogos de baño que tenían un tamaño cenobítico, más propio de los cantorales que amenizaban las comidas abaciales o los cánticos intemporales conventuales. La diferencia era de tema. Los bikinis y bañadores que proponía la empresa valencia de L’Eliana debían ser vistos y leídos en mesas de tres por dos.

Little Kiss había comenzado fabricando interiores, bragas y sujetadores. El paso de calidad y buen gusto se alcanzaría con la línea de baño. Little Kiss entró en 2013 en concurso de acreedores. No pudo soportar la competencia de productos más económicos, pero de peor calidad, originados en otras latitudes. Ellos mismos recurrieron a la fabricación externa tras un ERE que afectó a la plantilla en un 70%. A ello se unió la intervención del Banco de Valencia, con quien tenía una línea de financiación, por el Banco de España[1].

Lo que llamó la atención a estos visitantes del Museo ManuelPiña es el gusto por la belleza de lo efímero. Lo que pasa y perdura.

L’Eliana recibe su nombre por la existencia original de una capilla a San Elías. Al profeta Elías, Dios se le manifestó como una brisa ligera, silencio sonoro según el papa Francisco, que le insta a no desanimarse[2].

Bikini 10760 Little Kiss


Margarita Xirgu en Pino Montano

     

Margarita Xirgu en Pino Montano 1916

       No se sabe qué fue antes. Sí el gusto por la escenografía taurina que la Xirgu tenía, o la admiración que los "Gallos" tenían por la eximia actriz.

     En la primavera de 1916 se encontraba en Sevilla actuando con su compañía cuando Margarita Xirgu recibió la visita de los hermanos Álvarez Quintero. Le ofrecieron una versión de la Marianela galdosiana que se estrenaría en otoño en el teatro de la Princesa madrileño. 

     Durante su estancia sevillana fue agasajada por Rafael y José Gómez, los Gallos, en su residencia de Pino Montano. Un año antes había conocido, según contaba la conocida actriz, a Ignacio Sánchez Mejías, que había contraído matrimonio con la hermana pequeña de estos toreros. 

     La afición teatral de los hermanos Gómez Ortega, la afición taurina de la Xirgu, nos muestra las interacciones que hace un siglo existían entre distintas aficiones, pasiones o artes. La famosa actriz sintió la muerte de Joselito en 1920. Pero su pasión por el mundo taurino y su componente escenográfico al aire libre perduró, como se muestra en la fotografía de 1946 con Juan Belmonte en una finca de Lima.

Margarita Xirgu y Juan Belmonte 1946 Lima


La boda de Pastora y Rafael

 

Portada de ABC 21-02-2011

 

 

Como en los grandes enlaces entre farándula y tauromaquia, el 20 de febrero de 1911 se produjo el matrimonio entre Rafael Gómez y Ortega y María Pastora Rojas y Montes. Para cualquier paseante distraído nada hubiera llamado la atención a las siete de una inicial noche de invierno, salvo que hubiera sabido que los contrayentes eran la famosa bailaora Pastora Imperio y el torero Rafael Gómez, de la dinastía de los Gallos.

 

Los periodistas tuvieron problemas para informar sobre el enlace. La iglesia de la ceremonia tenía tres entradas, casi tantas como heridas tuvo el santo al que se tenía devoción en recinto sagrado, Sebastián. Sacristanes y monaguillos juraban y perjuraban que allí no había ceremonia a la que dar autorización ni pase. Nada presagiaba el rumor insistente en la capital.

 

A las siete menos cuarto, o menos diez, llegó un vehículo, lujoso, del que descendieron veloces los enamorados novios. Eran la avanzadilla de otros coches con los padrinos, los testigos y demás íntimos allegados.

 

El redactor del prestigioso diario monárquico conservador consiguió presenciar la ceremonia gracias a la amabilidad de miembros de la cuadrilla del diestro. La foto, la única foto, era suya. La foto de Rivero.

