Probablemente, haya pocas ocasiones en que se puede escuchar a alguien con el conocimiento y la
sobresaliente capacidad de transmisión de ideas que posee Javier Huerta para
condensar en algo más de una hora que, para que García Lorca escribiera Yerma o
Alberti El adefesio, antes tuvo que rebelarse Benavente contra el teatro
realista, antes tuvo Marquina que haber traducido a Baudelaire, conocido a Rusiñol,
y antes debía abandonar Ramón María de Valle-Inclán su primer teatro para
dirigirse por la senda del esperpento.
No todos,
pero algunos de los poetas del 27 escribieron teatro. Con mayor o menor
fortuna, con mayor o menor pericia. Lorca no podría haber estrenado El maleficio
de la mariposa sin la ayuda de Gregorio Martínez Sierra y su teatro Eslava. Sin olvidar a su mujer María de la O Lejárraga. Dejamos para otra vez las mujeres
que escribieron en ese primer tercio del siglo XX. En Madrid hemos visto una
exposición maravillosa de Lejárraga cuando escribía con el nombre de su marido
y su vida posterior como María Martínez Sierra o su actividad política con su
propio nombre.
En Madrid, en la RAE se exhibe una exposición sobre los Machado
y su colaboración teatral. Hoy olvidada. En la conferencia de Huerta nos habla
de la escasa verosimilitud de la diferencia entre los hijos del folklorista
Demófilo. Su mayor éxito fue La Lola se va a los puertos.
¿En qué
hace más hincapié durante su conferencia sobre el teatro de Federico García Lorca?
En su labor
como director de escena, en el éxito que tuvo a partir de 1934 con las giras de
México y Argentina que le permitieron la definitiva independencia económica.
Pero antes estuvo en los orígenes del teatro de La Barraca, idea original de
otro miembro de la generación del 27: Pedro Salinas. En una conferencia de 1930
propuso que se llevase el teatro al pueblo a imagen de lo que se hacía en
nuestros países vecinos. No hay texto de la conferencia. Hay referencias en la
prensa del momento de las palabras que dirigió a los universitarios madrileños.
La Unión Federal de Estudiantes Hispanos cogió el guante y buscando un guía que
llevara la lampara a un formato escenográfico encontraron a Federico García
Lorca, que se apoyó en Eduardo Ugarte, cuñado de Bergamín.
Los universitarios
querían teatro de vanguardia, aquello que se representaba en Europa. Pero García
Lorca les dijo que había un tesoro mucho más importante que se podía
representar. Ellos aportarían la modernidad a nuestra mejor tradición: El
teatro Barroco del siglo de Oro. Esas tres mil obras que apabullan a cualquier
teatro coetáneo. El teatro inglés de aquellos momentos, Shakespeare o Johnson,
por ejemplo, publicó/estrenó seiscientas obras.
Y así fue:
Salvo La tierra de Alvargonzález de Machado, al que don Antonio no asistió, y El retablillo de don Cristóbal de Lorca con el que homenajean a Federico a su
vuelta de la gira americana, las obras son elegidas del repertorio barroco
español, con predominio de Lope de Vega, pero con Tirso de Molina, Calderón y
los entremeses de Cervantes. Con decoradores de lujo como Benjamín Palencia,
Santiago Ontañón y José Caballero, que en este punto nos recuerda Huerta como
colaboró en la ilustración de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías y en el último
montaje teatral en el que participa Lorca, El caballero de Olmedo de Lope de
Vega.
No olvida a
alguno de sus actores como María Carmen García Lasgoity o Modesto Higueras. Establece
relaciones entre la muerte de Ignacio Sánchez Mejías y la elección del
caballero herido de muerte camino de Olmedo. Lorca había leído a sus compañeros
de la Residencia de Estudiantes, embutido en mantas, como dictando testamento
en la cama, decía Pepín Bello, las obras de Lope, cuyo centenario se celebraba
en 1935, allá por los felices, o no, años veinte.
A Lorca le
gustaba el teatro del siglo de Oro. Y de Valle-Inclán le interesaban únicamente sus esperpentos. Al igual, al teatro social de los cincuenta, Lorca les parecía
demasiado poético.
(Es reseña de la conferencia dada por Javier Huerta Calvo, catedrático
de la Universidad Complutense, autor teatral, y comisario en 2010 de una
exposición sobre el teatro de La Barraca. Casa Malpica. III Encuentro en torno al 27. Luz de Candilejas: El 27 a escena. Archivo Museo Sánchez Mejías.)
Ernestina de Champourcín regresa de vez en cuando a España desde que enviudó. A finales de
los sesenta, en uno de estos viajes, le entregó a Gerardo Diego el libro
póstumo de Domenchina junto con Cartas cerradas, un libro que el santanderino ensalzó. Lo calificó de bello, desnudo y entregado. Eran cartas escritas a
Dios, con el que ella habla o establece la relación. Cuando se acuerda de
Domenchina, su marido, lo afirma en relación con la armonía de cielos y tierra,
en una unidad divina en todo. Para Ernestina y para Diego la poesía era tal cuando tenía misterio. Debía tener gracia- en el sentido religioso-. Tal vez, las dos cosas. Aunar lo humano y lo divino. En la luz y en las sombras.
Veía, intuía, a Ernestina en su periodo religioso más profundo. Percibía a Champourcín llena
de misterio y de Gracia, ahora con mayúsculas. La época final de la vitoriana
estaba marcada, según su antólogo, por la confesión humilde, el abandono del
lucimiento personal, el ascetismo, que no olvidaba el uso de formas y
palabras sensuales. Cosas que no necesitaba ante la verdad de un corazón, ante las
tentaciones que asaltan a los creyentes, a esa relación que establecen con Dios
mediante una carta que se abre para pocos y se entrevé para todos.
Citamos aquí una
poesía que Ernestina escribió a Juan José Domenchina por su muerte,
recordando también aquel ciprés de Silos de Diego:
Y te quise traer un ciprés de Castilla
Que hundiera sus raíces hasta
tocar tus huesos:
Castilla que cantaste y amaste
con locura
Cuando faltó a tus pies su
barbecho fecundo.
Raíces en lo hondo; copa esbelta en el
cielo.
No ese ciprés de Silos que
Gerardo cantara,
Sino un ciprés aún tierno que
creciese a tu vera
Señalando al que pase la ruta
que seguiste.
Así todos verían al levantar los ojos,
Que ya no estás ahí donde tu
nombre queda,
Porque el ciprés, cual índice
de verdor y esperanza,
Tanía Balló, cuando empezó a investigar sobre Ernestina de Champourcín, tuvo cierta
prevención porque todo le llevaba a que la poeta en sus últimos años había
acabado en el Opus Dei. Le costó superar sus prejuicios, reconocer su negatividad, porque debía conocer a la mujer, a la intelectual, la poeta, ante la que
debía quitarse el sombrero. Ante una mujer que había vivido una tercera España.
Aquellas personas que sufre en el momento de madurez personal, profesional y poéticamente, que se encuentra sin pensar con una guerra en julio de 1936. Con
la más odiosa de las guerras, la guerra civil. Desapareció su vida madrileña.
Es también cuando en noviembre de 1936 se casa con Domenchina, colaborador
de Azaña. Con su marido se marcha de un Madrid inseguro para ella, señalada en
un momento dado por sus orígenes aristocráticos, y termina en el exilio
mexicano en 1939. Gracias a su trabajo como traductora pudo viajar. Domenchina acabó con
depresión en México, no se adaptó a la dureza del exilio. Ella fue la que organizó allí sus vidas. Viajó a Estados
Unidos a reencontrarse con Juan Ramón y Zenobia en varias ocasiones. Y en uno de
esos viajes, su vida espiritual se iluminó religiosamente por medio del fraile trapense Thomas Merton, quien tenía un fondo místico elevado y un lenguaje actual, lo que
permitió a Ernestina solucionar una crisis mística que le embargaba.
Thomas Mertón. Fuente: Flickr
Esa fe le
ayudó a volver a escribir: Presencia a oscuras. Y en 1952 esa llamada a
la fe cristiana le lleva al Opus Dei. Y esa búsqueda de Dios se incrementa con
la viudedad y el aumento de la soledad. La literatura y las actividades
sociales llenan su vida. Colabora en la promoción de revistas literarias y asociaciones
de mujeres, que recuerdan a su época del Lyceum Club Femenino[2].
Ernestina de
Champourcín mantuvo correspondencia con José María Escrivá de Balaguer. No le
contestó a Ernestina hasta la octava carta, cuatro dedicatorias y una postal. Recibe cartas a través de personas interpuestas de la orden, en este caso,
mujeres. En una visita a México de Escrivá de Balaguer en mayo junio de 1970 ya
se tiene conocimiento de la obra poética de Ernestina por Escrivá de Balaguer porque confiesa que le
ayuda a rezar. Hacía 1972 se produce otro encuentro cuando ya empieza a volver
a España Ernestina. Fue en el colegio del Opus Dei, Tajamar, durante una tertulia
de su fundador.
Vamos a citar
una de ellas, la última antes del fallecimiento de Escrivá de Balaguer, reflejo
de la religiosidad de la poeta:
Madrid, Navidad de 1974
La Virgen lava pañales;
San José cuida del Niño.
¡Qué corriente de Amor fluye
Desde la casa hasta el río!
Hay un zagal rezagado
En la mitad del camino,
Porque contempla entre sueños
Lo que el ángel ha dicho…
Y la corriente de Amor
Envuelve al mundo dormido…
Al dorso escribe:
Con mis mejores oraciones por su intención y todo mi afecto
Ernestina
de Champourcín les desea UNA FELIZ NAVIDAD Y UN AÑO NUEVO LLENO DE PAZ Y DE
AMOR
Como ha señalado Helena Establier, la corporalidad es un motivo estructurador de la poesía de Champourcín en distintas etapas de su carrera literaria. En su juventud, el cuerpo fue un elemento de transgresión poética, consecuencia de las vanguardias y de la afirmación de su yo femenino. En su madurez de los años treinta se manifiesta de forma explícita en un anhelo de plenitud que busca la transcendencia hacia el mundo externo e interno, con la pasión de la conexión con otro. Tras la guerra y la tristeza del exilio, se matiza por la prevalencia del sentimiento religioso. Un anhelo de espiritualidad. Ya no es tanto el cuerpo, sino su alma. Su cuerpo inmaterial.
8-6-2025 20:21 Actualizado 9-6-2025 9:18
[1] DIEGO,
G.: Obras Completas. Tomo VIII. Edición de José Luis Bernal. Alfaguara.
Madrid. 2000. 27/5/2025 Archivo
Museo Sánchez Mejías. La poesía religiosa de Ernestina, publicada en
Panorama Poético Español, 2 de enero de 1969.
[2] BALLÓ,
T.: Las sinsombrero. Sin ellas la historia no está completa. Espasa.
Barcelona. 2016-2017. Páginas 229-250. 27/05/25 a 4/06/25 Archivo Museo Sánchez
Mejías.
