#mentón
#KirkDouglas #NedLand #Vincent #DocHoliday #Einar #Espartaco
Decía
Melvillle en Moby Dick que los mortales eramos unos ilusos
porque creíamos que el diluvio universal de Noé había acabado y no
apreciabamos que las aguas cubrían la tierra en sus dos terceras
partes.
Hoy
recordaba esa frase mientras mi mano buscaba hacer un hoyuelo en el
mentón para volver a parecerme a Kirk Douglas, como hacía cuando
era niño tras haber visto Veinte
mil leguas de viaje submarino.
Richard Fleischer dirigía una versión de la factoría Disney de la
novela de Julio Verne.
Me pasaba la tarde apretando
mi barbilla con el dedo índice, ayudado por el dedo pulgar y
corazón. Quería que el hoyuelo se formara por presión. Le dotaba
de poder especial; de ese hoyuelo emergía un magnetismo poderoso,
ignoto, fecundo. Luego me dirigía a un espejo para mirar el efecto
de la presión. Si conseguía, al menos, que mi mentón estuviese
partido, el efecto sobre otras personas podría darme poderes
especiales.
Al mismo tiempo, pensaba, tras
ver la película, cómo buscar un hierro que se pareciese a un arpón,
y cuerda, mucha cuerda, para elaborar una buena estacha que atar al
hierro. Iría a la cordelería de la calle del obispo … para
comprar todas sus existencias. Necesitaría un sitio donde guardarlo todo
y tendría que pensar cómo entrar de grumete en un barco pesquero
con Ned Land o con otro que había visto que se
llamaba Ismael y que también tenía hoyuelo.
Pensé que todos los marineros
tendrían hoyuelo, salvo los que tenían barba, los lobos de mar barbados,
que carecían de la marca en el mentón. Como el río estaba secó,
canté “que llueva, que llueva la virgen de la cueva” de forma
desafinada y estruendosa. Tuve poco éxito. La sequía era pertinaz.
Aunque Melville tuviera razón, estaba lejos de las dos terceras
partes de agua; la estacha de cuerda terminó deformada por el calor
y el hierro, que semejaba a un arpón, se herrumbró de óxido.
Más tarde quise pintar
girasoles porque Kirk, el del hoyuelo, se llamaba Vicente y se
cortaba una oreja. ¡No, no quise cortarme la oreja! Volví a intentar
conseguir un hoyuelo. Él tenía un amigo, que se llamaba Gaugin y se
iba a unas islas del Pacífico llamadas Tahiti, y Vicente, Kirk,
hacía muy bien de pintor desequilibrado. En esta película Vicente
era un nombre popular porque el director, de apellido Minnelli, el
que dirigía a toda la gente, también se llamaba Vicente. Era El
loco del pelo rojo.
Al poco tiempo, ví Duelo de
Titanes de John Sturges, sobre el tiroteo en OK Corral y el actor
del hoyuelo ya no era marinero, ni pintor. Era doctor, jugador y
alcohólico. Estaba viendo la película con mi papá y le dije que yo
quería ser alcohólico, jugador y médico como Doc Holiday. Mi padre
me dijo que me conformara con ser doctor, que los otros oficios eran
caros y enfermizos. Y sobre el deseo que tenía de obtener una
pistola, que me conformara con una de agua para que, cuando hiciera
más calor, refrescara a la familia. Kirk y Burt eran amigos y
estaban en otra película, Siete días de Mayo, donde salían
pero no se llevaban tan bien porque Burt, vestido de general, quería
rebelarse contra su presidente y Kirk lo descubría.
Hubo dos películas del actor
del hoyuelo que me dejaron pasmado: Los Vikingos y Espartaco.
En la primera le dirigía
otra vez Richard Fleischer y le acompañaban como actores, entre
otros, Tony Curtis y Ernest Borgnine, muy creíble como Ragnar al
igual que Kirk como su hijo, el tuerto Einar, y Janet Leigh. La
presentación y títulos de crédito con los tapices de Bayeux era
impactante. Kirk, el del hoyuelo, ponía pasión y movimiento dentro
de un personaje salvaje, que saltaba entre los remos sin caer al agua. ¡Claro, hombre, ya había sido marinero!
Finalmente, yo también quise
ser Espartaco. Y volver a tener hoyuelo. Y luchar con espadas
y escudos contra los que oprimían a esclavos y gladiadores romanos.
Sentía ternura por él, por la morena tan guapa de la que se
enamoraba, Varinia (Jean Simmons), y por su amigo Antonino (Tony
Curtis), y cierta repulsión por el poderoso Craso (Laurence
Olivier). En la película quedaba desdibujado Julio Cesar, puede que
por el actor que lo interpretaba, o por su carácter secundario. Kirk
actuaba y luchaba; era el héroe perfecto por la forma de
terminar como por ser alguien por quien se podía morir. A mí me
gustaba la actuación de los dos mayores: el mercader de esclavos
Batiato (Peter Ustinov) y el senador Sempronio Graco (Charles
Laughton), auténticos robaplanos en las escenas que interpretaban. El
detalle de Kirk, el del hoyuelo en el mentón: defendió la inclusión
en los títulos de crédito de Dalton Trumbo, que estaba en la lista
negra del macartismo.
(Amable lector/a: espero que le guste. Sígame, si quiere.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario