Cultura y sociedad

Esferas, ballenas y vientres proteicos

     


      No paraba de dar vueltas sin perder la compostura. El disco, en movimiento de rotación con la esfera terrestre, como la pantalla del móvil, conservaba su eje invariable aunque pretendiese cambiar la dirección de su soporte. ¡Maldito giroscopio! Foucault demostró la rotación de la Tierra.

    Gustan las formas arquitectónicas que se parecen a las esferas terrestres, parcial o totalmente. El Panteón de Agripa, en realidad obra terminada en época del emperador hispano Adriano hacia el 125 d. C, destaca más por su cúpula hemisférica que por su pórtico columnado. Con un espesor discontinuo que acaba en un ojo cenital, que conectaba con la naturaleza, de 9 metros de diámetro por el que entra tanto la luz como el agua según el variable clima. En Roma las cúpulas, las esferas, las formas redondeadas se repiten. El Coliseo, el Panteón, la cúpula de San Pedro, el Mausoleo de Augusto, Castel Sant'Angelo o Mausoleo de Adriano. Todo recuerda a la vida, especialmente si se construyen recordando a los que mueren. Lanzarse al ruedo, como recuerdo taurino, es buscarse la vida. Redonda.



     En cierto modo es un recuerdo que permanece en nuestra vida del origen del hombre en el vientre materno por su forma redondeada. Jonás estuvo dos veces en el vientre ajeno. Una vez durante el embarazo de su madre y otra cuando estuvo durante tres días, en prefiguración de la resurrección, en el vientre de la ballena que escupió al orante junto a vómitos de ámbar gris. El olor sería muy especial.

     No debería ser una ballena blanca, pues era la que buscaba el capitán Achab, pero era la que causaba un terror especial a los marineros por su níveo color. Los vientres han sido siempre fuente de creación y fuente de perdición.

     El titán inmortal Prometeo sufría cada salida del sol el ataque del ave monstruosa que devoraba su vientre eternamente por entregar el conocimiento del fuego a los humanos cuando era un privilegio de los dioses. Por las noches se regeneraba, y, al día siguiente, otra vez.

     Por el vientre embarazado nacemos y por el vientre hinchado podemos morir si solamente miramos nuestro ombligo.

    




    

Las miradas peligrosas

     

Orfeo y Eurídice. Rubens. Museo del Prado


    

  

      La curiosidad ajena destrozó aquello que unía a dos amantes. Eurídice había muerto por la mordedura de una víbora cuando huía de Aristeo. Su enamorado Orfeo, desconsolado, se arriesgó bajando a los infiernos para suplicar a Hades, rey del inframundo, y su esposa Perséfone su devolución al mundo de los vivos. Con un bello canto logró vencer los obstáculos para el retorno que oponían Hades, Perséfone, Caronte y Cerbero. Hades le impuso la condición de no volver atrás la mirada para ver a su amada durante su vuelta al mundo de los vivos.

      La impaciencia, la curiosidad o el amor le impidió cumplir la condición impuesta. Miró su bello rostro y la perdió de forma definitiva1. Nuevamente desconsolado, siguió cantando incluso después de su muerte en esa ida y vuelta a los infiernos, catábasis, y pasar por un trance tan duro. La influencia de sus dotes cantoras y tranquilizantes de Orfeo fue tal que hoy se denomina orfeón a las sociedades de cantantes en coro sin instrumento. Y denomina Orfidal a un medicamento ansiolítico y relajante. Zeus permitió que su instrumento musical, la lira, fuera colocada por Apolo en el cielo, dando lugar a la constelación Lira2.

