"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

La visión propagandística de Nafh al-tib y la crónica de Alfonso III sobre Pelayo y el núcleo de resistencia asturiano

 


     Sobre las versiones sobre Pelayo que aparecen tanto en la Crónica de Alfonso III (1) como en Nafh al-tib (2) de Al_Maqqari, obras historiográficas que narran, al estilo de las crónicas medievales, la resistencia de Pelayo frente a la dominación musulmana, observamos un sesgo político propagandístico. 

     Se trata de documentos históricos que reflejan las intenciones de los autores, sean de primera mano o de otro intermediario intelectual. Reproducimos los textos al final.

     El autor musulmán es Al-Maqqari (Tremecén,1578-El Cairo,1632), autor de Nafh al-tib, cuyo nombre completo es Exhalación del olor suave del ramo verde de al-Andalus. Tiene un gran valor histórico al recoger numerosas crónicas anteriores, que detallan los sucesos ocurridos en al-Andalus y porque hace referencia a antiguas obras hoy desaparecidas. Imprescindible para conocer los primeros momentos de la conquista de España por los musulmanes.

     La Crónica de Alfonso III es una obra atribuida a dicho monarca asturiano, 866-911, que pudo ser retocada por un clérigo letrado, el obispo Sebastián. Restaura la tradición historiográfica hispana que se interrumpe con las luchas internas de la última etapa del reino visigodo y los comienzos de la invasión musulmana. Integra el primer ciclo cronístico de la Reconquista y relata hechos entre el rey godo Wamba y el rey asturiano Ordoño I, m. 866.

     Tenemos, por tanto, unas obras de marcado carácter político, divulgativo y propagandístico. Los hechos que relatan son la aparición del primer núcleo de resistencia a la invasión musulmana y la batalla, o simple escaramuza, de Covadonga. Probablemente entre 717 y 722. El lugar donde se relatan los hechos es la zona geográfica de la actual Asturias. Los dos textos van destinados a sus respectivos pueblos, uno, el cristiano, para ensalzar la gesta y enlazar lo gótico con lo asturiano, y, el otro, el musulmán, para aminorar la importancia de los hechos.

     El contexto histórico que se relata está teñido de hechos legendarios. La pretensión de la Crónica de Alfonso III es la relación de su reino con el reino visigodo, neogoticismo, para el mantenimiento de la unidad y el centralismo asturiano, su legitimación. El movimiento de insumisión ante los musulmanes se transforma a finales del siglo IX en un movimiento consciente orientado a la recuperación del reino perdido y atribuyendo ese papel recuperador al reino asturiano como heredero del reino visigodo.

     Es significativo en este primer texto las palabras atribuidas a Pelayo: “Cristo es nuestra esperanza; que por este pequeño montículo que ves sea España salvada y reparado el ejército de los godos”.

     Por el contrario, el texto de Al-Maqqari minusvalora la importancia de estos hechos: “Treinta asnos salvajes ¿qué daño pueden hacernos?”, para luego lamentarse al final de no prestar la debida atención, pues, con el tiempo, recuperaron lo perdido.

     Es el estilo literario de la crónica historiográfica. El lenguaje de la crónica asturiana en su edición rodense es rudo, mientras que la edición considerada del obispo Sebastián es más pulida. El texto de la crónica de Al-Maqqari es culto y directo.

     La idea principal del texto es la Reconquista o la lucha por la nueva tierra prometida, sea llamada al-Andalus o Hispania. En segundo lugar, encontraríamos una idea de líder comunitario que mantiene unido a su pueblo frente a otro poder; y adherido a la idea de líder, la necesidad de no minusvalorar a nadie. De ser un pueblo privilegiado o especial como el del Israel bíblico, elegido e infranqueable.

      Los hechos se relatan o se refieren de forma directa. Se personaliza en Pelayo, espatario visigodo de Witiza y Rodrigo, que huye de Córdoba y crea un foco de resistencia en el norte de España; Munuza, prefecto ismaelita de Asturias; Alqama, general de las tropas musulmanas; Oppas, obispo de Toledo, hijo del traidor Witiza, símbolo de los que confraternizan con los musulmanes; y, por último, el emir Al-Hurr, como el poder sobre los musulmanes.

    La duda sobre la veracidad de los textos sobre Pelayo y el posible enfrentamiento con los musulmanes es menos importante que el aprovechamiento propagandístico del mismo. Su onda expansiva llega hasta influir en siglos posteriores en autores como Al-Maqqari, que justifica el poco caso que se hizo del reino asturiano, germen de la recuperación de la Hispania cristiana, no del reino visigodo, que había sido invasor en su momento .

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     VERSIONES:

     (1)Crónica de Alfonso III, versión sebastianense.

