Aníbal. Púnicos y elefantes. |
El elefante africano, Loxodonta
africana, tiene mayor envergadura que su pariente asiático, pudiendo alcanzar,
sin dificultad, los 3,5 metros de altura. Es el mamífero terrestre de mayor
tamaño, habitante de la sabana africana y evocador de “Tarzán el hombre mono”[ii],
1932, dirigida por W. S. Van Dyke y protagonizada por Johnny Weissmuller y
Maureen O’Sullivan. Con su peculiar grito, Tarzán llamaba a los elefantes
cuando necesitaba su ayuda, la cual era arrolladora y salvífica.
Otro pariente del africano, tanto por
familia como por cercanía, se ubicaba en el Atlas, norteafricano, y que, por
desgracia, se encuentra ya extinguido. Era el elefante de los ejércitos de
Aníbal. Los elefantes con los que pasó los Pirineos, atravesó el Ródano y
cruzó los Alpes hasta llegar a la península Itálica. Los “Loxodonta africana
pharaoensis” fueron los compañeros de una gesta que perdura y perdurará por los
siglos, por la proeza militar y la hazaña logística. Sin la segunda no hubiera
sido posible la primera. Durante el paso por los Apeninos parece que perdió sus
elefantes. Se cuenta que Aníbal montaba un elefante asiático, que los
cartagineses demostraron una gran habilidad en la domesticación y utilización
de los elefantes norteafricanos, y que la primera vez, la primera visión, que soldados
europeos, griegos o romanos, percibieron de los elefantes en un campo de
batallas, sería sorprendente y puede que terrorífica. Los ejércitos del Egipto
helenístico de los Tolomeo ya habían utilizado elefantes de la variedad
asiática.
Estos elefantes, los norteafricanos, eran
más pequeños y domesticables que sus parientes de la sabana. Alcanzaban una
envergadura media de 2,40-2,50 metros, con orejas de grandes pabellones con
lóbulos redondeados, cabeza alta, trompa anillada y largos colmillos. Mostraba,
también, una marcada depresión en la espalda entre su punto más alto y la
elevación correspondiente de sus miembros posteriores. Sus cuartos traseros
eran aplanados, y se distinguían por el pliegue de la piel con forma de faldón
que cubría la parte superior de sus patas traseras[iii].
La estrategia de Aníbal era la única
posible por el dominio romano del que sería su "Mare Nostrum" durante muchos siglos y por
la posibilidad de buscar aliados entre los pueblos que habían sido sometidos
recientemente por su enemigo. Tanto al norte del Ebro como en su paso por las
Galias o su entrada en la península Itálica, fue buscando aliados para
mantenerse sobre el terreno y lograr aprovisionarse durante años. Se calcula
que, tras el paso de los Alpes, Aníbal llegó con un ejército de 20.000 hombres[iv].
Ruta de Aníbal hacia Italia |
Uno se imagina los elefantes
norteafricanos solazando su cuerpo en las aguas del Ebro o del Ródano, treinta
y siete cruzaron este río, ajenos a los cálculos del estratega cartaginés que
piensa la forma de llevar a sus paquidermos a unas aventuras desconocidas, unos ríos
lejos de su hábitat vital, de su calor meridional, habituados a la lucha en
desiertos o llanuras donde los rigores del clima pondrían en prueba su
capacidad y lo que habrían aprendido de sus cuidadores púnicos. Son los
representantes finales de un tipo de elefante, que, por sus características y
fama, serían capturados para la lucha en los circos.
Cuando alcanzaron su mayor eficiencia, se empezaron a eliminar. Esquilmados. Pequeños, manejables, hábiles, domesticables.
Eliminados. Solo recordados.
Hay ocasiones donde el aprecio da miedo. Todos
necesitamos ese aprecio como un maná caído del cielo, como el agua de la fuente
en verano. Es el reconocimiento. El elogio, en sí, parece que debilita, te hace
confiable. Los elefantes fueron pereciendo por Italia poco a poco por las
necesidades específicas de sus prestaciones, aunque fueron un reclamo y una
argucia cartaginesa, que producía miedo y terror entre los invadidos.
La adulación, el prestigio, la fama puede ser perjudicial. Un animal, un vegetal, un objeto, una persona se hace indispensable, y a fuer de indispensable, se convierte en
extinguible. Por necesario, por deseable. Los ignorados se reproducen, se
desarrollan, proliferan, mueren, pero son más, y se regeneran mejor.
Aristóteles catalogaba al elefante en su Historia
Natural como el animal más grande y próximo a los sentidos humanos.
Batalla de Trebia |
(Amable lector/a, espero que le guste. Si le place, sígame)
[i]
SARAMAGO, J.: El viaje del elefante. Alfaguara. Madrid. 2009. 270
páginas.
[iii] SAN
JOSÉ, C.: Los elefantes de Aníbal. ESPACIO TIEMPO Y FORMA. SERIE II.
HISTORIA ANTIGUA. 32. 2019. Páginas 75-94.
[iv] MANGAS,
J. Historia Universal. Edad Antigua. Roma. Vicens Vives. Barcelona.
2006. Páginas 102-108.
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