      La curiosidad acabó con la vida de la mujer de Lot3. Los ángeles habían avisado que la ciudad en la que vivían sería destruida, que Yahvé quería salvarles, pero dijeron que no debían mirar atrás durante su huida al monte para no perecer. Cuando salieron de la ciudad, Yahvé hizo llover desde el cielo azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra. Debido al estruendo de la destrucción o al espectáculo del fuego, la mujer de Lot volvió la vista para vencer su curiosidad e inmediatamente se convirtió en una estatua de sal. Esa curiosidad pudo matar, aunque es más probable que Yavé no quisiera que los humanos dominasen las distintas formas de destrucción, fuese diluvio o fuego. La sal en dosis adecuadas ha traído suerte y las formas antropomorfas de los bloques de sal en el Mar Muerto recuerdan que no mirar atrás puede ser síntoma de búsqueda de un futuro.

Michael Wolgemut. Lot huyendo de Sodoma

      En el frontón del templo de Artemisa en Corfú hay una enorme gorgona de casi tres metros cuyas espantosas facciones se consideraban eficaces para ahuyentar los espíritus malignos del templo. Esta gorgona era Medusa, cuyo destino fue ser decapitada por Perseo. Cuenta Graves que había sido una mujer hermosa descubierta por Atenea besando a Poseidón en su templo. Tamaña ofensa, aunque sea tan poca cosa a los ojos de hoy, fue castigado con la conversión en gorgona, un alado monstruo de feroz mirada, dientes terribles y serpientes como cabello. Cualquiera que le mirara perecía convertido en piedra. 

     Perseo era hijo de Danae y Zeus, que se había convertido en lluvia dorada. A petición de Polidectes y para que no molestara a su madre, se comprometió a matar a la Medusa. Con una serie de armas prestadas de los dioses, como el escudo pulido de Atenea que podía hacer de espejo curvo por el que podía ver la cara de Medusa de forma indirecta, cortó su cabeza con la afilada hoz prestada por Hermes y guardó su cabeza en el zurrón que obtuvo de las náyades.

     Perseo petrificó con la cabeza de Medusa a Atlas, que amenazaba con dejar de sujetar la bóveda celeste, dando lugar al macizo del mismo nombre, luego derrotó mediante la conversión en piedra al ejército del rey de Tiro y convirtió a Polidectes y su familia en piedra por seguir molestando a Danae4. Por un beso y una mirada todos quedaron petrificados.

Detalle Medusa. Templo Artemisa. Corfú.

 

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1OVIDIO: Metamorfosis. Bruguera libro clásico. Barcelona. 1984. Páginas 299-305.

2GRAVES, R.: Dioses y héroes de la antigua Grecia. Unidad Editorial. Madrid. 1999. Páginas 37-38.

3Libro del Génesis. Capítulo 19, versículos 1-29. Biblia. BAC. Madrid. 1981.

4GRAVES, R.: Obra citada. Páginas 98-101.

 

Hermes y Argos Panopte

      Hera estaba celosa de la infidelidad de Zeus. Encargó a Argos Panopte, el gigante de los cien ojos, que vigilara a una bella ternera porque creía que era la ninfa Io que había sido encantada por su esposo para engañarle tras seducir a su amante cubriendo la tierra de una densa y extensa neblina.

      Según Ovidio, la cabeza de Argos estaba rodeada de cien ojos, de los cuales, dos por turno se entregaban al sueño, mientras los demás vigilaban todo el tiempo fuese cual fuese su postura y situación.

      Como Zeus deseaba salvar a la ternera, ordenó a Hermes, el hijo de Maya por otro desliz, que adormeciera a Argos con la música de su caramillo y se presentó bajo el aspecto de un pastor. Argos le pregunta quién ha inventado el bello instrumento que suena tan bien y que lenta y blandamente le induce al sueño, y el descendiente de la atlántida Maya, el Mercurio romano, le cuenta que fue Pan cuando creyendo que tenía sujeta a la Náyade Siringe agarraba, en realidad, unas cañas del pantano porque así lo había solicitado la perseguida a sus hermanas ninfas. Pan suspiró amorosamente las cañas y el viento producido fue semejante a un bello lamento que le hizo declarar que sería la forma de comunicarse con Siringe y utilizó cera para juntar las cañas creando un nuevo arte, la música, que se expresaba con dulces notas.

      Mientras, el panóptico Argos había cerrado todos sus ojos adormecidos por la música y el relato, momento que Hermes aprovechó para cortarle la cabeza al guardián de la ternera que deja de iluminar el entorno con sus múltiples pupilas. Cuando Hera se entera, recoge sus ojos y los coloca en el pavo real al que está consagrada dotándole de un adorno semejante a las estrelladas perlas12.

      En el Museo del Prado la escena de Hermes y Argos es tratada por Velázquez y Rubens desde dos puntos de vista distintos. Velázquez representa el adormecimiento de Argos por Hermes3 en presencia de la ternera como un asunto pastoril, nada mítico, nada violento. Adornará junto con otras tres escenas mitológicas el Salón de los Espejos del Alcázar de Madrid y única superviviente de las cuatro al incendio de 1734.


     
     Argos deja la vigilia y pierde el poder de ver todo a todas horas. Lo que no sabe es que perderá la vida. Y este momento previo a la muerte es el que retrata Rubens, que plasma el prólogo a su decapitación siendo un momento de máxima tensión con la ternera expectante. Este cuadro del pintor flamenco formaba parte de la decoración de la Torre de la Parada, el pabellón de caza cercano al monte del Pardo, a la que el pintor contribuyó4

Mercurio y Argos. Rubens. Museo del Prado. Madrid

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1OVIDIO: Metamorfosis. Bruguera Libro Clásico. Barcelona. 1984 Páginas 29-34

2MARTÍNEZ DE LA TORRE, C., ALEGRE CARVAJAL, E.: Mitología Clásica e Iconografía Cristiana. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2010. Páginas 77-78

 

El futuro estaba por llegar

     

Vasos canopos egipcios para guardar restos eternamente


      Con la anuencia del cuerpo, diplomático o no, hemos asistido a su disección. Tras ser abierto de frente a occipucio, nada dijo. No se quejó. Guardó un respetuoso silencio, alterado, excepcionalmente, por el ruido de la sierra mecánica de dientes avasalladores. Saltaron varias astillas óseas y un reguero de sangre se proyectó sobre la pared como pintura de gotelé. 

     Como era habitual, el cuerpo, diplomático o no, no se enteró de su propio deceso. Ni siquiera pudo ordenar o pedir el responso habitual. Hubiera sido apropiado leer la Carta de San Pablo a los Romanos con la emoción consabida: 'pero Dios probó su amor hacia nosotros en que, siendo pecadores, murió Cristo por nosotros'. O leer Las Coplas por la Muerte de su Padre de Jorge Manrique: 'Recuerde el alma dormida/ avive el seso e despierte/ contemplando como se pasa la vida, como se viene la muerte'.

     Al final nos fuimos a dormir la siesta, tal y como al finado le hubiera gustado, asintiendo  y asistiendo los acompañantes entre regüeldos y risas de la opípara comida que los cocineros de la casa habían preparado. ¿Quieren algo más?, decían. ¿Qué objetar? Lo pagábamos, lo pagamos y lo pagaremos entre todos. ¡Qué remedio! No hubo sal de frutas suficiente. ¿Existe todavía la sal de frutas? Preguntaremos al oráculo de Omeprazol. Lo mejor de la comida fue el aperitivo de sesada al ajillo, regada con un Jerez prodigioso, solera AOS de 1924 de Osborne, que se embotelló cuando el hijo del Conde de O. cumplió 21 años. Secó y con mucho cuerpo, de 22º de alcohol. Para su elaboración se utilizó uvas de la variedad Palomino y Pedro Ximénez. Veinticinco años creando un color caoba con ribetes verdes que recuerdan a la maceración de algunas carnes. No hace falta decir que la sesada y el vino recordaba al cuerpo diplomático.

    Las exequias se celebraron en el teatro Falla a ritmo de murgas, comparsas y chirigotas. La tierra cubrió sus restos. Los asistentes cantaron viejas salmodias desconocidas acompañadas del ronroneo de los gatos y del graznido de los cuervos. 

