"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

La boda de Pastora y Rafael

 

Portada de ABC 21-02-2011

 

 

Como en los grandes enlaces entre farándula y tauromaquia, el 20 de febrero de 1911 se produjo el matrimonio entre Rafael Gómez y Ortega y María Pastora Rojas y Montes. Para cualquier paseante distraído nada hubiera llamado la atención a las siete de una inicial noche de invierno, salvo que hubiera sabido que los contrayentes eran la famosa bailaora Pastora Imperio y el torero Rafael Gómez, de la dinastía de los Gallos.

 

Los periodistas tuvieron problemas para informar sobre el enlace. La iglesia de la ceremonia tenía tres entradas, casi tantas como heridas tuvo el santo al que se tenía devoción en recinto sagrado, Sebastián. Sacristanes y monaguillos juraban y perjuraban que allí no había ceremonia a la que dar autorización ni pase. Nada presagiaba el rumor insistente en la capital.

 

A las siete menos cuarto, o menos diez, llegó un vehículo, lujoso, del que descendieron veloces los enamorados novios. Eran la avanzadilla de otros coches con los padrinos, los testigos y demás íntimos allegados.

 

El redactor del prestigioso diario monárquico conservador consiguió presenciar la ceremonia gracias a la amabilidad de miembros de la cuadrilla del diestro. La foto, la única foto, era suya. La foto de Rivero.

 

La novia iba de negro elegante, ajustado a su cintura, según las convenciones de la época; tocada con un velo blanco, que portaba con gracia y distinción poco comunes. No es extraño que el escritor americano Dos Passos, miembro de la generación perdida e hispanista bienhallado, admirase a la genial bailaora cuando visitó España en la segunda década del siglo XX, buscando el gesto (tal vez, el “geist” alemán/inglés: espíritu) español en sus manos, como cuenta en “Rocinante vuelve al camino”.

 

El novio llevaba un traje negro de americana. Y lucían joyas caras y apropiadas. Cuando el cura llegó, confesaron. La madrina, la madre de la novia. Por el novio, el padrino, Enrique Vargas, Minuto.

 

Los tres síes anteriores a la imposición de los anillos fueron claramente pronunciados. La alegría del momento no permitía distinguir la existencia de los problemas que surgen en la vida. Los ritos mandan.

 

Los asistentes felicitaron a los novios. Los testigos firmaron. A los casados se les deseó ventura infinita. No hubo convite, todos se marcharon a casa. Los novios se casaban en Madrid, pero se dirigieron pronto a Sevilla.

 

Los ocho días de rumores sobre la boda se habían convertido en noticia. El matrimonio duró poco. Tal vez los celos, tal vez la idea de Rafael de retirar de los escenarios a Pastora, cuando el arte de Pastora sólo lo jubilaría la muerte…

 

Ninguno de los contrayentes dijo nada cuando su vida en común terminó. Todo acaba y todo empieza. Es la vida.



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