[3]
RODRÍGUEZ TOVAR, A.: La correspondencia postal entre Jossemaría Escrivá de
Balaguer y Ernestina de Champourcín, en STUDIA ET DOCUMENTA, RIVISTA
DELL’INSTITUTO STORICO SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, 19-2025. Roma.
En la Casa Malpica, en tiempo de siega, se exhibe la mies que germinó en el voto femenino.
La universidad de Alcalá de Henares, las Cortes de Castilla-La Mancha y la Federación de Municipios y Provincias de esta comunidad ofrecen en una exposición itinerante cómo eran las sufragistas en los años 20 del siglo pasado. Hasta el 15 de junio, la muestra se exhibe en la Casa Malpica, calle Monjas, 12, Manzanares. Haremos una breve reseña.
El camino al voto comienza con el recuerdo de 1921 como hito reivindicativo de la primera manifestación sufragista realizada por la Cruzada de Mujeres Españolas, presidida por Carmen de Burgos, figura destacada del feminismo español. La declaración de 1921 era consecuencia de las reivindicaciones expresadas en la Alianza Internacional para el Sufragio de las Mujeres (Ginebra, 1920). Propugnaba la capacidad femenina para expresar sus derechos en el espacio público como ciudadanas iguales al hombre.
El sufragio femenino hunde sus raíces en la Convención de Seneca Falls de 1948, año reseñable porque coincide con el manifiesto de Marx y Engels y la revolución de 1848 conocida como la primavera de las naciones o de los pueblos.
El sufragismo femenino se caracterizaba en sus inicios por su internacionalismo e interclasismo. A partir de estas premisas básicas, se pretendían mejoras en el acceso al trabajo de la mujer, una mejor educación, la posibilidad de administración del patrimonio personal, la eliminación de la prostitución y la superación de ese techo de cristal que impedía acceder a todo tipo de profesiones. En este punto hemos de recordar como el avance del sufragio femenino estuvo relacionado en el medio oeste americano con la capacidad de gestión y administración de bienes de las pioneras de los Estados Unidos.
Carmen de Burgos. Get Archive
Aunque hubo propuestas parlamentarias en 1877,1907 y 1908, durante la Restauración, no será hasta los inicios de la II República, 1931, cuando la actuación decidida de Clara Campoamor logre el voto femenino en España.
La exposición recoge la lucha de esa generación de mujeres mediante el trabajo de las investigadoras complutenses Araceli Martínez Esteban y Nieves Hernández Romero.
La ruta a seguir nos lleva primero a la Convención de Seneca Falls de 1848, donde se destaca la labor de las abolicionistas por la esclavitud Lucrecia Mott y Elizabeth Cady Stanton para solicitar el voto femenino en Estados Unidos. Tras reseñar el Congreso Pedagógico de 1892, conocemos las pioneras españolas, entre las que destacan Emilia Pardo Bazán, Concepción Arenal e Isabel Muñoz Caravaca.
Carmen de Burgos. Colombine fue la primera corresponsal de guerra. Colombine tuvo un matrimonio difícil. Colombine era Carmen de Burgos, que escribió La malcasada- no confundir con la película de 1926 de Francisco Gómez Hidalgo-, donde cuenta la experiencia de esos años. Pero aquí nos interesa su labor como presidenta de la Cruzada de Mujeres Españolas que convocó la manifestación de 1921. Mediante encuestas, con anterioridad, había propugnado el derecho al divorcio (1903). Su convencimiento sobre la necesidad del sufragio femenino fue gradual y en 1906 propuso en El heraldo de Madrid otra encuesta para conocer la opinión de sus lectores sobre el derecho al voto de las mujeres.
Carmen de Burgos se basó los postulados de la Alianza para el Sufragio de las Mujeres y preparó la primera manifestación, jalón reseñable en el largo camino hacia la consecución del sufragio. El 31 de mayo de 1921, una representación de la Cruzada de Mujeres Españolas se concentró en la entrada del Congreso de los Diputados y entregaron un manifiesto con sus solicitudes. Al día siguiente, hicieron lo mismo en el Senado. Una mezcla de simpatía, pero, también de condescendencia, fue la reacción de los poderes públicos que recibieron sus propuestas.
Antes de llegar al debate de las cortes unicamerales republicanas hubo debates sobre la abolición de la prostitución, y surgieron clubes como el Lyceum Club Femenino presidido por la pedagoga María de Maeztu, directora de la Residencia de Señoritas, bajo la influencia de la Institución Libre de Enseñanza. A ellas, y a otras, se unieron mujeres como María Lejárraga (o María Martínez Sierra) o Isabel Oyarzábal (Isabel de Palencia).
Y llegamos a la consecución del voto femenino tras los debates en las Cortes y el comprometido empuje de Clara Campoamor durante las jornadas de treinta de septiembre y uno de octubre de 1931. El artículo 36 reflejaba la igualdad de voto entre los sexos. El derecho a votar y el derecho a ser elegida, que incluía el acceso a cargo público. Era, fue, un debate intelectual entre las élites dirigentes e instruidas. No había una extensión de las asociaciones feministas de forma amplia. La mayoría de las mujeres españolas estaban ajenas a estos logros, por lo que fue gradual el clima favorable a la incorporación de la mujer a la esfera de actuación pública.
La labor, muchas veces solitaria, de Clara Campoamor se orientó al bienestar de las mujeres y de la infancia. Murió exiliada en Suiza en 1972. Todos los días debería ser reivindicada.