     Esa misma noche, se permitió a todos los ciudadanos participar en la verbena en honor del servicio, exterior o no, donde se bailó hasta la madrugada cuando se preparó un desayuno de pan moreno con aceite de oliva virgen extra, tostadas untadas con manteca 'colora' y pisto manchego en hogazas de pan blanco. 

    El futuro estaba por llegar.

 

     

Albergue, parador y refugio

     

Parador de Manzanares. Wikipedia

     ¡He visto cosas que ustedes no creerían! Un hombre en las horas postreras de una vida intensa. Un escritor que relataba mi corta vida. Gente del cine disfrutar de estas estancias en medio de la meseta que me alberga. Políticos dialogando de reformas democráticas. Todas estas cosas, y más, permanecerán en el tiempo, como las alegrías y las lágrimas en la lluvia. ¡Es hora de contarlo!

      Ignacio Sánchez Mejías1 fue uno de los mecenas o mentores de una brillante generación de literatos que, a su vez, habían influenciado en él, convirtiéndole en un creador más y adquiriendo nuevas realidades intelectuales gracias a Lorca, Alberti, Guillén o Diego. Había vuelto a la tauromaquia en 1934, como cuando el hijo pródigo regresa a los orígenes, corriendo el riesgo de perder la vida contando lo que había vivido y aprendido en los años de ausencia. Actuó en La Coruña el seis de agosto de 1934. Volvió al día siguiente a Madrid y se encontró con Domingo Ortega que había sufrido un accidente de coche. El de Borox le pide que le sustituya en la corrida que tiene en Manzanares el 11 de agosto. Lo aceptó más por compromiso entre colegas que por deseo porque tenía que lidiar el día anterior y el posterior. Hay quien asegura que pudo aceptarlo por necesidades económicas. Lo que es seguro es que se comprometió. Envió su cuadrilla al festejo del día siguiente y se marchó a Manzanares donde sería asistido por una cuadrilla inferior de la que únicamente los picadores formaban parte de la cuadrilla de Ortega. La situación se complicó porque no consiguió inicialmente alojamiento, pero al final lo obtuvo, en el Albergue de Manzanares. Durante la corrida fue cogido por un toro de Ayala llamado Granadino2. Cuarenta y ocho horas después fallecía en Madrid a las cinco de la tarde. Eran las cinco en punto de la tarde3 cuando se convirtió en mito literario gracias a Federico García Lorca. 

Ignacio Sánchez Mejías. El país.

 

      Ese mismo año, Pedro Muñoz Seca, escritor teatral de éxito, escribió El Refugio mientras se alojaba en el Albergue. El refugio es una obra en tres actos que sitúa la acción en la instalación hotelera cuando el establecimiento cumplía tres años. Muñoz Seca murió fusilado en una de las sacas de Paracuellos del Jarama en los inicios de la Guerra Civil española.

      Al final del primer acto, Horacio, uno de los protagonistas, habla por teléfono:

      “Estoy en un parador, en un «albergue» que tiene el Turismo cerca de Manzanares. He encontrado aquí acomodo, y me aprece que voy a ganar bastante dinero. Mañana os enviaré diez duros.”

     

      En esa época, estaba dotado con un verdadero lujo: los colchones se importaban de Inglaterra, existía un frigorífico General Electric y una radio pickup americana, además de dos baños completos.4  El Albergue situó a Manzanares en el mapa geográfico de los alojamientos turísticos de España.

    

Pedro Muñoz Seca. Abc.


      Estos muros que ven presenciaron  a los actores que participaron en el rodaje de la primera película española que compitió al premio Óscar, que participó en Cannes y causó un gran revuelo entre los habitantes de la zona. Juan Antonio Bardem rodó en 1957 La Venganza protagonizada por Carmen Sevilla, Jorge Mistral y Ralf Vallone. Carmen Sevilla afrontaba un exitoso papel dramático, Jorge Mistral era uno de los galanes de la época gracias a películas como Botón de Ancla y Ralf Vallone pertenecía a esos actores italianos internacionales de larga trayectoria y recordo como el cardenal papable de El Padrino III de Coppola, por ejemplo. Juan Antonio Bardem era favorable al Partido Comunista, opuesto a la dictadura, aunque en 1956 el partido había abogado por la reconciliación nacional. Ese espíritu se intenta plasmar en el film. Quiso inicialmente titular la película 'Los segadores', pero la censura franquista no lo permitió porque recordaba el himno catalán. Manzanares, Membrilla, Minaya, El Toboso fueron algunos de los escenarios de la película que compitió al Óscar a mejor película extranjera.

