Baldomero Espartero, caricatura. |
La reunión terminó y un sabor amargo quedó en su boca. Su salud quebradiza, la edad, sí, la edad. Le había dicho no tres veces. Como Pedro. Con veinte años menos hubiera sido otra cosa. ¡Ojalá pudiera regresar a 1854, tras Vicálvaro y Manzanares! La decisión de un nuevo rey la hubiese tomado él. La libertad de la patria hubiese estado en sus manos. Ahora, en Logroño, su prestigio era moral y el tiempo había pasado. Ya gobernó el Estado cuando la reina Isabel era menor. ¿Qué querían los mensajeros de Prim?
Ya le dijo no a Serrano. Quería que fuese el líder del 68 antes de la llegada de Prim. Espartero era el líder político y moral de los progresistas; él se sentía sin fuerzas. Para ellos era el duque de la Victoria, el conde de Luchana, vencedor de cuatro guerras. Él era el hijo del carretero de Granátula que se fue a estudiar a Almagro. La patria estaba en peligro; la ayudó. En su retiro de Logroño pasaba desapercibido en compañía de Jacinta ¿Le temían o le respetaban?
Sentía que la patria estaba, otra vez, en peligro. Recordaba cuando luchó como adolescente contra los franceses. ¿Y la patria? Lo había vivido en Cádiz durante los debates de la Constitución. Sus recuerdos regresaban al cadete adolescente durante los primeros años de la guerra contra el francés.
Volvió de América con prestigio. Todos le consideraban el líder de los Ayacuchos. Nunca participó en esa batalla, pero había sido la última. A sus compañeros de armas de las guerras americanas les ayudó. Ese amargor en la boca… Sí, los benefició. Tenía plena confianza en ellos. Venciendo a los carlistas, presidiendo el gobierno de España y siendo regente de la reina Isabel. Entre septiembre de 1840 y julio de 1843 el poder era él ¿Por qué había venido la embajada de Prim?
Abrazo de Vergara entre Espartero y Maroto |
—Baja, que te tienes que marchar a estudiar. Recordaba a su madre llamándole para desplazarse a la cercana ciudad de Almagro. Pero llegó 1808 y al grito de “la patria en peligro” respondió Joaquín Baldomero.
Espartero sabía que había llegado al poder por sus hechos de armas, por su carisma y sus dotes de liderazgo; pero, también, mediante pronunciamientos. Su vida había sido la milicia. En la guerra contra el invasor francés se sintió como un aprendiz ilusionado de la libertad y los derechos del pueblo, de su soberanía y patria a la que defendía ante la peligrosa invasión napoleónica. Emperador al que admiraba y temía. Al que deseaba emular. Tenía la percepción que había puesto orden en Francia durante los procesos revolucionarios y había propagado los ideales de la libertad. Reconocía los excesos, la fuerza autoritaria con la que los había impuesto. Había sido emperador. Y él se había negado a ser rey de España. ¿El ofrecimiento de Prim era real? Le pedía que fuera candidato. Dado el caso, se sometería a votación. ¿Qué haría obteniendo una derrota? Sí, le temían. Creían que haría otro pronunciamiento. Esbozó una sonrisa sarcástica. No podía subirse al caballo porque había sido derrotado por su vejiga.
Su edad, su salud, quebraban su voz, disminuían su entendimiento. Se sentía como un viejo león de temible apariencia y desdentado interior. En Luchana fue un soldado heroico, ahora huía de las responsabilidades. Un antiguo presidente de gobierno ausente desde su retiro por O'Donnel. No podía haber dos gallos en un mismo corral. ¿Merecía la pena?
Le contestaría con amables palabras, con claros razonamientos que ni su edad ni su salud se lo permitía, que buscasen un candidato entre los españoles y que se profundizase la elaboración constitucional. Su popularidad venía dada del pueblo porque era uno de los suyos. Deseaba volver al pueblo. Ser uno más. Dar consejos. Y que la voluntad popular se cumpliese. Los carlistas eran una amenaza menor. Luchana y el abrazo con Maroto lo elevaron a una categoría similar a la del corso. Y ahora se alejaba de su estela renunciando a la jefatura del Estado. ¿Era tan cualificado y sabio? Tal vez buscaban un mesías, alguien por encima del bien y del mal. Espartero meditó largo rato. Redactó la negativa a la comisión enviada por Prim, comandada por su fiel Madoz.
Su recuerdo se iría apagando. Sería visitado por todos, le pedirían consejo, molestaría a alguno. Viviría plácidamente con la gente de Logroño. Había podido reinar. El hijo del carretero parecía rechazar la voluntad popular que emanaba del nuevo líder.
Siempre quiso defender las libertades de sus compatriotas y ahora no luchaba por ellas. Esa era la intención de Prim, pensó. Que manifestara que el líder era el militar de Reus y no él. Creyó el viejo general que la tentación de Prim era ser rey. Que esa era la oculta intención. Al contrario que Prim, los enemigos los tenía dentro de su país. Prim los tenía dentro y fuera. Era quien más se parecía a Napoleón. Aunque él hubiera sido el más famoso y el más aclamado. Poseía ese poder autoritario liberal. Una mano dura que él ejerció en su momento para conseguir el orden público necesario. Conseguir la libertad gracias a la paz. ¿Sabrían conseguirlo? ¿Estarían capacitados?
La noche de mayo fue apagando sus vacilaciones. Supuso, como siempre, que debía cumplirse la voluntad nacional. Su duda era sí alguno sabría cómo. Incluso él.
Baldomero Espartero |
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Joaquín Baldomero Espartero (1793-1879) fue un político y militar español que ocupó la regencia de España entre el 9 de mayo de 1841 y el 30 de julio de 1843. Presidió en tres ocasiones el consejo de ministros, la última entre 1854 y 1856. Fue militar de prestigio en varias guerras destacando la dirección del ejército isabelino durante la primera guerra carlista con hitos como Luchana y el acuerdo de Vergara (1839). Muchas calles llevan su nombre: Príncipe de Vergara, Duque de la Victoria, Conde de Luchana, en honor a sus títulos y fama. En 1870, ya retirado, el general Prim como hombre fuerte de la revolución de 1868 le envió una comisión para ofrecerle la corona de España, la cual rechazó por cuestiones de edad y salud. Espartero nació en Granátula de Calatrava y falleció en Logroño.
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