Es conocido el olvido y la soledad de muchas personas cuando el tiempo y el polvo cubren sus vidas. Durante la transición, Rosa Chacel tuvo que escribir guiones para la televisión. Gloria Fuertes, tras la fama televisiva de los años 70-80, ha sido olvidada para las generaciones del siglo XXI. Saqué de una biblioteca "Versos Incompletos" de Gloria Fuertes. Nadie, ni yo mismo, se había interesado en los últimos 25 años por leer este libro de poesía. Lo mismo ocurrió con Domenchina y Ernestina de Champourcín. Domenchina llegó a ser secretario de presidente Azaña durante la II República y los comienzos del exilio hasta la muerte de Manuel Azaña. Champourcín, en su viudedad y tras la vuelta definitiva, se quejaba en los últimos años de vida madrileña, en la transición y consolidación democrática, del olvido de la gente.
Lorente y Neira en "Doce escritores contemporáneos", al estudiar a Federico García Lorca y la generación del 27, señalan que no podemos seguir ignorando a las mujeres del 27: Concha Méndez, Ernestina de Champourcín, María Teresa León, Carmen Conde con las pintoras Maruja Mallo- su evolución se puede entrever en el Museo Reina Sofía-, Ángeles Santos o Remedios Varo, por ejemplo. Estaban situadas en el panorama poético y en la prensa escrita. Ocultas tras la guerra en que se defendió una mujer tradicional. Ellas, con su creación y sus acciones, habían defendido su dignidad y búsqueda de emancipación. Tal vez el precedente de la rehabilitación sea la elección de Carmen Conde como académica de la Lengua Española en 1978.
Ernestina de Champourcín aparece en la
segunda edición de la Antología de poetas españoles contemporáneos de
Gerardo Diego. En 1934, únicamente dos mujeres se citan en la nómina de poetas seleccionados:
Josefina de la Torre y Ernestina de Champourcín. Según Tania Balló, la
aparición de Champourcín se debe a Juan Ramón Jiménez, con quien la poeta tenía
amistad, y la aparición de Josefina de la Torre fue influida por Pedro Salinas.
No aporta pruebas. Y no sabemos si Gerardo Diego aceptó las sugerencias sin
criterio propio. Tampoco aparece en la lista de poetas Carmen Conde, pero sí la
tenía en aprecio en los años cincuenta porque utiliza de consulta para
documentarse sobre Gloria Fuertes la antología de poesía femenina española
de la que fue primera mujer que ocupó una silla en la RAE. La inclusión en las
listas muchas veces es producto de las circunstancias del momento, un mundo de
hombres, donde pocas mujeres podían destacar, y donde no podemos juzgar desde
hoy, en el primer cuarto de siglo XXI, las posibilidades de desarrollo de
derechos de la mujer en el primer tercio del siglo XX, sin voto femenino hasta
1933 o con una realidad social que consideraba que las obras literarias de
algunas mujeres solamente podían ser escritas por hombres.
Ernestina trató de reivindicar los
derechos femeninos, a no ser relegadas a las páginas de sociedad o femeninas en
los periódicos. Participó en el Lyceum Club Femenino, que dirigió María
de Maeztu. A Ernestina se le culpó de una polémica conferencia que dio Rafael
Alberti en dicho club- Palomita y Galápago ¡No más artríticos!-, que relata el portuense en La arboleda perdida, y
que Tania Balló recuerda también por medio de Carmen Baroja, miembro del Lyceum de una
generación mayor que Champourcín y que da una idea negativa de Ernestina
y Juan José Domenchina, quien fue su esposo. Alberti, al contrario, está agradecido a Ernestina por las declaraciones que aparecieron junto a las suyas en La Gaceta Literaria.
Dentro de la lucha por los derechos
femeninos estaba el ocupar puestos en el periodismo que salieran de las páginas
femeninas o de sociedad. Es conocida la importancia que tuvieron como
corresponsales de guerra Carmen de Burgos y Sofía Casanova. Aquí citaremos en
este caso una reseña de Ernestina de Champourcín en las páginas de literatura de la revista Cosmópolis que fundó Enrique Meneses Puertas, padre del
conocido fotoperiodista Enrique Meneses, y descendiente de los plateros
Meneses.
Escribía Champorucín sobre la literata
francesa Marcelina Desbordes-Valmore. Esta poeta fue llamada por Lucien
Descabes “Nuestra Señora del Llanto”, Verlaine le reservó un lugar entre sus “Poetas
malditos”. Ernestina establece una conversación neorromántica con la poeta
decimonónica porque Mujeres de ayer, de hoy, a través del tiempo y las costumbres,
¿no existirá un punto único, trascendental, cuya desnuda fuerza acerque
nuestras manos?...
La poeta francesa mostraba su extrañeza en
la conversación atemporal con su colega española sobre el conocimiento de su
obra en España. Asombro que se extendía a la buena biblioteca que nuestra poeta
poseía. En el XIX no era posible. Se hizo literata gracias a las lágrimas
que provocan- o provocaban- su sonrisa.
La vida de una mujer francesa en la
primera mitad del XIX no fue fácil. Su infancia no ayudó a su formación
artística. Debutó en la adolescencia en los teatrillos de un puerto para
recaudar dinero para viajar a Guadalupe con su madre, buscando la acogida de un
pariente, quien había fallecido, como su madre también lo hizo allí. Volvió con lo
justo a Francia, donde siguió trabajando como actriz y cantante. Relata sus amoríos
con La Touche, variables y complicados. Él removió su alma cuando fue perdiendo
su voz para dedicarse a la poesía. Ella solamente pudo amar una vez.