 

La novia iba de negro elegante, ajustado a su cintura, según las convenciones de la época; tocada con un velo blanco, que portaba con gracia y distinción poco comunes. No es extraño que el escritor americano Dos Passos, miembro de la generación perdida e hispanista bienhallado, admirase a la genial bailaora cuando visitó España en la segunda década del siglo XX, buscando el gesto (tal vez, el “geist” alemán/inglés: espíritu) español en sus manos, como cuenta en “Rocinante vuelve al camino”.

 

El novio llevaba un traje negro de americana. Y lucían joyas caras y apropiadas. Cuando el cura llegó, confesaron. La madrina, la madre de la novia. Por el novio, el padrino, Enrique Vargas, Minuto.

 

Los tres síes anteriores a la imposición de los anillos fueron claramente pronunciados. La alegría del momento no permitía distinguir la existencia de los problemas que surgen en la vida. Los ritos mandan.

 

Los asistentes felicitaron a los novios. Los testigos firmaron. A los casados se les deseó ventura infinita. No hubo convite, todos se marcharon a casa. Los novios se casaban en Madrid, pero se dirigieron pronto a Sevilla.

 

Los ocho días de rumores sobre la boda se habían convertido en noticia. El matrimonio duró poco. Tal vez los celos, tal vez la idea de Rafael de retirar de los escenarios a Pastora, cuando el arte de Pastora sólo lo jubilaría la muerte…

 

Ninguno de los contrayentes dijo nada cuando su vida en común terminó. Todo acaba y todo empieza. Es la vida.



No te conoce nadie... Alma ausente-Llanto por Ignacio Sánchez Mejías

 

 


 

 

“No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.

Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.

La madurez insigne de tu conocimiento.

Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.”

(Alma ausente, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, Federico García Lorca)

 

     No, nadie nos recordará

     Seremos un vago recuerdo, un pasado, una rémora. Nada, apenas una parte, tan solo un fragmento. 

     Cuando seamos un vaporoso y tenue silencio.

     No, nadie nos recordará.

     Cuando estorbemos, cuando sobremos, cuando seamos olvidados. Nuestras torpezas, nuestras desidias, sin nada apreciable. Nosotros mismos. Sin honor, ni dignidad, sin premio.

     No, nadie pensará en la realidad que fuimos.

     No, nadie nos recordará.

     Ni los tibios surcos de la frente, ni los demacrados ojos, cuévanos visibles de nuestra antigua prestancia, nada valdrán. Acabados los huesos, inflamados, desgastados, nada; como diques, como puertos, con el último desmayo. 

     No, nadie nos recordará.

     Pensará que fuimos ficción, un mito, un desengaño.

     Y las manos, los dedos, las uñas. Agarrotadas como aves de corral. Anilladas, ganchudas, pobres; doloridas gavillas retorcidas. Volverán, crecerán con la coraza monstruosa y maestra del tiempo pasado. Sin dolor, sin pesar, sin memoria. Huesos de monda serán.

    No, nadie nos recordará. 

     Polvo y ceniza aventado; céfiro fútil y fatuo a quien olvidar.

     Podría haber perdido una pierna, podría vivir sin cuidado. Una vida, un reparo. Pero no. No quería muleta, ni apoyo, ni bastón, ni cayado. Un cuerpo entero, un imposible acabado. 

     No, nadie nos recordará.

     La vida será un sinsentido, un desconocimiento, una madurez incompleta. No es vida, era muerte. Y prefirió su sabor a almendras amargas, al regusto de labios torcidos, a lenguas reventadas. 

   Y descansó sobre la piedra blanca; tras los espasmos finales arrebatados. Tras el Gólgota agonístico. Tras el ruedo final.

    No, nadie nos recordará. 

     Solamente el poeta, quien elegante, gime palabras áureas llevadas por los suaves paisajes que flotan al ritmo de los primeros vientos de la humanidad. 



El patrimonio cultural y natural en la España interior

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