     

La Venganza. Filmaffinity.


      Los años fueron pasando como pasaron muchas familias que visitaron estos muros del albergue que con los años se convirtió en parador. Las bodas, las comuniones, los aniversarios, las reuniones de todo tipo. Comidas, cenas, desayunos. Alojamientos. Refugios.

      Un día se pudo observar como políticos de nuevo cuño dialogaban para desarrollar la democracia española,  como fue la creación de los entes autonómicos. La creación de la autonomía castellano-manchega tuvo como escenario el Parador de Manzanares durante 1981 con la constitución de la Asamblea Mixta encargada de iniciar los trabajos estatutarios. Se convocaban en ese día 41 parlamentarios nacionales y los 120 diputados provinciales de la región5. La fase regional de aprobación del estatuto daba comienzo.

      Esta explanada de entrada siguió recibiendo visitantes que parecían abrazar las paredes del Parador que se mantenían fuertes y renovadas, incluso con el paso del tiempo, que disfrutaban de los momentos vividos, contemplando el campo que les circundaba y su vista se dirigía al horizonte por donde el sol iluminaba cada día. Noventa años era solamente el principio.

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1Para conocer más de Ignacio Sánchez Mejías: Archivo-Museo Ignacio Sánchez Mejías, Calle de las Monjas 12 13200 Manzanares, 926614056, museosdemanzanares@gmail.com

2TERUEL MARTÍNEZ, S. M.: Ignacio Sánchez Mejías: Torero y escritor. Su relación con la Vanguardia y con la Generación del 27. Tesis doctoral Departamento de Literatura Española, Teoría de la Literaturay Literatura Comparada, Facultad de Letras de la Universidad de Murcia. 2014. Páginas 52-63

3GARCÍA LORCA, F.: Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935). Austral, Espasa Calpe. Madrid. 1984. Edición junto a Poeta en Nueva York y Diván del Tamarit. Páginas 143-156.

4P. L. M.: Paradores: Entre la tradición y la vanguardia. Revista Sesenta y más. Publicación del Ministerio de Trabajo nº 239. Junio 2005. Páginas 8-13.

5CASTELLANOS LÓPEZ, J. A.: Quién fue quién en la transición en Castilla-La Mancha (1977-1982). Ediciones Castilla-La Mancha. Obtenido por Books Google. Página 8.

Gustav Klimt junto al botiquín

   

Detalle de "El beso", Gustav Klimt, Galería Belvedere, Viena

La besaría eternamente, con gusto, con placer. La amaba. Tanto originariamente como en las sucesivas copias. Su destino era quererla y disfrutar de su mejilla. Abrazarla, recogerla con un calor humano y cercano.

     Se dejaría abrazar envuelta en sus ropajes. Sus mejillas enrojecían con el beso eterno que le daba. Se sentía enorme con su cariño a pesar de verse empequeñecida entre sus brazos. Se agarraba en su cuello, le asía su mano junto a su pecho. Su amor era como el más dulce de los sueños. Del cual no quería despertar.