Ernestina no comprende su segundo
matrimonio. Nada le aportaba, no lo necesitaba: La mujer que no encuentra al
compañero debe andar sola, confiando orgullosamente en sus propios recursos.
La poeta francesa le dice que ella vivía un siglo antes, que su marido era
bueno y lo quería. Pero que hoy se llama tontos a los buenos. Que su poesía
revela los medios de la época, escasos, sin usar palabras lejanas a las
conversaciones diarias. Las mujeres del siglo XX tienen mejores armas y la
obligación de superarse, realizarse plenamente. Champourcín pone estas palabras
suyas en la boca de la poeta francesa como un mandato inexcusable.
En el epistolario de Manuel Altolaguirre
hay una carta coral con la que cerramos este primer capítulo de Ernestina. Una
serie de intelectuales se encontraba en la costa malagueña, entre Málaga y
Gibraltar, cuando escribieron a Ernestina de Champourcín y Juan José
Domenchina. Los remitentes: Dámaso Alonso, Manuel Altolaguirre, Carlos Bousoño,
Gerardo Diego, Antonio Oliver y Carlos Rodríguez-Spiteri. Junio de 1950. Unos están México, otros en España, tiempo de exilio. La
distancia no impide el cariño y el recuerdo. Incluso la querencia casi paternal de Dámaso.
Placa en calle Barquillo donde vivió Ernestina. Ayuntamiento de Madrid.
DIEGO, G.: Obras Completas, tomo VIII.
Se ha referenciado dos artículos de Panorama Poético Español, ambos leídos en
mayo-9 y 27- de 2025 en Archivo Museo Sánchez Mejías. El primer artículo sobre Gloria Fuertes y el
segundo sobre Ernestina de Campourcín. Alfaguara. Madrid. 2000. Edición de José Luis Bernal.
ALTOLAGUIRRE, M.: Epistolario. Residencia de Estudiantes. Madrid.
2005. Edición de James Valender. Reseña 3-11-2022 ISM.
LORENTE, A. y NEIRA, J.: Doce escritores contemporáneos. UNED. Madrid. 2017-2021.
ALBERTI, R.: La arboleda perdida. Círculo de Lectores. Barcelona. 1976. Páginas 259-262.
Captura de pantalla de la edición de Amazon kindle
-Seguirás
el camino de la vega en dirección oeste hasta llegar a la ciudad de los
veteranos, tomarás la vía argentífera que lleva hasta El Betis. Continuarás por el camino
de Onuba que lleva a la confluencia del Urium y el Urius, donde buscarás el
lugar que la prístina liquidez ocultó durante milenios espadas
pistiliformes. Ahora déjame que pronto vendrá Melquiades para la interpretación
de los pergaminos. Él comprende los secretos del sánscrito, tanto como tú conoces las
veredas del fin del mundo.
- ¿Qué debo buscar? Sé andar por mil
caminos, encontrar cientos de artefactos escondidos, decenas de documentos
olvidados, alguna idea peregrina, pero nunca me han enviado a rastrear una
serendipia ignorada donde hubo espadas pistiliformes, atunes venideros y
gorrinos futuros.
-He auscultado las entrañas del Festival de Eurovisión. He descubierto que los humanos habían enloquecido con la música,
con graves heridos lesionados por movimientos espasmódicos. Sabes que te ordené
atarme a la puerta del pasillo como al mástil de un navío. Recuerda cómo te tapaste
los oídos con cera para no chocar con las paredes al escuchar las canciones porque
habías aprendido de los desgraciados argonautas que destrozaban las naves contra
las rocas tras los terribles sonidos de las sirenas.
- ¿Te han curado en Urgencias?
- El dedo índice terminó descarnado.
Estuve votando toda la noche con la mano libre tras atarme a la
puerta. Voté por Saltés, pero no ganó.
- ¿Cómo va a ganar Saltés? No cantó. Y no
lo hizo porque no participó ningún país con ese nombre. ¿Cuántos votos pulsaste?
- Lo sé, es una isla. Pero todo era una
sinrazón y me uní al disparate. Debía haber votado a Malta, San Marino o
Islandia. Ahora busco la soledad de los Buendía en Macondo. Ahora rastreo en los mapas la
escondida senda de los pocos sabios supervivientes del concurso. Ahora que está
empobrecido el mundo, sé que se alimentan de las hierbas del campo rebuscadas. Miran
a su alrededor y no ven nada. No hay luz, no hay comunicación. Solamente son felices con
el maná caído del cielo. Ve y vuelve a encontrar la inspiración, la belleza, la
música callada, la alineación de los acordes melódicos, el derrocado orden del cosmos. Salvemos al mundo para
salvarnos nosotros. Recuerda, repite los versos de Gerardo Diego cuando las aguas te muestren su secreto: permíteme que te
hable/ entre tres naipes de fuego. Será la contraseña con la que despertarán los ciudadanos de su letargo.
Se ajustó las cuerdas de la mochila a la
espalda. Se untó repelente de insectos y se armó con el bastón de punta de
hierro que blandió como el bieldo de un antiguo segador manchego. Al alba, con el primer destello, partió camino de la gloria.
Encerrado en la torre del castillo con la
despensa llena de jamón y vino, el amanuense leyó y escribió por varias
generaciones mientras esperaba la vuelta del emisario. ¿Tardaría unos días, una
semana, un mes o un año? ¿No volvería?
************
Solazamiento con un cuento
Cuenta Bocaccio en el Decamerón
que una noche las novicias y monjas de un convento fueron a buscar a su abadesa
para contarle que una de las monjas dormía acompañada por un mozo del pueblo
cercano. La abadesa se levantó de su lecho rápidamente y se vistió con la ropa
que había sobre la cama. Fueron con unas luces de lucerna alumbradora hacia la
celda de la monja acompañada. La abadesa le recriminó su actitud y, lejos de asustarse, empezó
a reír tímidamente, risa que se convirtió en carcajada cuando distinguió el
tocado de la abadesa. Todas las novicias, todas las monjas miraron a su
abadesa. Y la abadesa se quitó su tocado. No era el propio de su hábito. Eran los
calzones del párroco que estaba pasando la noche con ella.
Todas se retiraron
a sus celdas. Y la vida siguió su curso.
***************
Muchos años después, volvió a leer
Cien años de soledad. Se acordó que aquella primera lectura fue un disfrute dilatado
en el tiempo y el espacio. Cuando se tenía o cuando se buscaba el momento. Con el café,
con la almohada. Con el silencio y la soledad hallada. Una lectura de todos los
mundos encerrados en una pequeña ciudad.
Ahora, más medido, más organizado, más
analizado, la lectura fue veloz. Todo estaba en algún sitio. Que si tenía
veinte capítulos, que no tenía numeración ni título... Que si se podía leer de un
tirón entre 12 y 17 horas según la velocidad y las pausas. ¿Qué necesidad había
de medir algo que se tenía que disfrutar? Incluso si era un profesional o estudioso, necesitaba
alimento, sueño, la evacuación de los fluidos y el aseo. Sin embargo, era difícil escapar
al peso y la medida.
¿De 12 a 17 horas sin parar? Audible lo
aseguraba. Un lector por muy voraz que sea necesita comer y dormir para ser
plenamente consciente de lo que lee. Puedes leer rápido y no enterarte, lento y
no enterarte, y despacio y dejarlo. Hay que disfrutar su lectura. En las obras previas de
García Márquez había unos temas que tomaron cuerpo en
el Macondo de Cien años de soledad, como:
- Ese intento por ensanchar los límites de
la realidad. Había elegido temas irracionales con motivos y técnicas
apropiadas.
- La intencionada interrelación entre distintas
generaciones en monólogos, diálogos o recuerdos.
- La alteración del tiempo, por ejemplo,
con la experiencia de la muerte. Ojo, había que distinguir la ayuda de los distintos espacios:
Dentro, fuera, visible o invisible. O el mismo lugar a través del tiempo. Recuerda a Barrio Sésamo. No es igual.
- La distinción entre la naturaleza y el
mundo en sociedad. Más claro, la distinción entre barbarie y civilización.
- Pretendía ser precursor, profeta,
visionario y analista de la soledad. Todo en uno.
- La vuelta y revuelta a la infancia, la
vejez y la muerte como puntos extremos de la vida. Nuestro pasado, nuestro
futuro.
- Una cierta prefiguración de que todo
está escrito de alguna forma, como mitificado. Los pergaminos de Melquiades. Por cierto,¿Dónde estás, Melquiades?
- El cómo saber distinguir exageración de
realidad. Su dialéctica y saber qué es exageración y qué realidad.
- El relato hiperbólico que ayuda a
magnificar lo particular. Y con la magnificación se llega a lo mítico,
diferente a lo cotidiano.
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Esa idea de círculo en movimiento, ciclo,
tiene en Cien años la forma de rueda giratoria con eje desgastado al
utilizar la repetición de nombres en los personajes. Le sirve para destruir la
separación entre lo real y lo mágico. Esa cierta hipérbole caribeña.
Los hechos son narrados con naturalidad.
Los reales y los irreales. Vargas Llosa habla de una obra
entendible por cultos e imbéciles. Lo cuenta García Márquez sin juzgar, sin explicación ni
justificación. Con un lenguaje comprensible.
Nos presenta un mundo inmutable en el que
puede subyacer una tentativa de denuncia, de exorcismo o de enmascaramiento.
Puede que sea la primera por utilizar cierta inflexión valorativa al adjetivar.
La estructura de la novela es cíclica, o
circular, y dinámica. Novela dentro de novela, pergaminos de Melquiades, -ya
estaba escrito-. No hay numeración de capítulos ni su nombre. Reiteraciones
constantes. Mito cosmogónico y mito apocalíptico:
a) mito cosmogónico: visiones edénicas
(Adán y Eva), utópicas y arcádicas iniciales.Ideas fuerza: Idealización y naturalismo.
b) mito histórico: El progreso científico
y José Arcadio Buendía. De la armonía original al estado de discordia- recuerda el autor en su memoria las crónicas de Colón, de Pigafetta, de Díaz del Castillo...-. La
historia de los héroes de Macondo. Aureliano Buendía. Ciclo del incesto y la
soledad. El personaje de Úrsula Iguarán, importante. La estrecha relación con la casa. El
incesto y destierro. El remordimiento.
c) El mito apocalíptico: La utilización de
los pergaminos de Melquiades. Escritos en sánscrito, cifrados, concentrados en
un siglo de episodios cotidianos para que coexistieran en un instante. Nos
lleva a la eterna coexistencia del tiempo y el espacio. Eternidad. Lo
apocalíptico solo lo pueden revelar o interpretar pocas personas, los “justos”
o “rectos”. La numerología de los cien años. La predeterminación de la
historia. El camino hacia la destrucción. Las plagas. Babilonia
Hispanoamericana. Aureliano Babilonia y su tía-pareja Amaranta Úrsula.