     PELAGIO
8.—Largos años gimió en la opresión la patria de los árabes, y estos hubieron de pagar sus tributos por medio de sus caudillos al rey de Babilonia, hasta tanto que se eligieron un rey y afirmaron su trono en Córdoba, ciudad patricia. Los godos sucumbieron, unos al filo de la espada y otros a los impulsos del hambre. Sin embargo, algunos de regia estirpe se salvaron, dirigiéndose a Francia, y otros, la mayor parte, penetraron en el país de los astures, y eligieron por su príncipe a Pelagio, hijo del duque Favila y de sangre real. Mas tan pronto tuvieron de esto noticia los sarracenos, enviaron a Asturias un ejército innumerable, bajo el mando del duque Alkaman, que invadiera a España con Tarik, y de Oppas, obispo metropolitano de la sede hispalense, hijo del rey Witizano, por cuya traición perecieran los godos.

9.—Instruido Pelagio de su venida, se refugió en una caverna del monte Auseba, que tiene por nombre cueva de Santa María; en el instante vióse rodeado del ejército, y acercándosele el obispo Oppas, le habló así: «No puedes ignorar, hermano, de qué modo se constituyó toda la España bajo el dominio de los godos, y si reunido todo su ejército no alcanzó a resistir el ímpetu de los ismaelitas, ¿cómo podrás tú solo defenderte en esta cueva? Escucha mis consejos y desiste de tu empeño, para que consigas muchos bienes, y en la paz que te concedan los árabes, logres gozar de los tuyos.» A esto dijo Pelagio: «Ni tendré amistad con los árabes, ni me sujetaré a su imperio; tú no sabes que la Iglesia del Señor se compara a la luna, que aunque disminuye su forma, recobra al punto su primitiva grandeza. Tenemos confianza en la misericordia de Dios, que hará salir de este montecillo que tienes a la vista, la salud de Hispania y la restauración del ejército de los godos, para que se cumplan en nosotros aquellas palabras del profeta: Con la vara castigaré sus iniquidades, y con los azotes sus pecados, mas no apartaré de ellos mi misericordia. Así, aunque por hacer
méritos, acatamos de esta sentencia el sentido más severo; esperamos en la misericordia del Señor la restauración de su iglesia y de su pueblo y la ventura del reino; por lo que despreciamos esta muchedumbre de paganos y jamás nos mezclaremos con ellos.» 

10.—Entonces, el nefando obispo, volviéndose a su ejército, dijo: «Apresuraos y pelead,
porque jamás tendréis con él alianza, hasta que le castiguéis con la espada.» Apréstanse entonces las máquinas de guerra, prepáranse las hondas, resplandecen las espadas, enrístranse las lanzas y dispáranse saetas sin cesar; mas entonces no faltaron las grandes señales del Señor, pues como los honderos arrojasen piedras contra la casa de la Santa y siempre Virgen María, se volvían con violencia contra ellos, y despedazaban a los caldeos, porque el Señor no cuenta el número de lanzas, y concede a quien quiere la palma de la victoria. Salieron los fieles a pelear fuera de la cueva, y en el instante huyeron los caldeos divididos en dos grupos; el obispo Oppas fue preso, y Alkaman muerto: en el mismo lugar perecieron también 124.000 caldeos, los 63.000 que restaban treparon a la cumbre del monte Auseba y bajaron precipitadamente por la rápida declive del monte que comunmente se llama Amosa. y se dirigieron al territorio de los liebanenses. Mas no lograron escapar a la venganza del Señor, porque caminando por la cima del monte que está situado sobre la orilla del rio Deba, cerca del campo llamado Casegadia, se cumplieron evidentemente los altos
juicios de Dios, pues el mismo monte, conmoviéndose en sus cimientos, arrojó al río con grande estruendo a los 63.000 caldeos y quedaron todos sepultados: aun en el día de hoy, cuando el mismo río, en tiempo de ínvierno, llena su cauce y deshace sus riberas, se manifiestan evidentísimamente pedazos de armas y los huesos de aquellos. No juzguéis este milagro como inútil o fabuloso, y recordad que aquel que sumergió en el mar Rojo a los egipcios que perseguían a Israel, es el mismo que sepultó bajo la inmensa mole de la montaña a los árabes que perseguían la Iglesia del Señor.

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      Crónica Árabe de Al-Maqqari

(2)“Dice Isa ben Ahmad al-Razi que en tiempos de Anbasa ben Suhaim Al-Qalbi, se levantó en tierra de Galicia un asno salvaje llamado Pelayo. Desde entonces empezaron los cristianos en Al-Ándalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr. Los islamitas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país hasta llegar a Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con trescientos hombres.

Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían qué comer sino la miel que tomaban de la dejada por las abejas en las hendiduras de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo: «Treinta asnos salvajes ¿qué daño pueden hacernos?» En el año 133 murió Pelayo y reinó su hijo Fávila. El reinado de Pelayo duró diecinueve años, y el de su hijo dos. Después de ambos reinó Alfonoso, hijo de Pedro, abuelo de los Banu Alfonso, que consiguieron prolongar su reino hasta hoy y se apoderaron de lo que los musulmanes habían tomado.”

«Nath al-tib», por  al-Maqqari.

El Islam en la Península Ibérica

          *Revisión de un texto de 2012
 

 

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