      No sabían qué hacían en esa sobria habitación. Sí, eran una copia. Pero merecían estar en una pequeña galería de arte, en una librería, en un café literario o en la casa de unos pequeños burgueses, bohemios e intelectuales. No esperaban besarse eterna y deliciosamente en la consulta de enfermería de un centro de salud. Ella le dijo que la enfermera era agradable, que únicamente iba unas horas al día, pero que le molestaba ver como enseñaban las más dispares partes del cuerpo las personas que le visitaban. Ella estaba acostumbrada a enseñar su cuerpo a él, y él a ella. Los dos se sentían incómodos cuando, sin ninguna cortesía, llegaba una persona y se bajaba los pantalones o se levantaba su falda y enseñaba una parte de su culo y, aún más, se extrañaban de la rapidez que se daba la enfermera para, con una jeringa, pinchar. ¡Amor qué cosas vemos! También se asombraban del tamaño de algunos órganos y de los aparatos que colocaban en brazos y dedos y de las regañinas que daban cuando, además de pinchar la yema de un dedo, le decían a un señor llamado Ramón que no comiese pasteles. Su padre, Gustav Klimt, les condenó a besarse eternamente para su gusto y para el placer de los ojos expectantes ante la riqueza visual y simbólica de una obra, original o copia, que se colocaba en todas las retinas hasta llegar a nuestro cerebro para provocarnos con su estética. Nacieron para contar un placer sin fin a través de los tiempos.

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      -Buenos días.

      -Buenos días.

      -Me ha dicho la doctora Benito que debe ponerme estas inyecciones de vitamina B-12.

      -Dígame su nombre

      -Prometeo Pérez Heras.

      Teclea el ordenador y con una satisfecha sonrisa escondida tras una mascarilla dice aquí está, tiene razón, se las tiene que poner

      -¿Dónde? Dice él.

      -¿Trae las inyecciones? En el culo. Lado derecho, primer día, y las sucesivas alternamos, bueno alterna usted.

      -De acuerdo. Hace mucho que no vengo a esta consulta. ¿Desde cuándo tiene una copia de Klimt?

      -¿Quién es Klimt? -Le pregunta como diciendo yo no soy culpable- Ya estaba allí cuando llegó. Nunca se planteó de dónde vino, ni quién la puso. 

     Sobre la camilla, a la misma altura del botiquín hay una copia de El beso de Gustav Kilmt, un poco amarillento por el paso del tiempo, en una ubicación inicialmente extraña, en la sala de enfermería de un centro de salud de una localidad manchega que levita levemente del suelo cada mañana cuando amanece al percibir el milagro de la vida cuando sale el sol. La sala de enfermería se beneficia de ese sol por unos ventanales con vistas a tejados de casas con visos de abandono y cuando acaricia sus cristales, la vida entra allí. Una camilla, una báscula, un escritorio con ordenador, dos sillas frente al sillón de la enfermera son completados por un armario de curas y aparatos de ayuda sanitaria. La pareja que se besa en la copia de Klimt tiene iluminación propia.

      El hombre que padece el pinchazo en su cuarto trasero derecho observa la copia. Ve una sensual pareja arrebolada en su éxtasis amoroso sobre un bello prado florido, ciertamente primaveral, en su máxima intimidad. El hombre que besa a su amada, probablemente el mismo Klimt, porta una túnica con cuadros rectangulares en blanco y negro sobre un luminoso fondo dorado con dibujos de espirales y luce en su cabello una corona floral verde. Ella, su amada Emilie Flöge, siguiendo el paralelismo con Gustav, lleva un esbelto vestido estampado de círculos que contienen otros menores que semejan motivos florales sobre un fondo dorado ornamentando de flores, cuadrados y motivos geométricos preciados y valiosos. Su pelo, cortado a la moda de principios de siglo, está cubierto de flores que se habrá puesto para que su amado no la olvide. Parece llevar un collar de flores de probable inspiración polinesia.

      -Sí, creo que es de Klimt, dice mientras se abrocha el cinturón, saca su frasco de gel y le dice a la enfermera hasta mañana.

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      Klimt visitó Rávena a principios de siglo XX y se maravilló de los mosaicos bizantinos de San Vital, de la utilización de oro y plata como fondo, actualizando su uso. El beso de Klimt es de 1907-08.

"Teodora y su séquito" I. de San Vital, Rávena

 



 

La leyenda del Rey Monje

     

San Juan de la Peña. 2009. Foto propia.