Es la novela total, tal vez la mejor novela después del Quijote manchego. Historia de una fundación:
Saga familiar con temor profético como historia de América Latina y la historia
universal de la humanidad.
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Mario Vargas Llosa escribió Historia de un deicidio. Analizaba la obra de García Márquez hasta llegar a Cien años de soledad. Rosa Chacel decía que no le gustaban mucho los escritores del boom latinoamericano. A continuación se le escapaba: bueno, Cortazar no está mal, Cien años de soledad es una buena novela, y me gustan los ensayos de Vargas Llosa. Y Vargas, después del puñetazo a su amigo, estuvo varios años prohibiendo la reedición de su estudio doctoral sobre el autor de Cien años de soledad, hasta que también recibió el Nobel y se publicaron sus obras completas. Cuando le entrevistó Joaquín Soler Serrano en A Fondo, durante la Transición Española, el hispano peruano era todavía esquivo en las preguntas sobre el tema, casi diez años después.
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Un hombre no elige sus "demonios": le ocurren ciertas cosas, algunas lo hieren tanto que lo llevan, locamente, a negar la realidad y querer reemplazarla. Esas "cosas", que están en el origen de su vocación, serán también su estímulo, sus fuentes, la materia a partir de la cual esa vocación trabajará.
Mario Vargas Llosa, Historia de un deicidio.
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Bibliografía empleada:
-Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.
-Historia de un deicidio, Mario Vargas Llosa.
-Poemas adrede, Gerardo Diego. Leído como empieza Cien años de soledad: "Muchos años antes", en la biblioteca del Archivo Museo Sánchez Mejías, algunas páginas previas a la Fábula de Equis y Zeda, tomo I de las Obras Completas.
-Decamerón, jornada IX, novela II. Bocaccio.
-Doce escritores contemporáneos, Antonio Lorente y Julio Neira.
-La Odisea, Homero. El canto terrible de las sirenas.
- Génesis y Éxodo, La Biblia. Mundo edénico y maná de los seguidores de Moises.
-La vida es sueño, drama de Pedro Calderón de la Barca. Décima del sabio.
- https://www.youtube.com/watch?v=uFgctURyGp4 Estranha forma de vida, Amalia Rodrigues.
"Hoy, con ocasión de su
centenario, sufrimos una campaña orquestada según la cual Gloria Fuertes era una grandísima
poeta a la que debemos tomar
muy en serio. Quizá yo sea el equivocado (a lo largo de mi ya larga vida), pero
francamente, me resulta imposible suscribir tal mandato. Es más, es la clase de
mandato que indefectiblemente me lleva a desconfiar de las reivindicaciones y
redescubrimientos feministas de hoy, que acabarán por hacerle más daño que
beneficio al arte hecho por mujeres. Lean, por caridad, a las que he enumerado
antes: con ellas, yo creo, no hay temor a la decepción."
Javier Marías publicaba en El País, 24 de julio de 2017, un artículo criticando las alabanzas que estaba recibiendo Gloria Fuertes (GF) por el centenario de su nacimiento. Daba para justificarse, y no ser criticado de antifeminista, nombres de escritoras famosas que se podían leer desde su autoridad literaria, reconocida. Y para que no fuese criticado desde otro punto de vista, desautorizaba a los conservadores para poder enjuiciar sobre cultura. Nadie decía que era grandísima poeta. Estaba olvidada y se le recuperaba. Además, y lo veremos, ya fue apreciada en los años cincuenta del siglo pasado.
Claro, estas palabras no cayeron en saco roto. Pocos días después fue contestado por Guillermo Laín en El Español:
"Claro que ahí
puede radicar un nuevo problema, tras haber superado el encasillamiento
infantil. Ya lo ha dicho Javier Marías, ejerciendo su papel actual de
sicofanta: que lo de Gloria Fuertes es todo postureo, un rescatarla porque
queda bien, y porque fue bollera y feminista, de modo que sale un libro para
librerías de Malasaña con cupcakes, pero con mala poesía.
Yo no creo que
sea para ponerse así de cipotudo, macho, tío, cómo te pasas. Sí, tal vez no es
la gran poeta de la Literatura, genio y figura hasta la sepultura. Pero tiene
poemas (no pocos) gloriosos (¡humor de Husky!). El problema, en realidad, es
que España se preocupa de rescatar lo bueno a golpe de centenarios, y así solo
parece una moda."
Laín es profesor de literatura en la UNED y dramaturgo. Acababa su artículo reflexionando sobre el olvido de gente que fue muy conocida en los medios de comunicación de los años setenta y ochenta del siglo XX. Gente a la que ya nadie leía, aunque hablase de ella. Recordando, con nostalgia,Un globo, dos globos, tres globos, pero añorando también su experiencia en una universidad americana, sus amores, el postismo, el abandono del postismo, la poesía social y la poesía infantil. Sus letras llegaron al Olympia de París de la mano de Paco Ibáñez. Ese admirar y no leer, que Laín denomina gentrificar.
Todo había surgido por las alabanzas por el centenario. En España enterramos bien y se celebra mejor el recuerdo de los muertos que la realidad de los vivos. Elvira Lindo escribió en marzo de 2017 en El país una laudatoria crónica de la antología de poemas de Gloria Fuertes escrita por Jorge de Cascante:
"Esta poeta del pueblo, en su
sentido más noble, esta mujer peculiar, extravagante, libre, que a veces
imaginas como alguien siempre rodeada de amigos, expansiva, vividora, y otras
te parece como que se replegara en una soledad de la que no puede zafarse, esta
mujer, tuvo un nombre grande, Gloria y ella misma
lo utilizó como un escudo en algunos comentarios o poemas muy hondamente
autobiográficos."