      Cuenta la Crónica General de San Juan de la Peña1 que, a la muerte de Alfonso el batallador, los aragoneses nombraron rey a su hermano Ramiro que había tomado los hábitos negros de monje. Como los navarros habían nombrado rey a otro, los aragoneses estuvieron resentidos con ellos. Ramiro se casó con la duquesa de Poitiers, del otro lado de los Pirineos y mostró tal generosidad con sus nobles que lo tomaron por blando y no respetaban su autoridad ni las leyes del reino por lo que el rey determinó tomar medidas. Solicitó consejo al monje Forzado que había sido su maestro durante su formación como benedictino y envió un mensajero. El maestro mostró alegría y, al mismo tiempo, preocupación porque no quería dar a entender que era tal la debilidad real que necesitaba el consejo de su antiguo preceptor. Solicitó al mensajero que le acompañara al huerto y observase como, mientras leía la misiva real, cortaba con un cuchillo los tallos más grandes de las coles quedando solamente las más pequeñas. Hecho esto, le indicó al mensajero que fuese al rey y le dijera lo que había visto, que no daría otra respuesta. El mensajero regresó molesto, considerando que no había recibido respuesta del monje. Inicialmente, el rey Ramiro reaccionó igual, pero al relatar el mensajero la escena del huerto, dedujo que el huerto era su reino, y las coles, sus nobles. Y que para hacer unas buenas coles, era necesaria la carne.
San Juan de la Peña. 2009. Foto propia.

      Con el pretexto de construir una campana que honrase a Huesca, convocó a los nobles a cortes pues quería que fuese oída en todo su reino, que traería maestros franceses para que la fundieran. Cuando fueron llegando los nobles, que había tomado esta propuesta como un dislate de su rey, fueron llevados a consejo de uno en uno los que le habían traicionado y les fue cortando la cabeza, llegando a doce antes de la hora de la comida, no siguiendo más la escabechina debido a que otros huyeron al  conocer la noticia de cuál era la almendra del consejo real. Obviamente el reino quedó subordinado al poder real.

      “El Abad, que sabio era, al mensajero tomara:

metióle dentro una huerta, y sin decirle palabra,

afilado un cuchillito, las ramas altas cortaba,

aquellas que eran mayores, que a otras sobrepujaban.

Díjole que se volviese, que más respuesta no daba”

      'Romance de la campana de Huesca', parte2.

      La leyenda del romance de la campana de Huesca, según Alvar que cita a Duran, tiene un origen oriental y guarda parecido con la leyenda de los Abencerrajes ajusticiados por el clan de los Zegríes en un salón contiguo al Patio de los Leones de la Alhambra, que desde entonces se llama Salón de los Abencerrajes.

Patio de los Leones, Alhambra de Granada. Restauración 2012. Fuente propia.

      Los constructores de campanas franceses recuerdan la difusión del primer arte internacional de la Edad Media, el románico, con la orden benedictina de Cluny, la llegada de nobles y artesanos del norte de los Pirineos y el vehículo de esa diseminación que supuso el Camino de Santiago y la multiplicación de iglesias con un lenguaje común que abandona el rito mozárabe con la reforma gregoriana.

      En San Juan de la Peña hay un monasterio, en realidad dos, pero el más famoso se encuentra bajo una peña con un claustro precioso con capiteles bellísimos sobre columnas dobles donde la observación para el tiempo y el espacio se ensancha.

      En el monasterio nuevo, en una verde pradera cercana a la peña, hay un centro de interpretación del reino de Aragón3.

     


     José Casado del Alisal, 1832-1886, pintó en 1880 La leyenda del Rey Monje cuando era director de la Academia de Bellas Artes de Roma con un estilo tenebroso e impactante.

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1ALVAR, M.: Épica Medieval. Orbis. Editora Nacional. Barcelona. 1983. Páginas 203-204.

2ALVAR, M.: Obra citada. Página 213.

 

Bodas de sangre

                       NOVIO ¿Quieres algo?                              MADRE Hijo, el almuerzo                               NOVIO Déjalo....