El artículo se titulaba Sabe a Gloria. Terminaba diciendo: "Una plaza recoleta, con un
árbol donde aniden los pájaros, arena que sirva de alfombra a los juegos de los
niños, bancos para los abuelos, y donde haya un bar, o dos, o tres, de los que
albergan a una poeta nocturna que recala allí a altas horas de la noche a
recitar versos recién inventados y beberse una última copa."
Se habían rendido a su valor como escritora en el centenario de su nacimiento. Diego Doncel había escrito sobre ella en Abc el 14 de julio de 2017, página 6 del suplemento cultural, que una rémora para su conocimiento había sido su imagen mediática, que permitía a mucha gente frivolizar sobre la escritora de lo inesperado y del sentido del humor, pendiente de la aventura de la vida: "El yo que nos habla en ellos es tanto existencial como ficcional. Ese es el personaje poético y el personaje humano que aman todos sus lectores y que encontrarán en los libros...".
GF tuvo una exposición en el Centro Cultural de la Villa Fernán Gómez, adicional al libro de Cascante, donde nos contaban la historia de la jovencita que se dejaba tocar el culo por los milicianos durante la guerra para poder comer o los diferentes amoríos. La mujer de las noches de copas y del éxito televisivo. Nada, nos decía Doncel, sería Gloria Fuertes si su poesía no hubiera estado tocada por el encanto. Esa cualidad que solo algunos poetas poseen. El encanto como una forma de seducción. La seducción como una forma de amor.
Leíamos todas estas visiones y a nuestra memoria vino una lectura de hace dos años (11-7-2023). Que hemos vuelto a leer ayer (9-mayo) en la biblioteca del Archivo Museo Sánchez Mejías. En las Obras completas de Gerardo Diego, en su último tomo, páginas 898-901, aparece un artículo publicado en Panorama poético Español, el 8 de marzo de 1956. Titulado Gloria Fuertes, nos habla de la buena impresión que le ha causado la escritora: Interesante, personal, osada son algunos de los adjetivos que utiliza. Todavía no era televisiva. Recurrió a otra escritora para informarse de GF: La antología de poesía femenina de Carmen Conde. Ya había escrito para niños y se había descubierto como autora para mayores. El autor proseguía:
"Había que escribir también para mayores y si fuera preciso, incluso
para dar quehacer a la censura. Cuando se ha vivido estrechamente, amargamente,
la literatura y sobre todo la confidencia lírica puede ser un consuelo por de
pronto para uno mismo. Y después para los demás. Nada más eficaz para llevar un
consuelo al prójimo que empezar por consolarse a sí mismo porque mis penas son
las tuyas y si de verdad las siento y acierto a decirlas, a quejarme con
hondura y con gracia de palabras, es seguro que conmigo se conmoverán y
consolarán uno a uno cuantos hayan sufrido y no se sientan capaces de
desahogarse en alta voz y en verso más o menos musical."
Pero Diego observa que comenzaba a escribir entonces de un modo sorprendente. No es que se hubiera vuelto surrealista, no es que se hubiera vuelto loca. Gloria apostaba a ser una poetisa tonta:
"Cuidado, mucho cuidado, no a ser mujer tonta, no tiene un pelo de ello.
Pero sí a la poesía tonta. Pues sí señores. La poesía puede hacerse tonta, a
condición de que el poeta sea terriblemente inteligente. Porque la tontería
está a dos pasos de la pureza, de la inocencia, de la santidad misma. Lope de
Vega pudo escribir una comedia de un santo tonto (y de una dama boba)... Escuchad a Gloria Fuertes, voz personalísima, a quien yo y otros que tal
bailan tomamos pero que muy en serio."
Y esto era en 1956. Diego percibió en GF un valor en sus inicios que en 2017 no apreciaba Javier Marías. El antólogo de la poesía del primer tercio del siglo XX dejó como recuerdo de Gloria Fuertes el siguiente poema:
Los pájaros anidan
Los
pájaros anidan en mis brazos,
En mis
hombros, detrás de mis rodillas,
Entre
los senos tengo codornices,
Los
pájaros se creen que soy un árbol.
Una fuente
se creen que soy los cisnes,
Bajan
y beben todos cuando pasan,
Y
comen en mis dedos los gorriones;
Se
creen que yo soy tierra las hormigas
Y los
hombres se creen que no soy nada.
El Veronés, a quien el Prado dedicará
pronto una exposición, declaró en el juicio inquisitorial que le produjo su pintura Última cena llena de soldados con aspecto de luteranos alemanes y con san Pedro
repartiendo los alimentos en lugar de Jesús, que quería pintar con la libertad de los poetas y
los locos. Fue condenado a reformar la obra pictórica. Únicamente cambió el
título: De Última cena paso a Cena en casa de Leví. Gloria Fuertes se
sintió atraída por el lenguaje popular, aquel que decía “de poetas y de locos
tenemos todos un poco”. Reconocía que estaba un poco cabra. En la introducción de sus Obras incompletas contaba que vivía en una casa
con dos ventanas reales y dos pintadas a las que pretendía asomarse.
Su proceso creativo era
sentir, pensar, engendrar el poema: corazón-mente-dedos. Circunstancias,
emociones o sentimientos que le sacudían y provocaban el salir como estampidas las
oportunas palabras:
Que me llamen lo que quieran
Que a
mí no me importa nada
Mientras
que a mí no me llamen
La finada.
Con un vídeo sobre Nota biográfica, resumen personal en verso, cerramos esta reseña.